Marta Tikkanen, nacida en 1935, pertenece a la minoría finlandesa de expresión sueca. Ha escrito guiones, textos dramáticos, colaboraciones periodísticas y dos novelas: Los hombres no pueden ser violados y Caperucita roja.
Poesía: La historia de amor del siglo. Editorial Hiperión. 1978
NOS PUSIMOS a vivir juntos
no porque nosotros
lo quisiésemos
sino porque
no podíamos dejar de hacerlo
Nosotros no nos vamos
cada uno por nuestro lado
aunque es lo que queremos
porque todavía no podemos prescindir
el uno del otro
Si esto es odio
¿cómo es entonces el amor?
A MÍ ME FUE fácil
al principio
bastaba con amar
Era bien fácil
amar
cuando una siempre había estado rodeada
de amor
y cuando había aprendido muy temprano
que el amor era lo más grande
y lo más alegre
y lo mejor que había
Mientras hubo amor
todo fue bien
Pero luego se convirtió en odio
y el odio estaba prohibido
cuando yo era pequeña
¿Cómo proceder
con un odio
que no puede existir?
No se dicen palabras feas
No se blasfema
No se pega
No se grita
No se dan portazos, desde luego
No se deja traslucir nada en la cara
No se tira ninguna cosa
naturalmente
Hay que tratar de ser verdaderamente amable
cuando se odia
Hay que tragarse el odio
comérselo
no manifestarlo
no admitir nunca su existencia
A mí no me fue fácil
odiar
pero lo fatal fue
no hacerlo.
AUNQUE SÉ
que los seres humanos mueren
por falta de seres humanos
casi no aguanto
los gritos y las voces,
las carcajadas y la cháchara y las exigencias y el amor,
las aglomeraciones, la proximidad,
todo eso que se abalanza sobre mi
en cada instante.
Astuta y taimada
revolucionaria y temeraria
me consigo como sea
unas horas de soledad en el sofá
en mitad de la noche.
A MÍ NADIE me pegó
nunca
Cuando era pequeña
me daban
en los dedos y me decían
¡No!
Entonces ya no tocaba más los libros
de la biblioteca
Cuando me hice mayor
y quería estar fuera de casa
hasta las tres de la noche
cuando yo tenía quince años
Entonces pronto dejó de ser importante
estar con ellos
por la noche
Cuando un día
hace ya muchos años
me perseguiste con el atizador
borracho
no te tuve ningún miedo
porque no fue mi nombre
el que gritaste
al levantar el atizador
y enseguida te calmaste
cuando te cogí la mano
y te hablé
y oíste
que era mi voz
A mí no me pegó nunca nadie
y nunca tuve
miedo físico
de nadie que hubiese podido tener la intención
de pegarme
hasta que tú me pegaste
Tienes realmente motivos
para tener miedo
de mí.
PARA MÍ
el amor no puede ser nunca
dos que se quedan acurrucados
en un rincón
mientras la vida pasa de largo rugiendo
Para mí
el amor tiene que ser siempre
muchos que luchan hombro con hombro
– tú también, yo también –
ahí fuera en mitad de todo
en plena vida
Traducción de Francisco J. Uriz.
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