José Cercas Domínguez. Poeta nacido en Santa Ana, Cáceres, en 1959.
De profesión Educador Social
Actividad literaria en general:
I.- Participación en Revistas:
A principio de los años 80, ha colaborado asiduamente con las revistas “Vivencias” y “Generación”
Así mismo, durante esa década, ha participado, también, en la revista “Vientos del pueblo”.
Ha colaborado con varias revistas que publican en formato digital, en Internet:
“Palabras diversas”, “Ariadna R.C” y “Sabor Artístico”
En Radio Requena, durante, al menos, un año, condujo un programa de emisión semanal, “Biografía poética”, dirigido por Elena Pérez y Pablo Motos.
Es miembro de la Asociación de escritores de Extremadura
Así mismo, es miembro del Directorio REMES (Red mundial de escritores en español) redescritoresespa.com
LIBROS PUBLICADOS:
-En 1.981 salió a la luz, en Madrid, su primer libro, “Primavera81.- Voces de hoy”, de la editorial “La Idea”, en colaboración con los poetas “Miguel Gámez Quintana, Ricardo Timiraos y Antoana
-En 2006, y con un gran éxito de crítica, la editorial madrileña “Alfasur” publicó su primer poemario en solitario: “El tiempo que me habita”,
-En 2008, publicó junto con otros poetas latinos “Todas las manos” Antología poética y solidaria.
-En 2009, de la mano de la editorial de Madrid, “Vitruvio”, ha visto la luz su segundo poemario: “Los versos de la ausencia y la derrota”
-Publica en el libro disco del grupo alfeizar.
En 2010
-Prologa el libro de la poeta gallega, Juana Corsina González Fraga. “Ángulo muerto” Editado por la editorial Alfasur.
-Publica en la antología poética “El vuelo de la palabra”
-Publica en el libro sobre Miguel Hernández. (Corrillo de diletantes)
Es colaborador literario del periódico "Avuelapluma" Extremaduradigital y Cáceres en tu mano
Coordina la antología poética de “poetas del mundo con Cáceres. ¡¡¡ Siempre!!!"
Poemas
Cuando la vida te alcance
(A esas mujeres que sufren el escarnio del maltratador)
Cuando la vida te alcance
Cuando la vida te alcance, digo
cuando el sol decline en tus ojos
y deje en ellos su último hálito,
les dirás, con la voz profunda del tiempo:
"hasta aquí os he seguido como leal compañera";
más tarde besarás el sueño y la tierra
con la dignidad silente de tu estatura.
Pero… hasta entonces,
que nada te hiera ni ultraje,
que la taciturna sílaba no se acomode en tu garganta,
que la guadaña no temple su acero
en tu cuerpo ardiente.
Pues aún te queda un largo trecho de labios juntos,
de besos en los ojos imperfectos de la noche,
de bocas en cuerpos detenidos.
Te queda la vida que aún cubre
el diezmo del suspiro que dejas en su lecho
pues aún te pertenecen la risa, la calle y el diluvio;
te queda la tierra vestida de grana,
los labios mojados por un beso, las amadas mejillas
y la casa amiga y pobre que languidece en el costado.
No te rindas, no huyas,
deja, en los cerezos de nata, el grito y la cosecha
y así, cuando la vida te alcance,
te encontrará cubierta de vida.
Cuenta conmigo
Cuenta conmigo para sentir
que aún tus ojos contemplan el alba,
para devolver a la tierra su barro iracundo,
para decir que no, cuando sea preciso,
o para beber en las fuentes el iris perfecto del vocablo.
Cuenta conmigo;
he aquí mi mano temblorosa,
mi escritura partida en trozos elementales,
los lápices robados a la sombra de mis versos;
he aquí las noches tras los días,
la luz cuando dormita en mi costado,
o las estrofas cuando limpian impertérritas mis heridas;
he aquí los vientos,
las calles cubiertas de partituras
y los mazapanes ocultos por los labios del deseo.
Cuenta conmigo, por tanto;
si me necesitas, iré a tu encuentro,
y si bajo tus palabras emerge aún el hombre libre
yo te entregaré estos versos que se gestan
con la tinta de mis manos
y el silencio que habito.
Cuenta conmigo para llenar de libertad la tierra,
para sentir cada día que aún existes,
para sentir la risa de los otros en tu risa,
para que te quede tiempo de ver crecer el fruto
y para que siga latiendo aquello en lo que aún creemos.
Cuenta conmigo, amigo,
¡cuenta conmigo!
Mirad
A mi amiga Silvia Occorso, siempre
Mirad la tosca montaña
cuando recorre el horizonte con su velo de nubes
y, en sus laderas, mirad las fuentes
arrullando los ríos como madres primerizas
Mirad el fondo cristalino del agua
y veréis el guijarro, cincelado
por el suave movimiento de la tierra.
Mirad el árbol vetusto
que, suspirando, unge
los pasos con sus sombras;
y mirad las flores cómo brotan sobre
las ascuas vencidas del tiempo.
Mirad las calles cubiertas de bonanza,
los jazmines lamiendo rejas crepusculares,
y las farolas anunciando
que estos son los días de la risa..
Miradlo así, como yo lo relato,
y sentiréis que es cierto esto que os digo,
porque lo que se afirma con los ojos de un te quiero,
se acaricia con el tacto de la vida.
Convoco la paz
La paz reclamada
Dono este poema con toda mi admiración y cariño
al proyecto cultural "Iniciativa para una cultura de paz"
PROYECTO AVALON
Convoco, hoy, al hombre que quiere ser libre,
a la mujer que lleva, en las entrañas, un hijo,
al niño que teje, amorosamente, una sonrisa.
Convoco el día donde sueñan los pájaros,
la tierra que alimenta el perfil del forraje;
quedan convocadas las esquinas para el beso.
Convoco las horas venideras,
una a una, nacientes en sus cunas,
una mirada, un gesto y una palabra detenida.
Convoco la libertad, en sus leyes de algodón
y, en los aires, la paz reclamada,
a los mortales que firman con el nombre de la concordia,
al alimento que lleva incrustado en homenaje,
el seudónimo libre del individuo.
Convoco la paz del júbilo y la risa,
la paz izada sobre los hombros,
a Picasso para que pinte su paloma serena,
la paz cubierta de trigo
y un beso cubierto de paz.
Otoño
Otra vez el otoño;
vuelven las tardes ocres, el color triste de tus ojos,
las miradas perdidas, taciturnas,
y los días que, marchitos,
tiritan en los calendarios;
vuelven desde el otoño más remoto, besando el tiempo,
ahora, cuando todo lo convierten y lo derrotan;
Nos miramos y, sin decir nada,
sabemos que es nuestro
y que se manifiesta desde los párpados, ya vacíos, del verano.
¿Te acuerdas, mujer, de aquellos otoños de tus labios?
Un beso lo cubría todo y una caricia todo lo explicaba…
¡Oh! aquellas caricias de nuestros tiempos,
de aquellas calles sin arrugas,
de aquellas estaciones sin crepúsculos…
¡Ya pasaron!
¡Y otra vez el otoño viene buscando la vida!
Senectud
Si viene el Miguel
Si viene el poeta, decidle
que la mordaza se despide de la boca,
que tras la fiera marca de la huella
viene cantando la alegría.
y que bajo el peso virtual de una mirada
nacen los niños con cara de niños.
Decidle, también,
que el toro vuelve a su raza
y que el fiero estoque muere
de frío sobre el agua de la ventisca.
Decidle que pida, al viejo soldado, responder
a la bala con una trova
y al terror con un beso...
si viene Miguel, decidle
que la vida en contacto piadoso, espera…..
Había estado lloviendo toda la noche
Había estado lloviendo toda la noche...
los valles se cubrieron de abrazos
mientras los astros iluminaban el vacío de las lenguas
y los caballos, al galope,
llevaban en sus crines, dormidos, los besos.
Puede que esta noche vuelva a llover;
el agua amamanta la luz del alba,
los árboles surgen de las sombras,
mientras, las parejas, en su abrigo,
siguen besándose,
los animales con nombres lunares
se deslizan cantando bajo ventanas abiertas,
y las banderas danzan con los gentiles
en sus mástiles de esperma.
Escribidme, pues, en las noches de lluvia,
bajo pechos que inundan la tierra,
que la humedecen cuando se besan en el “ te quiero”.
Escribidme, pues, en las noches de lluvia,
leeré vuestras estrofas en las entrañas de un suspiro
y combatiré con el agua,
por la palabra que llueve, en una lágrima.
A mi padre, a mi hermano,
Sé que en el tiempo yaces, padre,
que la muerte posó su fría guadaña en tu costado;
sé que ya no eres la flor de la sementera,
en la cual, el néctar imploraba tu justo brote;
se, también, que fuiste
el trigo en su amarillo renuevo de espiga;
por ello yo vengo esta noche, desde mi soledad,
a escribir tú nombre con tintas que tienen el color del lamento;
sé que hablaste a mi hermano
y le contaste de las estrellas
que a diario brillan
bajos sus fragmentados ojos de lunas,
y que, a los lejos, duerme en sus tálamos de nubes,
que le narraste de los hombres y las mujeres
cuando a diario buscan el pan con las manos de la vida,
cuando laboran las rotas sedas del aire.
Padre mío, hermano mío,
vosotros que habitáis el alba y las estaciones,
llenad de esencia el jardín de mi casa,
entregadnos, si podéis,
el fruto que viene, ladera abajo, buscando el poema,
-que yo esta noche os escribo-,
y habladnos, desde las voces perdidas,
porque aquí la vida aún reclama vuestra esencia,
en esta tierra que nos llena las entrañas de oxígeno
en esta tierra en la que os exigimos.
La tierra de los derrotados.
Un día la sangre saldrá de su escondite de acero,
poblará los vientres y las salivas
y el hombre sin patria tendrá que admitir
que ha sido derrotado.
Un día la sangre invadirá la tierra, los valles,
los ríos y las venas;
vendrá de todos los lados
a besar con sus lluvias impenitentes
los estanques, las escarchas sin nombre,
y las silentes voces detenidas.
Y al final, esta tierra sin universo,
no tendrá más remedio que aceptar,
que también fue derrotada.
Un día la sangre inundará los ojos,
las miradas lloraran detrás de los párpados
callados de los penitentes
o en las pestañas de los ilusos,
cuando en sus bocas se coagulen las palabras;
entonces, al final…
el hombre, la tierra y el llanto
tendrán que admitir, y así, dejarlo escrito,
que ellos, también, fueron derrotados.
A los principitos de boca negra y corazón dormido
Ahora que las palabras dejan, ante ti,
el cruel adjetivo que blasona tu nombre,
no estará, la verdad, en los premios que tu boca define,
en el garabato que tú ingenio deja
ni en el papel en el cual sometes tu designio;
estará en la vida, en el tiempo
que perdemos a cada paso,
en la soledad vertida,
o en los vocablo que desgranas.
Estarás solo, con la tierra y el barro,
con la sombra que camina
conquistando el verbo de la calle y del hombre.
Te parecerá que todo es vértigo,
dolor en las entrañas
o en las salivas frías de la tierra
pero en los despachos morirán todas las mentiras.
caminarás, con el viento de costado
con la estupidez de quién ignora su propio origen
¡ah! ¡laurel derrotado en la sien de un príncipe!
Tal vez ahora sea el momento, !sal a la vida!;
llora en las calles con cada individuo
que lleve, entre las sílabas de su nombre,
la canción profunda del arte;
deja de mirarte en los espejos
pues sólo el tiempo te someterá al juicio inapelable de la tierra.
Y canta, y ríe con el hombre en la poesía,
o la vida te entregará tu sitio preciso:
un lugar en el olvido.
Que sea este mi homenaje a las mujeres
Alégrese
Alégrese, acaso, la tierra con su aroma de agua,
de ver al viento cubrir el cielo en su largo viaje,
de ver a una nube y a un jazmín asido por la cintura.
Alégrese también tu pelo y las noches
y las fuentes de fría piedra,
cuyos surtidores tengan sus caños de bronce
orientados al poniente de tus labios.
Alégrese la patria del suspiro,
las horas que caen dormidas en los silencios,
aquellos que arden en las bocas sin vocablos,
pues los tiempos deshojados siempre caen buscando la tierra.
Alégrense los algodones blancos de las manos,
los pasos del niño y la madre alondra,
cuando vuelve su nido a la existencia
y la mar callada y el vientre de la tarde.
Alégrense los gladiadores que combaten por una lágrima,
así, las manos, no tomarán las forma de la espada;
la hiedras, que, vencidas trepan hacia el fuego,
para que los cuervos no granen en las ramas de la risa,
para que la tristeza no haga mella en las parejas,
que, juntas juegan a abandonarse en los besos y en el barro.
Cuando la vida te alcance
Cuando la vida te alcance, digo
cuando el sol decline en tus ojos
y deje en ellos su último hálito,
les dirás, con la voz profunda del tiempo:
"hasta aquí os he seguido como leal compañera";
más tarde besarás el sueño y la tierra
con la dignidad silente de tu estatura.
Pero… hasta entonces,
que nada te hiera ni ultraje,
que la taciturna sílaba no se acomode en tu garganta,
que la guadaña no temple su acero
en tu cuerpo ardiente.
Pues aún te queda un largo trecho de labios juntos,
de besos en los ojos imperfectos de la noche,
de bocas en cuerpos detenidos.
Te queda la vida que aún cubre
el diezmo del suspiro que dejas en su lecho
pues aún te pertenecen la risa, la calle y el diluvio;
te queda la tierra vestida de grana,
los labios mojados por un beso, las amadas mejillas
y la casa amiga y pobre que languidece en el costado.
No te rindas, no huyas,
deja, en los cerezos de nata, el grito y la cosecha
y así, cuando la vida te alcance,
te encontrará cubierta de vida.
Cuenta conmigo
Cuenta conmigo para sentir
que aún tus ojos contemplan el alba,
para devolver a la tierra su barro iracundo,
para decir que no, cuando sea preciso,
o para beber en las fuentes el iris perfecto del vocablo.
Cuenta conmigo;
he aquí mi mano temblorosa,
mi escritura partida en trozos elementales,
los lápices robados a la sombra de mis versos;
he aquí las noches tras los días,
la luz cuando dormita en mi costado,
o las estrofas cuando limpian impertérritas mis heridas;
he aquí los vientos,
las calles cubiertas de partituras
y los mazapanes ocultos por los labios del deseo.
Cuenta conmigo, por tanto;
si me necesitas, iré a tu encuentro,
y si bajo tus palabras emerge aún el hombre libre
yo te entregaré estos versos que se gestan
con la tinta de mis manos
y el silencio que habito.
Cuenta conmigo para llenar de libertad la tierra,
para sentir cada día que aún existes,
para sentir la risa de los otros en tu risa,
para que te quede tiempo de ver crecer el fruto
y para que siga latiendo aquello en lo que aún creemos.
Cuenta conmigo, amigo,
¡cuenta conmigo!
Mirad
A mi amiga Silvia Occorso, siempre
Mirad la tosca montaña
cuando recorre el horizonte con su velo de nubes
y, en sus laderas, mirad las fuentes
arrullando los ríos como madres primerizas
Mirad el fondo cristalino del agua
y veréis el guijarro, cincelado
por el suave movimiento de la tierra.
Mirad el árbol vetusto
que, suspirando, unge
los pasos con sus sombras;
y mirad las flores cómo brotan sobre
las ascuas vencidas del tiempo.
Mirad las calles cubiertas de bonanza,
los jazmines lamiendo rejas crepusculares,
y las farolas anunciando
que estos son los días de la risa..
Miradlo así, como yo lo relato,
y sentiréis que es cierto esto que os digo,
porque lo que se afirma con los ojos de un te quiero,
se acaricia con el tacto de la vida.
Convoco la paz
La paz reclamada
Dono este poema con toda mi admiración y cariño
al proyecto cultural "Iniciativa para una cultura de paz"
PROYECTO AVALON
Convoco, hoy, al hombre que quiere ser libre,
a la mujer que lleva, en las entrañas, un hijo,
al niño que teje, amorosamente, una sonrisa.
Convoco el día donde sueñan los pájaros,
la tierra que alimenta el perfil del forraje;
quedan convocadas las esquinas para el beso.
Convoco las horas venideras,
una a una, nacientes en sus cunas,
una mirada, un gesto y una palabra detenida.
Convoco la libertad, en sus leyes de algodón
y, en los aires, la paz reclamada,
a los mortales que firman con el nombre de la concordia,
al alimento que lleva incrustado en homenaje,
el seudónimo libre del individuo.
Convoco la paz del júbilo y la risa,
la paz izada sobre los hombros,
a Picasso para que pinte su paloma serena,
la paz cubierta de trigo
y un beso cubierto de paz.
Otoño
Otra vez el otoño;
vuelven las tardes ocres, el color triste de tus ojos,
las miradas perdidas, taciturnas,
y los días que, marchitos,
tiritan en los calendarios;
vuelven desde el otoño más remoto, besando el tiempo,
ahora, cuando todo lo convierten y lo derrotan;
Nos miramos y, sin decir nada,
sabemos que es nuestro
y que se manifiesta desde los párpados, ya vacíos, del verano.
¿Te acuerdas, mujer, de aquellos otoños de tus labios?
Un beso lo cubría todo y una caricia todo lo explicaba…
¡Oh! aquellas caricias de nuestros tiempos,
de aquellas calles sin arrugas,
de aquellas estaciones sin crepúsculos…
¡Ya pasaron!
¡Y otra vez el otoño viene buscando la vida!
Senectud
Cuando los años invadan tu cara
de enjutos y amorosos labios,
cuando la palabra, busque,
en el gesto, el acomodo de todo argumento,
sentirás que tu existencia se viste de surcos
como lánguidas madejas de piel y tiempo;
recodarás entonces que fuiste joven,
que la quisiste en aquellas tardes
cuando en tu sonrisa llevabas
prendida, con asombro de todo, la primavera,
recodarás, entonces,
que ella te quiso
igualmente en el beso,
en el salvaje latido de la cercanía.
Cuando la vida alcance su solsticio de invierno,
cuando la voz se haga más lenta y pausada,
y el frío habite en tu ajada piel,
yo se que volverás a la tierra
donde tus padres besaron tu nombre,
retornarás al sueño y los madrigales
y habitarás por fin en la memoria
de otro corazón que remonte la vida.
de enjutos y amorosos labios,
cuando la palabra, busque,
en el gesto, el acomodo de todo argumento,
sentirás que tu existencia se viste de surcos
como lánguidas madejas de piel y tiempo;
recodarás entonces que fuiste joven,
que la quisiste en aquellas tardes
cuando en tu sonrisa llevabas
prendida, con asombro de todo, la primavera,
recodarás, entonces,
que ella te quiso
igualmente en el beso,
en el salvaje latido de la cercanía.
Cuando la vida alcance su solsticio de invierno,
cuando la voz se haga más lenta y pausada,
y el frío habite en tu ajada piel,
yo se que volverás a la tierra
donde tus padres besaron tu nombre,
retornarás al sueño y los madrigales
y habitarás por fin en la memoria
de otro corazón que remonte la vida.
Si viene el Miguel
Si viene el poeta, decidle
que la mordaza se despide de la boca,
que tras la fiera marca de la huella
viene cantando la alegría.
y que bajo el peso virtual de una mirada
nacen los niños con cara de niños.
Decidle, también,
que el toro vuelve a su raza
y que el fiero estoque muere
de frío sobre el agua de la ventisca.
Decidle que pida, al viejo soldado, responder
a la bala con una trova
y al terror con un beso...
si viene Miguel, decidle
que la vida en contacto piadoso, espera…..
Había estado lloviendo toda la noche
Había estado lloviendo toda la noche...
los valles se cubrieron de abrazos
mientras los astros iluminaban el vacío de las lenguas
y los caballos, al galope,
llevaban en sus crines, dormidos, los besos.
Puede que esta noche vuelva a llover;
el agua amamanta la luz del alba,
los árboles surgen de las sombras,
mientras, las parejas, en su abrigo,
siguen besándose,
los animales con nombres lunares
se deslizan cantando bajo ventanas abiertas,
y las banderas danzan con los gentiles
en sus mástiles de esperma.
Escribidme, pues, en las noches de lluvia,
bajo pechos que inundan la tierra,
que la humedecen cuando se besan en el “ te quiero”.
Escribidme, pues, en las noches de lluvia,
leeré vuestras estrofas en las entrañas de un suspiro
y combatiré con el agua,
por la palabra que llueve, en una lágrima.
A mi padre, a mi hermano,
Sé que en el tiempo yaces, padre,
que la muerte posó su fría guadaña en tu costado;
sé que ya no eres la flor de la sementera,
en la cual, el néctar imploraba tu justo brote;
se, también, que fuiste
el trigo en su amarillo renuevo de espiga;
por ello yo vengo esta noche, desde mi soledad,
a escribir tú nombre con tintas que tienen el color del lamento;
sé que hablaste a mi hermano
y le contaste de las estrellas
que a diario brillan
bajos sus fragmentados ojos de lunas,
y que, a los lejos, duerme en sus tálamos de nubes,
que le narraste de los hombres y las mujeres
cuando a diario buscan el pan con las manos de la vida,
cuando laboran las rotas sedas del aire.
Padre mío, hermano mío,
vosotros que habitáis el alba y las estaciones,
llenad de esencia el jardín de mi casa,
entregadnos, si podéis,
el fruto que viene, ladera abajo, buscando el poema,
-que yo esta noche os escribo-,
y habladnos, desde las voces perdidas,
porque aquí la vida aún reclama vuestra esencia,
en esta tierra que nos llena las entrañas de oxígeno
en esta tierra en la que os exigimos.
La tierra de los derrotados.
Un día la sangre saldrá de su escondite de acero,
poblará los vientres y las salivas
y el hombre sin patria tendrá que admitir
que ha sido derrotado.
Un día la sangre invadirá la tierra, los valles,
los ríos y las venas;
vendrá de todos los lados
a besar con sus lluvias impenitentes
los estanques, las escarchas sin nombre,
y las silentes voces detenidas.
Y al final, esta tierra sin universo,
no tendrá más remedio que aceptar,
que también fue derrotada.
Un día la sangre inundará los ojos,
las miradas lloraran detrás de los párpados
callados de los penitentes
o en las pestañas de los ilusos,
cuando en sus bocas se coagulen las palabras;
entonces, al final…
el hombre, la tierra y el llanto
tendrán que admitir, y así, dejarlo escrito,
que ellos, también, fueron derrotados.
A los principitos de boca negra y corazón dormido
Ahora que las palabras dejan, ante ti,
el cruel adjetivo que blasona tu nombre,
no estará, la verdad, en los premios que tu boca define,
en el garabato que tú ingenio deja
ni en el papel en el cual sometes tu designio;
estará en la vida, en el tiempo
que perdemos a cada paso,
en la soledad vertida,
o en los vocablo que desgranas.
Estarás solo, con la tierra y el barro,
con la sombra que camina
conquistando el verbo de la calle y del hombre.
Te parecerá que todo es vértigo,
dolor en las entrañas
o en las salivas frías de la tierra
pero en los despachos morirán todas las mentiras.
caminarás, con el viento de costado
con la estupidez de quién ignora su propio origen
¡ah! ¡laurel derrotado en la sien de un príncipe!
Tal vez ahora sea el momento, !sal a la vida!;
llora en las calles con cada individuo
que lleve, entre las sílabas de su nombre,
la canción profunda del arte;
deja de mirarte en los espejos
pues sólo el tiempo te someterá al juicio inapelable de la tierra.
Y canta, y ríe con el hombre en la poesía,
o la vida te entregará tu sitio preciso:
un lugar en el olvido.
Que sea este mi homenaje a las mujeres
trabajadoras del mundo
Las abuelas vestían de negro
Las abuelas siempre vestían de negro,
las recuerdo
comentando a la tenue luz de una bombilla,
cómo fue que la risa, se olvidó de sus labios.
Ellas levantaban sus laboradas manos,
sus dolientes cicatrices,
y sus canas cubiertas de abriles
para, rotundamente afirmar,
que habían vivido una guerra tras otra,
cuando vestían de azul, la existencia,
¡ay! sé que entre guerra y guerra,
vivieron sus contiendas;
vestían el luto del rosario
que todas las tardes de invierno entonaban
al abrigo de los braseros del picón de encina;
limpiaban de las calles el tosco oxígeno,
pulían con sus manos de acero, las losas frías de la patria,
pues llevaban entre sus dedos, la ruda escritura del trabajo.
Las recuerdo con sus delantales cenicientos
exponiendo sus penas bajo velos de seda.
Ellas, abuelas de antaño,
recogían sus moños del color de la lluvia,
en largas trenzas de soles y crepúsculos
y los cubrían con arrogantes pañuelos negros,
que tapaban los suspiros musicales de la tierra.
Recuerdo a aquellas abuelas,
¡Dios, como las recuerdo!
Las abuelas siempre vestían de negro,
las recuerdo
comentando a la tenue luz de una bombilla,
cómo fue que la risa, se olvidó de sus labios.
Ellas levantaban sus laboradas manos,
sus dolientes cicatrices,
y sus canas cubiertas de abriles
para, rotundamente afirmar,
que habían vivido una guerra tras otra,
cuando vestían de azul, la existencia,
¡ay! sé que entre guerra y guerra,
vivieron sus contiendas;
vestían el luto del rosario
que todas las tardes de invierno entonaban
al abrigo de los braseros del picón de encina;
limpiaban de las calles el tosco oxígeno,
pulían con sus manos de acero, las losas frías de la patria,
pues llevaban entre sus dedos, la ruda escritura del trabajo.
Las recuerdo con sus delantales cenicientos
exponiendo sus penas bajo velos de seda.
Ellas, abuelas de antaño,
recogían sus moños del color de la lluvia,
en largas trenzas de soles y crepúsculos
y los cubrían con arrogantes pañuelos negros,
que tapaban los suspiros musicales de la tierra.
Recuerdo a aquellas abuelas,
¡Dios, como las recuerdo!
Alégrese
Alégrese, acaso, la tierra con su aroma de agua,
de ver al viento cubrir el cielo en su largo viaje,
de ver a una nube y a un jazmín asido por la cintura.
Alégrese también tu pelo y las noches
y las fuentes de fría piedra,
cuyos surtidores tengan sus caños de bronce
orientados al poniente de tus labios.
Alégrese la patria del suspiro,
las horas que caen dormidas en los silencios,
aquellos que arden en las bocas sin vocablos,
pues los tiempos deshojados siempre caen buscando la tierra.
Alégrense los algodones blancos de las manos,
los pasos del niño y la madre alondra,
cuando vuelve su nido a la existencia
y la mar callada y el vientre de la tarde.
Alégrense los gladiadores que combaten por una lágrima,
así, las manos, no tomarán las forma de la espada;
la hiedras, que, vencidas trepan hacia el fuego,
para que los cuervos no granen en las ramas de la risa,
para que la tristeza no haga mella en las parejas,
que, juntas juegan a abandonarse en los besos y en el barro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario