jueves, 18 de agosto de 2011

4452.- ANTONIO DEL CAMINO


ANTONIO DEL CAMINO
No estoy muy ducho en esto de las páginas web y, por tanto, carezco de criterio definido sobre la manera más adecuada en que deba presentarme. Lo haré a mi manera; es decir, repasando someramente lo que ha sido de mí desde que un día de enero de 1955, en Talavera de la Reina (Toledo), vi por primera vez la luz, y por primera vez, también, sentí el frío: me cuentan que aquél fue un invierno especialmente crudo, y yo, despreocupado como siempre he sido, venía con lo puesto, o sea, con piel y huesos, y de ello, tampoco sobrado.

De mi niñez recuerdo un barrio de casas bajas, con las puertas abiertas; de calles empedradas, de vecinos con nombre y apellidos, y apodos, también, en algún caso. Y recuerdo mi casa; del siglo XIX, con dos plantas: la planta baja, donde residían mis abuelos; y la primera planta, en la que vivía con mis padres y mi hermana y, casi, al final —antes de trasladarnos a la que sería mi segunda residencia—, con mi hermano, que llegó más tarde y no pudo disfrutar de aquella casa que hace mucho que dejó de existir, y siempre tuvo para mí algo de misterioso y de aventura. Asocio mi niñez a aquella casa, y de ésta, al patio en el que podíamos jugar a cualquier hora, rodeados de rosas, geranios, claveles, azucenas, celinda o pericones, que yo regaba con mi abuelo; también de avispas en verano —que nunca nos picaron—, y de inquietas lagartijas que a veces cruzaban como relámpagos delante de nosotros, o tomaban el sol, en quietud mineral, prendidas en la cal de las paredes.
Acaso para no perder del todo aquel mundo, comenzase a escribir mis primeros versos cuando rondaba los trece años; después, he continuado, sin llegar a definir con total seguridad los motivos precisos que me mueven a hacerlo.
En los cuarenta años que median desde mi primer poema hasta hoy he publicado varios libros —bastantes menos de los que he escrito— y recibido algún premio. Sin otro afán que el de dejar constancia de ellos, aquí los detallo:

“Segunda soledad” (Premio Rafael Morales 1978. Publicado en Col. Melibea, del Ayuntamiento de Talavera, 1979)
“Donde el amor se llama soledad” (Premio Ciudad Santo Domingo 1979. Publicado en Madrid, 1980)
“Del verbo y la penumbra” (Accésit Premio Adonais 1984. Publicado en RIALP, Col. Adonais, 1985)
Otros libros publicados: “Vosotros sois poetas” (1977), “Constancia de las lunas” (Colec. La Troje, 1982),
“Jardín de luz” (1996), “Dédalo” (1998) y “Veinticinco poemas en Carmen” (1999), estos tres últimos en edición de autor.

En todo este tiempo, algunos de mis poemas han visto la luz en algunas revistas literarias y me gusta sumar a mi bagaje literario el hecho de haber pertenecido al “Colectivo La Troje”, experiencia editorial que, entre 1980 y 1982, llevamos adelante un grupo de amigos (Antonio Rubio, Alfredo J. Ramos, Sagrario Pinto, Agustín Yanel, y el que suscribe), donde se publicaron tres libros de poemas, uno de relatos y una novela corta.
Actualmente, después de trabajar durante treinta años en una entidad bancaria, me dedico a la familia, la literatura y los fogones, y diariamente —por prescripción medica—, “a golpe de calcetín”, mido la distancia que media entre mi casa y el río Alberche —ida y vuelta—, y que cada jornada, sin variación visible, suma nueve kilómetros, o lo que es igual, 1,61 leguas.
Estimado curioso (si llegaste hasta aquí, debiera ya decirte “Estimado amigo”), este es mi currículo: mis credenciales. Ahora, si aún quieres conocer algo más de mí, puedes asomarte a estos textos y juzgar por ti mismo.
Muchas gracias.
DE LA WEB DEL AUTOR:http://www.antoniodelcamino.es/index.php


portada de Vosotros sois poetas (1977)

Vosotros sois poetas (1977)




Cuando al final del día,
con la noche, miráis a las estrellas,
y su luz os rescata de los yelos,
y olvidáis quince horas entre asfalto,
no os quedéis allí arriba
extasiados y solos.


Bajad a compartir
su luz con el vecino.


Y cuando las cigarras
se rompan en concierto,
no hagáis tan sólo vuestra
su sinfonía nocturna.


No os metáis en la cama
prisioneros del sueño.


Cerrad los ojos, sed
ángeles descansando de la jornada dura
que, aún con la noche, estáis
con tantos como esperan.









No estamos en un pedestal.
No estamos en las nubes.
Pisamos con fuerza la tierra.
Vamos por las calles como vais vosotros.
Vemos las mismas cosas que vosotros veis.
También nosotros sabemos del asfalto
del alquitrán y el óxido carbónico.
Trabajamos diariamente
en las fábricas o en las oficinas.
También nosotros consumimos
en las noches sin fondo, aspirinas
que alivien la cabeza.


No somos nada extraño.


Como vosotros nos tragamos el llanto
por tantas injusticias que nos duelen.
Y por eso mismo somos de la poesía.
Por eso mismo, delante del papel,
vertemos verso a verso lo que vemos,
las tristes construcciones que rompen los paisajes.
Denunciamos
a todos esos hombres que apagan las estrellas.
Odiamos el napalm
la bomba de neutrones
esos experimentos con cerebros humanos...


Todas las noticias que escriben los periódicos
nosotros las vivimos.
Todas estas cosas
estos hechos diarios, escriben la poesía.
Pero la poesía la escribimos todos.
No hace falta obtener grandes títulos
ni licenciarse en nada.


Vosotros, que sabéis como duele la vida,
podéis hacer poesía.


portada de Donde el amor se llama soledad (1978)


Donde el amor se llama soledad (1978)




sabedlo todos
constelaciones gélidas con mil lunas en celo
abrieron mis entrañas lentamente
y yo bebí el licor de las angustias
y amargas soledades tomaron mi morada


vino el amor un día
arrojando a la calle mis tristezas
dándome luz y sueños y apartando
de mí hondas copas donde el dolor se escancia


pero pasó el amor


y todo un río de nubes y de yelos
cubrió mi tiempo cruel una mañana


después la soledad curó mis dudas
derramó su canción por los caminos
y
lanzándome puñales y panteras
me dolió con sus ritos nuevamente


y quedé en la penumbra hasta que un día
un nombre de mujer venga a buscarme

portada de Segunda soledad (1979)

Segunda soledad (1979)

LAS MAREAS


Se instalan entre mi corazón.
Son las mareas,
son las claras mareas, las profundas
y oscuras que me asaltan,
todas
viven en mí y se despiertan
con la noche o el día...
quién lo sabe.


Ellas me traen
su nombre y la esperanza,
o el recuerdo más negro
mientras fluyen mis venas.
Me habitan de repente
pensamientos azules,
y sombras
que me duelen,
y abanicos
de angustia...
Son las mareas,
las mareas
que inundan mis minutos
de tiempos que murieron
y me nacen,
de pronto,
cuando reina la calma.


Son las claras mareas
o las negras mareas...


El flujo y el reflujo
de un tiempo
que a veces
se despierta.

portada de Constancia de las lunas (1981)

Constancia de las lunas (1981)

Luna de la risa


Era la noche un río de fuerza incontenible,
un río de luz, de almíbar, de esperanza.
De las bocas nacían mariposas azules.
Y la luna era un lago de paisajes perfectos.


Estábamos allí y no existían
ni los relojes ni las estaciones.
Allí la primavera marcaba sus dominios,
allí se abrían las rosas más puras del planeta.


Atrás habrían quedado sombras, dudas, tristezas
que acaso algún momento despertaran;
pero más fuerte aún el manantial del gozo
arrastraba penumbras y silencios.


En la voz había rosas de cristal,
transparentes banderas,
un claro pájaro en el centro del humo
que gozoso dejaba una rama de olivo.


Cada palabra dicha era una estrella,
una estrella fugaz que derramaba
una estela de miel en la memoria,


y que vino conmigo en el regreso.



Del verbo y la penumbra


Del verbo y la penumbra (1984)

Gratitud


A veces vine desde la piedra a ti.


Recorrí las regiones oscuras
donde acechaba atento el desconsuelo
y en ti lloré, deshabitado y solo,
mi agonía.


Tú me fuiste asumiendo la tristeza,
todo lo soportaste pacientemente, todo
cuanto ofrecí en aquel cáliz
que fue el oscuro sol de mi derrota.


Por eso es de justicia que ahora venga
dispuesto a compartir
contigo la esperanza,
que en ti
contemple todo con la mirada nueva
de quien tiene certeza de la luz.


(Así hoy vengo y siento
que cabe entre mis manos todo el mar.)




Página virgen


Nieve
maternal horizonte
barro sin forma
o líquido
o paloma.
Senda sin huella aún
perímetro del alba
serena confidente
de la radiografía
de un corazón sonámbulo.

Mármol desconocido del cincel
ritmo del agua
pañuelo sosegado
al borde de la brisa
manantial sin retorno
hacia el torpe país
de lo concreto
testigo o sepultura
de un vuelo desprendido
en el instante
del dolor
o el gozo.


portada de Sonetos (1985/1990)

Sonetos (1985/1990)


Vine a escribir un verso y, de repente,
me vi dándole forma a tu sonrisa,
perfilando tus labios con precisa
y renovada sed adolescente.


Imaginé la forma sugerente
tras el leve tamiz de tu camisa,
y ese sabor a menta y a melisa
que descubro en tu cuerpo incandescente.


Desde el endecasílabo a la espuma,
huésped de mi deseo y de tu ausencia,
fui imaginando, exacto, tu retrato.


Así fuiste surgiendo, de la bruma
a mi recuerdo, toda transparencia:
haciendo de mi verso un garabato.





Yo no sé del amor, sino que existe
porque existen tus ojos y tus manos,
tu suave voz, tus signos meridianos,
tu sonrisa, que vence lo más triste.


Y porque en ti me insiste y se resiste
frente a los contratiempos cotidianos;
porque contigo alivia mis veranos,
y en los inviernos su calor me asiste.


Y así sé que es tangible y me acompaña,
y ventila mi casa y persevera
haciéndome crecer hacia tu altura.


Sé que tiene tu rostro y desempaña
mi historia antes de ti, cuando no era
sino un viajero por la noche oscura.


Alba

Alba (1989)

Acariciar la luz hasta quemarme
en la más habitable transparencia.


Ser ya luz:
abrazado
al centro que define
gravitación tan alta.


portada de Jardín de luz (1996)

Jardín de luz (1996)




Fluye el tiempo y, sin embargo,
—forma circular— no muere;
es el tiempo el que nos hiere
de muerte, y pasa de largo.
Lo que corre a nuestro cargo
no es el tiempo, es nuestra vida:
envite en una partida
que con el tiempo jugamos,
aunque de sobra sepamos
que está la apuesta perdida.



Veinticinco poemas en Carmen

Veinticinco poemas en Carmen (1999)

PRELUDIO



Errante por las rutas que el tiempo va marcando,
he cruzado regiones que el corazón registra:
desiertos, valles, selvas, rotundas cordilleras
donde la sangre escribe cuanto la voz se calla.
Viajero infatigable al norte de mis pasos,
aprendí mil celadas con que enfrentarme al miedo,
palabras como espigas, caricias como hogueras
en las noches de invierno, sin posible cobijo.
Visité mil ciudades, me sumergí en mil ríos,
aprendí a ver los ojos de los hombres que callan.
Y fui creciendo al mundo más allá de los gestos,
otro más en el centro de la espiral de un Todo.
“La vida —alguien me dijo— es seguir adelante,
aunque a veces tu sueño no apunte al horizonte;
aunque nada esté claro, y el mar esté furioso,
y esté todo vacío, sin luz, y sin canciones.
Los hombres —insistieron— a veces se contagian
de una fiebre de odio que no respeta al hombre,
y adoptan sin recato el corazón del lobo,
y ofician a la muerte en grandes aquelarres.
Pero también —recuerda— hay luz en su mirada;
y una despensa llena de renuncias, y amigos
que se inmolan al mundo por dar una sonrisa
con que sembrar de dicha la ceniza de otros”.
En ese claroscuro la vida se proyecta:
cara y cruz de la misma moneda, que es el hombre.
Y es en ese paisaje, vegetal o terrible,
en el que fui avanzando hacia mi propio espejo.
Por esas latitudes, vagabundo sin rumbo,
fui bebiendo la savia de mi propia fatiga,
y un número perdido dentro de un infinito
fui yo, sin esperanza, sin mañana, sin fuego.
Cuando surgió su rostro la luz se hizo distinta,
traía su nombre: era espejo de sus ojos.
Recompuso el camino donde andaban mis huellas
sin orden ni concierto, sin razones ni normas.
Y así, desde aquel día, reconozco mis pasos,
y todo guarda un orden que antes jamás tenía.
En ella estoy completo. Soy feliz. No persigo
otro afán que no sea la estela de su tiempo.


portada de En lento descender (1998/2005)

En lento descender (1998/2005)




Desde mi mente hasta el papel
hay un camino que recorro:
blanco espacio de luz o sombra,
abierto siempre a lo innombrable.


Lo voy andando con palabras
que me enseñaron mis ancestros,
pero mis huellas son las huellas
de mis errores y mis sueños;


de mis pasiones y mis dudas,
mi escepticismo y mi entusiasmo:
todo, en un Todo indivisible,


en un boceto inacabable,
pues está en mí, en tanto sigo
restando, con mi suma, el tiempo.







Estoy ante la nieve de la página
escuchando el silencio.
Mi corazón se agita y por mi sangre,
a la deriva, fluyen los recuerdos.


Yo me miro en un cristal de fiebre
que me dicta palabras.
Los espejos
me devuelven los gestos de un extraño
que conoce mi nombre.
No comprendo
cómo el reloj desgrana, indescifrable,
los rincones del sueño,
ni cómo el galopar de mi memoria
va desangrando voces por mis dedos.


Estoy ante la nieve de la página,
que se convierte en barro
conforme me confieso.



portada de Sobre la cruz del tiempo (2005)

Sobre la cruz del tiempo (2005)




Ven y bebe conmigo de la copa del tiempo.


Apúralo despacio y saborea
la miel que lo contiene,
el néctar que te atrapa,
la suavidad del líquido sin fondo
que nos va conformando, si bebemos.


Sin embargo, no pienses
que toda copa será igual, pues cambia
su paladar, conforme a la cosecha
de dolor o de paz, de amor o sombras.
Apúralo, no obstante. Pues no vuelve
la gota malgastada, aunque, a la postre,
siempre pase factura
la vida, de ese trago.


Ven y bebe conmigo,
compárteme en el fuego de esta copa
de tiempo que alargamos
instante tras instante, hasta que quede
seco el fondo y la luz
en el cristal se torne
opacidad,
silencio.









Como canta la vida
desde cada rincón de su espesura
su propia construcción, así yo canto
—conforme con mis signos—
la construcción del día.


Alzo palabras
que conjuran la duda,
y hasta salvo
arcanos jeroglíficos que ocupan
mi pensamiento en múltiples respuestas
que al fin, ya contrastadas,
se resumen en una:
tú, mi tiempo.


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