Jorge Luis Arcos en la fiesta por el 1er. Aniversario de La Jiribilla (6 de mayo de 2002),
junto al poeta y ensayista Roberto Fernández Retamar, Premio Nacional de Literatura,
Presidente de la Casa de las Américas y miembro del Consejo del Estado.
Jorge Luis Arcos (La Habana, CUBA 1956) pertenece por edad a la generación cubana de los 'Novísimos', que trata de hallar nuevas vías al margen del coloquialismo 'de consigna' de la poesía cubana oficial. Entre sus libros de poemas publicados se hallan Conversación con un rostro nevado (1993), De los ínferos (1999) o La avidez del halcón (2002), todos ellos premiados en Cuba y España.
Jorge Luis Arcos, que ha sido director del área de ensayo de la Unión Nacional de Escritores y Artistas Cubanos, organismo con el que el gobierno castrista controlaba y proyectaba la literatura de los autores del régimen, participa hoy en las XI Jornadas del Poesía en Español que, organizadas por Cultural Rioja, se celebran en la Casa de los Periodistas.
Hay algo podrido
Hay algo podrido en el reino de Dinamarca
Dijo Horacio al dulce príncipe (al poeta, al pobre, al forastero)
Hamlet, tú sabías muy bien que todo hombre es un pordiosero
Y tenías que matar, matar
La belleza, algo sucio... Y la noche devastándolo todo
Por eso Lezama gritaba: "¡No se puede matar, no se puede matar!"
Pero siempre el manotazo de plomo
¿Y Ofelia? Una figura danzante en el fondo del lago
No hay estancias, no hay esplendor (¡Ah las playas de oro!)
Pobre Casal, pobre Raúl, pobre hombrecito del abrigo enorme
Pobre Zenea, pobre Virgilio, pobre Friol
Y lezama gritaba, por eso
¿Dónde está mi isla, mi patria pre-natal?
¿En los bordes, en las lindes furiosas de intolerable resplandor?
Patria, ¿eres tan imposible como una profecía?
¿Dónde está la huesa, lo real?
Figuraciones en el polvo, espejismos. ¿Y el tedio?
Ah el tedio de la mano que atraviesa ese espejo de agua,
Esas lindes, esas sienes que deliran, y una alegría inexplicable
Esos labios sudando, ¡no me mires más!
¡No quiero más certidumbres, cajas de ceniza, política!
Solo el bonzo perdido, el bonzo ciego de Kwaidan
Aguardando, algo tonto, y entonando, más dulce, la eterna melodía!
1994
De los ínferos (Fragmento)
I
Madre, hay un país donde ya no se sufre
Un país transparente, de un olvido indecible
Un país donde el nombre, la memoria no existen Un país perdurable,
donde ya no se sufre
II
Pobres hojitas
secas, retiradas, del clamor de las frondas
del fragor. Ahora son nuestras.
Dulces almitas. Ellas nos salven
de todo helor.
Pero ahora aquí estamos, encendiendo
pobres velitas de resurrección.
Y nos miramos, sonriendo
tristes y alegres, como en comunión.
VI
Pero dejadme aquí, en mi infierno más alto
con el alma perdida, la luz que se retira
mis sienes que deliran, en mi infierno más alto.
XII
Hay que creer, amigo, en los cielos que arden.
Y, cielo tras cielo, iremos, encendidos
como cirios vivientes, a la región del aire
donde el fuego se acuesta, donde el aire es más leve
como la luz, dormida, en la entraña de un cielo.
¡Ah qué orilla naciente, ah qué extraña frontera
la de la luz, rendida, mis sienes que deliran y la visión, radiante, del corazón inmenso como una aurora intacta, en la entraña de un cielo!
XV
Niña,
tienes el miedo del aire, de sus vientos oscuros
ráfagas cegadoras como sombras de luz.
Tienes miedo del yelo de tu propio corazón.
El helor que amenaza, la intemperie infinita.
Y todo, allá en el fondo, temblando, como un dios.
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