Jesús Delgado Valhondo (Mérida, Badajoz, España, 19 de febrero de 1909 - Badajoz, España, 23 de julio de 1993) fue un poeta español.
Jesús Delgado Valhondo nació en Mérida el 19 de febrero de 1909, pero tras la muerte de su padre la familia se trasladó a Cáceres. A los seis años quedó marcado por las consecuencias de una enfermedad que durante el resto de su vida le dejó una cojera. Estudió magisterio y en 1934 aprobó la oposición de ingreso en el cuerpo de maestros, iniciando su carrera docente en Trevejo en el norte de Cáceres. Tras la guerra civil española, la Ley de 10 de febrero de 1939, que fijaba normas para la depuración política de funcionarios públicos, supuso una sanción y un traslado forzoso debido a su afiliación a Alianza Republicana y por haber ostentado el cargo de Secretario de la Unión General de Trabajadores en el sector de la enseñanza.
Fue co-fundador de la revista literaria Alcántara (1945), y de la Asociación de Escritores Extremeños, del que hoy es presidente honoriario. Trabajó como articulista para el Diario Hoy y a través de su producción literaria, llegó a recibir el reconocimiento de artistas de renombre como Juan Ramón Jiménez1 que declaró:
Ahora se escribe en España muy buena poesía. Aquí traigo un libro, La esquina y el viento, de Delgado Valhondo, nutrido de la mejor poesía moderna.
En 1978 recibió el Primer Premio de Poesía "Hispanidad" y en 1979 se presentó en las listas de la Unión de Centro Democrático en las elecciones municipales, siendo elegido teniente alcalde de Badajoz. En 1988 le fue concedida la Medalla de Extremadura por sus méritos humanos, profesionales y literarios y en julio de 1993 fue nombrado Hijo Predilecto por el Ayuntamiento de Mérida.
Desde su fallecimiento el 23 de julio de 1993, se han publicado varios libros recopilatorios tanto de su prosa como de su poesía, además de análisis de su obra por parte de otros autores, y en 2005 se creó la Fundación Delgado Valhondo para difusión y promoción de su obra. La Biblioteca Pública del Estado en Mérida lleva su nombre.
Bibliografía
Poesía
Hojas húmedas y verdes. Alicante, Colección “Leila”, 1944
El año cero. San Sebastián, Cuadernos de poesía “Norte”, 1950 (presentación de Pedro Caba).
La esquina y el viento. Santander, Colección “Tito Hombre”, 1952.
La muerte del momento, en revista Gévora, número 32, Badajoz, 31 de junio de 1955.
Canto a Extremadura, en revista Gévora, números 33-45, Badajoz, 30 de agosto de 1956.
La montaña. Santander, Colección “La cigarra”, 1957.
Primera antología. Badajoz, Diputación Provincial, 1961.
El secreto de los árboles. Palencia, Colección “Rocamador”, 1963.
¿Dónde ponemos los asombros?. Salamanca, Colección “Álamo”, 1969.
Canas de Dios en el almendro. Sevilla, Colección “Angaro”, 1961.
Cerrada claridad. Sevilla, Colección “Angaro”, 1973.
La vara de avellano. Sevilla, Colección “Angaro”, 1974 .
Entre la hierba pisada queda noche sin pisar (antología). Badajoz, Universitas Editorial, 1979.
Un árbol solo. Badajoz, Institución cultural Pedro de Valencia, Diputación Provincial, 1979.
Inefable noviembre. Algeciras, Colección “Bahía”, 1981; reeditado, con algunas variantes, bajo el título de Inefable domingo de noviembre, Cáceres, Institución Cultural “El Brocense”, 1982
Poesía (1943-1988). Obras completas. Badajoz, Diputación Provincial, 1988 (con introducción de Ángel Sánchez Pascual).
Huir. Badajoz, Del Oeste ediciones, 1994 (prólogo de José Miguel Santiago Castelo).
Prosa
Yo soy el otoño, colección Alcántara.
Cuentos y narraciones. Cáceres, editorial Extremadura, 1975.
Ayer y ahora. Badajoz, Universitas Editorial, 1978.
Abanico. Mérida, Patronato de la Biblioteca Pública, 1986.
Cuentos. Badajoz, Diputación Provincial, 1986.
El otro día. Badajoz, Menfis, 1990.
Hojas húmedas y verdes
LA ESTACIÓN
La estación bajo un álamo
de cantos que reverdecen,
tiene tres niñas que esperan
que alguien de ayer se las lleve.
Arrastra un tren las miradas
de las tres hijas del jefe.
Álamo: pez en arcilla.
Pájaro, ¡ay! que se pierde.
La canariera amarilla
se torna de color verde.
PASEO
Por la carretera abajo,
empujados por la tarde,
el alcalde y su señora,
gorda y fría,
con cuatro niños delante.
DOLOR
Me está doliendo la primavera,
el verde del ciprés
y el reloj de pulsera.
Me está doliendo el tiempo
en las primeras canas de la cabeza.
Como una compañera
fuerte me aprieta del brazo
una cinta negra.
MEDITACIÓN
Un ciprés se saca punta
en el airecillo frío.
A las montañas lejanas
alguien da con difumino.
Cerca de mí un árbol seco
me está invitando al suicidio.
ÁRBOL NUEVO
Como ser asustado que se pierde
brota sencillo entre la parda tierra,
probando a pleno sol si es bueno el verde
para el paisaje duro de la sierra.
Piensa el lagarto (y al pensar se pierde)
donde la sombra sin nacer se encierra.
El árbol nuevo, alegre, el suelo muerde
y a la vida con ímpetu se aferra.
Ante el temor del daño, ¡qué andaderas
de niño le colocan! Él se agarra,
intenta dar un paso y todo en vano.
¡Está el campo tan cerca! si pudieras ...
Pero su raíz como una enorme garra
le sujeta en esfuerzo sobrehumano.
LA MANZANA
He mordido en la manzana
la lluvia fresca, mi cuerpo
y una fuerte mañana.
Tiene un sabor de un ayer
amargo, ácido y grana,
y tierno olor a mujer.
Suena como en el caracol
una conversación eterna,
una conversación ...
-Adán, toma ... Adán, prueba ...
¡Gózame! ¿No ves que soy fruta
madura, que soy Eva?
(Ahora puedo explicarme
por qué entre la ropa blanca
-tesoro de campo y aire-
has guardado una manzana
para perfumar tu carne).
El año cero
AIRE
A Arsenio Gállego
Ser aire, molino, aire
para que muelas mis manos
y hagas el pan de mi sangre,
como los besos, molino,
del corazón a la tarde.
Para la nube, ser aire,
para esa nube que pasa,
para ese seno sin nadie,
para que me beba justo
la respiración del ángel.
Para el tacto de tu baile,
para limpiar a la luna,
para pegarme en jarales,
para verterme por todo
el poema del paisaje.
Ser el poema, molino,
que entrega a tus aspas aire.
LA VENTA
I
Árbol, colina, canción ...
El campo da a luz las ventas
con el calor de las siestas
cuando se seca el dolor.
¡La ventera es la mejor!
Húmeda de olor a cienos,
flores de trapo los senos,
pasea su condición.
II
Se van deshojando eras
y sólo queda el color ...
y sólo queda el olor
a bestia de la ventera.
III
Todos somos carreteros
lamidos por los caminos,
labradores, campesinos,
hombres ceros.
PEREGRINO
A Manuel Monterrey
Por el ancho camino de mi tacto
confusamente ciego
voy palpando penumbras y tinieblas
en la memoria -para mi tormento-
que me queda de ti viva, segura
y muda en el cerebro.
Peregrino de mí por esta vida.
Que peregrino, Dios, cuando esté muerto,
sólo de Ti seré, que hacia Ti voy
en zumo de misterio.
(¡Y me dices, amigo, que yo soy
amante del silencio!)
Peregrino, sí, por el camino ancho
de éste mi paisaje arenoso y seco,
por donde incierto voy todos los días
robándome secretos.
Peregrino por este andar ansioso
de ir más allá, donde comienzo
y la carne tiene sabor a barro
y la sangre a recuerdos.
Ir andando del corazón al alma ...
(Y me da pena y vuelvo.)
-(Esta carne me pesa todavía)-
Ir andando por donde lamo sueño,
por la congoja sola
que me busco en peregrino dentro.
NOCHE
A Antonio Zoido
La roca muerta crece en voz para la noche
y un cuerpo de gigante se lo sueña la forma.
Con las olas del viento sus cabellos se sueltan
en arenas playeras sin sentido de espacio.
Las encinas abrazan las lechuzas venidas,
ansia larga en la espera, como siglo estirado.
Los trigales vigilan el momento presente
para labios impuros.
Verdad la luna llena con música de sapos
robada entre los juncos de la orilla del día.
Amanecen los cuerpos bautizados de noche
por el ala del ángel ganada en el abismo.
En esquinas de cuatros, por sombras proyectadas,
en la piel de la tierra, cicatriz de la nube,
las inmóviles aves de actitud perezosa
se lamentan agudas.
He confundido el cuerpo con la tiniebla virgen,
con la carta secreta sobre el seno del mundo,
las manos en profundas cosas que se apagaron,
al mirarlas en duda, soñando lo infinito.
Expectación secreta de la noche en el campo,
sonidos que persiguen simientes de sonidos:
los sombríos sigilos de la espera en la rama
y sombríos sigilos para ver el infierno.
Los temores se nutren de mi carne naciente,
siendo verdad la luna sobre el paisaje mío.
La inmensidad me extiende la sangre dolorosa
y de pronto me encuentro por la tierra vertido.
¡SEÑOR! ¡¡SEÑOR!!
A Manuel Terrón-Albarrán
I
En el cielo, Señor, tan alto cielo,
tan alto corazón, tan puras aguas
para esta sed de Ti que me amanece,
para este día en que supura el alba.
¡Mi vida!, desterrada de la vida,
es un cristal herido por el hacha,
de soles se ilumina, falsos soles
que ciegan, sin querer, mis esperanzas.
A tu nombre mis ojos y mis brazos
en oración, Dios mío, se levantan,
que quisiera tocarte como el árbol
te toca en primavera con las ramas.
II
Escucharte de azul amanecido
por esta lejanía solitaria,
que caminos se cortan y aparecen,
aunque lejos, detrás de las montañas.
Escucharte, Señor, dentro, en mi sueño,
tu voz sobre mi voz en lluvia plácida,
beberte el aire, tan querido y dulce,
jugo amoroso en flor, de tus palabras.
Te veo cada día, cada noche,
en todos los instantes, pues me labras.
Pero, Señor, si intento yo cogerte,
eres la luz que de mi mano escapa.
Crece en mi sed el ansia por quererte
y la lengua se me hace pura llama.
Esta pasión por Ti, que a Ti me lleva,
es cofre abierto de palomas blancas.
Si -viento- intento olerte
como perfume por el cielo pasas.
Y yo me quedo en mis instintos solo
temblando y loco, bajo costra amarga.
A Mahizflor
Mérida, ¿dónde has ido
que no te siento?
Contrarias nuestras vidas
se nos están perdiendo.
(Duerme la estatua, frío,
sobre su tiempo;
arco de puente y río,
dolor de sueño).
Tú te mueres de joven
y yo de viejo.
Mérida, yo te piso
y tú ¡qué lejos!
La vara de avellano
EL TONTO DEL POZO
Se ha caído en el pozo.
Iba a coger pájaros de luz
y su mano encontró la sombra
que tiró de su sangre.
Y ahí está, en el pozo,
por los siglos de los siglos del agua.
Las golondrinas lo llevan en la garganta
y hacen con él gárgaras de lirios.
El culantrillo le crece por la piel
y la humedad le mantiene
sin raíces.
Hoy ha cogido un gorrión por las patas
y ríe a reventar.
Igual que cuando el cubo se sale
y el agua le da en la cara
arrugada como una carta que se tira
al fondo del tiempo.
DE ESTA CALLE NUNCA JAMÁS SALDRÉ
De esta calle nunca jamás saldré,
larga como una muerte en el camino,
sin raíz y sin cielo que sostenga
nuestra manera de entender la vida.
No conocemos nada. Nadie escucha
y es inútil quemar la voz gritando
desesperadamente en el vacío.
Calle de la nada. Larga calle.
Oscuro y silencioso pasa el hombre
todos los días por el mismo sitio
de siempre.
TARDE DE DOMINGO
"Así murió aquella tarde solo
y quejándose al sol".
José María Gabriel y Galán
Puede ser que tú seas
en los ratos perdidos
esta tristeza absurda
de tarde de domingo.
Una pasión cualquiera
que no tiene sentido,
un recuerdo de música
entre ramas de olvidos.
Puede ser que te piense
sin encontrar camino
en este día hermoso
por el amor vencido.
¿Quién quedará en nosotros
si cobardes huimos?
¿Quién quedará esta tarde
en lo desconocido?
Pregunto: ¿qué será
lo que llaman destino?
Deben de ser los sueños
colgados en racimos.
Mañana el vino espléndido,
Dios de pan y de vino,
comer, beber las horas
de lo nunca acaecido.
En la cima se mudan
los pájaros de nido
en esta tarde tibia
de orillas y de abismos.
¿Quién quedará en nosotros
si nosotros dormimos?
¿Quién quedará detrás
de lo que ayer hicimos?
Va escondiéndose el tiempo
en la esquina del frío,
cansado como un hombre
que ha segado su trigo.
Suenan cerca campanas
de platas en el quicio
de la puerta del alma,
en un cielo escondido
donde sangran vencejos
grises nubes de gritos.
La calle queda sola
como un cerrado libro
y yo amueblo mi vida
con la vieja tristeza
de tarde de domingo.
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