martes, 25 de septiembre de 2012

7931.- W. N. HERBERT



W.N. Herbert (Dundee, Escocia, 1961)
Se educó en su ciudad natal antes de partir a Oxford, donde su tesis de Doctorado en Filosofía fue publicada como To Circumjack MacDiarmid (1992). Sus libros de poesía incluyen Sharawaggi (con Robert Crawford, 1990), The Testament of the Reverend Thomas Dick (1993), Forked Tongue (1994), Cabaret McGonagall (1996) y The Laurelude (1998). Su obra ha recibido numerosos reconocimientos, incluyendo el Scottish Arts Council Book Award y dos de sus colecciones han sido Recomendaciones de la Poetry Book Society. En 1994 fue uno de los 20 poetas seleccionados como New Generation Poets por la Poetry Society.

OBRAS DE POESÍA:

Dundee Doldrums (1991)
The Testament of the Reverend Thomas Dick (1994)
Cabaret McGonagall (1996)
The Laurelude (1998)
The Big Bumper Book of Troy (2002)
Bad Shaman Blues (2006)




Monte Ávila, “el techo de la ballena”

Hora de internarse en el más allá
como lo cataloga la bárbara ciudad, alejándonos
del teleférico que sube de Caracas 
al matrimonio de hojas y de vaho:
un gran barco de gotas grisáceas
se haya anclado en la cima del Ávila
y Argelia y yo hemos de llegar allí antes 
de que la tripulación de lluvia desembarque 
y el canto de los pájaros se estrague en sus gargantas.

Pero antes el niño de la gorra cubana
ha de gritar “no amo a caer” y su madre
ha de reírse, nos caigamos o no,
y bajo el mecerse de nuestros pies los árboles
han de llenar sus campanarios de niebla
con un tambaleante carillón de hojas mustias
que sueñan con volverse libros de segunda mano
depositados en la acera del Parque Central:
Poesía Global para Mudos, La Prisión de la Imaginación.

Brincamos de la cuna a la bruma, pasando
entre vendedores de arepas y melocotones
por una vereda que se estira como tendedero pandeado
entre las sudorosas palmas frías de la niebla
más allá de los perros que cuidan estas cumbres
de las estrellas piratas, las ladronas galaxias.
Dejamos atrás los ciegos telescopios arrumbados
y nos acercamos a la colosal columna del Hotel Humboldt, 
rota por la bruma, medio a oscuras.

Y es sólo al estar bajo los árboles sin copa
meando entre sus apanicadas piernas, a la espera
de que abra el piano bar, cuando me doy cuenta
de que un caballo invisible me sigue
desde hace un rato  — notas translúcidas
cuelgan de sus pestañas traicionando 
su presencia, tan truculenta y tímida como siempre,
atraída por helados y balas envueltas
en servilletas, por entre las piernas de los mangos.

Y es sólo cuando la bruma aclara y no aclara
como un mar que entrega sus honduras, sus muertos,
sus pacientes habitantes atónitos,
y el caballo y Argelia y yo bebemos cerveza
en el English Bar, a pesar del frío que hace
y de que el bar ni siquiera llega a falso tudor,
cuando entiendo que el mundo está al revés, erróneamente,
que estas cumbres irrumpen en el Leteo 
y que somos presa de una manta raya diabólica.

Y esto me lo confirma una hueste de endemoniados turpiales
que relampagueando sus desconocidas colas amarillas en V
y desplegando el azul nervio de sus pechugas
comienzan a conversar en una lengua trabada
sólo divisable por marineros de tal dimensión,
capaces de comprender a estos seres ansiosos 
por cruzar las estrellas sin una pregunta.
Y claro, ya se ha hecho oscuro como un caballo pardo
y miramos abajo a la ciudad dando a luz a las horas.

Traducción de Pedro Serrano



Monte Ávila, “the whale’s roof”

Time to be climbing out of time
as the wild city rates it, receding from
the cable car rising from Caracas
into the marriage of leaf and mist:
a great ship composed of greying droplets
is docking at the summit of Avila
and Argelia and I must get there before
its rain-crew disembark and birdsong
resiles into its respective throats.

But first the child in a Cuban forage cap
must cry ‘no amo caer’ and her mother
must laugh, whether we fall or not,
and each tree beneath our swaying feet
must fill a bell-tower built from fog
with its shaking carillon of hangdog leaves
which dream of becoming second-hand books
laid on the pavement in the Parque Central:
World Poetry for Dummies, La Prisión de la Imaginación.

We leap from the cradle and into the haze,
pass among the sellers of arepas and melocotón
along the path stretched like a sagging clothesline
between the sweating cold palms of the fog
past the dogs that guard these heights
from the piratical stars, the thieving galaxies.
We pass by the blind dejected telescopes
and approach the colossal, mostly-obscured,
mist-broken column of the Humboldt Hotel.

It’s only as we stand beneath the topless trees
pissing down their panicking legs, waiting for
the piano bar to open, that I realise
an invisible horse has been following me
for some time – translucent notes
hanging from its eyelashes betray
its presence, truculent and shy as always,
summoned by helados and bullets wrapped
in handkerchieves, by the thighs of mangoes.

And it’s only as the mist clears and unclears
like a sea rendering up its depths, its dead,
its patient staring inhabitants,
and the horse and Argelia and I drink beer
in the English Bar, even though we’re so cold
and the bar is not even sub-mock-tudor,
that I understand the world is the wrong way up,
that mountaintops protrude into Lethe
and that we are in the grip of a devilfish.

As if to confirm this conclusion a host of devilbirds
flash their unknown yellow tails in Vs
and display the nerve-coloured blue of their breasts
and begin to converse in a cluttering language
only sailors of these dimensions could have devised
to be understood by those beings eager
to pass among the stars without questions.
Of course it is already dark as a horse
and we look down upon the city giving birth to hours.






Una oda temporal

Tiempo dejas raídos a los ángeles, 
pegas el pie del esqueleto al acelerador. 
Me aconsejas que beba menos y haces 
que  mi mente se doble aún más como polietileno drástico 
cuando me meto drogas. Podas mi cráneo 
con minúsculas tijeras invisibles 
para ganarte unas risas fáciles. 
Yo, cuya cabellera era antes tan persistente 
como los antiguos bosques de Caledonia.

Reduces mis posibilidades de salir en el cine 
al eliminar a John Cassavetes y Bill Douglas. 
Encoges y arrugas las ambiciones de mis amigos 
como un pato de plástico en una parrilla. 
Me recuerdas que si no soy parte de un grupo 
soy parte de un aislamiento. 
Dejas que llene este espacio 
de hojas sin revisar repletas de tinta 
de tantos árboles como alguna vez 
coronaron la ceja de Escocia.

Haces que anticipe 
las excentricidades sexuales del futuro 
tales como la fetichización del tartán, 
de las algas marinas, del fish and chips, 
del tartán de lycra, y de mujeres con pies de vidrio. 
Haces que tema que se popularicen 
mis obsesiones solitarias predilectas 
por los camarones, por Norman Wisdom, 
por las esculturas y los accesorios de concha nácar para el buró.

Haces que dude de la realización 
de mis planes para rearmar las herbosas catedrales 
de St. Andrews, Balmerino y Arbroath.
De llevar ahí a cabo ceremonias inventadas por mí 
que te harán entregar el pasado 
en la chillante y dramática regurgitación 
de algunos poetas pictos, de Wang Wei y de media botella
de vino de arroz, de los manuscritos digeridos a medias 
de James Wedderburn, y todo lo de Frank O'Hara 
que un Cielo celoso sea capaz de brindarnos, 
como lo haría incluso un lobo gris, si el adecuado 
cachorro gris le pusiera el bozal 
en el sitio adecuado.

Tiempo devorador de bosques y 
pequeñas computadoras carnosas, tú 
nos amas porque nos creímos el ardid de la eternidad, 
y nunca dimos vuelta a nuestros coches, nunca nadamos 
hacia la orilla del río: corremos como corre un gato 
cuando no está siendo perseguido, 
pero quiere pensar que lo está.

Nos amas porque seguimos poniendo 
nuestras semanas en la lavadora 
de tal manera que siguen 
encogiéndose. Porque seguimos 
creyendo que puedes vendernos más 
semanas, más ángeles, más bosques.

Tiempo piensas que correspondemos a tus sentimientos 
pero es sólo un amor interesado. 
Sobrevivimos antes sin ti y, 
después, también sobreviviremos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario