Alberto Pelairea (Bilbao, 16 de mayo de 1878 - † Tudela, 17 de abril de 1939), poeta y escritor español, que desarrollo su trabajo en su ciudad adoptiva, Tudela.
Aunque nacido en Bilbao, ya que su padre fue profesor de dibujo en el Instituto de la capital, se consideró siempre navarro, pues tenía a gala que en su sangre confluyera Montaña y Ribera. Roncalés era el padre, Calixto, y la madre, Rita Garbayo, tudelana. Pero si hilásemos más fino, encontraríamos dividida el alma entre Tudela y Fitero. En Tudela, residió en su niñez y mocedad; tudelanas eran su mujer y su madre y, a esta ciudad, dedicó una parte importante de su obra literaria.
En el libro "A Tudelanos notables contemporáneos" lo describen así:
“Por esta época era un hombre corpulento sin ser grueso, de estatura regular, cabellos grises, ojos inquisitivos tras los cristales de sus gafas, atento en extremo, bondadoso sin afectación y siempre cordial y comunicativo”.
Fue poeta en sus tres vertientes: festiva, lírica y dramática. Escriben los que han estudiado su obra que estuvo influido por Rubén Darío y que en ella aparecen la metáfora colorista y la musicalidad.
En los Juegos Florales de 1918, celebrados en el teatro Gayarre de Pamplona, ganó la Flor Natural y fue proclamado poeta de Navarra, por el poema titulado: "NAVARRA". También obtuvo laureles fuera del viejo reino, como la poesía "EL PILAR" (1925), premiada en Zaragoza con presencia del rey Alfonso XIII.
Murió Pelairea el 17 de abril de 1939, a punto de cumplir los 61 años y quiso ser enterrado en el cementerio de Fitero, a pocos kilómetros del Balneario al que había entregado gran parte de su vida. Allí descansa, en la misma tumba que su madre y su esposa.
En 1940, al cumplirse el primer aniversario de su muerte, un grupo de personas de toda Navarra promovió un homenaje celebrado el 13 de mayo en el teatro Cervantes. Se representaron dos obras suyas, “La que salvó al Guerrillero”, drama sobre Antonia Caparroso, la heroína tudelana de la Guerra de la Independencia y “La Tarde del Cristo”, esencia de tipos y costumbres tudelanas. Tampoco faltó la lectura de sus versos, y se escucharon, también, los enviados desde lejos.
Baldomero Barón “Romedobal”, cantó así la simbiosis que había existido entre la ciudad del Ebro y el poeta:
“¿Quién más que tú, Alberto Pelairea,
Ha querido a este suelo tudelano?
Si Tudela te amaba como madre
de corazón abierto a todo halago,
tú la amabas como hijo
orgulloso de todos sus encantos…
Si Tudela te dio vida robusta
de poeta laureado,
tú le diste la sangre de tus versos
en copiosos raudales desbordados…
¿Quién ensalzó mejor las excelencias
de la hermosa Mejana, del Parnaso
donde tú recogiste los motivos
más bellos y más varios
para tus lindas trovas campesinas,
con perfumes de huertos riberanos?
¿Quién pintó las costumbres tudelanas
con más primor y garbo?...
Bien mereces, Alberto, este homenaje,
y en verdad que lo estaba yo esperando,
porque nunca Tudela ha sido ingrata
con los hijos ilustres que la honraron…”
Años más tarde, en octubre de 1965, el ayuntamiento de Tudela dedicó una calle al poeta que tanto hizo por la ciudad. El de Fitero, también siguió el ejemplo en 1971. Por su parte, el escritor Luis Gil Gómez, recogió en 1973 una muestra poética en un pequeño libro titulado: "Alberto Pelairea. Antología poética". Editado por la Cofradía Gastronómica del Pimiento Seco, con ilustraciones de Rafael Melero Iturralde.
Su obra
"Un cuento provenzal" Romance en dos actos, de ambiente medieval, junto con el músico Antonio Catalá.
"Gloria difícil" estrenada en el Teatro Cervantes de Tudela en febrero de 1937, con música de Tomás Jiménez y Felipe Bernard.
"La que salvó al guerrillero", drama sobre Antonia Caparroso, heroína tudelana de la Guerra de la independencia.
"La tarde del Cristo", esencia de tipos y costumbres tudelanas.
"Himno de Navarra a San Francisco Javier" (o “En el eco de mis montes”) de 1922 - Música: Joaquín Larregla.
La Voz de Fitero, 1912
Ą Cuánto al humano esfuerzo costaría
elevar tus magníficos altares!
Manejar tus titánicos sillares,
Ą qué largo, qué imposible no sería!
A Cuánto noble sudor no vertiría
quien labró de tus piedras los millares!
Ą Cuánta fuerza no esconden tus pilares,
muros, arcadas, coro y gradería!
Pero ahí estás grandiosa, siempre santa,
siempre firme, intangible, siempre enhiesta,
al rozar por tus muros las edades;
Que aquello que hacia Dios la fe levanta,
si ańos y siglos elevarlo cuesta,
sólo hundirlo podrán eternidades.
żA DÓNDE VAMOS LOS DE FITERO?
Se puede decir al punto,
en tres docenas de versos,
a dónde debemos irnos
las personas de Fitero.
Los aguadores, al Cubo;
a los Blancares, los negros;
los tramposos, al Paguillo;
al Carril, los frioleros;
a la Fuente de la Salud,
todos los que están enfermos;
los novios, a Solosoto;
al Callejón, los toreros;
los sosos, a la Salmuera;
a la Mina, los mineros;
a la Fuente del Obispo,
los que son algo del clero;
a los Cerraos, los tacańos;
al Castillo, los guerreros;
a la gran Sacristanía,
el "Poba" y sus compańeros;
a la Picota, los malos;
al Guache, los que son puercos;
los "Ranas", a los Charquillos;
a los Plantaos, los esbeltos;
a la Morería, quintos
de los del actual sorteo;
a la Nevera, los músicos,
que están una miaja ardiendo;
al Vinagre, muchas chicas
que se lo beben sin miedo;
a la Presa, a terminarla,
cualquier día todo el pueblo;
a la Fuente el Capitán,
el que reclame algún censo;
a la Abejera, los zánganos;
a los Mojones, los secos;
a Horcajadas, los jinetes;
a Santa Lucía, ciegos;
a la Madera, "Mil hombres";
a las Roscas, los hambrientos;
a San Sebastián, los Reyes;
al Cogotillo, los "piejos";
y yo a la Plaza los Arboles,
a por sombra, que no tengo.
Fitero Mercantil, 1915
Poesía
A Vos, la Reina del Cielo
de donde toda luz nace
Dulce ofrenda de su pelo
una hija vuestra os hace.
Esa ofrenda es todo amor
de un Ángel que os adora
de Mayo es la última flor
que os cortaron, Señora.
Su madre le puso besos
y lágrimas engarzadas
yo puse estos versos presos
entre sus hebras doradas
y vuestra hija María
que tanto a Vos se parece
con amorosa alegría
de rodillas os la ofrece.
Aceptad el pobre don
de vuestra hija querida
y en pago, en toda ocasión
dadle vuestra protección
a su paso por la vida.
[8 de diciembre de 1921]
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