Marta Fuentes (España); nació en 1971. Se doctoró en Filología Hispánica. En el año 2003 viajó a India en donde vivió cinco años. Tras un año de estancia en Estambul ha vuelto a Nueva Delhi por tiempo indefinido en donde trabaja como profesora de plantilla del Instituto Cervantes. En 1994 publicó su único libro de poemas editado, Servidumbre de Vistas, tras ser galardonada con el Premio Blas de Otero de la Universidad Complutense. Posee un libro inédito Un pensamiento es un arco, y actualmente escribe su poemario Estambul al que pertenecen los siguientes poemas. Formó parte de la antología Estruendomudo y algunos de sus poemas se publicaron en las revistas Archione, Turia y El Signo del Gorrión.
POEMAS DE "ESTAMBUL" SELECCIONADOS
POR MARTA FUENTES PARA ESTA ANTOLOGÍA
Vista de la Mezquita Nueva
Aquiétese el diamante, la fiebre del berilo,
arrope aquella piedra el sol semita
en altos minaretes, se esparzan los adioses
y contengan su cauce las orillas
en la tarde que pinta el Cuerno de Oro;
el relieve persista en su textura,
vele la madreperla el terciopelo,
que vuelvan a su calma las olas del basalto
y no se precipite la lágrima en la niña.
Velero
Inmune a la arboladura en el Bósforo
pieza de gloria que el aire desprende,
a lo alado de forma severa y posible,
inmune al agua añil en el ombligo
de espuma, al mediodía
labrado en las pilas de palacio
y a la última nube de ceniza;
inmune el ojo experto mirando
en el museo
de belleza la lágrima.
Yerebatán
Entré al concierto interior de las aguas,
vi el llanto virtuoso apaciguado,
trescientas treinta y seis columnas griegas,
basílica ilusoria el recuerdo.
Yerebatán, culminan tus hazañas
en tierra sumergida en agua dulce,
ojos petrificados de Medusa
bajo la onda de acuática memoria
que evoca el mar de Andrómaca y Perseo,
la lágrima resbala en el corintio.
Eminonu
Que no llegue el olvido a vaciar
su nieve en los puertos,
que no oxiden el aire
ornamental las gaviotas;
quédese la seda de mi memoria
dormida como la grieta naciente
en el cuarzo y esperen alas frías
de ángel a entibiarse y la tarde
aguarde su caída
hacia el oeste;
nada pase y se ulcere mi dolor
en agua turmalina,
caiga la lágrima
en el mimbar del sol.
Puente de Gálata
Arde en cielos de ópalo
lo venidero, se deslíe lenta
la cera del pasado,
sangre en nubes tránsfugas perpetuas;
la esgrima plata de los pescadores
habla de lo que, vivo de otra vida,
yace en la intemperie cóncava;
un hábito perplejo, una certidumbre,
anega la ciudad y las mezquitas.
Sufíes
Hombres que convocan al león y la gacela,
que enloquecen al pie de las ruinas
en la vigilia imantada de los minaretes,
hombres que adoran un pálido globo,
un sudario, la fría
sentencia de noche en la nuca del fiel;
balanceando un jardín en nombres persas
duermen sus mujeres, amedrentadas
aves, en la oquedad de los templos.
Meharauli
Aquel cementerio dentro del ámbar,
la barroca manera
de no desbordarse el agua
en los ojos y el armonio místico
al caer el sol; duelen
en lenta sincronía las ciudades,
la ingrávida envoltura de invierno,
la tumba del sufí en su crisálida,
la lluvia derviche que gira lenta
en la antigua Meharauli.
El Ridge-Old Delhi I
Vivíamos en la noche sin celebrar
la noche, sin hallarla;
lo oscuro y la luz muda del día
eran un mismo mármol crepitante,
la misma lisa espalda del amor
tan indistinto a buganvillas rojas,
a la madera mojada del pipal;
vivíamos en la jungla sin celebrar
la jungla, sin hallarla.
El Ridge-Old Delhi II
El pliegue curvo del sol,
la bóveda de las acacias,
el rumor de una nube de níquel
traspasando la jungla suspirante;
la oyes, la sombra oscura sobre el cuarzo
y la madera que guarda las historias
en la tarde del monzón,
y el agua trastornada en la soledad del cobre.
Delhi, itinerario
El imperfecto cielo concedido
los ajustes, las vielas, las trabillas,
el eclipse de luna,
la rota respiración del plomo,
las mulas, la madera, la maltrecha estación.
El imperfecto cielo concedido,
un volantazo último
en la calle Tolstoy,
adoquinada acera, jardines confinados,
avenidas febriles
del Gulmohar y el Nim.
La tumba de Humayun
No es mausoleo
sino casa del vivo
lo que esconde la jauría de ramas.
Llueven cánticos de Vedas,
empapa el agua la tonsura de octubre,
crepita la brisa en el ashoka;
la luz arde en la pupila de un perro
y resuena en las rojas murallas.
No es mausoleo
sino palacio
de ilesos jardines agitados
la tumba del rey Humayun.
Bazar (Chadni Chowk)
Los vientos infelices, los que salan un borde
de calcita llegados del desierto
corroen la dulce fibra del labio
sentimental; se hunde en la brisa
la conciencia de las terrazas altas;
soplos se guarecen en estos libros
sedosos con lomos de miel curtidos;
en el sutil cristal del ámbar pesan
las gotas de almizcle del perfume.
La Gran Mezquita (Jama Masjid)
En las telas negras se adormila
la tarde, los orantes oyen la voz
humildes entre los mínimos pliegues
del lino cruzando el mediodía;
en el pensamiento de la piel goza
la holgura del soplo, la paz textil
de los fieles duerme bajo los arcos.
The Ridge-Old delhi III
La contorsión de la enea y la brisa,
la calma vegetal bajo la aurora
incesante acuchillando acacias,
la criatura letárgica del tiempo;
tu balcón encendido en la jungla,
lúcido altar donde irreales
son esos días que aún existen
entre el recuerdo y el augurio.
El Fuerte Rojo (Lal Quila)
La codiciada vida en los muros
rojizos del atardecer filtrado
en enjambre y bullicio nocturno,
la codiciada vida retenida
en la crestería añil de las calles;
la violeta circuncisión del tiempo
que rompe la cerámica del alba;
Lal Quila, en ti la lluvia, un ave
anónima, una muerte sin rostro
en parihuelas, hallan la arena
última, el relieve y el cobijo.
La reina Sisodia
Tú viste aquí la nube de fuego,
la línea negra de la ojiva,
la curva plúmbea de los pájaros,
la atronadora claridad del valle,
las piedras atigradas y en su centro
el tamiz de la luz en tu jardín
donde el faisán, las gemas y las fuentes
no impiden la vida impredecible,
ni la árida frescura de estar sola.
No hay comentarios:
Publicar un comentario