Miguel Fernández (1931 - 1993)
Nació en Melilla el 13 de Mayo de 1931. Contaba cinco años cuando estalló la guerra civil española, acontecimiento que impactaría en su infancia, así como la muerte de su padre cuando sólo tenía diez años.
La poesía fue un fenómeno innato en él, a los trece años ya había leído a Rubén Darío y sus relaciones con los versos no fueron más que aquellas que le proporcionaron las lecturas que él mismo se procuró.
Estudió bachillerato en su ciudad natal y más adelante oposita a la Banca, ingresando en ella. Hasta finales del año 1985 fue apoderado del Banco de Bilbao en Melilla.
A los dieciséis años toma contacto con un grupo de poetas del que ya va a formar parte en adelante, sería el llamado "Grupo de Melilla" de los años cincuenta. Miguel es el más joven. Forman el grupo: López Gorgé, Gómez Nisa, Francisco Salgueiro, Eladio Sos y Juan Guerrero Zamora. Este último ya había marchado a Madrid cuando Miguel se incorpora.
Fernández publica sus primeros poemas en la revista literaria "Manantial".
El grupo se relaciona con poetas peninsulares y con los pertenecientes a la corriente hispano-árabe canalizada en parte por la revista "Al-Motamid" de Trina Mercader, en Larache y Tetuán. Miguel a los veintiún años crea su propia revista: "Alcándara", que llegaría a asombrar a Vicente Aleixandre por "su volumen físico y moral".
Los poetas melillenses compartieron páginas con Gerardo Diego, Carmen Conde, Leopoldo de Luis y con el propio Aleixandre. Pasado un tiempo, el grupo se dispersa quedando Miguel sólo en Melilla.
Desde muy joven colabora en revistas literarias de España y de América, así como en prensa y radio con crónicas sobre Literatura y Arte.
Pertenece Fernández generacionalmente a los llamados "niños de la guerra" que comenzaron a publicar entre 1955 y 1960. Actualmente se le sitúa en los llamados "Poetas del 60", de los que forman parte: Joaquín Benito de Lucas, Manuel Ruiz Rios, Angel García López, Jesús Hilario Tundidor, Rafael Soto Vergés, Diego Jesús Jiménez y Antonio Hernández.
Miguel Fernández se hizo merecedor de las siguientes distinciones:
- Hijo Predilecto e Hijo Preclaro y Medalla de la ciudad de Melilla.
- Académico de la Academie Européenne des Sciencies des Arts et des Lettres, con sede en París.
- Académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo.
- Miembro de la Twentieth Century Spanish Association of America.
- Miembro de la Association Internationale des Critiques Litteraires, dependiente de la Unesco.
- Comendador de la Orden de Africa.
- El Ayuntamiento de Melilla le dedicó una calle en la barriada de los poetas (1985).
- La Ciudad Autónoma de Melilla le erigió un monumento en el parque "Hernández", obra del escultor melillense Mustafa Arruf(1994).
- En la Universidad de Buenos Aires (Argentina) se organizaron cursos para el conocimiento de la vida y obra del poeta melillense.
- Sus poemas han sido traducidos al francés, inglés, portugués, árabe, danés, griego, e italiano.
- Se han hecho tesis doctorales sobre su obra.
- La Consejería de Educación, Cultura, Juventud y Deporte creó la Beca de Investigación "Miguel Fernández" (1995).
- Su obra ha sido estudiada y referenciada en numerosos textos.
- Ha sido incluido en más de veinte antologías.
Miguel Fernández obtuvo los siguientes premios:
-"Verbo" (1948). "Fray Junípero Serra", "Marruecos" de prosa y poesía (1955), "Nueva York", "Adonais" (1966), "Álamo" (1976), "Nacional de Literatura" (1977), Beca a la Creación Literaria del Ministerio de Cultura (1981), Internacional de Poesía "Ciudad de Melilla" (1982), Internacional "Tiflos" de la ONCE (1989) y el "San Juan de la Cruz" (1991).
Miguel Fernández además de cuentos, artículos, colaboraciones y otras publicaciones, tiene publicadas las siguientes obras:
- "Credo de Libertad", 1ª edición (1958), 2ª edición (1979)
- "Sagrada Materia". Premio "Adonais" 1966.
- "Juicio Final", 1969.
- "Monodia", 1974.
- "Atentado Celeste", 1975.
- "Eros y Anteros", Premio "Álamo", 1976 y Premio "Nacional de Literatura", 1977.
- "Entretierras", 1977
- "Del jazz y otros asedios", 1978.
- "Las flores de Paracelso", 1979.
- "Tablas lunares", 1980.
- "Discurso sobre el páramo", Premio Internacional "Ciudad de Melilla", 1982.
- "Secreto secretísimo", Premio Internacional" Tiflos", 1989.
- "Historias de suicidas", ensayo, 1990.
- "Fuegos de la memoria", 1991.
- "Bóvedas", Premio "San Juan de la Cruz", 1992.
- "Solitudine", obra póstuma publicada en 1994.
En 1982 se publicó su "Poesía Completa" (1958-1980) en Selecciones Austral de Espasa Calpe con prólogo de Guillermo Díaz Plaja. El día 24 de Octubre de 1997 tuvo lugar la presentación de las "Obras Completas", publicadas por la Consejería de Educación, Cultura y Deporte de la Ciudad de Melilla en Ediciones Seyer. En ellas se reúne por primera vez toda la producción de Miguel Fernández, incluyendo su obra póstuma, poemas inéditos y trabajos en prosa. El prólogo es de Rafael Morales y lleva un estudio crítico del profesor José Luis Fernández de la Torre. Posteriormente fueron presentadas el día 19 de Enero de 1998, en la Biblioteca Nacional de Madrid y el 30 en el Palacio de la Madraza de Granada.
Fernández falleció inesperadamente en Melilla, el 5 de Marzo de 1993. Antes había conocido la intención del Claustro del I.E.S. "24 Unidades" de proponer su nombre para el instituto, noticia que acogió con ilusión. Más tarde llegaría la:
"Orden de 29 de Diciembre de 1994 por la que se aprueba la denominación específica de "Miguel Fernández", para el Instituto de Educación Secundaria de Melilla"
Estamos siempre solos
bajo estas guerras suspendidas por el norte y el este,
por el sur y el cautiverio,
por el oeste de afiladas montañas
y a Ti llegamos, como
esos ciervos perdidos en un bosque inconcreto
sin poder gritar, porque las lianas
se enredan a la voz del que pide el camino.
EL ARCHIMANDRITA
Era el archimandrita.
Fuimos presentados
con ósculo oferente,
allá en lo alto de Santorini,
donde te galopan
asnos mulares bien apercibidos
que han de llegar, sin degollarse nunca,
por ese tajo que abisal se extiende
infinito a la mar, y siempre bella.
Y quien nos presentara, fuera niña
natural del lugar, donde saciamos
tanta sed abrevada en esos caldos
entre rosados, entre blancos tibios
que allí es un dulzor.
Y tal la mesonera que era ella,
nos guisaba viandas tan olientes,
que al pretencioso obispo le llegara
el olor del placer.
Hasta irrumpirse en tal balcón hermoso
donde abajo del todo, nuestro barco
pequeño como uña,
infinito de abismo como un ánade,
mudo y varado sobre el mar Egeo.
Pero el archimandrita tomó asiento
en nuestra mesa con una sonrisa
y una salutación en greco,
que nadie interpretó.
Yo conservaba algún sonido: Elytis.
Y le dije:
—¿Elytis…?
Mas él no supo conocer
qué nombre sustentaba aquel epitafio.
Que cada cual se coma y así se beba
sus manjares.
¡Ah qué arroz entre hojas de la parra!
¡Qué peces escamados en su rosa brillante!
¡Qué vinos paladares que así se rescataban!
Es la fruición del mundo:
su paladar, su gozo, los placeres.
¡Adiós, archimandrita!
Mientras mostos me liban
tanta contemplación ya rescatada
de estarte amando para siempre en Grecia.
El diván de peluche,
el escabel marrueco, me acomodan.
Ya tan horizontal como los mares,
al techo ojiva miro circunflejo.
Y se pasean ángeles beodos.
Y al oído me dictan sus proclamas.
Y así la luz encuentro del poema.
[Bóvedas]
Esposa
A Lola
Tú cogías mi mano y me guiabas hacia no sé dónde,
que era siempre aquel sitio donde no quise ir.
Una vez asentados en la fronda
de aquellos valles, me decías si era el lugar:
Yo asentía sonriendo
que era la justeza de la flora que tanto deseaba
pero nunca sabía si tal vez de los prados era una playa honda
o ese patio enclaustrado con arcos y una poza
con mujer cocinando los calderos.
No supe nunca en qué lugar del mundo me encontré,
pues todo lo existente era poder oírte
recibiendo el resbalo de tu mano en mi hombro,
y ponerme en la boca el salazón
para que más la sed sintiera de inmediato
y que yo te pedía con los labios enjutos.
No me importó la geografía de aquellos los viajes,
sino estar viajándote por tu cuerpo de alpaca
descubriendo tus valles y tantos arrecifes
de la carne del éxtasis y de tus ventisqueros.
Decía que era bello el paisaje, y jamás
vi esas cordilleras que tú me señalabas
porque sólo mi tierra estaba por tu carne
y yo te respondía que la montaña era
lo más alto del mundo y que nunca escalé.
Creí que te engañaba por algo en la concordia,
pero tú bien sabías que quien no ve se inventa
los juegos de la magia.
Y así, en el gambito, tú dama siempre
me rompías la torre
y escalabas la vista para que siempre viera
que si era playa honda, que si era bosquecillo
o tanta cordillera que te sobrecogía,
yo viera por tus ojos lo que nunca aprendí:
quedarse para siempre junto a tu carne fértil,
la tierra de sazón donde duermo mi gozo.
(27 de marzo de 1992)
De Salvación de la ceguera
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