Romina Cazón
Romina Alejandra Cazón (San Pedro de Jujuy, Argentina, 1981). Escritora, artista audio-visual y promotora cultural.
Obtuvo el Primer Premio en cuento, Jujuy, Argentina, 2001, Primer Premio en Poesía "Universidad Nacional de Jujuy", Argentina, 2002, Mención honorifica en Poesía, Buenos Aires, 2003 y el beneficio por el proyecto "De sus piernas en mi cuello"del programa: APOYO A LA PRODUCCIÓN ARTÍSTICA “APOYARTE” 2012, a través del Instituto Queretano de la Cultura y las Artes.
Textos suyos aparecen publicados en la Antología del Encuentro Internacional de Poetas, Michoacán, México 2008, “El verso toma la palabra”, como también en revistas impresas y digitales de Argentina, Venezuela, Perú, España, Chile y México. Reside en el estado de Querétaro, México, desde donde dirige la revista virtual de arte y cultura, El humo (www.revistaelhumo.com) Colabora con el suplemento cultural "Barroco" del Diario de Querétaro. Su poesía visual Delete, ha sido seleccionada en "La palabra transfigurada". Es responsable de Ediciones El humo, que cuenta con 10 números de la colección poética "Ojo cautivo".
Obra
Con mis uñas de gata (poesía japonesa, 2008)
Panorama de la poesía mexicana (2009)
Patria Ajena (2010)
Del fondo de ningún vientre (poesía, 2012)
De sus piernas en mi cuello (cuentos, 2013)
Artefatuo (poesía visual, 2014)
Del Libro: Del fondo de ningún vientre
I
De este lado
la sombra venera
a un Dios
que está
sentado
en ninguna
silla
II
En el reflejo de un rey
habita el espíritu.
Ya no tengo las vestiduras
que atan al cuerpo.
Aquí la imagen se crea de una
evocación a la sangre.
La sangre besa la sombra
con su boca curtida.
Evocar a la sangre es dejarse
sacudir la memoria.
III
La vida ha comenzado de nuevo
y moldea:
la cadera
el rostro
y las manos.
Imperfecto todo. Eso sí.
No se puede gozar
de los regalos de la naturaleza,
pero aquí eso no importa.
El rito
termina
en un lugar como este.
La vida es una
es una estela
que no hace falta descifrar
su nombre.
IV
Te toco la frente en donde podría estar la frente.
Sé que no eres el mismo desde que viajaste.
Yo también soy otra
un vacío
un túnel
Toda mi boca
y mi sexo
están en la habitación
y no he querido verlas.
Allí que se mueran de pensarme.
Te toco las manos
(antes)
con una me bordabas
y con la otra me deshacías.
Ya no somos los mismos
(ahora)
un chillido que reposa en un delta.
V
Donde chispea el crepúsculo
estoy yo
sentada en una piedra
hablando tres idiomas.
Quien entienda que sepa
que vengo de la luz.
Ya no acribillo el silencio
sólo presumo
para no sentir el desamparo.
Me dejé olvidada
(es cierto)
empiezo de nuevo
a construir mi cuerpo con un lápiz
que me trae la brisa.
VI
Este es un buque que naufraga
en la polvareda de los años muertos.
No me aleja la alabanza muda que viene de la saliva
No me separan los centímetros del tren
sino los huesos flexibles, cuyo metal
caduca en un foco etéreo
Vengo del fondo de ningún vientre.
Escupo la sangre,
de la sangre
la herencia,
de la herencia
la sangre
Soy un buque que naufraga
en toda la polvareda.
VII
Nunca mirar hacia atrás:
el pasado está en una fábula inédita
en la costra del tiempo
y en el tapiz de una nube.
Cerrar los ojos es una forma
de supervivencia.
Sobrevivir es enterrar la pupila
en el ombligo
es atrapar con las uñas el aire.
Nunca mirar hacia atrás:
demasiada la sombra
la que persigue.
Demasiados
órganos
moléculas
y átomos
que se van de la membrana.
8.750 km y mi madre
Y lloraba con lentitud como un niño que recién ha perdido
la respiración y la sonrisa de su madre.
Hernán Lavín Cerda
Madre, cuando me fui de tu sombra, le lloré a la tierra todo el llanto con el que nací. Por debajo de mi camisa corría un riachuelo, lo supo la nostalgia de mi piel sombría. Nunca quise dejar la casa ni las miradas. Jamás volví a encontrarlas en este lugar, pero al final todo es por la fuerza de la costumbre, como dice Camus. Me acostumbré como quien se acostumbra a estar a un centímetro del tren, a estar colgada de un hilo en la recámara fría de un hospital, a ver pupilas femeninas y hallar porciones de una madre con otros nombres y atuendos y perfumes.
Toda partícula que hallaba, me devolvía tu mirada. Es cierto, me hiciste falta, pero nunca quise abrir la boca para contártelo. Me faltó hilvanar las oraciones. Me faltó la aguja.
II
Madre, mientras yo tomaba distancia de tu cocina, la medida perfecta de la sal ya no tocaba mi lengua. No más sabores de tus manos, no más el deleite, no más el encuentro de nuestra sangre.
Y mientras yo te dejaba en ese país donde las cosas parecen que se caen sin los dedos, en ese país de sílabas que nos mienten. No más el pan muerto en la mesa de nuestra familia, no más la miseria a la hora de ir al baño, a la hora de salir de allí. No más el pecado de desear lo que el prójimo tiene, cuando no es su mujer a la que miramos. Ya no más el ventrículo de un alma joven. No más.
III
Madre, no sé si el regreso me sane. No sé si aleje este cáncer, esta necesidad de tus manos. No sé qué suceda cuando llegue a tu casa y no reconozcas mis bordes, mi nariz imperfecta. No sé qué haré si mi lengua le falla a tu comida.
IV
A veces yo soy tu madre. Tengo la respuesta necesaria a tus dudas. Sé a qué hora llegará papá y lo que te dirá: todas sus mentiras. Sé lo que deseará comer un lunes y lo que te pedirá cuando ya no estemos en la mesa. Sé también que entrará mi hermano por esa puerta color sepia y te pedirá las uñas, luego el brazo y el muslo. Sé también que llegará tu nieta, más tarde tu nieto y que los abrazaras para sentirte madre nuevamente.
Sé que después llegaré yo, que nos haremos animales, que no sabremos los códigos ni lo signos, que no habrá razonamiento.
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