Javier Rodríguez Marcos
(Nuñomoral, Cáceres, 1970). Licenciado en Filosofía y Letras, amplió estudios en la Universidad de Nantes. Obtuvo la beca de literatura Valle-Inclán y residió un año en la Academia Española de Bellas Artes de Roma. Posteriormente fue lector en el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Perpiñán y profesor en las escuelas de postgrado de Barcelona Elisava y Eina. Ha publicado los libros de poemas Naufragios (E.R.E., Mérida, 1995, Premio Extremadura a la Creación) y Mientras arden (Hiperión, Madrid, 1996. Premio Jaén), el relato Nosotros, los solitarios (E.R.E., Mérida, 1997) y el libro de viajes Medio mundo (Llibros del Pexe, Gijón, 1998).
Además, en colaboración con Anatxu Zabalbeascoa, ha publicado el volumen de biografías de arquitectos Vidas Construidas (Gustavo Gili, Barcelona, 1998) y el ensayo Minimalismos (Gustavo Gili, Barcelona, 2000), traducido a varias lenguas.
Ha sido antologado por José Luis García Martín en La generación del 99 (1999) y en Selección nacional. Última poesía española (1995), y por Joaquim Manuel Magalhaes, en Poesia espanhola de agora (1997) (así como por Carlos Álvarez Ude, Antonio Lucas, José Luis Morante, Basilio Rodríguez Cañada… en otros "mapas" de la última poesía española).
Ha sido redactor y crítico del suplemento literario del diario de difusión nacional ABC, actualmente lo es del diario El País.
AVISO PARA NAVEGANTES
No estar aquí, no estar en ningún sitio.
Estar siempre perdido entre las manos
de agua y miel de ríos desconocidos,
no saber nunca de memoria
reglas de orientación, guiarse
por los signos del aire, por el paso
del tiempo y por el vuelo extraviado
de las aves que a veces se abandonan
al viento y vuelven al invierno,
ebrias de luz del norte, a dejarse la vida.
Sin certezas partir. Vivir es irse.
(De ‘Naufragios’)
ZOOLOGÍA
La palabras son
animales salvajes.
Nacen y crecen
y se reproducen, mueren
de agotamiento. Siempre
lo tiñen todo
con sus colores pardos,
con su mascar nervioso
(no fieras libres, ratas
de matadero). Tienen
tórax y abdomen, dice
la gramática.
De sangre fría, son
blandas por fuera y
duras por dentro. Aunque
siempre al acecho, atacan
tan sólo si se las ataca.
Y al olor de la sangre.
Las palabras heridas
son las más peligrosas.
Las palabras heridas
son capaces de hacer
todavía mucho daño.
CONOCIMIENTO DEL REINO SUBMARINO
Ahora sólo soy huesos. Los peces me conocen
y atraviesan confiados las cuencas de mis ojos.
Se han disuelto mis manos en la sal y mis piernas
crecen entre raíces en las rocas y el fango.
Recuerdo vagamente mi vida y sueño a veces
que hay plantas abisales coronando mi cráneo.
Por la noche mis huesos están tristes y echan
de menos el sonido de un corazón latiendo
y el pulso de la carne
que sirvió de alimento a la fauna marina.
Es la vuelta al origen. Me resigno y me digo
que ya andarán mis ojos entre perlas y estrellas,
como siempre quisieron cuando eran sólo ojos,
ni claros ni serenos, de un hombre en un naufragio.
(de Naufragios 1.995)
CANSANCIO
Tumbado, mira al cielo,
se deja ir. La nubes
están en su cabeza. Nada nuevo
allá afuera, y es más
que suficiente.
Ni pájaros ni aviones
detrás del pensamiento.
Quiero decir: tiene la mente en blanco,
piensa en prosa, llega por la colina
del misterio y, cansado,
sin ideas, sin ganas
de buscarle sentido
a sus actos, con toda
la pereza del mundo
se tumba en el poema.
EPITAFIO PARA DOS EXTRANJEROS
Resurrecturis
Ni el olvido podrá arruinar la vida
que mantiene esta llama lejos de la ruina.
No diga nadie
que comienza la nada,
que se termina el hombre,
cuando el tiempo se acaba,
cuando brota el silencio
(poca cosa es el tiempo
comparado a una vida
y a la pasión de un hombre).
Como el árbol y el árbol
que cruzan sus raíces
en la tierra profunda
cruzaron su existencia.
Vivieron como uno
y como uno quedan.
Que nadie piense
que hay dos corazones,
ahora que nada pueden,
donde hubo uno solo
que todo lo podía.
(DE: MIENTRAS ARDEN)
AUTORRETRATO
Estoy hecho de golpes, de agujeros,
de ceniza caliente que llena mis arterias
y me pinta una estrella en el cielo de la boca.
Soy el dueño de heridas extranjeras
que sangran todavía bajo las cicatrices,
y lo terrible del dolor ajeno
es saberse la causa.
Fui la llaga, el cuchillo.
¿Por qué esta vida nuestra viene siempre
de la mano de la muerte de alguien?
(Ya sé que cada paso traiciona un pensamiento,
que la única inocencia es no pensar,
pero la vana lógica
no sirve de consuelo).
Estoy hecho de huecos, de túneles, de barro
de palabras que significan poco.
Soy la sombra de lo que pensó alguien
hace ya muchos años. No soy lo que soñaron
(el sueño de aquel sueño, un fuego que se apaga)
Soy una piel reseca y poco más,
este golpe de huesos mal sumados.
Lo demás, viento y vanidad, miseria.
(DE: MIENTRAS ARDEN)
EXTRAÑO
El mundo está vacío. Un hombre mira.
(Suenan los pensamientos
como arrastrar de muebles dentro de la cabeza).
Sigue vivo en sus ojos
el puñado de niños que construyó su casa
con trapos y cartones
en un pedazo de terreno estéril,
los ancianos que tienen todo el tiempo del mundo,
los locos que se iban camino de la noche,
(cada uno a su feria, tan cansados),
el ruido de los trenes de largo recorrido,
el paso de los coches,
el vientre oscuro y frío de la tarde,
la nada de estas horas.
¿A dónde van cuando nadie los mira,
cuando el tiempo es tan sólo las ruinas del tiempo?
La vida muchas veces
no es más que una ciudad desierta
alzada con cartones y trapos y maderas
en los ojos de alguien. A veces el paisaje
es poco más que un animal cansado.
La escena se repite, y es antigua:
un hombre está vacío y mira el mundo.
(DE: EXTINCIÓN)
INVIERNO TODAVÍA
(desde el sueño)
Me oriento por la cicatriz
que recorre tu estómago
como el curso de un río pedregoso
cuando la noche llega.
De madrugada el hielo, que lo erosiona todo,
vuelve polvo las rocas, el sueño, nuestras manos.
Me guío por los cortes
en la piel cuando escuece
el dolor de estar vivo.
El canto negro de los deshauciados,
una voz ronca que viene de lejos,
marca el norte cuando no se ve nada.
Recuerdos subterráneos engendra la memoria.
Caminamos desnudos por un campo de nieve.
A veces nos llenamos la boca con los puños
para olvidar el hambre.
Hubo tiempos mejores,
pero oigo que respiras y tu aliento derrite
el hielo que pisamos,
detiene la ventisca,
guarda vida bastante.
(DE: EXTINCIÓN)
RIQUEZA
Seguro que la noche mejorará la escena,
pero ahora el mediodía y esta vida
saben mucho de las tragicomedias
del teatro -del mundo- del absurdo.
En el bar de los cuerdos que miran a los locos,
el hombre y la mujer están bailando
con la música de las tragaperras.
Acaban de perderlo todo. Tienen
en cambio manos con las que tocarse,
labios para estar en silencio,
sus pies para moverse con el ritmo
de una música que viene de lejos
enturbiando la bolsa de la vida
-circuitos y neuronas, máquinas japonesas-.
Los que miran
(miramos)
sólo tienen
(tenemos)
un poco de dinero
(y a veces ni dinero).
Hace tiempo que se ha perdido todo.
EL NÚMERO DOS
Dos solitarios juntos.
A veces siento que nos entendemos
(un sentimiento, nada
mental, pues fuera de estas sucias palabras
que todo lo perdonan
y lo traicionan todo; un sentimiento, algo
incrustado en la boca
del estómago, azul, igual que un ácido
sin nombre, añil, perfecto,
leve como un enigma, gris,
un elemento químico
desconocido. Me refiero a un sitio
concreto en el precario
orden de la tabla periódica
-valencia, peso atómico,
esas cosas que salen
en las enciclopedias-). Solos,
estamos solos. Juntos, ya te lo he dicho,
y solos. Quizá no pueda ser
distinto. Así, quizá esté bien
así. Quizá los que han nacido
solos no puedan ya
dejar de estarlo
nunca, vivir de otra manera.
Quizá, tal vez, quizá
esto no dure mucho (apenas, tal vez, puede
que otro millón de años;
poca cosa si piensas
en el tiempo geológico). Concedido, de acuerdo,
quizá no dure siempre. Siempre se pasa pronto
y todo es poco –menos
que poco, seamos, por una vez,
realistas- pero a ratos parece,
tal vez sólo parece,
que todo está en su sitio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario