Xelo Candel. Nació en Carcaixent (Valencia). Es doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Valencia y actualmente trabaja como profesora en Saint Louis University (Madrid campus). Es autora de estudios y ediciones de las obras de Max Aub, Luis Rosales, Ángel González y Luis García Montero. En breve verá la luz Victoriano Crémer y José García Nieto. Epistolario inédito (1944-1976). Como poeta ha publicado Los comediantes (1995), A destiempo (Premio Miguel Labordeta, 2003) y La arena (Torremozas, 2007).
POR SI ACASO
Me encontraréis en esos cafetines
repletos de viejas fotografías
que cubren de memoria las paredes,
en los pequeños cines de barrio
donde pasan películas subtituladas
que narran historias de ángeles caídos,
en las salas de espera de los aeropuertos
donde cada mirada es una tarde.
Porque he dejado en suspenso el mundo,
como en un teatro vacío
en el que se abren y cierran las puertas,
con ese gesto casi inútil
de querer negar lo que se esconde.
Porque he dejado en suspenso el mundo
con el mismo cinismo que usa el destino
para cambiar sus cartas de lugar.
Me encontraréis por la calle, simplemente,
allí donde nace nuestro no ser ya más,
porque la vida, como casi todo,
cuenta siempre con sus límites
y la respuesta final suele ser un riesgo.
HISTORIAS COMUNES
Nadie regresa indemne del dolor,
sin memoria ni tierra de por medio,
sin grietas ni triviales miserias.
Nadie regresa sin venir del todo,
dejando la nostalgia de otras suertes atrás,
de otras vidas ya dispersas.
Nadie es profeta en su pasado,
ni reconoce en su propio destino
los jardines borrados, las estatuas,
la ceniza de amores antiguos,
borrados ya los rostros y los nombres
y hasta la obstinación brutal
de conmemorar cada nuevo enero,
de regresar al verano anónimo
y a los atardeceres piadosos.
Brota la memoria de aquellos días
y es mayor el dolor al comprobar
que todas las historias se repiten,
son cenizas de una misma gloria,
voces de una misma luz arrojada,
palabras perdidas y reencontradas,
luces de un mismo dios interminable
al que sólo el índice de los mares responderá,
si la noche es propicia.
LA LUNA POR CALLAO
Vano es cualquier otro peregrinaje.
Cada calle, cada barrio y plaza
lleva herido el mismo nombre,
sólo hay una dimensión en los mares,
sólo hay un océano en las brújulas,
sólo una dirección en los mapas,
ya no existe forma de alejarse
y el olvido es un consuelo
impropio de los más valientes.
A DESTIEMPO
A destiempo se abre la distancia,
sombra a sombra, quietamente esperando,
saltándose la escala de los mapas
y el viraje erróneo de los mares.
A destiempo llega la tristeza,
huésped fluvial que abriga la arena.
A destiempo, la memoria y la ausencia
con todo su esplendor otoñal.
Inoportunas llegan con su breve
rumor de voces, dejando a la vida
avanzar sin esperar nada a cambio,
con el preciso color del invierno.
Atrás quedaron las luces recientes
hoy ya remotas, la nieve anterior,
lo que se espera y nunca vuelve,
lo que una vez llegó y ya se ha ido.
No es la soledad ciega de los días,
la puerta cerrada, la voz en calma,
la voluntad de aprender juego
y nostalgia juntamente,
de ensayar la escena una vez y otra.
No es sólo la incertidumbre,
la confusa lejanía del tiempo
que nutre el horizonte de orillas
sin grietas, de asombro sin gestos
como una tierra vacía y cansada.
Nada de eso responde por entero
al ansia de encajar la palabra
en la forma, de llegar al cauce
y respirar el aire dibujado
por fin en su perfecta conjunción.
Todo o nada en un mismo vuelo.
La misma luz tal vez tras el cristal.
Ha reunido la palabra precisa,
el tiempo añorado, el lugar exacto,
lo que nunca ocurrió y podría
de pronto tener la nitidez
de los pájaros, la voz amable
que persigue la claridad del bosque,
el gesto sombrío de los árboles
deshojando la tarde y la mirada
la verdad perenne sin memoria
la música abandonada de los días.
La calle borra todas las aceras,
esconde preguntas en su silencio,
el ruido es nadie, ausencia,
contemplación del verbo y la naturaleza
gramática que sostiene lo vivido.
Que puede a eso responder el dolor.
Ese afán por seguirle junto al aire
no es vuelo ni abismo ni huida..
Nada aconseja su extrañeza
mi devoción por escuchar su piel
vistiendo la sed que yo profeso.
Su cordura sutil alcanza
el mundo entero en continua creación
el tacto, el cuerpo, la materia
todo cuanto las palabras abrazan
y con ellas la distancia.
Dónde huir si el camino se desgrana.
Qué temer si no el hueco que deja
la solidez plomiza del vacío.
Tierra que es tierra, tierra que es humo.
Cuanto soy le observa de lejos
ningún cielo fluye con mayor constancia
con gravedad más honda y serena.
Lleva a cuestas el blanco desnudo
Del mar en su naufragio,
El instante nocturno y desdeñoso,
La fría lluvia que despacio.
Cubre de ventanas la mañana.
Espera y en su tierra en calma
no levanta el gesto ni el vuelo
comprende que ha borrado del camino
las huellas, la piel y la palabra
el principio y el fin de la distancia.
Tal es la dimensión de su vacío.
Busqué el aire y el aire me envuelve.
Breve el sueño, rumor tibio la tarde.
Silencio el aire en el que vivo,
sed blanca sin voz ni palabra.
El tiempo del vacío ha llegado.
Dejad que me revuelva en la piedra,
la muerte desierta descansa,
camina sola por el mundo insomne.
Los pájaros sin hojas huyen.
Calma es irse. Es volver.
Distancia es decir lo contrario.
Regresar es ver el dolor al otro lado.
No avanzar ni retroceder. Comprender despacio.
La voz despeñada como un río corriente abajo
llegando a duras penas. Escuchar su caída.
Un golpe húmedo y oscuro
que deja al cuerpo despierto sin orilla
Y es fría la noche ajena que le arropa ,
la penumbra que vence los ojos sin lenguaje.
En la memoria todo se vive, nada vuelve.
Irse es olvidar lo que no se recuerda.
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