martes, 27 de septiembre de 2011
4822.- TERESA MARTÍN TAFFAREL
Teresa Martín Taffarel nació en Buenos Aires, donde estudió Filología Hispánica, y reside en Barcelona desde 1983.
Da clases de literatura y creatividad en la Escola d’Escriptura de l’Ateneu Barcelonés, en la Escuela de Escritores Alonso Quijano de Alcázar de San Juan y en el col.legi Oficial de Doctors i Llicenciats en Filosofía y Lletres de Catalunya.
Ha publicado textos sobre lectura de los clásicos, literatura española de los siglos XIX y XX, novela juvenil… Es autora de los libros de lectura Jorge Luis Borges. La escritura del mundo (1999) y Trayectoria poética de Pablo Neruda (2004); de los ensayos El tejido del cuento (2001), Caminos de escritura (2003), Vida, secretos y costumbres del mundo encantado de las Hadas (2003); y de los libros de poemas Mínimo equipaje (2003) y Lecciones de ausencia (2005).
La primera palabra
La primera palabra se anuncia en el silencio.
Es un pliegue del aire, un resquicio del tiempo
y no sabe si es agua, o pájaro o estrella,
y si nombra, si llama, si se niega o espera.
La sustancia del viento se resuelve en un signo:
las farolas, el libro, la cuna, las estatuas.
Y el mundo que se inventa de nuevo en la mañana
para hacerse y rehacerse como ilusión de río.
Hilandera de nubes en la arena impasible,
se cierra la escritura como azul entramado.
Los anillos de savia intentan un suspiro
en los leños que arden en la tarde apacible.
Las palabras se pierden en decires lejanos
Y vuelve la tristeza que acumula artificios.
Escribir el instante
Escribir el instante
que no es poco.
Inventarlo, intentarlo
con palabras indóciles.
Acomodar los signos
en desacuerdo con el día.
Saber un poco más
o un poco menos.
Y adivinar que mañana
habrá otro borrador indescifrable.
De qué hablamos cuando hablamos del tiempo
De qué hablamos cuando hablamos del tiempo
De qué hablamos cuando decimos
esto, aquello, lo otro,
lo que siempre regresa,
lo que se va y no vuelve.
Las palabras se dicen aquí, en este momento
y retornan a su eterno sistema de silencio.
Y qué es el silencio...
el silencio es un brazo que se aleja,
la llama que se extingue,
las cenizas del fuego.
Y también es la tierra y el cielo,
el árbol y la lluvia,
cuando aún no han sido nombrados
y esperan existir en los labios humanos
Y hablamos y decimos
tiempo
y esto, aquello y lo otro.
Y al renacer en nombre
enmudecen las fuentes,
y se callan los ríos...
En el fondo del alma
hay un mar de silencio.
Los árboles oscuros
Los árboles oscuros, apenas movidos por el aire de enero, protegían el secreto de un pozo y de un rosal.
La vereda alta se desbarrancaba en la calle de tierra.
De este lado, la orilla de los juegos, la acera permitida, la casa vigilante, los resplandores íntimos, la cacería de luciérnagas.
Del otro lado, los jazmines abiertos apuntando estrellas tras los tapiales de un jardín vedado. Y un miedo apacible que cerraba puertas en las esquinas de la noche.
La amenaza de los sueños convocaba a los duendes vegetales, que nacían y morían en pequeños rebaños asustados.
La luna redondeaba los espejos de las piedras.
A lo lejos fosforecían luces malas, estremeciendo a los magos sombríos.
He necesitado tiempo.
Noches acumuladas en una sola noche.
La lluvia sin tregua.
El sol de la tarde.
Y aquel canto lejano que permanece en la última escarcha del invierno.
Desde la noche,
las ráfagas de la infancia
traen resplandores de amanecer.
Este juego inaudito de los días
Este juego inaudito de los días
ya no puede atraparme en su engranaje.
La estrategia del tejo que se pierde
es el signo de un tiempo sin rescate.
Como el niño que elige los reflejos,
coloreo las copas de los árboles,
una casa, las nubes, los caminos,
y modelo las flores de la tarde.
Evoco incomprensibles retahílas,
converso con la sombra en las paredes,
camino sin salirme de las rayas.
Las estatuas del patio no me miran.
El cielo del dibujo se ha borrado.
Sólo queda la luna de la infancia.
Vuelve
vuelve
como siempre vuelve
un sonido lejano
la voz de los abuelos
el tiempo de las rosas
un conjunto de cielos
hoy se queda conmigo
el sabor del membrillo
repartido en los soles de septiembre
intento escuchar las letanías
de aquellos ombúes solidarios
y esta lluvia reciente
que lava las huellas del asfalto
y regreso
y me anuncio tan sólo
para exhumar un soplo de violetas
me escondo entre los hilos
del tejido que envuelve lo que fue
o emerjo del remanso
que tiembla en los espejos
vuelvo
como siempre vuelvo
a la celebración de los jazmines
en las horas completas
al oculto ciruelo
renacido en el zumo del verano
a las siestas maduras
cuando el pájaro de fuego salmodiaba
la leyenda del sol
y sabíamos que el duende nos buscaba
el aire revestido
de un rocío temprano
se acerca sigiloso
y me dice que espere
que aún podemos
resolver el dilema del otoño
y celebrar en el árbol nupcial de la llanura
el compromiso del ayer
con esta lejanía
Cumpleaños
Yo nací en primavera...
Ahora cumplo años en otoño
y apenas me doy cuenta
de haber vivido tanto
Me aventuro de nuevo a descubrir
en la estación que vuelve
la mansedumbre de la tierra
el sosiego del aire
la postergación de los deseos
Admito con paciencia
la febril obstinación del calendario
por asignar a la memoria
un orden inmutable
Y vuelvo a la vendimia de mi pueblo
que guardaba el rocío
en el testimonio de la escarcha
y encendía la tarde
con antiguos rumores de hojarasca
Apenas ha pasado el tiempo
en un sorbo de aire
que aísla los años incumplidos
Si yo pudiera saborear el bosque
en los frutos tardíos del verano
o perdonar sin disimulo
la ausencia de mis ríos
Si pudiera encontrar
el último reflejo de la lluvia
y el primer indicio de la luna nueva
Si tan sólo pudiera
ocultarme en una lágrima
y dejar que enmudecieran los recuerdos
en medio de un silencio curativo
Entonces
sólo entonces
sería capaz de conciliar
los signos del instante
con este equinoccio demorado.
Todo volvía a suceder en mayo
La mirada remota se hace sentir... M. Zambrano
Todo volvía a suceder en mayo:
las lilas condenadas por el aire,
el gusto de las noches imposibles
y las acacias al morir la tarde.
Las calles alentaban confidencias
en la fronda de acuerdos memorables.
los preludios del mar se recogían
como queriendo detener el viaje.
Cuántos nombres brotaban de la tierra
buscando el horizonte del lenguaje
como emblemas de amor en la mirada.
Y abríamos las manos y los labios
para ordenar el cauce del instante
entre tanto desfile de fantasmas.
Vuelvo para corregir mis faltas
Vuelvo para corregir mis faltas
no supe caminar erguida
no atiné la sortija
cambié mis caracoles por tus piedras
dejé que partiera el tren donde te ibas
me alejé de la luz
y tuve que entrar en la neblina
me puse las sandalias
para andar por el campo
cubierto de rocío
solté el hilo de aquella cometa
sin ponerle una carta
maltraté las imágenes del río
condené alguna puerta
y cerré las ventanas
cuando el viento balbuceaba mensajes
no quise la miel ni las naranjas
no pude decirte cuánto te quería
Hoy vuelvo para corregir aquellas faltas
y me encuentro con esta versión definitiva
de aquella sucesión inacabada.
Me he puesto a revisar la noche
Me he puesto a revisar la noche
para hacer un inventario de vigilias
los relojes nadaban en el aire
las lámparas caían
alguna mariposa parpadeaba en un lago de aceite
No eran propicios los ensalmos
y las cartas
con su sello de sal
desviaban las olas de la orilla
En medio de un desorden de palabras
el canto renacía
y sucedían mareas y aleluyas
en el encordado de la brisa
Pero yo
seguía y seguía
contando y recontando mis vigilias
Sentarte a descansar
Sentarte a descansar
y por un día
traicionar esa lógica implacable
que impone condiciones al árbol florecido
y a las nubes de invierno
Tal vez sea posible
restañar la parte lastimada de algún sueño
El afán prevalece en el aire naciente
cuando brotan ideas invencibles
Pero llega el trajín de los ayeres
confirmando el arresto de los plazos
y se acumulan horas y más horas
con el nombre de citas y trabajos
Deberás cumplir aunque no quieras
ya no importan los sueños que se alejan...
Y te duele aquel tiempo
cuando estabas entera
cuando eras un pájaro florecido
y las nubes rozaban tu cabeza
Yo dije mis palabras
Yo dije mis palabras
con un temblor que contenía
esa pena honda que siempre me acompaña
estaba sola entre mis signos
pero yo sé que todos me escuchaban
Y sí, tuve miedo
de quedarme esencial y desolada
frente a la mirada interrogante
de quienes esperaban
leerse en mis imágenes
en los nombres que para cada uno
tienen las cosas habituales
y en aquellas otras
las que no se dicen
porque cualquier palabra las empaña
Aquel día
yo dije mis palabras
y supe que mi tiempo
era un canto sin dueño
que volaba entre lluvias y neblinas
para anidar en otros campanarios.
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