JOSÉ MARÍA PÉREZ COLLADOS
Es catedrático de historia del derecho en la Universidad de Girona. Ha sido investigador en la Universidad Nacional Autónoma de México, y profesor en diversas Universidades chilenas, así como en la Universidad de Zaragoza, la Universidad Autónoma de Barcelona y la Universidad de Birmigham. Los largos viajes que están detrás de esta trayectoria profesional inspiraron el libro de poemas Lo que no te conté de mis viajes (PUZ, 1998). Anima el Blog de literatura http://josemariaperezcollados.blogspot.com y es copropietario de la editorial Ediciones Nuevos Rumbos
(http://www.edicionesnuevosrumbos.com). Es autor de la novela El tren de cristal (Renacimiento, 2011).
MUJER AFRICANA
Voy a contarte
que una mujer camina horas enteras por la senda de un sueño
el polvo le besa los pies,
las piedras juegan como niños con sus tobillos cansados
las nubes la guían porque desde el cielo ven
ven todos los caminos
ven todos los peligros
Voy a contarte
que una mujer que habla con los pájaros
se queda dormida todos los días mirando el mar
y recuerda que por el mar se fue hace mucho tiempo
y pregunta a la lluvia si lo ha visto
y pregunta al viento si acaso le va traer una palabra suya
Voy a contarte
que una mujer cultiva la tierra y la tierra le habla
y ella le da agua y aliento y caricias
y la tierra como si fuera un animal le come de las manos
Voy a contarte
que una mujer está
levantando el mundo con sus manos
Seleccionados de Lo que no te conté de mis viajes, Zaragoza, 1998.
I
Vi el recuerdo como dos planetas en tus ojos
y por eso pensé que habías comenzado un viaje
Fui a los puertos pero ningún barco llevaba tu nombre
pregunté a los aeroplanos
pero ninguno supo decirme dónde estabas
Yo aguardaba señales
todo me parecía un signo
imaginaba desenlaces al misterio de tu ausencia
y esperaba como en una travesía
Hablaba muy temprano de otras cosas
y podías estar entre la gente
como una brújula perdida
como el secreto de los mapas
He visto el mundo cuatro veces
Desde la altura de tu nombre
Y ya nunca podré acostumbrarme a la vida
II
Desperté un día con el presagio de tu presencia
hice la cábala de los números
y hablé contigo a través de los satélites
Mi pasado temblaba ante tu nombre
pero los antílopes de tus manos habían conjurado ya mi infancia
Supe que me perdería en el jeroglífico de tus ojos
que mis recuerdos viajarían hasta ese paisaje en ruinas
donde habita la mirada de los pescadores frente al mar
y que en el viento que queda después de los incendios
flotarían las cenizas de mis antiguas palabras eternas
III
Cojeando como el sueño de un viejo
paso la vida buscando la ruta de tu calle
Si supieran los portales que son un pergamino indescifrable
A veces pienso que estoy cerca porque escucho las leyendas
pero sólo es el canto trágico de las brújulas
y cuando llego a las ciudades nunca sé si eres tú o son mis recuerdos
los que como una cúpula disfrazan el cielo
Y hablo a desconocidas confundo los parques
emprendo otros caminos
y una fuente que tenía la paz empieza a quedarse sin agua
Si no me desvío crece mi pasado como una familia
pero son tantos los vencidos que me llaman
Llueve sobre la cárcel donde leemos papeles antiguos
Algunos dicen que ya no quedan espacios sin pisadas
y apenas podría mencionar una palabra sin rostro
IV
Me miro antes y es como si yo hubiera muerto
como si aquel anciano que arrastraba su lupa sobre los diarios
se hubiera despedido sin que nadie lo oyera
y un extraño descolgara los cuadros
Pero a veces recuerdo y es como si el que fui volviera
aquellos años eternos como el cauce de los ríos sin pueblo
y ciertas palabras en los ojos de un perro atado
que llevaba mi nombre
Entonces tengo miedo porque no tengo casa
tampoco tengo la palabra siempre
Si hubiera tenido la palabra siempre
te la habría gritado en aquella galería alta y silenciosa
te la habría gritado tantas veces como me lo hubieran pedido las vidrieras
V
Construyo una casa para que no estés sólo
niño huérfano invisible
de distraída tristeza
Mientras la luz amarilla de los anaqueles
hace recuerdo el mar
y las aves detenidas en las playas del Pacífico
Nadie te vio detenido entre las ruinas
como un crepúsculo al lado de piedras enormes.
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