Fabiola Acosta Espinosa
(Barranquilla, Colombia) es autora de los poemarios “Las máscaras de cuerpo” y “Al otro lado de la guerra” y ha sido reiteradamente publicada en revistas literarias y periódicos culturales. Ha participado, como invitada, en diferentes eventos literarios. Gestora cultural y coordinadora de la Fundación Artística Casa de Hierro, lidera espacios culturales para su ciudad como Poeta bajo palabra, Encuentro de la niñez y su barrio y el Café al aire libre. Actualmente es presidenta del Consejo de Literatura de Barranquilla.
Al otro lado de la guerra
“El cuerpo es guerra y es Paz”. Federico Nietzsche
Dios de pájaros
Me habitan voces
árboles florecidos
mares lejanos
seres negros y blancos
Me habita una niña
vestida de río
un disfraz de mariposa
una risa de acuarela
un perro cómplice
Me habita una tarde de ojos amarillos
calles talladas en los huesos, un impulso
un miedo que pestañea cuando da la espalda para aprender a morir
Me habita un amor de espinas
un canto suave de cuna
eucaliptos bañados de silencio
el alma del vino
un sudor verde en la sombra
una aguja cosiendo una lágrima
un siglo revoloteando en las manos de Dios
un rostro
una vida
el mundo y sus plegarias
un relámpago libre
una noche de centellas
una conciencia sin espantos
un placer amargo
la rabia
el perdón
un corazón de historias encerrado en la tierra
un espíritu de pantera
Me habita un pueblo de parpados cerrados.
Apolo
Danza mariposa danza
que mañana quemarán tus alas
en medio del sonido de un tambor
o bajo el hechizo de la flauta de Apolo
Camina inquieta en la alfombra del misterio
Gira tu cabeza de diamante en el aire
Danza fría y solitaria
desnuda y amorosa
Graba un enigma
Fecunda la savia del olvido
En esta mañana de enero
abre tu pupila de llamas
turba el silencio con tu voz verde
Danza mariposa
Danza
Danza desolada
Devuelve la inocencia a los mortales
Danza ebria en esta alma enferma
y luego muere satisfecha.
Ceremonia blanca
El sol se abalanza sobre la tierra
Se deja caer entre sus pechos de piedras y gestos.
El sol mezcla su aliento de horas en el ombligo de la tierra
Danza en una ceremonia salvaje
Deja un sonido de pez
Se acerca tímido a sus músculos de roca
La tierra se abandona
Le muestra su sexo de hierba
Siempre le espera tendida en sus ramajes.
El sol se agiganta
Extiende sus brazos blancos
Se inclina, introduce su espada en el pubis de la tierra
y la deja con ansias de nuevos amaneceres.
Indiferencia
Esta casa que ya conoces
está alquilada ahora por la
Indiferencia, esta indiferencia
Es ahora su habitante
Ella mostró sus documentos
solventes de desamores, y estampó
su firma de conformidad.
Esta casa se entregó con puertas de hielo
Toda ella es ahora un refrigerador,
donde puedes guardar
tu frivolidad sin que nada le ocurra.
La otra
Ciudades infinitas
Monstruos marinos en la sangre aprisionan este espacio
El tiempo tiembla en los dedos
La duda besa los labios con su boca de piedra
Manos quebradas dibujan este destino
Condenado
Implacable.
Otra alma navega en mí,
Otra que conoce mis fiebres
Y mis guerras.
Es un eco en este laberinto de seres repetidos
La inocencia se confunde
El olvido picotea los ojos
Una lágrima se diluye.
Y
los recuerdos encrespados y
blancos se pasean en los rincones
Caballitos de madera galopean sobre los ruidos del pasado
Su tac tac tac se detiene en los oídos
Rondas infantiles arrullan y respiran
Todo pesa en mí
Ciudades infinitas y monstruos marinos de la sangre
¿Cuándo escribiré la última página de esta novela de hojas repetidas que ya comienza a envejecer?
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