Bruno Marcos Carcedo (San Sebastián, 1970).
Bruno Marcos combina la actividad en el campo de las artes plásticas con la literatura y la docencia.
Ha realizado numerosas exposiciones en España, Portugal, Italia y Nueva York.
Además de textos y artículos ha publicado una obra poética Libro de las Enumeraciones (1996), un ensayo de estética Muerte del arte (1997), las novelas Lo más profundo es la piel (2002) y La fiesta del fin del mundo (2004), así como los diarios Nevermore (2007) y Suite Voltaire (2009).
Ha sido incluido en las antologías Poesía Pasión y Diez Nuevas Voces.
Ha recibido varios premios como los de Arte Joven de Castilla y León, el de Creación Literaria del Ministerio de Cultura, Letras Jóvenes de Castilla y León, Creación Literaria del Instituto Leonés de Cultura y Pro-arte de Castilla y León.
Poemas
Fragmentos
de
Libro de las enumeraciones
Colección Provincia, Diputación de León, 1996.
Ha hecho falta el odio para llegar a este relato
el odio ante la blanca terquedad del dolor
el odio de las aguas lisérgicas.
Me ha dado miedo mucho tiempo este relato
pero el relato me ha perseguido y me ha llegado
su brisa helada bajo el sol.
Esto no es ninguna historia porque no te va a llevar a ningún punto, porque no va a haber ninguna génesis ni ninguna hecatombe, esto son las descomposiciones de los grandes excrementos, un instante en el proceso, un libro de enumeraciones que va a ayudar a bailar a quien está llorando y a llorar al que está bailando sobre los médanos en el sopor simpático de la sedación.
... yo me senté en el
semen seco y en las huellas de los dientes sobre la manteca helada e imágenes sin hilazón entraban en mí porque el conjunto de mi percepción crepuscular era áspero y citado sobre una pizarra donde la fertilidad era un impulso ciego de inanidad, donde la fertilidad resbalaba sobre cuellos de grasa y cavernas térmicas y no conocía más que un sillón vacío donde había un silencio nutriéndose en la opacidad. Tenías roto el camisón y bajo la luz débil en la mesita estaba la casa de alfileres y el pie de la lámpara con una jirafa que estiraba el cuello hasta la palmera junto a la bombilla. Daba la lata el viento contra la persiana. Rezaban en el pasillo a oscuras mientras cada uno en su cama se ovillaba. No hay ningún gesto dentro del frío, no hay muerte ni vida, dolor ni memoria sólo temperatura en la postura y mucho frío fuera y mucho frío dentro y antes y después al calor de la electricidad y agarrados como los mendigos mejilla con mejilla para producir más calor, sin amor, sólo temperatura y sobre el filamento todo cumplido como el circuito de la electricidad.
No tiene fin la ansiedad y muerde la piel como una solución carbónica y recorre el interior del tiempo y se enquista en los labios como una cifra mientras el corazón se sacude como un pez.
Es tarde y el televisor está encendido y sobre cuántas cosas precarias se sostiene nuestra vida y la luna temblando impenitente, y nosotros que moriremos para siempre y tantas cosas difíciles de nombrar fuera del absurdo.
Ahora es el silencio del electroshock e invisibles, flotando sobre el campo: la desesperación, el abandono, las humillaciones, la indignidad, la crueldad, los tormentos, el miedo, la incomprensión, la incapacidad, el deterioro, la degeneración, la repulsa, el dolor...
Y en la habitación el sabor crudo del fósforo frotado sobre las piedras del ferrocarril y los pezones sostenidos dulcemente junto a los cristales aplastados sobre el amor y en el lecho dalias ocultas bajo hortensias.
Hay en ti un territorio dulce sobre el que no tengo fuerzas para hablar. Es un campo de eucalipto con un sabio en una almena. No diré más. De todas formas es tarde de algún modo y estaremos sucios y olerán nuestros sobacos como un libro ajado y carnoso y estoy cansado del insomnio y mi despreocupación es más grande que mi dolor porque los barcos están cruzando mi ventana y me da igual. Somos esto: el resultado de una patada fuerte a la pelota.
Puede que sea el momento de la locura o de la soledad tan enorme que no exista más que en el espacio de la locura pero sólo hay una sensación como de estancia vacía y de que mis sábanas son las más ásperas del mundo y de que al fondo, en la garganta de la tómbola, hay una doncella en el barro.
Hay un aspecto aburrido sobre las escenas obscenas, tal vez el final o el comienzo de un estado de ánimo pero qué es este sabor que hay en mi boca y esta luz blanca que no cesa de volar sobre mi felicidad, cuándo apareció esta mordedura junto a mis testículos, qué es este suelo. Salud y objetos y palabras ponen en marcha mandíbulas lejanas, cosas incomprensibles.
Estoy equivocado en el futuro y estoy equivocado en mi pasado. Me he rendido en la esperanza y mi cuerpo se ha depositado en las olas y he desistido en los bramidos que podían desentrañar el mar y no creo en ellos y sólo les tengo nostalgia.
Cualquiera que sea la sustancia de este texto está abandonando mis venas y su marcha deja la sustancia de otros relatos secundarios y los argumentos también han desistido de sus formas y mi alma está engordando y me convierto en una bola sentimental que llora con afán de felicidad, en una boca conmovedora que quiere hablar mientras este libro se cierra como una herida y se extingue en mí bajo el presagio de su aura construida a través de la ceremonia de su reproducción.
Nada ha bastado aún para destruirme aunque
tengo la sensación de haber sido destruido.
Poemas
De
Serás para nunca
Aparecidos en la antología Poesía pasión.
Doce jóvenes poetas españoles
Libros del Innombrable, 2005.
¿Para qué tú?
Preguntas para el barro,
cabeza de barro, piel de barro.
Música de no, cuerpo de no.
Entro en mí y hay esto:
¿Para qué tú?
Es este cuerpo un campo de nunca.
Carne o sombra o luz.
Suena un silbido sin señales:
¿Para qué tú?
Trozos de sangre entre la hierba.
¿Qué edad, qué tiempo, qué qué
tuerce una felicidad de dedos?
Luz para nadie:
¿Para qué tú?
Libros del Innombrable, 2005.
¿Para qué tú?
Preguntas para el barro,
cabeza de barro, piel de barro.
Música de no, cuerpo de no.
Entro en mí y hay esto:
¿Para qué tú?
Es este cuerpo un campo de nunca.
Carne o sombra o luz.
Suena un silbido sin señales:
¿Para qué tú?
Trozos de sangre entre la hierba.
¿Qué edad, qué tiempo, qué qué
tuerce una felicidad de dedos?
Luz para nadie:
¿Para qué tú?
Estás ahí para temblar,
ave loca
en medio de la felicidad.
Eres en el miedo,
eres con el miedo,
eres el mismo miedo
y estás ahí,
flotas en el viento
y el viento flota en ti
como ceniza
adelantada al viento.
Poco a poco
das la espalda
a la tormenta
hasta que la tormenta
entra en ti.
Publicado por las afinidades electivas - España
No hay comentarios:
Publicar un comentario