martes, 31 de agosto de 2010

LUIS CHAVES [780] Poeta de Costa Rica


Luis Chaves



Poeta nacido en Costa Rica, en 1969.

Publicó El anónimo (Ed. Guayacán, Costa Rica, 1996), Los animales que imaginamos (CONACULTA, México, 1998) e Historias Polaroid (Ed. Perro Azul, Costa Rica, 2000). Con el libro Los animales que imaginamos ganó el “ Premio Hispanoamericano de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz 1997”. El libro Historias Polaroid. Antología de la nueva poesía costarricense (Ed. Línea Imaginaria, Ecuador, 2001). Desde 1998, coedita la revista de poesía joven latinoamericana Los amigos de lo ajeno, cuya versión impresa se publica y distribuye en Costa Rica y Argentina. Obtuvo mención como uno de los tres finalistas en el “Premio Internacional de Poesía del Festival de Poesía de Medellín”, 2001.





MONUMENTOS ECUESTRES (una letanía)






Fotos mal enfocadas
frente a monumentos ecuestres.
La bruma de la droga,
anécdotas de bajo impacto
y pasajes de películas mal dobladas
Con esto llegamos a los 40,
no seamos malagradecidos,
podría ser peor.

**

Aquel año terminando
en el mes de los pericos
que a nadie dejaban dormir
con sus chillidos dementes.
Fecha cuando bajamos los brazos
creyendo que los subíamos.

**

Un brazo, el fragmento de un brazo
congelado en el borde izquierdo:
la foto donde posamos como turistas
en la ciudad más fea del mundo.
La extremidad salida de cuadro
avanzando hacia un destino
sin valor para la Historia.
Esa foto,
la mecánica de la sonrisa activada
por la señal del desconocido que la tomó.

**

La poesía es la voz del recuerdo.
Aquí, sin embargo, se habla del futuro.
No del abstracto, no de la posteridad:
en media hora saldremos de esta oficina
conscientes de que el mes entrante,
como los últimos cuarenta y nueve,
tampoco podremos renunciar.

**

Para no pensar en lo inminente
especulemos sobre el destino
del compañero de primaria
que forraba sus cuadernos de rosado.
O seamos prácticos
y calculemos los impuestos.

**

Dios guarde, piensa.
Diusguardi, dice.

**

Cada cuatro meses,
cual chequeo técnico,
mamá pregunta si soy gay.

**

Hijo (abandonando la mesa): Nos vemos mañana
Madre (entre dientes): Si Dios quiere.

**

Vacaciones del 91,
turno vespertino
digitando el catálogo
de copias piratas.
El exorcista en repeat por semanas
hasta aprender de memoria los diálogos
de los que, 15 años después, nada queda.
El ejercicio inútil
de unas vacaciones.
La crisis de los 40
a los 22.

**

La maleza crece
cuando dejamos de mirar.
Los años se acumulan
mientras nos ocupamos de la maleza.
Aprender esto nos tomó
más tiempo del que hubiéramos querido.

**

– “Nos vemos mañana”.
– “Dios primero”, me corrige.

**

Del sol, otra vez superado
por rotación y traslación,
quedan escasos minutos de luz naranja
favoreciendo las siluetas
de los viejos inmóviles del parque.
Es así o es lo que veo a través
del filtro atenuante
de 10 mg de clonazepán.

**

La bruma de la droga,
anécdotas de bajo impacto
y pasajes de películas mal dobladas.
A esa hora de la mañana
en que a los travestis
les crece la barba.

**

Vicios que explican la mirada vidriosa
de quien vio al otro que,
en una zona libre de la mesa,
ocupada por electrodomésticos robados,
planchaba primero billetes viejos
para después, minucioso,
restaurarlos con cinta scotch.

**

Jorge (jardinero) poda la maleza.
–Nos vemos mañana.
–Que Dios lo acompañe.

**

Casa de los padres
un domingo de gordura
(pantalón desabotonado),
toda idea es pecado capital
en el sofá frente a la tele.
Pasan la peli de uno
con corazón de mandril.
O eso, desde niño, le hicieron creer.
El músculo débil
sustituido por una fantasía.

**

Entregado a la interrupción,
escribe esto:
“sobre el bar donde hubo alegría
construyeron la catedral
de todo lo que no me pertenece”.

**

Entregado a la interrupción
recita esto:
“Kyrie, rex genitor ingenite,
vera essentia, eleyson”.

**

Antes me preocupaba la muerte,
ahora el sobrepeso.
El cerebro: órgano autónomo
seducido por la frivolidad.

**

Dato estadístico:
“tengo fotos que antes tuvimos”.
Un corazón débil. Sin fantasía.

**

Años y años,
horas y horas
dedicadas a ejercitar el cerebro
que responde sólo a lo superficial.
Un órgano autónomo
dicta el dolor
—no metafórico— de corazón.

**

En mi cabeza hay una persona diminuta que pica piedras, también un cojo que arrastra su pierna muerta por la arena del Pacífico y la huella que va dejando parece la escritura de uno que te hizo daño, y las olas vienen y la borran.

**

Conversaciones en las que no puede participar.
Pilas de libros pendientes.
Llaveros con focos inútiles.
El camino de hormigas parece una grieta en la pared.
Escribir en el propio antebrazo con el borde filoso de la uña cortada a diente.
Súper: arroz, mostaza, pasta de dientes, cinta scotch, acetaminofén.
Jorge (jardinero): 224 5678
Súper: sal.
Conversaciones en las que no puede participar.

**

Fotos mal centradas
frente a monumentos ecuestres.
El brazo de León Cortés,
la sombra del brazo de León Cortés,
sobre nuestra biología de 30 años.
Todo, menos los extras de atrás,
parece un montaje en Photoshop.

**

Los hijos de la Segunda República
reprodujéronse a lo que venga,
alimentaron a estos que se afeitan
la cabeza, el pecho, las axilas.
Secretamente saben que es el 2 de agosto
el Día de la Independencia.

**

Cada cuatro meses,
cual inspector fiscal,
la madre pregunta si es adicto.

**

Diusgaurdi, piensa.
Diusguardi, dice.

**

Fotos mal enfocadas,
fotos de la gente
que consume ansiolíticos
envueltos en papel de golosina
mientras ve películas mal dobladas.
Una tarde, un cine de provincia,
tanda para desempleados.

**

Tengo esas fotos que antes tuvimos.
Si superponemos los rostros
aparece Linda Blair,
aparece aquel travesti
que conocemos desde la primaria.

**

En el lugar del corazón,
una piedra con la forma
de la Virgen criolla
que nos liberó de los españoles,
de tu mamá, tus hermanos, del sobrepeso,
de comprender el misterio de la Trinidad.

**

En la orilla del Pacífico
mirábamos atentos el fuego
como si fuera un tele inteligente.
Los brillos del gel en tu cabeza
eran estrellas mortales, diminutas,
extinguiéndose.

**

Podría ser peor,
así llegamos a los 40.
Pronto se despejará la bruma,
Dios mediante,
para tomarnos la foto de grupo, de país,
para empezar donde se detuvo el cojo.

**

Fotos mal centradas
cada cuatro meses,
billetes defectuosos
en el bolsillo del pantalón,
el sol visto desde un planeta plano,
los pericos de aquel mes
cuando bajamos los brazos
creyendo que los subíamos.


De Monumentos Ecuestres
Editorial Germinal, 2011.
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Historias Polaroid

La bajita del rincón oscuro
Mamá quería que yo fuera mujer
y que no lloviera nueve meses al año
y que papá la sacara a bailar de vez en cuando.
Pero era más probable amanecer un día con tetas
o un cambio anómalo del clima,
antes que don Luis la convidara un bolero.

Hace varios años que mi madre dejó de soñar,
hoy aguarda la vejez como un último trámite.
Esa mujer que muchas mañanas
lavó y secó los pies que más tarde
una sola vez bailaron con ella,
se sienta todos los días en las gradas de su casa
a mirar el baile victorioso de la lluvia.
Y para atender mis llamadas,
cada vez menos frecuentes,
ya ni siquiera puede levantarse
por el peso de tanta música muerta en sus piernas.






Estuve en colegios privados

Lupe cocina de lunes a viernes,
el fin de semana la dueña de casa
prepara sus exóticas recetas,
las de verdad.

Lupe plancha, dobla la ropa,
encera los pisos donde se reflejan
sus duras piernas nicaragüenses.
La familia se levanta de la mesa
para que la nica cene sola
la comida que ella misma adobó.

De noche Lupe no cierra la puerta
para que el señorito de casa entre,
de lunes a viernes,
a manosearle torpemente las nalgas.
El fin de semana,
con su novio de Bluefields,
es el turno de las sesiones profundas,
las de verdad.




Flash forward

En un extremo de la casa
el niño aprende que la cera Genie
no sabe a lo que huele.

Al fondo del patio su hermano mayor
llena una botella con agua y flores
y la entierra, para que con los años
se transforme en perfume.

Vendrá después el invierno
más largo de la historia,
una vista aérea y nocturna de la ciudad.
También navidades, sepelios
y cicatrices que con lentitud de molusco
se pasearán por la piel.

El niño uno crecerá
para hablar un idioma
diferente al del niño dos.
Este último para descubrir
que las cosas no mejoran con el tiempo.






Niccolo

La calle bordeada por alambres y postes,
una guirnalda de luz que rodea la ciudad.
Invierno en el trópico, estación fértil
para talleres de feng shui o el karaoke.

Siluetas detenidas detrás de las ventanas
esperan que escampe
mientras por el frente ven su vida pasar
como en voz en off.

Libros nunca leídos en las repisas,
televisores encendidos mientras se duerme,
gente envejeciendo en las fotos
del último cajón,
la pantalla azul que ilumina una cabeza
en la oscuridad del estudio.

Hasta dónde llega el oficio,
el pasatiempo,
hasta dónde el ocio.

La estática certeza de que los medios
se han convertido en fines.






Lo que dura la felicidad

El abuelo de mamá,
totalmente senil,
dentadura de porcelana y pañales,
sentado en medio de una progenie
que ya no reconoce.
A la cuenta de tres todos dicen whisky.

Su sonrisa dura lo mismo
que ese instante mínimo
entre el flash y el obturador.







Foto en el periódico

Una ciudad en escombros,
tres o cuatro viejos convencidos
por fin de partir.

Y atrás un perro
que, una vez pasado el peligro,
olfateando entre el metal retorcido
y las paredes convertidas en aire,
regresa a buscar
su pote de alimento,
su alfombra al pie de cama,
su mano en la cabeza.






El objeto del deseo

Debajo de ese lunar tan sexy
crece en silencio
un tumor maligno.




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los animales que imaginamos
esto que ves antes no existía. dice
las personas acomodan sus sombreros.
corrigen sus posturas y sonríen desde el papel.

es agosto y llueve con la voz de nina simone.
el apartamento es una cama gigante
donde se cubren las partes duras del amor.

afuera el mundo gira como siempre.
unos viven esperando el autobús de regreso.
otros adrede dan direcciones equivocadas.

en una habitación en pleno centro de san josé.
al colchón se le salen las entrañas.
faltan sillas para las preguntas.
hay noches desbordadas en los ceniceros.

ella es una niña que crece
como la santalucía entre las ranuras de concreto.

sentado frente a la lámpara.
él junta sus manos y aparece un pájaro en la pared.
mirá cómo camina este elefante. repite ella.
él enrola otro cigarrillo y cambia de canal.

se habla de dios. la muerte.
desnudos o en ropa interior.
bajo las sábanas las rodillas como cabezas atentas.
él lee cuentos con la sangre en llamas.
ella se duerme justo antes de llorar.
es la voz de nina simone y llueve como agosto.
hay latas vacías junto a las pantuflas.
ropa tendida en el alma de los dos.
desde los extremos de la mesa.
sus miradas se encuentran
como regresando de pueblos lejanos.

ella canta el blues de la negra. confunde las estrofas.
da golpecitos con el índice a su reloj.
de noche él deja sin seguro la puerta.
para que el miedo salga a caminar.

pero el tiempo no entiende de estas cosas.
para él todos son animales.
todos tienen lecciones que aprender.
y un viernes hay una grieta en el aire.
la puerta trasera abierta de par en par.
un pájaro dibujado con tiza negra vuela en la pared.

en un cajón remoto calla nina simone.
así tuvo que ser. piensa él.
que ya no frecuenta ciertos lugares.
y a veces se queda quieto de repente
cuando escucha pasos minúsculos en el cielo raso.
recuerda el tono atropellado de sus palabras:

todo el invierno es agosto
y llueve siempre como su voz

De Los animales que imaginamos, pp. 11-12




¿Tan rápido llegó el 2002?

EL sonido de los refrigeradores
arrulla a las familias
y creen que es la lluvia
o viceversa.
Para los turistas,
esto que es tu casa
será un video amateur
de palomas que llegan a comer
de sus manos.

No hace mucho tiempo
dormíamos sin soñar
mientras nuestros pies se tocaban.
Sin duda, los primitivos
encontrarían aquí un significado.

Del cine salen los electores
a vivir una película
en que todos son extras
y nada hay en eso de dramático,
como tampoco nada excepcional
en el charco de diesel tornasolado
donde los niños escupen para divertirse.

Allá donde fue tu casa
ya no está la foto blanco y negro
de la hija de un alcohólico.
El árbol que creció con los hermanos
tiene dos iniciales encerradas
en un poliedro
que debió ser corazón.

Llamarnos por nuestros nombres
debería parecernos un milagro
o al menos algo digno
de esas películas para intelectuales.

Herencia de mi madre es hablar poco,
el resto no es culpa de nadie.
Vivo en la que fue su casa
como un turista
y es mi padre ese señor
que alimenta a las palomas.

Nos arrulló varios inviernos la lluvia
o eso queremos creer,
pero es cierto
que dormíamos sin soñar
y que nuestros pies se tocaban.





Ring side

Fue la mejor pelea de Alí
o de Cassius Clay, como él lo llamaba,
negándose a aceptar
su recién adquirido nombre musulmán.

Ese negro levantaba los guantes
y convertía el cuadrilátero
en una pista de baile.
Años después comprendí
que ese fue mi encuentro inicial con la poesía.

Entre el quinto y sexto round
papá bajó su guardia por primera y última vez,
sin dejar de ver la tv. Dijo:
no me iba a casar con su máma
aunque usted ya había nacido,
estaba enamorado de otra.

En el álbum familiar
tengo un viejo fotoposter de Alí
justo cuando noqueaba a Foreman en Zaire.
Es mi foto preferida de mamá.




1985/2002 (el tonto comprende poco,
el necio comprende mal)

El aguacero que nos bañó,
la blusa del uniforme empapada,
la cornucopia de sus tetitas de quince años,
la música tonta que mi memoria agrega
como banda sonora.

Adultos, hoy, nos saludamos
sin ocultar las miradas de desprecio.
Vos porque no soy de tu clase,
yo porque te juzgo superficial.
La música necia del supermercado.



Falso documental (a partir de “esta
es la nueva canción
de la que te hablé hace 20 años”, de bdb)

En la tele pasan un caballo
que habla nuestro idioma.
En la radio a un hombre
que habla el idioma de los caballos.
Lo cierto sucede en otra parte.
El sol está quieto
en un cielo sin nubes.
Al balcón llegan pájaros
a comer las migas de pan
que tiré horas antes
para que vinieran a alegrarme la mañana.
Se acercan primero con timidez,
picotean el suelo,
me miran de costado,
luego vuelan a otro balcón.
No podría ser una parábola más pobre,
pero me hacen pensar en algo
que nada tiene que ver con la alegría.

El polvo avanza en el comedor
como una enfermedad
o una bendición,
dependiendo de quien lo mire.
Si sé que ese fenómeno lo explica la física,
¿por qué la sospecha
de una fuerza sobrenatural?
El día no ofrece más opción
que un paneo lento
sobre estos últimos años.
Ahí están los restos y desechos
que dejó la marea de una época convulsa.
Unos sobre otros,
confundidos los inicios
con los desenlaces,
los intentos de reanudación
con los fracasos.
De pronto, el viento cambia de dirección
y abajo, en la calle,
un conductor reacciona
a la luz verde del semáforo.
Y aunque estoy consciente
de ser discípulo del error,
lo interpreto como una señal,
como si el universo girara en torno a mí.

Repito mentalmente
la letra de una canción
que aprendí mal.
Es probable que recuerde
cosas que no dice.
Solemos pensar
que una canción es buena
si habla de nosotros.
Debe ser que todas las vidas se parecen.
Si es así,
¿qué será de esa niña,
allá en la otra acera,
que no sabe si comer el helado
que se le derrite
o si acariciar al perro
que salta a su lado moviendo la cola?
El hilo afilado de los mosquitos
es toda la música que escucho
mientras trato es escribir
imaginando que repito una canción.

Antes de darlo por finalizado
apenas en setiembre,
creí que el 2004 sería un buen año.
Ahora la casa es una bolsa con ropa sucia
en mitad de la sala,
dos o tres novelas
abandonadas antes del final,
los boletos de un viaje en ferry,
un mensaje en el contestador
donde aquella voz pregunta
por los planes de un viernes ya lejano.
Es así, todo período se puede reducir
a una simple enumeración.

Quería explicarte otra cosa,
pero la voluntad es engañosa
como los espejos de los gimnasios.
Y sin embargo,
quizás está bien quedarse en el balcón,
sin pájaros,
observar desde arriba
lo que dentro de unas horas me superará.
Dejar que el tiempo sedimente
como la espiral contra mosquitos
sobre el papel de diario
de aquella infancia
en la que aún no nos conocíamos.

Está bien seguir con la vista
la ruta de la equivocación.
En algún lugar están
las personas que fuimos,
un espacio donde la prueba y el error
se repiten una y otra vez,
con una canción de fondo
que dice lo que queremos escuchar.

Pero el lugar que importa es éste.
Las hojas de los árboles
se mecen con el viento norte
y con el humo del progreso.
Sostenida por un imán,
en la puerta del refrigerador,
está la foto que tomaste
la noche en que un ciclo terminaba
mucho antes de que lo supiéramos.

Esto lo escribo una mañana luminosa.
Entre los edificios de enfrente,
cerca de la avenida Córdoba, pasa un avión.
Cruza el cielo en silencio,
en cámara lenta,
como impulsado
por el motor del recuerdo.
La vida de afuera parece fluir
con calma y naturalidad.
Quiero que la vida de adentro también.





Bootleg (maqueta de improvisación
para dos bandejas, radio de transistores,
latas de aluminio, un caracol)
Una transmisión en AM. Cuco Valoy detrás
del ruido blanco. Tu prima flaca se embadurna
el bronceador y espera que lleguen los zopilotes,
tirada en la arena, bocabajo, boca arriba ahora,
bocabajo de nuevo en un rato. Tu prima gorda
se embadurna el bronceador y espera
que lleguen los zopilotes, tirada en la arena,
bocabajo se ve igual que boca arriba.
En un rato.

Para el poema lo mismo que con el médico,
una segunda opinión. “Doctor ¿cómo lo ve?”
“Hay –dice– que amputar”.
El ABC de la literatura es el 2 x 4 de Valoy.

Los bikinis de tus primas colgados en el alambre.
Uno es un calzoncito, el otro una bolsa
de chorrear café. Pesadas gotas sobre la arena
que dificultan toda literatura pero provocan
una erección.

El verano sobrevolado por aves carroñeras,
Cuco Valoy mal sintonizado, la fe de tus primas
en el aceite de coco, bajo la panta un bulto duro,

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