Alicia Preza. Poeta, actriz. Nació el 13 de marzo de 1981. Concurrió al taller literario de la profesora Alicia Languenhin durante varios años. Luego al taller literario del profesor Lauro Marauda en el cual participó en dos publicaciones colectivas: “Pájaros en el espejo” y “Voces en las manos”. Ha participado en varios encuentros y cafés literarios. Ha leído sus poemas en radios y publicado en prensa.
Incursiona en dramaturgia con la obra titulada “Voces en el espejo” la cual fue estrenada bajo la dirección de Carlos Rodríguez - Setiembre 2005. Dirigió la performance teatral “Figuras” basada en cuentos del escritor Leonardo De Mello - 2007.
Crea y coordina junto a Leonardo De Mello el grupo “La pluma azul” en el cual se organizan tertulias literarias mensuales donde han participado destacados escritores del ámbito literario desde el año 2005. En su tiempo libre, entre otras cosas, dibuja y rememora.
EL HECHIZO
Hace tiempo que dejé mi casa,
en este lugar remoto
nadie puede encontrarme.
Me alberga una mujer antigua,
su vejez engendra murciélagos felices.
La mujer prepara un manjar,
se encerró en la cocina.
Sus perros esperan acurrucados a mis pies.
El aroma nos invade.
Miro hacia afuera y me asusto.
La lluvia es chocolate,
árboles de chocolate se derriten en el patio.
La tristeza es chocolate, tus ojos chocolate
me estremecen, te recuerdo.
Se oyen aplausos lejanos.
La mujer abre la puerta,
ofrece el manjar hirviente.
Se mira al espejo y enloquece.
Su rostro es chocolate,
todo su ser es dulce y doloroso.
Los perros se acercan, tienen hambre.
Quiero salvarla pero no hay tiempo,
mis senos gotean chocolate.
No puedo detenerme,
me duele comerme a mí misma,
me espanta.
La mujer grita, llora, reza.
El hechizo se desvanece lentamente.
Los cuerpos vuelven a ser genuinos,
ya nadie puede comernos.
El pueblo está alerta,
buscan explicaciones, investigan.
Tienen pánico al chocolate.
Fue un descuido, un exceso,
una terrible travesura de magia.
Ya no puedo ocultarlo,
me declaro culpable.
CUATRO PALABRAS
“Cerca de ella, o de él, de modo que calienten
y no quemen” –RAE.
Como una flor a medianoche
deshojada en invierno
esa cosa que late y se estremece.
Elevarme desnuda como un águila
desde mi cama a la intemperie
y no sentir más frío en esta sombra
en la noche morir penetrada de vida.
Decir lo que no escribo,
traslúcida tu mano en mi ombligo desierto.
No poder ocultarme de las horas que duelen
transcurrir en silencio el tiempo que me habita.
Ocultar el poema que mis ojos escriben
dejar toda certeza en un papel inútil
no se puede crear lo inexplicable.
No deje entrar visitas, la muralla se quiebra
dícese “amor”
tan solo cuatro letras
giran en espiral, desaparecen.
Es un invento extraño,
poner una palabra donde suenan dos notas
si nunca son las mismas.
Como decir entonces que la oruga se mueve
tiembla, vuelve a nacer, me empapa de colores.
No es necesario hablar, mi rostro es una vela
que se hamaca en tu pecho cada vez que respiras.
Excesivo es volar y ser terrestre.
SACRILEGIO
Nadie nos preguntó quiénes éramos.
Ni supieron decirnos,
como se veían nuestros rostros
cuando la penumbra nos dejaba desnudos.
Solo recordamos un nombre.
Somos prisioneros de una historia.
Cerraron el libro.
Un escalofrío recorre mis huesos.
A veces nos vigila el ojo de un lápiz.
Nadie nos reconoce.
Sobrevivimos,
ya no tiembla el huracán.
La biblioteca está de luto.
Un sacrilegio de tinta nos persigue.
Nadie nos preguntó
si podíamos soportar tanta belleza.
Respiramos,
luego de haber amado nuestra muerte.
Se quebró la última hoja.
Ahora vivimos, errantes,
suplicando un final.
SUMERGIDOS
Hacía frío en lo profundo.
Sumergidos los ojos ya no pueden llorar.
Nos respiraban en la espalda
flores acuáticas entraron en mi boca.
Querías rescatarme pero estabas inmóvil
una legión de algas invadía tu pecho.
El fuego blanco sobrevive
abajo más abajo, otro reino al final.
Un caballero sin cabeza nos recibe.
Tocamos el violín con los ojos cerrados
para no ver las notas saliendo de su sexo.
Los espejos de Marosa
A la memoria de Marosa Di Giorgio
Tus versos te encontrarán descalza
en los patios azules,
goteando orquídeas en la sombra de la tarde.
Los espejos de la ciudad
te extenderán sus páginas nocturnas
con olor a café,
para que tú renazcas
en todos los instantes donde pariste sueños.
Las luciérnagas de tu infancia
te alumbrarán el rostro leve
para que puedas visitar al escritor ausente.
Tu madre te llamará en la línea del abismo,
para que no te olvides de la última poesía
que quedó colgando de tu mano
cuando el reloj se detuvo para marcarte un final.
Ese final que sólo es un pasaje, una alquimia secreta.
Las águilas del alma
se estampan en las alas tus recuerdos.
Tus lágrimas gimen transformadas en verso.
Bajo la tierra el cuerpo escapa de su encierro.
Tu serás la creadora del bosque de papel.
Un lugar en donde los poetas
podrán beber la libertad
desde sus lápices azules.
La cucaracha
En su rostro apagado
vislumbré un ambiguo gesto de tristeza.
Sus antenas quebradas
suplicaban un instante de vida.
Sus pasos fueron cada vez más lentos,
los papeles temblaron.
La vejez la derribó.
Se oyó un lamento.
Su notable partida,
conmovió a los insectos
que se ocultaban en la lámpara del patio.
Las arañas le comieron las patas y los párpados.
Solo quedó una mueca de súplica en el suelo.
Su mirada sabia circunda mi habitación.
Ella murió y era de tarde.
De ataúd, recibió una pala de residuos,
junto con mi persignación
y la temible sombra de mi mano.
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