viernes, 24 de diciembre de 2010

2639.- ALEJO CARBONELL




Alejo Carbonell nació en Concepción del Uruguay, Entre Ríos, Argentina en 1972.
Ha publicado: No nada nunca (1995). Hache o cruz (2004). Pescados (Premio Luis de Tejeda 2007). Además, ha colaborado en diferentes diarios y revistas del país. Durante cuatro años fue co-editor de La Creciente.







Hay un tono que define la poesía de Alejo Carbonell. Una manera de decir las cosas que remite al interior de la Argentina, a Entre Ríos y a Córdoba, especialmente, y que sin embargo no necesita de palabras “regionales” para consolidarse.

En el largo texto que da nombre a este nuevo libro, ese tono, esa textura lingüística es potenciada por la forma en que se despliega el mundo del poeta. En este caso, ese mundo coincide, en términos espaciales, con una calle, Rocamora, en Concepción del Uruguay, pero en términos temporales, abarca varios estratos de reminiscencias que se superponen a las imágenes y las cargan no tanto de sentido como de intensidad.

Así, en una estrofa, puede condensarse el presente, la historia social y la historia argentina:
“al lado está el pelotero/ pero antes en ese terreno/ había canchas de paddle/ y antes/ vivió lópez jordán”. Como evidencian las minúsculas en el nombre propio del prócer litoraleño, no hay jerarquías en esas temporalidades superpuestas.

El trabajo de Carbonell consiste en desplegar como en un cuadro sinóptico, o mejor, como en un documental (de allí sus frecuentes menciones a tomas cinematográficas) ese continuo que forman la vida íntima y pública de una calle que es a la vez una ciudad.






Boomerang tejerían

Me gusta ir a la bicicletería de breppe
quedarme oliendo el taller
parado en el único rincón posible
y hablar con la tonada floja
sabiéndolo litoraleño
zumban
las gomas nuevas de los frenos
y zumban
las cadenas engrasadas.
En esa foto en blanco y negro
breppe podría ser un jockey
un poco inclinado el esqueleto de metal
la mano izquierda canchera
en medio del manubrio.
“Y si no preguntale a los afiladores
que va a pasar el día que yo cierre”
un sicus made in China
como banda de sonido
de un delicado trágico tejido.
Tengo amigos que andan
en bicicleta por el mundo
y discuten la teoría de los dos demonios
con del barco
menuda tarea
la de pedalear subiendo hacia Bolivia
y en el descenso, frenar ante el barranco.
Los atiende amorosamente breppe:
al que fabrica boomerangs
se los recibe a cuenta
los pone en la vidriera
y antes que la tierra cubra los motivos
de colores que decoran la madera
los compra una viuda de la SADE
para ornamentar la quinta de su patio.
Nadie lo sabe
lo cuenta el jardinero
que no escribe
pero se junta a fumar con los poetas.








El humor cordobés

El humor es como las amenazas
el colectivo corta los frenos
en una esquina céntrica
y chau
el mecánico come fideos
sin sacarse la ropa de trabajo
y mira las noticias con su esposa:
a ese lo revisé
ayer a la mañana.
Los nenes se paran
delante del televisor
una mujer tendida
que parece de goma
contrasta con el fondo de líneas blancas
de la senda peatonal
es una toma en picado
y el círculo que hacen los curiosos
completa lo que podría ser
una publicidad del España Córdoba.
El humor es como las amenazas
para que funcione
es necesaria
una correlación de fuerzas favorable.







El campo

El aire es el campo
donde se mueven las palabras
no ya por el viento
sino por pericia propia
algunas llegan lejos
oportunistas livianas
otras caen
groseras
como hojas de gomero.
Hay quienes creen
que la rama está inclinada
porque el viento del oeste llega
hasta el gran puerto del mercado literario
más la reverencia es una cosa cara
de la que no se vuelve
sin otra agachada.
Prefiero al ex veterinario pueblerino
devenido en correcto realista remisero
que construye
un eterno exquisito cadáver
con cambios de clima
de gobierno
y otras consultas
del reino animal
con los pasajeros.







El río que conozco

En esta parte el río
tiene como cincuenta cuadras de ancho
si te parás acá no parece
pero son cincuenta cuadras de ancho
cien
para los que cruzan en canoa
a robar sandías uruguayas
quinientas para cocoliche
que remó agachado de oeste a este
a oeste a este
en la correntada de la noche
salvando compañeros.

Conocí a alguien
que pasó navidad
abrazado a una boya
justo en la línea de guiones
que en un mapa señala la frontera
la ciudad tomando sidras económicas en los patios
el bote hundido
la boya en movimiento
pino oxidado a merced de la agitación ajena.

Totó salía en canoa
en tardes frías
cuando los veleros
quedaban amarrados bajo las lonas azules.
Una damajuana de vino
apretada con los pies
y en el otro tablón que hace de asiento
el bandoneón envuelto
en una bolsa de consorcio.
Una vez llegado
el vino fluía
el tango fluía
todo circulaba oscuramente
amplificado con el poder del río
como un bebé.

La apología
la nostalgia por un paisaje
a punto de abandonarnos
la pretensión de olvidar
los ideales del bronceador
y la cerveza helada:
puede ser.
Es el río que conozco
que con furia lenta arrastra
los títeres de villafañe
las notas de adiós nonino
y todo otro sueño
que lo desvele.






Regando la calle

la patria es un polvo
apático y ligero

que flota en el aire

tras el paso de los colectivos
iguala a la estanciera
con el escort azul y el galgo
afgano
que espera
rasgando el tapizado
del asiento trasero

los colores de la manguera
viven
en las gotas que la salpican
hasta que la tierra
las mimetize

usa musculosas sin corpiño
la mujer del programador porteño
y es amable
cuando saluda a la chilena
esposa del chileno que vende
hornos chilenos
y se chupa y es un león golpeando
el hule floreado de la mesa
bajo el foco de sesenta

deja las herramientas
en la caja del rastrojero
y la mujer las baja de noche
para que no se las roben

“no sé si meterme, eduardo”
“ellos son así, no digas nada”

pero el polvo viene
de más lejos
el viento es un puntero convencido
y lo trae
liviano y temeroso
como ganado bobo

ella dice “que tal”
mueve la cabeza en diagonal
las tetas y el mentón adelante
“que tal, como te vá”
“buenos días” dice la chilena
conoce de memoria las baldosas
que separan las dos puertas

la presión de agua es la misma

las mangueras son iguales:
la camiseta de central
en la década del ochenta

salen a la tarde
los carteles del frente
nombran los trabajos de sus hombres

el del chileno, además
indica lugar de nacimiento

pasa una camioneta de la petrolera
las mujeres bajan sus mangueras
como bandera de largada
pero ya sólo quedan
dos huellas de tierra seca
y cardos
(estelas del desierto)
que ruedan
en la misma dirección.



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