Nishiguchi Sachiko. JAPÓN
Nishiguchi Sachiko está aún viva y es una señora que ha pasado toda su vida en el campo. Ni siquiera tiene conciencia de que su poesía merezca ser llamada así ni, desde luego, ser leída.
Ha pasado toda su vida en una aldea de cuarenta casas en el corazón de Shikoku, cultivando un huerto, cultivando su haiku seco y difícil, Japón en estado puro: ausencia total de pretensión, "una de tantas malas hierbas del haiku en Japón", según sus propias palabras.
Tres maneras de ser ignorada como mujer en la cultura japonesa.
Silencio en la montaña
Sólo el ruido que yo hago
recogiendo helechos
Lluvia de otoño
El color del musgo
de la ermita de Sanzen
La masajista
ni calla ni pregunta
Musgo en las tejas
Un peregrino
en otoño hace cola
en la lavandería
Susuki en flor
La esposa, con veinte años,
y desaparecida.
Silencio en la montaña.
Sólo el ruido que yo hago
recogiendo helechos.
Crece de pronto
el ruido de la perforadora.
Llovizna en la aldea.
Se oye el canturreo
del pintor de paredes.
Otoño suave.
Traza el milano
un círculo. En su centro
recojo boniatos.
El río turbio
arrastra los regalos
del Día de Difuntos
Brisa en los árboles.
En el pie del bebé
el nombre de su madre.
Susuki en flor.
La esposa, con veinte años,
y desaparecida.
Dicen que otra familia
deja el pueblo.
Paulonia en flor.
Acaba el año.
Muchas ollas al fuego.
Comida de funeral.
Los poemas están traducidos por Vicente Haya y Yurie Fujisawa
En cada recodo del camino,
glicinas silvestres.
Los bordes del embalse.
Ruiseñor de verano.
En el agua del caño
una taza desportillada.
Con retales de tela
ata el palo a los sarmientos
de la flor del guisante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario