lunes, 30 de agosto de 2010

ANNE HÉBERT [768]


Anne Hébert 

(Sainte-Catherine-de-la-Jacques-Cartier, a 25 km de Quebec, 1 de agosto de 1916 – Montreal, 22 de enero de 2000) fue una escritora, poetisa y guionista canadiense en lengua francesa.

Pasó su infancia en Quebec. Publicó en 1942 su primer libro de poemas, Los Sueños en equilibrio. Su segunda obra, que se publicó en 1950, fue El torrente. La tumba de los reyes aparece en 1953, es una obra en la que había trabajado durante diez años. Fue contratada como script en el National Film Board of Canada en enero de 1953. Trabajó a continuación en Montreal como guionista hasta el otoño de 1954. Se trasladó a París en 1965, tras la muerte de su madre. La novela Habitaciones de madera se publicó en 1958 y Anne Hébert es elegida miembro de la Royal Society of Canada en junio de 1960. Tras la publicación de su segunda novela, Kamuraska, alcanza por fin el éxito hacia 1970. Los hijos del sabbat, una tercera novela, aparece en 1975. En 1978, el primer ministro de la provincia de Quebec, René Lévesque le ofrece el puesto de teniente gobernador de Quebec, cargo que rechaza. En 1982, tras la aparición de su cuarta novela, Eloísa, la escritora se convierte en la cuarta canadiense francófona y en la segunda quebequesa que obtiene un gran premio literario. En efecto, consigue el premio Femina por su quinta novela, Los locos de Bassan. En 1983, es nombrada doctor honoris causa por la Universidad de Laval. Este título se agrega a los obtenidos anteriormente, por la Universidad de Toronto en 1969, Guelph en 1970, UQAM en 1979 y por último, Universidad McGill en 1980. En 1988 publica su sexta novela, El primer jardín, homenaje a las mujeres fundadoras de Nueva Francia. Una séptima novela, El niño cargado de sueños, aparece en 1992. En 1995, a los 70años, publica Aureliano, Clara, la señorita y el teniente inglés, una historia a medio camino entre la poesía y la prosa. Su quinto libro de poemas, Poemas para la mano izquierda se publica dos años después. A principios de 1998, Anne Hébert, que llevaba 32 años viviendo en París regresa a Montreal. En 1999 publica la que será será su última novela, Un traje de luz. En efecto, muere unos meses más tarde en el hospital Notre-Dame de Montreal el 22 de enero de 2000. Tenía 83 años.

Poesía:

1942 : Los sueños en equilibrio ("Les Songes en équilibre")
1953 : La tumba de los reyes ("Le Tombeau des rois")
1997 : Poemas para la mano izquierda ("Poèmes pour la main gauche")



Canto de campanas

Un canto de campanas
En la hondanada del valle
Sube como una humareda oscura
Atraviesa la montaña
Se mezcla con las nubes
Da la vuelta al mundo
Herida mi alma adormecida
En un pliegue del sueño




El corazón escardado

El corazón escardado
A pleno sol
Este amor que es preciso
Arrancarse de entre los costales
A mediodía
En medio del fuego del verano




Bello verano

Sol a rabiar
Sobre la mar a mediodía
Flechas de oro
Encendida locura
Me arrojo bajo el agua verde
En busca del alma del fuego
Que brilla entre las algas



Encierro el agua

Encierro el agua como un lecho
Extiendo el agua lisa sin arrugas
Sueño con la euforia del nadador
En la velocidad de su fluido corazón
Del otro lado del mundo
En el desperezarse de su alegría
La vida extraña refulge en sus cabellos
Blanca como la sal



Misterio de la palabra

En un país tranquilo hemos recibido
la pasión del mundo,
espada desnuda sobre nuestras
dos manos posada

Nuestro corazón desconocía el día
cuando el fuego nos fue así entregado,
y su luz hizo un surco en la sombra
de nuestros rasgos

Era ante todo flaqueza,
la caridad estaba sola adelantándose
al miedo y al pudor

Inventaba el universo en la justicia primera
y éramos partícipes de esta vocación
en la extrema vitalidad de nuestro amor

La vida y la muerte en nosotros recibieron
derecho de asilo, se miraron con ojos ciegos,
se tocaron con manos precisas

Unas flechas de olor nos alcanzaron,
atándonos a la tierra
como heridas en nupcias excesivas

Oh estaciones, río, alisos y helechos, hojas,
flores, madera mojada, hierbas azules,
todo nuestro haber sangra su perfume,
bestia olorosa en nuestro flanco

Los colores y los sonidos nos visitaron en tropel
y en pequeños grupos fulminantes,
mientras que el sueño duplicaba nuestro encanto
como la tormenta eléctrica cierne el azul
del ojo inocente

La alegría se puso a gritar,
joven parturienta de olor salvajino
bajo los juncos.
La primavera liberada fue tan hermosa
que nos tomó el corazón con una sola mano

Los tres golpes de la creación del mundo
repicaron en nuestros oídos,
vueltos iguales a los latidos de nuestra sangre

En un solo deslumbrar se hizo el instante.
Su relámpago nos recorrió el rostro
y recibimos la misión del fuego y de la quemadura

Silencio, ni se mueve, ni dice nada,
se funda la palabra, levanta nuestro corazón
para asir el mundo en un solo gesto de tormenta,
nos adhiere a su aurora como la corteza al fruto

Toda la tierra vivaz, el bosque a nuestra derecha,
la profunda ciudad a nuestra izquierda,
en pleno centro del verbo,
avanzamos en la punta del mundo

Frentes de cabellos ensortijados
donde se corrompe el silencio en pelambres
almizclados,
todas las muecas, viejas cabezas, mejillas de niño,
amores, arrugas, alegrías, duelos, criaturas,
lenguas de fuego en el solsticio de la tierra

Oh hermanos míos los más negros,
todas las fiestas gravadas en secreto;
pechos humanos, calabazas que son músicas
y donde se exasperan voces cautivas.




LA TUMBA DE LOS REYES. Traducción de algunos poemas de Anne Hébert
Miguel IBÁÑEZ RODRÍGUEZ
Profesor de la Facultad de Traducción e Interpretación de Soria


I

La habitación de madera

Miel del tiempo
Sobre los muros resplandecientes
Techo de oro
Flores de los nudos
corazones caprichosos de la madera

Habitación cerrada
Claro cofre donde se enmaraña mi infancia
Como un collar desenhebrado.

Duermo sobre dóciles hojas
El olor de los pinos es una vieja criada ciega
El canto del agua golpea mi sien
Pequeña vena azul rota
Todo el río atraviesa la memoria.

Me paseo
En un armario secreto.
La nieve, apenas un puñado,
Florece bajo una esfera de cristal
Como una corona de casada.
Dos leves penas
Se desenredan
Y retiran sus garras.

Voy a coser mi vestido con este hilo perdido.
Tengo zapatos azules
Y ojos de niño
Que no me pertenecen.
Es necesario vivir bien aquí
En este cuidado espacio.

Tengo víveres para la noche
Siempre que no me canse
De este constante canto de río
Siempre que esta criada temblorosa
No deje caer su carga de olores
De un solo golpe
Sin retorno.

No hay ni cerradura ni llave aquí
Estoy cercada de madera antigua.
Me gusta un pequeño candelabro verde.

El mediodía arde en las baldosas de plata
La plaza del mundo llamea como una fragua
La angustia me da sombra
Estoy desnuda y completamente negra bajo un árbol amargo.




II

Cada vez más estrecho

Esta mujer en su ventana
Los codos sobre el alféizar
El furor bermejo a su vera
Bello árbol de capuchinas sobre arenisca azul.

Ve pasar amargas comitivas
Y no se mueve
En todo el día
Por miedo a chocar con la muralla de silencio tras ella

Respiro helado sobre su nuca
Lugar sordo donde este hombre de sal
Sólo tiene el espacio
Entre esta mujer de espaldas y el muro
Para maldecir sus venas que se paran al tiempo que respira
Su lenta fría respiración inmóvil.




III

Vuelve sobre tus pasos

Vuelve sobre tus pasos oh vida mía
Bien ves que la calle está cortada.

Mira la barricada frente a las cuatro estaciones
Toca con el dedo la fina construcción nocturna
levantada sobre el horizonte
Vuelve rápida a tu casa
Descubre la más impenetrable morada
La más vacía la más profunda.

Vive pues en esta roca
Sueña en el lento caminar de tu vida futura
Pareciéndote a ella al mismo tiempo.

Bien dispones del tiempo de aquí la gran tiniebla:
Visita tu corazón subterráneo
Viaja sobre las líneas de tus manos
Eso bien vale [como recorrer] los caminos del mundo
Y la gran plaza del mar atormentado
Imagina placenteramente un bello amor lejano
Sus ligeras manos en camino hacia ti

Detén tu respiración
Que ningún viento agite el aire
Que haya calma suave y dulce
A través de las murallas

El deseo deambula vuela y empolva
Recógete y deja brotar tus lágrimas
¡Oh testaruda vida mía bajo la piedra!




IV

Una pequeña muerte

Una pequeña muerte
se ha postrado atravesada en la puerta.

La hemos encontrado de madrugada, abatida en nuestro umbral
Como un helecho completamente helado.

Ya no osamos salir desde que está ahí
Es una muchacha blanca de faldas espumosas
De la que irradia una extraña noche lechosa.

Nos esforzamos por vivir en el interior
Sin hacer ruido
Barrer la habitación
Y ordenar el hastío
Dejar los gestos balancearse completamente solos
En el extremo de un hilo invisible
En nuestras mismas venas abiertas.

Llevamos una vida tan minúscula y tranquila
Que ni uno solo de nuestros lentos movimientos
Sobrepasa el reverso de este nítido espejo
Donde esta hermana que tenemos
Se baña azul bajo la luna
Mientras crece su olor embriagador.




V

Nuestras manos en el jardín

Hemos tenido esta idea
[La] de plantar nuestras manos en el jardín

Ramas de diez dedos
Pequeños árboles de huesos
Querido arriate.

Todo el día
Hemos esperado al pájaro pelirrojo
Y a las hojas frescas
En nuestras cuidadas uñas.

Ningún pájaro
Ninguna primavera
No han sido atrapados en la red de nuestros manos cortadas.

Por una sola flor
Una sola minúscula estrella de color
Un suelo vuelo de ala tranquila
Por una sola nota inmácula
Repetida tres veces.

Será necesaria la estación próxima
Y nuestras manos fundidas como el agua.



VI

Ciertamente hay alguien

Ciertamente hay alguien
Que me ha matado
Después se ha ido
De puntillas
Sin quebrar su danza perfecta.

Ha olvidado acostarme
Me ha dejado de pie
Completamente atada
En el camino
El corazón en su antiguo cofre
De igual modo las pupilas
En su más pura imagen de agua

Ha olvidado borrar la belleza del mundo
Alrededor mío
Ha olvidado cerrar mis ojos ávidos
Y permitido su pasión perdida




VII

El reverso del mundo

Nuestra fatiga nos ha roído por el corazón
A nosotras las muchachas azules del verano
Largos tallos suaves del más bello campo de perfumes.

Abandonadas a la fuerza
Levantar piedras en la corriente,
Devoradas por el sol
Y por sonrisas a flor de piel.

Ayer
Nos comimos las más tiernas hojas del sueño
Los sueños nos han acostado
En la cima del árbol de la noche.

Nuestra fatiga no se ha dormido
Inventa máscaras de seda
Guantes de angustia y sombreros agujereados
Para nuestro despertar y paseo al alba.

Resplandecen tras la vida nuestros pasos
Por el hábito y la paciencia.
En nuestras manos pintadas de sal
(Las líneas del destino están repletas de escarcha)
Tenemos extrañas pesadas cabezas de amantes
Que ya no nos pertenecen
Pesan y mueren entre nuestros dedos inocentes.

La voz del pájaro
Fuera de su corazón y de sus alas guardadas en otro lugar
Busca alocadamente la puerta de la memoria
Para vivir aún algunos instantes más.

Una de nosotras se decide
Y lentamente acerca su oído a la tierra
Como una caja sellada sonora de insectos
prisioneros
Dice: "La pradera está invadida de ruido
Ningún árbol de palabras deja crecer en él sus raíces
silenciosas
En el negro corazón de la noche.

Aquí está el reverso del mundo
¿Quién pues nos ha desterrado de esta orilla?"

Y busca en vano tras ella 1
Un perfume, el rastro de su tierna edad
Y encuentra este dulce barranco de hielo
a modo de memoria.
______________
1 Se refiere a una de las dos protagonistas del poema.




VIII

Vida de castillo

Es un castillo de antepasados
Sin mesa ni fuego
Ni polvo ni tapiz.

El encantamiento perverso de estos lugares
Está todo en sus refinados espejos.

La única ocupación posible aquí
Consiste en mirarse día y noche.

Lanza tu imagen a las duras fuentes
Tu más dura imagen sin sombra ni color.

Mira, estos espejos son profundos
Como armarios
Siempre hay alguna muerte bajo el azogue
Y cubre rápidamente tu reflejo
Se pega a ti como un alga
Se adhiere a ti, delgado y desnudo,
Y simula al amor en un lento escalofrío amargo.




IX

Rodar por barrancos de fatiga

Rodar por barrancos de fatiga
Sin fin
Sin retomar aliento
Atrapada en sus cabellos
Como en ramos de flores
El corazón al descubierto
Su cuello completamente desnudo
Agarrado como un pájaro loco

Vieja bodega familiar
Derruida
Caja de abedul blanco
Rota
Partida de dominó
Interrumpida
Dulce pecho reventado

Estrépito de marfil a media voz
Contra nuestra oreja llena de arena
Azul del cielo
Gran grito de la luz por encima nuestro.



X

Paisaje

Arrebujada en mi rabia
Como en un abrigo sarnoso
Duermo bajo un puente podrido
Verde grisaceo y dulce lila

Los dolores secos
Algas, oh mis bellas muertas
El amor transformado en sal
Y las manos para siempre perdidas.

Sobre las dos riberas humea mi infancia
Arena y fango pálida memoria
Que persigue el grito ronco
De pájaros imaginarios castigados por el viento.




XI

Un rumor de seda

Un rumor de seda más suave que el viento
Barrido de luz sobre un paisaje de agua.

El resplendor del mediodía borra tu figura ante mí.

Tiemblas y reluces como un espejo
Me ofreces el sol para beber
En tu propio rostro ausente.

Demasiada luz impide la visión;
uno y otro antorcha blanca,
gran vacío de mediodía
Buscarse a través del fuego y el agua
ahumada.

Las especies del mundo se reducen a dos
Ni bestias ni flores ni nubes.

Bajo las pestañas un resplandor de ascuas canta a voz en grito.
Nuestros brazos extendidos nos sacan dos pasos de ventaja
Servidores ávidos y extraños
En este denso bosque de calor desplegado.

Lenta travesía.

Ciega reconozco bajo mi uña
la pura columna de tu corazón erguido
Su dulzura que invento para dormir
La imagino tan justa que desfallezco.

Mis manos apartan al día como una cortina
La sombra de un único árbol despliega la noche a nuestros pies
Y descubre esta calma inmóvil distancia
Entre tus dedos de arena y mis manos completamente florecidas.




XII

La tumba de los reyes

Tengo mi corazón en las manos.
Como un halcón ciego.
El taciturno pájaro atrapado entre mis dedos
Lámpara henchida de vino y sangre,
Desciendo
Hacia las tumbas de los reyes
Sorprendida
Apenas nacida.

¿Qué hilo de Ariadna me conduce
A lo largo de los sordos dédalos?
El eco de los pasos se consume al tiempo.

(¿En qué sueño
Se ató a esta muchacha por el tobillo
Como si fuera una esclava fascinada?)
El hacedor del sueño
Tensa el hilo,
Y vienen los pasos desnudos
Uno a uno
Como las primeras gotas de lluvia
Al fondo del pozo.

Ya ondea el olor en densas tormentas
Chorrea bajo el umbral de las puertas
Hacia las habitaciones secretas y redondas,
Ahí donde están preparadas las camas cerradas.
El inmóvil deseo de los yacentes me atrae.

Miro con sorpresa
Incluso los negros osamentos
Resplandecer las azules piedras incrustadas.
Algunas escenas trágicas pacientemente trabajadas,
Sobre el pecho de los reyes, colocadas,
A modo de joyas
Me son presentadas
Sin lágrimas ni lamentos.

En una sola línea ordenados:
El humo del incienso, el pastel de arroz seco
Y mi cuerpo que tiembla:

Ofrenda ritual y sumisa.
La máscara de oro sobre mi rostro ausente
Unas flores violetas a modo de pupilas,
La sombra del amor me maquilla con pequeños trazos precisos;
Y este pájaro que tengo
Respira
Y se queja extrañamente.

Un largo escalofrío
Parecido al viento que se aferra, de árbol en árbol,
Agita a siete grandes faraones de ébano
En sus sarcófagos solemnes y ornamentados.

No es otra cosa que la profundidad de la muerte lo que persiste,
Simulando el último tormento
Buscando su apaciguamiento
Y su eternidad
En un ligero ruido de pulseras
Vanos círculos juegos por otra parte
Alrededor de la carne sacrificada.

Ávidos de la fuente fraternal del mal en mí
Me acuestan y me beben;
Siete veces, conozco el torno de los huesos
Y la mano seca que busca el corazón para romperlo.

Pálida y satisfecha de sueño horrible
Los miembros desenlazados
Y los muertos fuera de mí, asesinados,
¿Qué reflejo del amanecer se extravía aquí?
¿Por qué pues este pájaro tiembla
Y gira hacia la mañana
Sus pupilas reventadas?



Woman Bathing

Sun’s rain on the sea
Red sun yellow sun
White noon sun
Blue sun on the sea
Melded water and fire
At noon.

Deep swell I go down
Blue sea green sea
Red agate
Blue green
Depth I go down

From the bed of receded waters
Surging to the surface
Like a daylong bubble
Silver fish
Are on the back on the belly
Riddled with gold shafts

Coming up at leisure
With well-wrought traps
Calm sluices
Eel-nets
To seize the sun
In my soaked fingers.

Translated by A.Z. Foreman



Baigneuse

Soleil en pluie sur la mer
Soleil roux soleil jaune
Blanc soleil de midi
Bleu soleil sur la mer
Mélange des eaux et du feu
A midi.

Onde profonde où je descends
Mer verte mer bleue
Rutilante
Verte bleue
Profonde où je descends

Du bout de l'eau ramenée
Remonte à la surface
Comme une bulle de jour
Poisson d'argent
Sur le dos sur le ventre
Criblée de flèches d'or

Invente à loisir
Des pièges fins
Des écluses tranquilles
Des nasses liquides
Pour saisir le soleil
Entre mes doigts mouillés.



The Piano

All it took was one light note
One fingertap
By one calm slave

A single note a supple instant
For the muffled clamor of offense
Tucked at the back of black veins
To rise and burst into the stirless air

The master knowing not what to do
Before such tumult
Commands that the piano be closed
Forever

Translated by A.Z. Foreman



Le Piano

Il a suffi d'une note légère
D'un seul doigt frappée
Par un esclave tranquille

Une seule note un instant tenue
Pour que la clameur sourde des outrages
Enfouis au creux des veines noires
Monte et se décharge dans l'air immobile

Le maitre ne sachant que faire
Devant ce tumulte
Ordonne qu'on ferme le piano
A jamais



ANNE HÉBERT'S "LA FILLE MAIGRE": 
GENDERING POETICS

Emile J. Talbot

Anne Hébert's poem, "La fille maigre," first published in Cité Libre in May 1951, and subsequently in Hébert's collection Le Tombeau des Rois, has attracted but brief, and sometimes passing, critical comment.1 It is, however, a highly significant text whose radical modernity is in need of articulation. That modernity is best recognized if we contrast the poem with another poem published more than three centuries earlier and with which it has a curious relationship. The earlier poem, "Contre une dame trop maigre" by Jean Auvray, a minor baroque poet, appeared in his collection Banquet des Muses, published in Rouen in 1623. I quote the full text:

    Non, je ne l'ayme point ceste carcasse d'os, 
    Qu'on ne m'en parle plus, quoy qu'il y ait du lucre, 
    J'ayme autant embrasser l'image d'Atropos 
    Ou me laisser tomber tout nud dans un sepulcre.

5. Dés la premiere nuit de nos embrassemens, 
    J'imaginai sa chambre estre un grand cimetiere, 
    Son corps maigre sembloit un monceau d'ossemens, 
   Son linceul un suaire et sa couche une biere.
      Ce serait violer le droit des Trespassez 

10. De toucher sacrilege à ses membres ethiques, 
      Je les baiserois bien s'ils estoient enchassez, 
      Comme au travers d'un verre on baise les reliques.
      Belle, dis-je, (tastant la peau de son teton) 
     Pour ne me point blesser lors que je vous embrasse, 

15. Il faudrait vous garnir les membres de cotton, 
      Ou que je fusse armé d'un bon corps de cuirasse.
      Quand je touche aux rasoirs de vostre hastelet, 
     Je n'oserais mesler mes os avec les vostres, 
     Vostre mere vous fit disant son Chapelet 

20. Puis que tout vostre corps n'est que des patinostres.
      Au châlit innocent j'eusse dit ces propos : 
     Pourquoy faut-il jaloux que si haut tu caquettes? 
     Mais, je cogneus la Dame au cliquetis des os, 
     Comme on connaît un ladre au bruit de ses cliquettes.

25. Son Meusnier l'autre jour revenant du marché 
     (Piqueur alternatif de ceste haridelle) 
     Me dit qu'il en avait le ... tout escorché, 
      Et que son asne estoit plus franche d'amble qu'elle.
      Un jour ce vieux fut d'arquebuze à gibier 

30. Je tastonnais par tout, je luy dit, ô ma mie, 
     Que vous auriez besoin d'un excellent Barbier 
     Pour enfiler les os de vostre anatomie!
      Ce corps qui va craquant aussi tost qu'on l'estreint 
     Me semble trop fragile aux amoureux approches, 

35. Il vaut mieux le garder pour le Vendredy Sainct 
      Servir de tournevelle au deffaut de nos cloches.
      Que ces Peres devots s'aillent doncques cacher 
     Qui estiment Catin trop chamelle et gaillarde, 
     Si paillardise n'est que peche de la chair, 

40. Catin ne fut jamais ny putain, ny paillarde. (105-106)



The voice in this poem is unmistakably that of a man who prefers fully fleshed women, an understandable propensity for a contemporary of Rubens, and one that is evident in Auvray's other poems as well.2 Not merely content to express a preference, however, he is offensive and insulting to a woman who does not meet his expectations. Indeed, the poet's vituperative tone recalls the caustic contreblasons of the previous century. The firm, unambiguous opening hemistich, "Non, je ne l'ayme point," strengthened in its negation by the added stress on "point" at the caesura, is further sustained by an abundance of negative signifiers in the first two lines: non, ne, point, ne, plus. The object of this hostility is "ceste carcasse d'os," a derisive designation since "carcasse," phonetically harsh because of its two velars in two syllables, refers primarily to the bony structure of an animal and only secondarily and pejoratively to a human body. So repulsive to him is this thin woman, whom we assume to be wealthy ("quoi qu'il y ait du lucre," [ 21), that he would rather make love to death, here personified as Atropos (3), the Fate whose task it was to cut off the thread of life. The expressed preference for falling naked into a tomb further consolidates the idea of making love to death, or to a dead body, as more desirable than the yet unnamed "carcasse d'os." A fascination for death is not unexpected in the context of post-Tridentine writing, but, baroque hyperbole notwithstanding, Auvray's necrophilic option remains startling.

Yet, he has made love to this woman--or at least has attempted to. In the second stanza, he refers to la premiere nuict de nos embrassemens" ("premiere" would indicate that there were others), and the remainder of the poem makes it clear that he knows her body rather well. The second and third stanzas stress the association of the woman with thinness, and thinness with death. The final word of the first stanza, "sepulcre," is joined by additional signifiers containing semes of death: "cjlnetiere" (6); "suaire" (8); "biere" (8); "Trespassez" (9). Yet, these semes of death are found in an environment containing a number of signifiers bearing erotic seines: "nuict" (5), "embrassemens" (5), "corps" (7), "baiserois" (11), "baise" (12), and, if we extend our search to the first line of the fourth stanza, "peau" and "teton" (13). Love and death are ancient and frequently conjoined topoi in Western literature, but there is something peculiar here, for the third stanza begins by evoking violation and sacrilege.

The dead have rights: for him to touch her thin-as-death body would be a violation of those rights, a sacrilege, a profanation. The "membres ethiques" referred to in line 10 are not "ethical" members, for "ethique" in this instance is a Middle French word meaning "d'une extrême maigreur."3 He would kiss them if they were encased in a reliquary, the way one kisses relics, through a glass. The more explicitly sexual meaning the word "baiser" has acquired in contemporary French, though not widely used in the seventeenth century, is attested as early as the sixteenth century, leaving open the possibility of more pronounced sexual semes in this instance as well. Kissing a relic translates into a sanctioned bringing of the lips near to that which is dead; safe sex with the dead.

Since she is not, however, in a glass case, he risks wounding himself, shedding his own blood, by kissing her: "me ... blesser lors que je vous embrasse" (14). To avoid injury to himself, prophylactic measures would be required either on her part ("Il faudrait vous garnir les membres de cotton," [15]) or on his ("Ou que je fusse armé d'un bon corps de cuirasse," [16]). just as the glass of the reliquary permits a kiss that is safe from profanation, the padded cotton or the coat of anus will protect him from physical harm. Fear of mutilation is not an uncommon motif in baroque poetry,4 nor is the image of a protective device.5 But just as the kiss on the reliquary does not touch the bones behind the glass, so too would the cotton and the armor prevent the bodies from touching.

Touching is directly alluded to in the first line of the fifth stanza, precisely in the context of a possible wound: "Quand je touche aux rasoirs de vostre hastelet" (17). The latter item is a brooch with a large pin used to close a piece of clothing, or simply as an ornament. Hers, he tells us, have "rasoirs" (not razor blades specifically, but anything "qui coupe fort bien," according to Furetière in his Dictionnaire Universel of 1690). This poet, afraid of being cut, dares not ("Je n'oserois" [18]) enlace her. Her body "West que des patinostres" (20), that is, fish bones (this usage of "patinostres" is attested in Des Périers).6 In an attempt to resolve his fear and possibly to counter an unstated anxiety about his own decay and death, he resorts to continued insult (comparing the clanging of her bones to the bell of a leper), vulgarity (affirming that she sleeps with her miller,7 who claims to be have gotten scratched and chafed in the exercise; claiming that only a surgeon could have intercourse with her), and ridicule (proposing that her cracking bones could serve as a chimney cowl). He finally ends the poem with a play on the words "péché de la chair," maintaining that she could not be sinful, for she is without flesh. All this is said in the most rude and licentious language--hardly the "vers discrets" claimed by his twentieth-century editor (Balmas LX)--in an attempt to demean and debase this woman. Clearly, she is for him a figure of contradiction: as a woman, she is supposed to invite, even incite, desire. Yet, her body repulses desire. Like the woman in Auvray's "À une laide amoureuse de lautheur" (95), she fails in one of the primary functions of womanhood.

Auvray's poem is of considerable interest to a reader of "La. fille maigre," for Hébert's text can be read as the response of the "dame trop maigre" maligned by Auvray. Hébert's poem deconstructs the cultural representations that permeate Auvray's text, representations still current in the 1950s, and gives voice tothe woman who, in Auvray's poem is spoken about and spoken to but not allowed to speak:

      Je suis une fille maigre 
     Et j'ai de beaux os.
      J'ai pour eux des soins attentifs 
     Et d'étranges pitiés

5.   Je les polis sans cesse 
     Comme de vieux métaux.
      Les bijoux et les fieurs 
     Sont hors de saison.
      Un jour je saisirai mon amant 

10. Pour m'en faire un reliquaire d'argent.
      Je me pendrai 
     À la place de son coeur absent.
      Espace comblé, 
     Quel est soudain en toi cet hôte sans fièvre?

15. Tu marches 
     Tu remues; 
     Chacun de tes gestes 
     Pare l'effroi la mort enclose.
      Je reçois ton tremblement 

20. Comme un don.
      Et parfois 
     En ta poitrine, fixée, 
     J'entrouve mes prunelles liquides
      Et bougent 

25. Comme une eau verte 
     Des songes bizarres et enfantins. (Hébert, Œuvres 29-30)



Against the male poet who will not love a woman because she is but a carcass of bones, this female poet affirms, precisely, her bones.

Bones are not always positively marked in Hébert's work where they are primarily associated with mortality, a persistent though ambiguous theme in all her writing since "Présence" in 1944. In that poem the negative semes of death are muted, in part because death is imagined as fleshy rather than bony: "Sa main qui me touche / N'est ni décharnée ni hideuse" (reprinted in Lacôte 100). When bones or thin or dead bodies are brought into lovemaking, however, a scene of horror is created, as is the case in her poems "Vie de chateau" and "Le Tornbeau des rois." In the former, death itself "S'ajuste à toi, mince et nu, / Et simule l'amour en un frisson amer" (Hébert, Œuvres 47). In the latter, the female narrator has a sexual encounter with bony corpses:

L'immobile désir des gisants me tire, 
Je regarde avec étonnement 
A même les noirs ossements 
Luire les pierres bleues incrustées 
. . . . . 
Et ma chair qui tremble: 
Offrande rituelle et soun-tise 
. . . . 
Autour de la chair sacrifiée. 
. . . . 
Sept fois je connais l'etau des os 
Et la main sèche qui cherche le cceur pour le rompre. 
(Hébert, Œuvres 53-54)
Clearly, the experience is a terrifying one.

In "La fille maigre," however, thinness is not the result of death, and it is the woman herself who is thin and bony, both givens that radically alter the perspective. The initial affirmation, "Je suis une fille maigre / Et j'ai de beaux os," is a stunning one, as is the image initiated by the opening distich (even if Saint-Denys Garneau had already used an analogous one in "Une cage d'os"). Her bones are so precious that they are like old metal, worthy of constant polishing. Bones are not to be despised, but prized; not feared, but cherished. The first three stanzas reverse the values attached to the signifier, "bones," thereby radically altering the significance of the female body as a symbolic construct.8

The fourth stanza makes another kind of affirmation. Jewels and flowers have historically been given to women by men, creating an exchange in which the woman is the passive receiver, the man, the active giver. But this activity, she declares, is now "hors de saison." Why? It is only after reading the remainder of the poem that retrospectively we come to understand that the female voice is announcing her adoption of an active rather than passive role, a stance quite different from that adopted by the poetic "I" in the first volume of Hébert's poetry, Les Songes en équilibre (1942). It has been observed that in traditional paradigms, "men act and women appear" (Berger 47; author's italics). Jewelry and flowers cohere with this emphasis on appearance, clearly a preoccupation of Auvray's narrator. It is precisely in contrast to Auvray's poem and the paradigm it represents that this female poet's role-switching becomes striking.

Auvray's male subject, it will be recalled, will not touch the bony woman, for fear of injuring himself. The female subject in H6bert's poem, however, upsets cultural expectations and seizes her lover. Auvray had imagined her in a reliquary. She will make a reliquary out of him: "je saisis mon amant pour m'en faire un reliquaire d'argent" (9-10). She will then violate the body of her male lover and accomplish the penetration that the male poet cannot or will not do for fear of hurting himself. She will enter him and hang herself in a place vacated by his absent heart. When we recall that Auvray did not dare "mesler mes os avec les vostres," Hébert's fille maigre is daring indeed. The "cœur absent" is, of course, a metonymy for the lover who does not love, a metonymy for someone such as Auvray.

She then addresses directly this man in whom she is encased, rhetorically asking him who is his guest "sans fièvre." How could she produce heat, she who is but bones? She takes pleasure in the fact that her presence, "la mort enclose"--she is dead because she has hanged herself--terrifies him. This is her answer to Auvray who had pretended to prefer death to the love of a bony woman. Here, the bony woman becomes death and he is scared: "Je reçois ton tremblement comme un don" (19-20). Then, in a move designed to increase further his horror, she speaks of opening her liquid-filled eyes where bizarre and childlike dreams stir like green water. In. the Christian tradition, water is a symbol of the spiritual life, and Hébert in other contexts has used the image of pure water to connote peacefulness. Here, however, she has recourse to green water, which in Baudelaire is "l'eau verte du Léthé," the water of Hell. Hébert herself has elsewhere used this image to connote the sinister.9

In proposing that Hébert's poem is a "response" to Auvray's, I am not affirming that Hébert knew of "Contre une dame trop maigre." Indeed, she probably did not, for Auvray's poem was not republished until 1953,10 two years after "La fille maigre" appeared in Cité Libre. While the private book collections in some Québécois families were quite extensive, making it possible that Hébert could have had access to it in its original printing, her knowledge of the poem is not necessary to the present argument, which is based on something more important than influences. hi these poems, two poets address topics that are inverted versions of each other. Both texts are about a thin woman and her lover, but the perspective in each is highly gendered. What primarily separates them is not the three centuries that elapsed between their respective composition, but rather their gender. The modernity of the later poem stems from the unanticipated affirmation that a gender-based perception of male/female relations might be profoundly different from that which Auvray represents.

In Auvray, the man is the subject of focalisation; the woman, the object. For the man, the female body must measure up to an ideal of perfection that is socially defined. The assumption is that his readers, respectable males like him (the collection is dedicated to the president of the Rouen parliament), would reject an emaciated woman as a lover and that even women would not consider thinness as desirable (his is an age quite removed from the anorectic ideal). Auvray is measuring her anatomy against a standard that requires that she have an acceptable amount of fatty tissue to be desirable. Significantly, he begins to address her directly when feeling her breasts, moved perhaps by a persistent image of the psyche of the Western male that a flat chest in a woman denotes a low level of sensuality. Auvray is not a disinterested observer, but a man whose desire is frustrated by the woman's refusal to meet culturally accepted norms of seductiveness.

Auvray recalls the words he spoke to the woman, but does not record her reply, if indeed he allowed her to reply. She is "the speechless, spoken female object," if I may borrow an expression from Domna Stanton, used in a related but slightly different context (Stanton xv). Hébert's poem gives speech only to the woman, whose discourse becomes subversive of the. very order that subtends Auvray's speech. In Auvray, sex powers the text: desire provides him with a rhetorical aggression against the woman who cannot inspire it. In Hébert, it is text that powers sex: her speech provides her with the means to penetrate his body, to accomplish the very act that Auvray refused.

Bones are a favoured topos of baroque poetry, much of which deals with death and for which they are a graphic image. In affirming three centuries later the ossature of her body, that part of her which will survive the disintegration of the flesh, Hébert's female voice proclaims that which is more lasting. Bones, the least indestructible part of her, are a metonymy for the essential woman. This is why, in a later poem, "Sagesse," a personified wisdom that serves as a negative symbol of timid inaction and who is represented as "une vieille fernme envieuse," attacks her victim's bones: "La sagesse m'a rompu les bras, brisd les os" (Hébert, Œuvres 81). Wisdom seeks to break woman's spirit by breaking her bones. More importantly, the valorization of her bones points to H6bert's desire to go beyond substituting a female gaze for a male one, a strategy adopted by some contemporary feminist painters. Hence, she gives no details about her lover's body while Auvray is preoccupied with describing the body of his lover. His gender-driven preference for fleshy women is captivated by appearance, a perspective Hébert avoids completely.

Long before the feminist revolution and a decade before la révolution tranquille in Québec, Anne Hébert, who in later texts validates woman's sexual energy, provides in this poem an early voice for a radical affirmation of womanhood that is not dependent on her assigned role in the creation of desire. A few women poets in Québec, particularly Simone Routier and Medjé Vézina, had dared write and even celebrate the reality of sensuality without, however, escaping the web of guilt and remorse, perhaps because they never seriously challenged the role of women in a love relationship, a challenge which is at the heart of Hébert's discourse in this poem.

To read this poem as the voice of a "squelette coquey" (Bouchard 88) is therefore to misread Hébert, for "coquet" would retain the woman in the role of someone who seeks to please men, a position specifically rejected in this poem. So too is it in error to read the poem as one of several in which Hébert describes "de véritables fantasmes sadomasochistes" (Giguère 150), for the narrator's speech does not derive of pathology, but rather of health, or at least a process of cleansing which is the project of the collection in which 'Ta fille maigre" would subsequently appear. Hébert chose to republish the poem in her collection, Le Tombeau des rois, in which it appears as the twelfth poem. In the original edition of the collection (1953) in which the poems were grouped under categories (a practice abandoned in subsequent editions), "La fille maigre" was situated under the rubric "Inventaire," drawing attention to the stock-taking that necessarily must precede confrontation. One critic (Lemieux 77) has noted Hébert's use of the word "inventaire" in a script that she wrote for a film testimonial to her cousin, Saint-Denys Garneau. Speaking of her cousin's last years, she notes, "Le poète fait l'inventaire de ce qui lui reste 'afin de voir ce qui manque, de trouver le joint qui ne va pas, car il est impossible de recevoir assis tranquillement la mort grandissante"' (republished in Lacôte 131; the quotation within the quotation is from Saint-Denys Garneau). The notion of "taking stock" before facing death, an activity not unrelated to the final "examination of conscience" prescribed by Catholic tradition, is at work in this collection as well, for Le Tombeau des rois can be read as the narrative of a confrontation with death. Semes of death are present in each poem (in "Il y a certainement quelqu'un" the poet sees herself as dead, though still standing), but the final poem, "Le Tombeau des rois," which provides the title for the collection, records a victory over death. A descent into the abyss of the dead is accompanied by the expected fear ("ma chair qui tremble" [36]) and leads to a confrontation with death, an embracing of death, a copulation with death that exorcizes death. Such is the message of the final five lines:

Et les morts hors de moi, assassinés, 
Quel reflet d'aube s'égare ici? 
D'où vient donc que cet oiseau frémit 
Et tourne vers le matin 
Ses prunelles crevéses? (Hébert, Œuvres 54)
The blind falcon, we know from the incipit, metaphorically signifies the female poet's heart. The falcon who has regained sight and recognized the dawn brings the collection to a liberating closure. The affirmation of "la fille maigre" earlier in the collection is part of that liberation.

Significantly, Hébert reused the first six lines of "La fille maigre" (inverting the second and third distichs) in Les Invités au procès, a radio play performed in 1952, one year after the original publication of the poem. In that play, Aude, a beautiful young woman, the only one in her sullen and morose family who dares to laugh, the only one to believe in joy and to hope for the future, at one moment inexplicably sings out:

Je suis une fille maigre 
Et j'ai de beaux os 
Je les polis sans cesse 
Comme de vieux métaux 
J'ai pour eux de soins attentifs 
Et d'étranges pitiés (Hébert, Temps 179)
She ends her song at that point, however, without confronting her lover in the manner that the female voice of the poem does. Perhaps that is why Aude is ultimately destroyed: she is incapable of proceeding from affirmation to appropriation, incapable of laying claim to "le fer et le feu de [s]on héritage" as does the defiant female voice in "La Sagesse m'a rompu les bras" (Hébert, Œuvres 81).

In an interview with Le Devoir in 1982, Hébert spoke of the necessity for the woman to speak on her own behalf rather than to be spoken for or about:

Il est trés important qu'on entende cette voix [de la femme]. Une voix qui soit audible et perceptible, une voix qui rende un son juste et vrai. Pendant longtemps cette voix a été étouffée, camouflée. Cest un son trés pur .... Une voix nouvelle.
L'idée qu'on se faisait d'une voix féminine d'était plutôt celle d'une voix mièvre, A Yeau de rose. On n'imaginait pas toute la force que la femme pouvait avoir en elle. (Royer, "Anne Hébert. La passion" 40)
Poetry, then, becomes prophecy and salvation is to be found in words that speak the truth, "toute parole juste, vécue et exprimée," as Hébert explains it in "Poésie, solitude rompue" (Hébert, Œuvres 63), a frequently quoted text published a few years later and whose "dimension féminine" has been justly noted (Smart 191). "Poésie, solitude rompue" ends with Hébert's affirmation that poetry is salvific: "Je crois à la solitude rompue comme du pain par la poésie" (Hébert, Œuvres 63). In speaking the truth, poetry shatters solitude, and not only individual solitude. "Le poète," said Hébert in another interview, "exprime aussi tous ceux qui sont muets, tous ceux qui n'accèdent pas à la parole" (Royer, "Anne Hébert. Jouer" 22). The masculine demonstrative pronouns--still de rigueur in most francophone discourse fifteen years ago--need not deflect the reader from recognizing the identity of those who are reputed to be mute. By affirming herself as subject and thereby breaking through her solitude , the thin woman is also shattering the solitude that passivity has assigned to her gender. In 1951, in a Québec still dominated by a centuries-old Bérullian discourse of abnegation, this was a courageous act.

NOTES

1 See Marcotte 277-8; Amyof 243-4; Le Grand 26-7; Lacôte 54; Bouchard 88-90; Lemieux 86-91; Russell 38.

2 Auvray ends "Sonnet" with the lines: "Mais sans mentir il faut, maistresse, que j'avouë, / Que sur tout me ravit ton grasset en bon-point" (58). In "A Mademoiselle M.C.," when requesting a portrait of the woman he loves, he asks "Pein luy mainte veine noire / Dessus son col grasselet, / Puis enfle son sein d'yvoire En deux petits monts de laict" (59).

3 See Greimas and Keane 270. The word still exists with this approximate meaning in Modem French, spelled, however, without the "h".

4 On fear of mutilation, see Mathieu-Castellani 98-100.

5 Consider Desportes's "Je ressemble en aimant au valeureux Persée" in which the poet regrets that, unlike Perseus pursuing Medusa, he has no protection: "Mais hélas! je n'ai pas le bouclier renommeé, / Dont contre tous périls Vulcain l'avait armé" (86).

6 See Littré 3: 1003; Huguet 5: 680.

7 One cannot fail to note the play on words here. A "piqueur" is indeed a squire, normally in charge of horses. But in Middle French usage, "estre piqué de" meant to be in love with. The miller as a "piqueur alternatif" is, then, an alternate lover. Since the verb "piquer" means "to stick, to prick, to stake," semes of sexual penetration are evoked as well.

8 On the subject of the body as construct, see Suleiman 1-2.

9 See, for example, "L'Eau": "Vert trouble des étangs" (Hébert, Songes 55); "Chats": "Yor se mêle au vert / Des étangs" (Hébert, Songes 58); "Sagesse": "La Sagesse m'a rompu les bras, brisés les os / C'était une très vieille femme envieuse / Pleine donction, de fiel et d'eau verte" (Hébert, Œuvres 81).

10 In the edition of Banquet des Muses quoted above. The poem was also republished (the first six stanzas only) in Rousset 2: 146.

WORKS CITED

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