domingo, 28 de noviembre de 2010

2157.- ARLETTE LUÉVANO DÍAZ


Arlette Luévano Díaz
Nació en Aguascalientes, México (1976). Poeta y editora. Es licenciada en derecho por la Universidad Bonaterra de Aguascalientes, institución en la que también cursó un postgrado en amparo. Es maestra en derecho constitucional y amparo por la Universidad Iberoamericana (León, Guanajuato, México). Ha publicado en revistas y suplementos culturales como Letras Libres, Ventana Interior, La Jornada Semanal y Ananke, entre muchos otros. Desde 1997 es editora del suplemento cultural Ananke del diario Página 24 en Aguascalientes y Zacatecas. Entre sus publicaciones se encuentran: Navegar la piel / antología de poesía erótica (Instituto Cultural de Aguascalientes, 2002); Apostillas negras (cuadernillos de talleres, Instituto Cultural de Aguascalientes, 2003); y Mujer es isla (publicación colectiva, Desierto/Verdehalago/Instituto Cultural de Aguascalientes, 2004). En el año 2006 recibió el Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta por su poemario Casa en ruinas, el cual fue otorgado por el Instituto Estatal de la Cultura de Guanajuato (México) y publicado posteriormente por Ediciones La Rana en 2007.






TERMINARON SOLSTICIOS Y EQUINOCCIOS

Terminaron solsticios y equinoccios
No hay sobre esta tierra señal alguna del paso del tiempo
Es nuestra carne
escoria
y el derrame solamente
el vestigio de relojes consumidos






LOS DÍAS

Los días
desnudos como demonios desterrados

tampoco saben qué pasará mañana







DESPUÉS DEL POLVO

Después del polvo nada

también el llanto ha sido sepultado








EL ÁRBOL TEMBLÓ

Llegó un niño al jardín

no brincó la barda
imposible
nadie le abrió la puerta
esto no lo escribe Wilde


vi su perfil
recostado junto a un árbol
una noche sin luna
porque su perfil es de humo y plata


y no podía suceder aquí
algo distinto a la muerte
o la negación de lo ocurrido


El árbol tembló
sus raíces derramadas
llegaron hasta el cementerio


pasaron entre tumbas
y huesos extraviados
se colmaron de minerales de sal
más que si alcanzaran un río anegado
o un tesoro en un cofre de hojalata

pero a la vez absorbían
silencios ruinas fiebres


El árbol enfermó de muerte
y fuimos todos a verlo


podamos sus ramas
abonamos su lecho
mientras la tierra que pisábamos
se agitaba dolorida
sobre el lamento de las raíces






LA ÚLTIMA CARTA QUE ESCRIBÍ A MI MADRE

En la última carta que escribí a mi madre
no sé cómo
con qué signos
pero le hablé del árbol que plantamos

No espero una respuesta
si acaso yo pudiera desear algo sería
una foto suya

Pero le hablé del árbol
y de su gris contorno contra el cielo
de la bondad con que calla
de la amargura con que se va dejando morir

y mi instinto me dice
él que siempre responde aunque no lo espere
que por la tarde
dentro de algunos meses
mi madre tomará la carta
y sabrá
de toda la desesperación
con que la extraño







ME CRECEN LAS RAÍCES

Las horas náufragas se alejan
pero no tengo ya la fuerza necesaria
para salir tras ellas


Entonces me crecen las raíces
y mis brazos alcanzan verdes longitudes
sobre las que nada
vivo
se atreverá jamás a posarse







(de Casa en ruinas)


En el patio
de cuando en cuando se reúnen nuestros sueños

un castillo
poblado por mi hermana y sus sirenas

mi padre como lluvia púrpura
que moja las heridas de arena
en los senos de mi madre

ella también
un grito desnudo

un girasol en llamas

yo
los rostros que no tuve
igual un faro o un follaje

mi hermano la tempestad
que destroza los frutos
de los árboles que nos circundan

Mas siempre al despertar
con los sueños disipados ante el sol
ocurre que un canto
de olas y eucaliptos
se prende a nuestro cuerpo

y reconocemos nuestra condena
en los ojos del otro






(de Apostillas Negras)


Ya lo sabes hay cera en mis párpados
abismo en mis pupilas
un olor magro a cementerio
así que no vengas
o conocerás de mi suerte de exiliado


que aún caminas bajo el nombre de tus constelaciones
tienes otro destino

Cubre tus ojos ante este disidente
sigue tu viaje de resolana
hasta que el equinoccio te detenga

no regreses




(Inédito. Poema enterado del silencio de las cosas)

I
Un instante uno

un parpadeo

y sobre mis ojos
la tonalidad de un canto taciturno
una mano que rebasa el aire
una sombra blanca como luna

mis ojos no la buscaban
en mis ojos había pájaros
lluvia
pan
zapatos
en mis ojos ella no existía

ahora la niebla
la sed
la boca abierta
la perplejidad

Sí, hay una mujer
una mujer sobre mis ojos

deteniéndome contra la noche

una mujer

sólo que ay un velo la cubre
inmemorial
lúbrico

Sí, hay una mujer.

Pero es ella misma un silencio
hermano de esto que se calla
o tal vez un reflejo solamente
o tal vez su origen

y el mío

quizá yo un espejo sordo

Pero qué si nunca la hubiera encontrado
un desierto
el olvido

cómo la vida sin ella
cómo encontrar de nuevo mis ojos desnudos
de nuevo el paisaje silvestre
de nuevo el letargo

y la noche como único destino
la noche dulce
con los ojos niños
con el alma retraída

Hoy
sobre mis ojos
una mujer
una promesa
un espejismo impaciente

mi propia vida que estalla
envuelta en una ensoñación

hay una mujer

yo puedo mirarla
y sólo eso

sólo esperar que ella me mire.


II

Extraviado
bajo el mismo horizonte esencial

trozos de un sueño suspendido
me cubren de la llovizna

hasta dónde seguiré mujer sin ti
hasta qué pueblo de fantasmas

qué cadáver seré
en qué cercano momento

cómo hacerte entender
que necesito descansar en ti
de ti

cerrar mis ojos

encallarlos

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