domingo, 4 de septiembre de 2011

4589.- ABELARDO VICIOSO


ABELARDO VICIOSO
Nació en Santo Domingo (República Dominicana), el 27 de abril de 1930. Es uno de los nombres más representativos de la promoción del 48. Como la mayoría de sus compañeros, comienza publicando en la sección escolar de El Caribe. En esa época fueron sus maestros Andrés Avelino y Pedro Mir. Residió en México durante dos años, donde su padre era diplomático. Allí trabaja en el periodismo y publica algunos poemas. De regreso al país se gradúa de abogado e ingresa al ejército como segundo teniente. Dirige la Revista de las Fuerzas Armadas. Cuatro años después pide su baja por razones de salud, pero continúa dirigiendo dicha revista. Es entonces cuando, en reuniones de compañeros que se realizan en su casa, surge la idea de la colección «El Silbo Vulnerado», en la que publica La lumbre sacudida libro merecedor del Premio Gastón F. Deligne 1958, de la Secretaría de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos. Abelardo Vicioso es nombrado Vice-Cónsul en Curazao, cargo que abandona alos 6 meses al refugiarse en el Consulado de Venezuela.
Comienza así un período decisivo y tormentoso de su vida. Se traslada a Cuba, donde realiza actividades políticas y pierde trágicamente aun hermano. Se enrola en el Movimiento de Liberación Dominicana. Asiste como representante de dicho movimiento al ler. Congreso
Latinoamericano de Juventudes, donde reparte mimeografiados sus «Cantos latinoamericanos», así como al Foro Mundial de la Juventud realizado en Moscú. Regresa al país en 1963 y colabora con el grupo «Arte y Liberación», encabezado por el pintor Silvano Lora, y que estaba
formado por artistas e intelectuales que se proponían divulgar la cultura entre las masas con programas literarios, exposiciones, charlas, recitales poéticos, etc. Este grupo sirvió de base al «Frente Cultural» de la guerra de 1965. La lumbre sacudida, uno de sus libros de poemas, con prólogo de Rafael Valera Benítez, como ya se ha dicho, llama poderosamente la atención en su momento. Es el libro más maduro y equilibrado que ofrece la joven poesía dominicana en un período en que la publicación escaseaba y la voz de los jóvenes parecía no encontrar acentos adecuados.
El hermetismo y oscuridad predominantes en otros poetas de su promoción adquieren en él una expresión más humana y objetiva, lo que hace asequible su mensaje a una gran mayoría. Abelardo Vicioso fue profesor adjunto de literatura dominicana y de literatura española en la
Universidad Autónoma de Santo Domingo, así como Vice-Decano y Decano de su Facultad de Humanidades.

OBRAS PUBLICADAS:
La lumbre sacudida (1957), Colección El Silbo Vulnerado, Premio de Poesía Gastón F. Deligne 1958, Santo Domingo en las letras coloniales (1978), El freno hatero en la literatura dominicana (1982), 100 poemas de intenso vivir (1990).



EL POETA EBRIO

Arrancadme este pedazo de luz que me cuelga del ojo
como una lágrima, como un gajo viviente
que se ha puesto de acuerdo con el vecino saludable
para nublarme la alegría.

Sacadme del corazón este mineral antiguo,
esta cansada voz perfecta que me enseñaron a llevar
como medalla reluciente.

Liberadme de la mansedumbre,
contribuid a mi entusiasmo,
acompañadme a la muerte cantando,
bebed junto conmigo hasta tener el mundo en nuestras
manos.

Os aseguro que veremos bailar las mesas de alegría,
nuestra fuerza tendrá la medida exacta del deseo
y la calle no será más que un hueco luminoso.
¿Qué importa que despertemos mordiendo la yerba,
con una margarita destruida en la mano
o en una oscura cárcel con la camisa ensangrentada?







LA SOLEDAD NO ES MÍA

No soy yo, somos todos los que ardemos
con el corazón en la boca, mordiendo
sus tejidos hasta la sangre.
Somos todos los que bailamos la melancolía
y ascendemos la definitiva tristeza
con la sonrisa pintada en los labios.
No lo neguéis, hay que decirlo, no soy yo sólo.
Sería muy fácil desaparecer. Ya estaría hundido
dos metros debajo de las pisadas de los hombres.
Todos me acompañáis cuando viajo a la luz
de difíciles días, sumido en la penumbra
de las calles desiertas, o en las alcobas tristes
donde pone la muerte su ojo cada día.

Si también me acompañarais a cantar el amor,
a lucir nuestra bandera corno un traje de fiesta,
a limpiar nuestras calles con la nueva llovizna
lanzada desde abajo en hermosa parábola.
No soy yo, somos todos los que vamos a morir
de espaldas, lentamente y sin lenguas,
sin ojos ya, con íntimo cansancio.









SOLEDAD: DÍA CERO

Este poema empieza donde acaba el invierno
y se muere sobre un lento rocío
corno un niño apenas tocado por el tiempo.
Este poema tiene la distancia de un día
sobre mi soledad.
Inicia la luz su vuelo hacia el oeste
y mi frente encamina su paso hacia el olvido.
Entre todas las cosas ninguna me levanta
de esta muerte sencilla de vivir sin deseos.
Del lado del amor para todas las cosas está dormida
el alma.

Entro al amor desnudo, recién nacido, solo,
ignorante del mundo que me entregó la espada sollozante,
olvidado del beso donde inició su nombre el corazón
ya para siempre.
Entro al amor, liviano, sin recuerdos,
entro sin esperanzas ni deseos,

entra mi alma completa, sin las mutilaciones
de los días pasados y los que han de venir,
agua de sufrimiento.
Palpo la luz en el inquieto espejo del océano
donde se multiplica la mañana,
y mi nombre suena gentil en los labios recién apetecidos
de la muchacha que nació para un día:
para este día solo sobre mi soledad.
Ella ocupa el vacío que dejó la tristeza.
Por su piel entreabierta pasa mi amor cantando.
Bajo el incandescente palio de un mediodía entero,
separados del tiempo por un beso muy largo,
velas a la ternura, navegamos en seco.
Luego pasan las sombras hacia el Este temblando.
Entro a la noche y traigo los ojos húmedos de luz,
emergentes de un día profundo como una eternidad
sobre la primavera de un país admirado.
Lejos se va quedando el mar en tanto la ciudad
entreabre, una a una, sus encendidas puertas.
El día terminará con la cabeza recostada en los muslos
de la muchacha sorprendida.
Este día terminará con una palabra sucia: SOLEDAD.




http://www.obsidianapress.com/abelardo_vicioso.htm












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