Ana Vega
Ana Vega (Oviedo, Asturias, 1977) es una poeta, narradora y crítica literaria. Colabora en los periódicos La Nueva España y Oviedo Diario, y en revistas como Clarín. En 2008 obtuvo un accésit del XXVI Premio Nacional de Poesía "Hernán Esquío", mientras que en 2011 fue reconocida con el Premio de la Crítica de las Letras Asturianas. Ha sido incluida en antologías como La manera de recogerse el pelo (2009), coordinada por David González, y en el estudio Poetas Asturianos para el siglo XXI (2009) de Carlos Ardavin. Compagina la escritura con la coordinación de cursos y talleres de creación literaria.
Obras
Narrativa
Realidad paralela (Córdoba: Editorial Groenlandia, 2011)
Llanquihue (Madrid: Huerga & Fierro, 2012)
Poesía
El cuaderno griego (Mieres: Universos, 2008)
Breve testimonio de una mirada (Madrid: Amargord, 2009)
La edad de los lagartos (Cádiz: Origami, 2011)
Herrumbre (Córdoba: Groenlandia, 2012)
Al xeito del tambor (Oviedo: Trabe, 2013)
Si me rescatas
del frío,
prometo abandonar
el invierno
para siempre...
NUNCA
Hay ojos
que me miran
sin verme,
y manos
que aún
expertas
en adiestramientos
ajenos,
infinitos, quizás,
nunca hallarán
el punto exacto
en que mi geometría
alcanza
la curvatura perfecta,
cuando pierdo entonces
la conciencia
pues sólo de ese modo
mis piernas
alcanzan
la postura
impronunciable
del viento,
y mi espalda
se arquea
y mis manos
buscan
bajo
la niebla
de la respiración
de al lado
un apoyo
donde esconder,
proteger,
aquello
que no tiene nombre:
el presente paralizado
entre dos cuerpos.
La bendita cercanía
vencida por un beso.
Y aún así
hay manos
que desconocerán
siempre
el pliegue
más íntimo
donde
mi cuerpo
se convierte
en una boca hambrienta
y tu cuerpo
en sed infinita.
Hay manos
que nunca,
ojos que
nunca,
nombres que
nunca
sabrán
nunca
jamás
nunca
nada
de mí.
LA CUERDA
Hay cuerdas
colgando
del cielo.
Preparadas, listas,
para encajar
cabezas
con un nudo.
Hay cuerdas
que se convierten
en soga
y
cuerdas invisibles
que anudan
las manos.
La cuerda
luce
recta
hacia
abajo
desde
el cielo
esperando
el momento
exacto
en que los ojos
en búsqueda
desesperada,
alcen
su última
oración
hacia el techo
y justo
entonces
no hallen
mas respuesta
que el hueco
que les ofrece,
limpio,
intacto,
la cuerda
suspendida
en el aire.
La nada
que permanece
invariable,
aquella
que cubre
cabezas
con su manto
blanco.
Firmemente
anudado
tu cuello
entonces
a la eternidad.
AUSENCIA DE FE
Perdí la fe.
Me quedé
atrapada
en la red
que teje
la araña
del desconcierto.
La incredulidad
certera
de quien
ha visto
demasiado.
Algo incurable.
El final del cuento
en homenaje a Inés Toledo
y su libro El final del cuento
A veces
tengo sensación
de batalla perdida,
de general
con hombres muertos
a sus pies,
con manos ensangrentadas
pero inútiles…
Cansancio acumulado.
Elaboración de tácticas
y estrategias
estudiadas con precisión
de bisturí
y a las que siempre
vence
el caos
del mundo
más cotidiano.
A veces
siento
que ni los cuchillos
más afilados
logran
cortar bien la carne.
Siento que poco
o nada
tiene sentido.
Y sin embargo,
en contadas ocasiones,
veo con claridad, exacta,
de halcón
desde las alturas,
cómo la verdad
vence al cobarde;
cómo el triunfo
está asegurado
desde el principio
para aquéllos
que se mantuvieron firmes,
los locos, los salvajes,
los que no se dejan
domesticar:
los más cuerdos
entonces.
Y sé que noches de cuchillo
y ruido ensordecedor
les preceden,
espinas bajo sus pies,
clavos ardiendo
siempre
en sus manos
y muñecas rotas.
Al final
del cuento
la paz
llega a los ojos
del indómito
con la facilidad
con la que el cielo
abre sus puertas
tras la tormenta.
Benditos sean
aquellos
que han logrado
sobrevivir
al desierto.
La mentira
No saben.
No entienden.
Ellos. Los que gritan fuera,
los que no escuchan.
Aquéllos que se empeñan
en cerrar los ojos
ante la mentira.
La verdad del hombre
duele demasiado.
El hombre se convierte
en hombre
cuando decide
seguir sus propias normas.
Ningún dios
puso sus manos
sobre ningún
niño herido
nunca.
La peste de este siglo
es la ceguera
que todos
nos imponemos
cada día
para salvarnos.
No hay dignidad
en eso.
No hay dignidad
en tragar saliva
y seguir caminando
como si nada.
CADA VEZ QUE HAGO
Cada vez que hago
el leve intento
de golpear mi mano
contra ese muro
que solo yo veo,
cada vez que me niego,
entonces, realmente,
me siento sola.
No se puede luchar,
ni esquivar los golpes,
la soledad
es atravesar ya el muro
pero hacia dentro.
ME PESA LA PARED. LA CASA ENTERA
Me pesa la pared. La casa entera.
hay tanto espacio.
Me sobra todo.
Me falta
todo.
La casa es un océano desconocido.
El olor de la piel es blanco,
no se parece a nada,
no es nada,
ha perdido toda humanidad.
Ya no distingo
entre la pared
y la carne.
El silencio es brutal. Quema.
Sobrevivir no es salvarse.
En el vértice de tu forma
A cuerpo abierto,
te voy adivinando.
en el lugar menos propicio hallo
la consistencia brutal,
el esqueleto mismo,
la respuesta al hombre, la piel,
esa tenue sugerencia íntima
a la anarquía.
y te repaso, y te comparo,
y te huyo dos pasos
porque así, despierto,
te ves, de veras, grande.
No sé si mirar
o cerrar las puertas,
si alejarme
o caer despacio.
ARDE
Precaución, arde.
Esta mujer que escribe arde.
Su piel quema
y aún es peor en el caso de su pensamiento.
Ese carácter encendido
le provoca una mala acepción del mundo
y es por eso que ustedes deben alejarse de ella.
Arde esta piel y esta palabra,
y esta conciencia que tan sólo encuentra justicia
en cierto equilibrio entre palabra, obra y hecho.
Tengan precaución entonces y cierto cuidado,
pues toda llama tiende a extenderse
y es fácil entonces
que esta voz les alcance
y tal vez hiera
en esta quema necesaria,
en este incendio que busca provocar
la palabra escrita.
Cómo comprender el mundo entonces
si no es a través de este avanzar entre las llamas
y que afecte cada luz, cada sombra, cada actitud y comportamiento
que observas y has de traducir a este reino
de silencio roto por la palabra.
Cómo enfrentarse entonces al mundo
de otro modo, más allá de una traducción
dolorosa y exacta de éste.
Tengan cuidado entonces, insisto,
esta mujer arde, quema,
arrasa y destruye todo cuanto su palabra
o roe alcanza.
Y ésa es su intención primera
al escribir.
Conciencia en llamas
que ha de quemar
y alcanzar al otro.
Precaución,
pues arde.
Ese frío absoluto
de sus manos
así lo atestigua.
LA MUÑECA
La primera muñeca
o juguete que mi madre recuerda
haber tenido
estaba completamente desnuda.
Dice haberla apretado
tanto y con tanta fuerza
que cuando ésta se cayó
y perdió en el campo
ella mantuvo
firme el gesto y la postura
durante todo el día.
Al igual que quien sufre
el dolor fantasma
de un miembro amputado
nunca ha superado esa carencia.
*
Si pretendes impedir que hable
o piense o diga ambas cosas
debes atar bien fuerte mis muñecas
y coserme la boca con tal brutalidad
que impidas que yo misma
me devore los labios
hasta esculpir todo silencio.
He de decirte que tengo
cierta tendencia a romper toda atadura
y alzarme de nuevo desde la nada.
Y contra esto he de decirte, también,
es imposible cualquier intento
de silenciarme.
BLESEÉ
A David González, quien abrió la puerta
aquel día tan frío.
Años y años
muerta
de frío.
Herida.
Rota.
Los buitres
me arrancaron
los ojos
hace
demasiado
tiempo.
Inocencia
extirpada
a dentelladas.
Pero confianza
ciega
todavía
en quien ahora,
en este mismo instante,
abre la puerta
y entra.
Mis ojos
en sus ojos.
Lentamente…
LA CHICA DEL PUENTE
La chica del puente
busca desesperada
bajo las aguas
del Sena
al lanzador
de cuchillos
que consiga
coser
sus grietas.
Éste la observa
desde lejos,
adivinando
en cada movimiento
de su lucha
constante
por mantenerse
firme
frente a la muerte
una señal
que sólo él puede ver.
Ella gira su cabeza
hacia un lado
y otro
porque el reflejo
del cuchillo
le llega
de todas partes:
dentro,
bajo el agua
y en él.
Cuestión de decidir
el camino más suave
hacia la muerte,
gélidas aguas del Sena
que te engullen
sin saber tu nombre
o los ojos que te
observan
en ese mismo instante,
en ese puente que has elegido.
Y entonces,
él decide
por ella.
Se acerca
y la deslumbra
con la rotundidad
con que afirma
conocer
sus gestos,
su silueta
y los secretos
que la suerte
le niega
a aquellos
que en noches frías
buscan amparo
en los puentes.
Él le ofrece
sus armas
y ella elige.
Chica del puente
busca
lanzador de cuchillos…
LA LOBA
Como la loba
que carece de amo
y sufre espasmos de melancolía,
enredada en pensamientos
que van desde tu boca
hasta el fin del romance.
Acarreando mil soledades
que acechan por todas partes.
Lamiendo restos de ti,
retozando bajo tu olor
que aún perdura
en el suelo más frío
de la casa.
Aullando cada noche
como la perra que soy
a tus pies.
Murmurando jadeos que se recuerdan
para sobrevivir
entre estas paredes
que un día bautizamos juntos.
Rasgándome la falda
en tu memoria,
y caminando como perdida
a media luz, a ciegas,
por callejones
a los que con altísima frecuencia
me arrojabas a los abismos del amor.
Jurando, bajo estas últimas sábanas,
que si no vuelves
me entregaré en tu honor
en cuerpos y extrañas voces
buscando recodos inauditos,
ecos, alientos desbordados,
posturas impronunciables,
rastreando tus pasos
por el infinito mundo del cuerpo ajeno.
Como la loba que soy,
como la perra que sigo siendo.
PRESENTE
A las once llego a casa, arrojo la gabardina y el maletín al suelo, me quito los zapatos, acaricio al perro y me dirijo a la cocina; allí cojo algo de la nevera, cualquier cosa, me siento y devoro como un animal. Luego voy al salón, enciendo el televisor y me quedo dormido en el sofá. Desconozco la hora en que llega ella. Recuerdo, a veces, los años en que los niños aún vivían en casa, cuando todavía nos dirigíamos la palabra, cuando dormíamos en la misma cama y ella no regresaba a casa con hombres desconocidos que dejaban en su ropa un profundo olor a tabaco y noche. Lo que apenas recuerdo ahora es el momento en que ella apareció en mi vida. Como si el presente hubiera devorado al pasado.
FIEBRE
Mi hermano se moría lentamente. Su expresión de vacío me aterraba. Le cogí de la mano y apreté fuerte. Él dijo: "No hay luz, no veo la luz". De repente, todo se oscureció.
MUJER SECA
Decían en el vecindario que su voz era la de un hombre y su modo de caminar y de mostrarse altiva cuando arreglaba el jardín con su ropa de trabajo. Parecía haber tenido una vida difícil. En el vecindario se contaban todo tipo de historias sobre ella, algunas truculentas. A ella, sin embargo, parecía no afectarle nada. Mujer seca por dentro, decían.
EL RING
Él dijo: pide un deseo. Ella dijo: un saco de arena y unos guantes de boxeo. Un profundo silencio invadió la sala. Dios bajó la cabeza, se sintió impotente.
PAPÁ NO NOS QUIERE
Corrí hacia el tren con los niños de la mano. No podía sujetarlos bien, me temblaba todo el cuerpo. Llevaba la falda rota y las medias, y el pelo enredado. Entramos. El tren arrancó. Cuando el revisor se nos acercó para pedir el billete no pude decir nada, me había quedado sin voz. La niña dijo: "Papá no nos quiere". Aquel hombre volvió enseguida con un vaso de agua y algo de hielo para la cara. Ya no podía alcanzarnos. Giré el rostro hacia la ventana. Todo había terminado. Un nuevo futuro nos esperaba a los tres.
Y a la hora de cenar
un plato sólo
y un vaso hueco.
La sombría ausencia
de quien existe tanto
pero no está.
La mancha que lo emborrona todo
con su recuerdo.
La apetencia voraz
que se extiende por las cosas
y se diluye un instante
a medio libro,
que se enciende en cada página
y se esconde de nuevo.
El ansia de no tener,
del abandono a secas.
BRONQUIAL
Díganles que he muerto. Cuando pregunten e insistan en saber,
díganles que he muerto. Cuando se empeñen en buscarme,
en indagar, en llamarme, en alzar mi nombre sin suerte alguna,
díganles que he muerto.
Mi tío dice que el cáncer de próstata le impide ya ir al baño
con cierta normalidad. Explica cómo debe él mismo introducir
los dedos y sacar y sacar, y sacar cada día. No me resulta ajeno
ni difícil de entender. Hace mucho tiempo que no puedo ser alguien normal
por el corte, la marca del bisturí. Pero nadie quiere hablar de estas cosas.
Todo el mundo quiere avanzar hacia delante en huida.
Creen que ellos se librarán de toda esta atrocidad cotidiana.
Bendita ingenuidad.
Hace meses que necesito ir con el pañuelo en la mano,
a veces, no llego a tiempo, la expectoración negra y la sangre
—también en vómito—
invaden mi boca demasiado rápido,
no alcanzo a llegar a tiempo, no alcanzo, no puedo, no
alcanzo…
La enfermedad refleja no obstante muy bien la vida que llevamos,
la que no vivimos, la que padecemos antes de la muerte,
de ahí que lo que sale de mi respiración
que se ahoga en cada latido
sea algo tan oscuro, a veces negro del todo.
Cómo sacar de otro modo esta negrura…
La garganta. Los bronquios. La mancha en el pulmón. Datos absurdos.
La tuberculosis que te ronda de un modo romántico desde la niñez
pues quizá es lo que toca al escribir, tal vez con esta palidez…
Eso es algo que antes se transmitía a través de las cartas, dice mi padre.
Y todo comienza a convertirse en un guion establecido en el que el mi vida
parece un cuaderno de faltas.
Más bien torpeza de la vida en su desarrollo y el de este cuerpo.
Arrancar un fragmento de esa garganta opinan los médicos
y curiosamente ésta se convierte en vínculo:
mis mejores amigos padecen esta incompatibilidad de tragar ante la vida
y por eso apenas tenemos ya voz
y otros ya han sido enterrados a través de su pulmón o faringe.
Curioso, esto que llaman algunos somatizar.
También de esto se muere, pero siempre son otros y otras,
sigue sin alcanzaros…
Si preguntan, si siguen insistiendo pese a sentir la dificultad
de esta respiración y de esta vida,
díganles que he muerto,
que al fin respiro de un modo absoluto
con la tranquilidad y firmeza del suelo.
Llenos ahora mis pulmones ya del todo
de este color de tierra que escupo
y en el que ahora me fundo.
Díganles que me dejen respirar
tranquila, si es posible.
*
"Hay que administrarse muy, muy bien".
Y la madre señala con el dedo índice
el ticket de la compra,
el precio exacto del pan
que la niña ingiere.
Ésta sufre un leve atragantamiento
al sentir el peso de las monedas
en su garganta.
"Hay que administrarse muy, muy bien".
Y también el tiempo,
el que dedica ese padre y esa madre
por dar de comer al hijo
y exigir que éste
pague con su sangre
este beneficio
extraordinario.
Jamás en ningún animal
ni ninguna especie más que la humana
se ha visto
esta exigencia infinita y atroz
que convierte el cordón umbilical
en una especie de pacto con el diablo
o tal vez hipoteca bancario.
La niña, el hijo, ambos
siguen contabilizando la felicidad
en aquello que pueden comprar.
Tal vez alcen la voz
para pedir el importe exacto
en monedas
de todo el sufrimiento acumulado
que ese padre y esa madre
provocaron al darle vida.
Algo que ellos nunca
les han tenido
en cuenta.
HERENCIA
Dolor de mandíbula
de morder hacia dentro.
Cicatrices que el agotamiento provoca
en los brazos
-también el vientre una sola vez-.
Cansancio,
palabra oleaje,
turbia, agua sucia.
Ella dice:
"Todo lo que tienes lo heredaste
de las putas de tu padre"
Y nada más.
Sentir esa antigua herencia
tan arraigada
que te perfora
y quizá explica
cierta marca entre las piernas
u hostilidad en el rostro.
Atada pues de por vida
a la miseria y las ratas
pero nunca a la mansedumbre.
ME ATORMENTAN LAS PESADILLAS, NAZARET
Me persiguen las pesadillas, Nazaret,
me buscan, me atormentan
y ya no consigo establecer los límites
de la realidad y el presente.
Al igual que la marea arrastra
el pasado me arroja recuerdos graves
y por esta similitud marina
o identificación salina
siento mi piel más blanca
y erosionada por la repetición del golpe,
y es algo más profundo
que el miedo.
Y es algo peor que el llanto.
Es algo así como el fondo del abismo
posterior a la lágrima.
Y en esta devastación, Nazaret,
ya no hay nada.
Al igual que la roca
extremadamente pulida por el oleaje,
siento mis manos y mirada ásperas, gastadas,
en estado envejecido,
y la marea vence cada día un poco más,
gana terreno
y se adentra al igual que esta pesadilla
lo inunda todo más allá de las noches.
Me torturan las imágenes, el olor, la náusea,
todo ese sufrimiento pasado que se reproduce
en ráfagas a cada instante.
Temo haber perdido la posibilidad de anclaje.
MAÍZ
Mi padre luce
una dentadura perfecta,
cuestión de herencia,
dicen.
O de apretar los dientes.
Mi padre recuerda aún hoy
la ferocidad con la que sus dientes
devoraban el maíz crudo
para quebrar el hambre.
Dicha herencia
nos impide
aflojar la mandíbula
en esta casa.
LA BICICLETA
Agradeceré siempre haber conocido el triángulo laboral
Desde sus tres vértices.
La parte superior, inferior e intermedia.
Mi madre utilizaba la bicicleta como vehículo para trasladar
Miles de peces muertos que luego vendía tras kilómetros
Y kilómetros de carretera y bosque y tierra y los zapatos rotos.
Mi padre siempre recuerda la dureza de los dientes al comer maíz.
"Hoy no volváis a casa porque no hay nada para comer" decía mi abuelo.
Y todos sus hijos buscaban una casa donde ofrecer sus servicios
A quienes ofrecían alimento como pago a niños por la agilidad de sus manos.
Mi madre tiene siempre presente el lugar en el que te coloca apenas saber
Colocar letra tras letra, y la impotencia que eso te provoca en el pecho
Ante una simple carta. Y la impunidad que sigue a ese hecho.
A mi tía le hubiera gustado estudiar y por eso devora libros aún hoy,
Como si de algún modo lograse recuperar el tiempo arrancado de sus manos,
Manos que se enterraban en la tierra para siempre,
Tierra que inunda el corazón de por vida y luego se funde
y venda los ojos de un modo definitivo.
Aprendí el significado de poseer cosas muy pronto
Y todo lo que significaba no tenerlas.
También que a las señoras de bien les gusta escoger a niñas de familia humilde
Pero que sin embargo son "finas" y "educadas"
-dieron por hecho que la cultura de los libros sólo alcanzó a los que
pudieron comprar dicha cultura y dichos libros-
Puesto que la cultura viene de cuna, de cuna y ornamentos, dicen,
Pero no de la pureza del alma que surge de modo natural,
Seguimos malinterpretando el mundo...
Veo en este tejido familiar la raíz de quien soy ahora y muchas de las alteraciones
Que sufro al contemplar cómo la escena se repite
Y negarme a tragar mentira alguna
Pues en mi piel y en mí llevo la experiencia,
conciencia e instinto de más de una generación entera,
como para que alguien venga a decirme ahora
que las cosas han cambiado o que a alguien le interesa dicho cambio.
Mi madre utilizaba una bicicleta prestada como instrumento de trabajo,
Mi padre no llegó a tenerla,
Años y años entregados a otros, otras, digamos casta, digamos aristocracia,
Digamos los que pueden y las que pueden con absoluta impunidad,
Que ahora siguen jugando con los mismos elementos.
La bicicleta sigue siendo en nuestra familia un objeto de deseo
Que no hemos conseguido rozar siquiera.
Hay cosas que no cambian nunca.
HUESO
Hablo desde el hueso,
desde la carne abierta.
Recuerdo
ahora
la noche
en la que entendí
que el dolor no te abandona.
Llega, se transforma,
cambia, pero no muere nunca.
El dolor no mata,
están todos equivocados,
todos mienten.
Cuando te toca
tu rostro ya no es el mismo.
Te agarra fuerte, te suelta,
pero la tregua es solo engaño
solo parte del camino
que él mismo impone.
Nada hay más fuerte.
Y nada te hace más fuerte.
La frase es bien conocida:
las personas heridas
son peligrosas,
saben que pueden sobrevivir.
Te matás tú.
Él no se mancha.
BAJARME DE LA CRUZ
Bajarme de la cruz,
arrancar los clavos,
lamer la sangre
con la lengua
y enfrentarme
a la mujer que soy,
pese a todo,
pese a todos,
tiene un precio
demasiado alto.
Algunas
permanecen
clavadas
de por vida.
Cuestionar la verdad. Una verdad que el ser humano parece negar ahora y negarse también escondiendo en el núcleo de dicha hipocresía no sólo una cobardía clara, también la desesperanza de quienes han perdido ya su condición humana, esa especie de masa informe que siempre han intentado convertir en instrumento de guerra, y de beneficio, todos aquellos que sigan encerrándonos en campos de exterminio, quemándonos en la hoguera y colocando contra la pared por no cosernos la boca a las entrañas mismas y cerrar así toda posibilidad de expresión mínima. Anular al que consideran débil por la única razón de
atreverse a negar, activar su conciencia y defender todo aquello que otros intentan ocultar por todos los medios para lograr así mantener su estatus y también una mansedumbre generalizada.
Invoquemos pues el tiempo de la rebelión, conjuremos esta domesticación atroz con la que adormecen nuestros cerebros.
WOMAN
Esa mujer que todos conocemos,
quien manifiesta su supervivencia
cada día a golpe contundente
de tacón afilado cual navaja,
que camina por las calles con absoluta decisión
pues sabe desde siempre que su camino se recorre a solas.
Aquella que no teme a la verdad,
la que agarra a su hijo de las entrañas mismas
para arrancarlo del dolor,
la que antepone lo imprescindible,
lo realmente importante,
ante lo que nunca será bien visto por los hombres
que creen dirigir la tribu fantasma.
Mujer que corre con los lobos,
guerrera, la no vencida,
la que no abandona el ring
hasta pisar la lona.
La eterna Juana de Arco.
Aquella que lame sus heridas
a solas como los gatos,
la que se defiende una y mil veces
ante la impunidad de la injusticia que nos vence cada día.
Ella, tú, nosotras, las que seguimos creyendo en cada grieta,
con cada golpe,
la fuerza crece en nuestro vientre
y porque la mujer sabe transformar el mundo en acto,
en hecho,
en maneras de sobrevivir a la desesperación profunda.
Aquella que deshace el nudo con los dientes.
Porque ellas engendrarán "legiones de hombres buenos"
que crecerán en multitud por los siglos de los siglos
reproduciéndose en constante mutación continua
hasta alcanzar la absoluta cercanía
que aún necesitamos sentir entre mujer y hombre.
Mujer que sueña en blanco y negro,
que conoce los abismos pues en todos ha estado,
que pelea y no se cansa pues su lucha es incensaste
tiene el poder de las mareas
cuyos océanos reproducen de forma rítmica
cada uno de sus gestos,
ese vaivén que nos describe en sigiloso susurro su anatomía.
Mujer más allá del cuerpo,
mujer sin amo "ni patria ni religión",
mujer cuyo origen nace en el centro mismo del universo
y a él regresa en cada muerte.
Mujer que renace por tanto cada día
en cada minúscula población del mundo
y cuyo llanto es el llanto del mundo entero.
Mujer violada, torturada, sacrificada, rota, en definitiva,
por el verdugo que tanto teme su poder ancestral.
Mujer que ha de soportar la sangre sobre su piel
cuando decide, finalmente, pero nunca tarde,
alejarse de quien se agarra con fuerza a su espalda
para tapar de modo alguno la debilidad
que tan sólo los ojos realmente abiertos,
aquellos que habitan el alma,
pueden ver en el rostro de la ira, en la debilidad ajena.
Cansancio, peso, dolor en el centro mismo del corazón
que viene de lejos, tan antiguo, que nos cuesta reconocer
como nuestro.
Mujer que decide seguir peleando frente a las voces
que susurran rendición,
frente al rol de hembra pacífica
que ha de conservar las gormas que otros le arrebataron.
Todas y cada una de las mujeres
que deciden, una y otra vez, llevar a cabo sus propias vidas,
sus propias reglas, decisiones, normas,
pese a todo lo que eso implica,
las que saben maquillar el golpe en el ojo o la mejilla
en la que aún late el corazón viejo
y quellas que de las lágrimas últimas extraen
una sonrisa final
que desconcierta y desconcertará siempre al alma perdida
de quien busca de forma errónea más allá de sí mismo,
aquel que padece hambre eterna,
la escasa inteligencia de los que jamás se atreverán
a infringir norma alguna
repitiendo así el papel eterno del verdugo,
pagando su temor en el cuerpo del otro
con todo tipo de herramientas verbales y físicas,
instrumentos perfeccionados a lo largo de los años,
cuyas marcas la mujer arrancará a dentelladas,
una y otra, una y otra, una y otra vez,
todas las veces necesarias.
La impunidad es esa sensación que aún y tal vez siempre sentiremos
cerca, al lado justo,
en nuestras manos,
porque sabemos que nosotras, mujeres, elegimos pelear,
que nadie consigue ni conseguirá jamás domesticarnos,
pues como animales salvajes que somos
el instinto nos salva y salvará de toda trampa.
Los reptiles del mundo que conocemos
seguirán empecinados en colarse en nuestras vidas,
seguirán intentando silenciar nuestras voces,
que el susurro de la culpa que nos inculcaron
germine en lo más profundo
hasta quedar atrapadas en las redes más propicias
para ellos, para la caza,
para aquellos que crearon la normativa vigente,
quienes seguirán castigando nuestra decisión
de manifestar nuestro poder y sabiduría,
defender aquello en lo que creemos,
disfrutar del cuerpo que nos ha sido concedido a nuestro antojo
y no al antojo de quien duerme a nuestro lado
ciertas noches o tan sólo una,
nuestra voz se escuchará alta y clara
porque hace ya demasiado tiempo decidimos
no callarnos, nombrar, acusar, señalar incluso
al culpable de las atrocidades cotidianas
que ocurren a nuestro alrededor.
El segundo sexo nunca fue el sexo débil,
quien hiere o golpea es aquél que teme
y no al contrario.
No nos engañemos,
nos cortan el paso, nos detienen,
nos mutilan, nos asesinan, porque nos temen,
y si eso es así, y así lo es, puedo asegurarlo,
nadie nunca jamás,
podrá romper el círculo
de lucha constante en el ring
por alcanzar aquello que nos pertenece
y nos ha pertenecido siempre,
no sólo una "habitación propia"
sino también la casa entera, nuestro lugar en el mundo,
aquel que hemos ganado,
aquel que siempre nos ha pertenecido.
No nos creamos desheredadas de lo que siempre fue nuestro.
La manzana original
nunca fue castigo alguno
sino el primer paso
diminuto, escaso,
hacia la libertad
que ahora hemos de tomar por completo.
Ha llegado la hora de reconocernos frente al espejo
y que ese gesto
nos devuelva la imagen real,
el triunfo alcanzado
por todas aquellas que nos preceden
a quienes debemos rendir homenaje de la única forma posible:
peleando,
peleando siempre,
hasta el final...
.
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