Poeta, novelista, ensayista y traductora española, es licenciada en Filosofía y Letras y Maitre és Lettres por la Universidad de la Sorbona en Literatura Comparada.
En 1997 obtuvo el Premio Nacional de Traducción por el conjunto de su obra. Su obra poética también ha sido galardonada con importantes premios entre los que se cuentan: Premio Ciudad de Barcelona 1983 por «Vivir», Premio Ciudad de Melilla 1998 por «Arcángel de sombra» y Premio de Poesía Gil de Biedma por «Los secretos del bosque».
Parte de su obra, traducida a más de veinte idiomas, está contenida en los siguientes volúmenes: «Las estrellas vencidas» en 1964, «Límite humano» en 1974, «En busca de Cordelia» y «Poemas rumanos» en 1975, «Antología personal» en 1979, «Libro de alienaciones» en 1980, «Eros» en 1981, «Kampa» en 1986, «Fósiles» en 1987, «Rosas de fuego» y «Diván del ópalo de fuego» en 1996, «La indetenible quietud» en 1998, «El libro de los pájaros» en 1999 y «Paralajes» en el año 2002.
.
Antología poética
Clara Janés
Las estrellas vencidas (1964)
Red I
Desde el mástil,
en espera.
Desde el mástil
deshaciendo
su fatiga.
Desde el mástil
derramando
sal y agua.
Desde el mástil
cabellera
de silencio.
Red en calma.
Red II
Una red
sobre un carro.
Gris.
Una red
sobre un hombre.
Y del alma solamente el recuerdo.
Una red
desde un mástil,
besando tierra,
cerrando vientos.
Hombres, vientos y carro,
tierra y mástil
eternos y concretos.
Una red:
almagre oscuro y neto
envolviendo el silencio.
Límite humano (1973)
Fugacidad de lo terreno
Todo es de polvo, soledad y ausencia.
Todo es de niebla, oscuridad y miedo.
Todo es de aire, balanceo inútil,
sobre la tierra.
Manos vacías que acarician viento,
ojos que miran sin saberse ciegos,
pies que caminan sobre el mismo trecho
siempre de nuevo.
Vemos sin ver y en la tiniebla estamos.
Somos y somos lo que no sabemos.
Hay en nosotros de la llama viva
sólo un reflejo.
Caen los días en otoño eterno.
Pasan las cosas entre sueño y sueño.
Llega la noche de la muerte. Y calla
nuestro silencio.
Ahora inmóvil
Como el azote de un eterno viento
veo la vida que golpea al tiempo.
Muestra el ahora su absoluto en llamas,
pleno, perfecto.
Ciega mis ojos la existencia pura.
Ata mis manos el espacio. Tengo
presos los pies entre la red del aire,
presa la mente.
Nada desea, atenazada, el alma,
sólo un pilar donde dejar los huesos.
Se hace el silencio y el olvido todo.
Todo sosiego.
En busca de Cordelia y poemas rumanos (1975)
Mesa del silencio
Tirgu Jiu
Nos sentamos a la mesa del silencio,
al aire de los chopos y los arces
del parque interminable de hojas muertas.
Implacable y amoroso
callaba el caudal inmóvil de blancos cantos.
La piedra ingrávida,
paréntesis al tiempo
y altar
de la profunda soledad del alma humana.
El blanco lecho vacío de las venas
era blanco como aquel blanco cauce
donde el río no corre.
Nos sentamos
y allí nos quedamos para siempre,
en la mesa del silencio.
Allí,
donde tiempo más tiempo más tiempo
no es nunca igual a tiempo.
Columna del infinito
Levanta el índice, Brancusi,
y delimita el vuelo de los pájaros
ahora que anochece.
Con tu ecuación perfecta
que proyectada en alto
dará siempre infinito
—la concretes en cien, cincuenta o
veintisiete eslabones
más eslabón truncado—
distribuye
los espacios furiosos
que acechan
el ocaso.
Libro de alienaciones (1980)
Gato compañero
No hay nada de ficción,
apenas un diálogo mudo,
no hay comunicación
ni comprensión siquiera del dolor,
no hay compasión.
Hay sin embargo un destino tenaz
de abandono impotente
a seguir siendo
en manos no de lo desconocido
sino de lo absolutamente incognoscible.
Ojos
Me has acorralado
y con odio agarrado mis solapas,
me has empujado hacia un rincón
y me has golpeado
hasta dejar tinto de sangre el aire mismo,
y así y todo,
he aquí que todavía me levanto
y mirándote te digo:
ahora mismo,
en este momento lo decido,
haré donación de mis ojos
aunque tenga que llevarlos
mi asesino.
Eros (1981)
Siete poemas de Eros entre el Sol y la Luna
6
Ese manante cauce
en las entrañas…
Y tu filo implacable
entre dos luminarias
parte el torso en dos trozos
de pétalos ardientes.
Y si fuera de hielo
mano pálida sobre el rostro,
carne de amor mi carne,
a tientas te convoca todavía
por brazos erizados
en la fiebre,
desatando agonía.
7
Los latidos estallan en mis labios
que ya apenas murmuran:
come, death and wellcome!
Sobre el ansia desértica
de tu carne de agraz arboladura
la luna se desmaya
cubriendo de pudor
descuartizados miembros,
que en la sangre recogen
el aullido cortante,
los amorosos restos de mi cuerpo.
Vivir (1983)
Casillas
A Jitka
El manso regresar de los rebaños
en el azul atardecer…
Una a una las cabras
van llenando de motas movedizas las laderas,
dando vida al camino
que avanza hacia la noche.
Es sabio en su gesto el animal
y conocedor de identidad de acción y tiempo.
Jamás se empeña en ir contra su ser
ni exige de sí mismo el acto heroico.
Con precisión cumple su arco
sumiso a las potencias,
y cuando ya las tinieblas se anudan,
cruza sin vacilar las puertas del corral.
Nosotros sin embargo, a la hora del sueño,
salimos casi a tientas
y nos perdemos bajo los castaños bañados por la luna.
Corto circuito
A Luis Rosales
¿Qué es ser poeta?
Tal vez emitir como el viento la voz
o como la rosa el perfume indetenible.
Tal vez detectar infinitas palabras
en el rumor marino
o vivir en el pulso del silencio.
Tal vez conocer íntimamente el fulgor
y así quedarse a oscuras, inmutable,
recibiendo en tinieblas a desconcertados visitantes
cuando se va la luz,
ya que los ojos ven de todos modos
y el buen aeda no necesita para el verbo
ni de un cabo de vela.
Dícese de Homero…
Fósiles (1985)
Trilobites
El tres entra en la extraña simetría
centrífugo rebasa el estatismo
y genera la vértebra del gesto
que irradia hasta la humana contextura
Cenit, ocaso y alba
contorno dehiscente
agua
Septaster a sobre gasterópodo
El disfraz de la risa
se posa en su lisura
y oculta el rostro tenso,
antifaz que codicio
para mi triste máscara
¡oh rizo breve y cálido
que ondea
sobre el abismo de la nada!
Kampa (1986)
[Llegarán los almendros en flor a tu ventana]
Llegarán los almendros en flor a tu ventana
huidos de mi pensamiento,
y el temblor del olivo
que se estremece al paso de la noche.
Pero yo, cada vez más perdida en tus palabras,
no tendré fuerza para llegar hasta tu puerta,
me quedaré vagando por las calles,
desgranando temores por la tierra de Kampa,
dialogando confusa con el aire,
bailando cortésmente con el río la danza de la muerte,
con delicados arabesques
y oscuras reverencias.
No intentaré siquiera hablarte con la lluvia,
ni cabalgar el viento
y escondida en sus crines
devolverte el perfume de las rosas
que tú de un solo gesto, de una vez para siempre,
has desenterrado para mí
con toda la encendida primavera.
Surca
Desvelada por el eco resonante del pozo de la noche,
en mi tierra fustigada por la lluvia,
rompe nudos la memoria del rayo.
Ahuyentados los mantos del olvido
se oculta el alarido en las voces del búho
y, pulso en llamas,
los cuatro vientos surca en pos de tu ventana.
Allí, desde lo verde,
palma con palma, en cruz,
su sangre te murmura
y el vértigo trasiega del ansia que le abrasa.
Anhelo delirante que rebasa los párpados cerrados
por el sedoso pétalo ferviente
del incendio del cuerpo enamorado.
Lapidario (1988)
Amatista
Hurta al rojo su ardiente y noble vena
y al azul la devota condición
y con ambos ornatos constituye
el destello violeta.
Opuesta a la ebriedad es su hermosura
que a los lirios efímeros ofende,
perfecto poliedro que al juicio
el equilibrio presta.
Granate
Rúbea rosa detenida en macla,
envuelta en doce flancos cristalinos,
visión del vino traspasado a luces
o vaso de crepúsculo colmado.
En vano el fruto afín se multiplica
emulando tu nombre y tu figura,
aja y dispersa el tiempo su semblante.
Tu pleno ser no es ara de mudanza
pues no cede al transcurso su firmeza
y de alegría el corazón corona.
Creciente fértil (1989)
[Mira mi pie que ondea acercándose a tus labios]
Mira mi pie que ondea acercándose a tus labios,
es un fruto que entre velos te ofrece la danza,
mientras todo mi cuerpo va dibujando dunas
y oleajes, los brazos en forma de palmera
se extienden, y el cabello simula la caricia
del aire. Y sinuoso, como un sol, sigue el vientre,
no cejando en su alarde de redondez mullida,
pues su acoso insistente predispone el momento
sagrado en que, alzada la piña, un dios hace fluir
el polen fecundante, como indican las puertas
del palacio real de Korsabad.
[En recuerdo de Urpalla galanteo tu boca]
En recuerdo de Urpalla galanteo tu boca
portando en las dos manos y en la cintura atados
los racimos de uva. Pronto acercas los labios
y en tu saliva envuelves la carne prieta y dulce
y con los dientes muerdes y arrancas cada grano.
Cegada de delirio destilo el sol oculto
en el licor perverso prensado por tu lengua,
oh llave del cercado donde se inicia el vértigo.
Emblemas (1991)
Johnny Guitar
Un vendaval agita
la dormida pistola
mas la luna penetra las imágenes
con virginal claror
hasta que ya su haz
y su envés se confunden.
El suicida
Su boca blanca
llama a la nieve de la muerte;
su corazón encadenado
se entrega al ángel negro de su pecho
que lo devora.
Ver el fuego (1993)
Homenaje a García Lorca
Se arranca el perro asirio de las sombras
y a su primer aullido,
luna y estrellas hacia el sueño ascienden,
mientras el sol,
aún desde su negra efigie,
inicia el gesto.
Tu viaje nocturno es ya metáfora.
Se pone en pie
la salvaje frescura de la aurora.
Voz de Rafael Alberti
(Llamada nocturna)
Investida del rielar de la luna,
en la espesura de la noche incide,
pregunta una palabra,
narra un viaje remoto,
invoca la poesía
siendo en sí misma cuerpo de poesía.
Se rompen los asertos del Vedanta:
una luz cruza el límite del sueño.
Diván del ópalo de fuego (1996)
Layla, al presentir su fin, ve ante sus ojos la primera mirada de Machnún
Me miró
y se pobló de estrellas
mi corazón,
y sobre el fuego de la sangre
se elevó el firmamento.
En el punto más alto de la noche
la luna sostenía el nadir
de los destellos.
Redondo era el orbe del amor
y el sol, oculto,
desvelaba su eterna incandescencia.
En sus últimos momentos reconoce Layla que el amor es Mihrab del más allá
Tu paraíso-corazón,
granada inmóvil,
ópalo encendido,
a la puerta de los destellos
me conduce.
Un halo de armonía
se desdobla en el umbral.
Desde su levedad,
el oro y los siete esplendores
en remolino me acometen.
Prende el fuego interior
replegando las sombras.
Y penetro
como un ave
en la blancura.
Rosas de fuego (1996)
[Quiero arrastrar el claro de luna]
Quiero arrastrar el claro de luna
sobre las aguas de la noche,
ser en ellas remo de plata y surcarlas,
y confundirme luego con la estrella
que despierta el dormido camino de la luz.
Quiero entonces perderme
en un nimbo lejano y envolvente,
quedar fija amando en par de lo inasible,
sin ser notada,
y permanecer así
en el desolvido del día.
[Estrella del ocaso entre los árboles]
Estrella del ocaso entre los árboles,
viaje a los lejanos días de la infancia:
el lomo de los montes
era manto de sueños.
Cada tronco el cuerpo del amado,
las aguas inmutables
dibujaban el éxtasis
y en la línea rojiza del crepúsculo
se cruzaban las ramas
prendiendo fuego al corazón.
Estrella del ocaso,
hacia paisajes más remotos, senda,
con los ojos te alcanzo
y antes de que la sombra me someta
me remonto en el ser
y llego hasta los días de Utnapistim
y contemplo las tierras
bañadas por el Éufrates.
La indetenible quietud (1998)
[El alba sopla pétalos de luz]
El alba sopla pétalos de luz.
Vibra el vacío
en invisible movimiento
e invita a orientación.
El secreto del silencio
revela su ser secreto:
la quietud sin fondo
del amor.
[Desasosiego del signo]
Desasosiego del signo.
El viento obliga a la danza,
las hojas secas
dibujan campos cambiantes,
traslaciones y trascabos, dudas.
El aire dilacerado
incita hasta al tímido latido,
y el Ser, que no puede dar el salto…
Fluctúan los cielos,
la sombra de una nube
se desliza por el corazón.
Arcángel de sombra (1999)
Arcángel de sombra
Desplegó una sábana azul
que abarcaba los ocho cielos
salpicados del oro de los astros
y me envolvió y a sí mismo, en ella.
Y como el entero firmamento
me abrazó.
Y se adentró en mi vida
y en aquella noche
la deshojó hasta la tersura del alba.
Con el tacto del más leve pétalo
se dobló su cabeza en mi cuello,
sus bucles negros
emitían un aroma de abismo.
Arcángel de silencio
También bajo la tierra brota amor,
la verme blanca y la mosca azul
que a los huesos cortejan,
dando paso a un gemido
que acuna las raíces.
Y en la sumisa mansedumbre
del despojo la mutación se inicia.
Vosotros, los que mi voz
ajena a vuestra voz considerasteis,
vedla emerger ahora vegetal,
como yo veo la leve niebla
debajo de los párpados cerrados;
ved cómo nace en las madreselvas
el néctar que un día
entregó mi boca al poema
y me torno amoroso silencio
en su perfume.
Cajón de sastre (1999)
Antídoto
De tiniebla acosada
El libro de los pájaros (1999)
3
La noche guarda el espectro
en su caja negra.
Limpia los ojos
y los dispone
para la visión secreta,
anterior a la conciencia,
anterior a la ignorancia,
anterior a la ausencia,
anterior al vacío.
7
Cruzan las nubes,
saben que el otro lado
es igual que este lado.
Bailan los números impares,
los números pares, los quebrados;
inventan las parábolas,
las hipérbolas.
No ven el cero
que arrastran con sus alas
al infinito
hasta la cascada de las potencias.
Los secretos del bosque (2002)
Fermentatio
Dormido un ánsar se deslizaba por el río,
y los ciervos entre el ramaje se tendieron,
las hojas silenciosas quedaron inmóviles.
Bajo una capa de cenizas
mi corazón ardía.
El lince custodiaba las cenizas.
Sophia
Ésta es la hora del deseo ardiente.
De mi cerebro una centella
cae en mi pecho
y me abro al espacio
como un eco.
Paralajes (2002)
[¿Oyes esa música...?]
¿Oyes esa música
que cruza como luz la oscuridad
mientras la oscuridad gira
y yo con ella?
¡Con qué fuerza
se abre paso
y llega incluso
a mi lugar más remoto
cercado también de sombras!
Pero el latido
que brota allí
nadie lo oye.
Nadie, como yo, sabe
que existo
y creceré
y amaré
como aman estos brazos
que me sostienen
porque no sé andar aún…
Pero escucha, escucha:
todos los árboles se mecen
en la música.
Y en mi interior,
donde un secreto sol
me hace adivinar
el sol secreto
de la oscuridad.
[La serpiente era verde]
La serpiente era verde.
La vi cuan larga era
—ella y yo, de pronto, en el jardín—.
Todo en mí se detuvo.
¡Qué hostil era la tierra!
¡Qué temerosa la verde hojarasca!
¡Qué denso el aire verde que me acristalaba!
Mi sangre verde
destellaba pánico y asombro
y me llenaba de aquel conocimiento…
La serpiente era parda, dice mamá
que me seguía.
Yo digo que era verde, verde esmeralda.
Tal vez en mí
era ya una serpiente dibujada.
Vilanos (2004)
[Miro tus ojos]
Miro tus ojos
hasta que mis ojos desaparecen.
[Cinco días de silencio]
Cinco días de silencio.
Se cayó la noche al río.
[Adán ofrece a Eva manzanas podridas]
Adán ofrece a Eva manzanas podridas.
La serpiente se abraza a su cuerpo y lo estrangula.
[La flor carnívora]
La flor carnívora
se come la última mosca
y le dice: eres cruel.
Fractales (2005)
Sin fin
Sobre el pétalo leve
ondea la sombra
de una mariposa
y cae al agua un gemido.
La corriente es un vórtice
que aglutina la noche,
y desde esa noche, la voz se multiplica,
emerge, asciende a los árboles,
corre por las nubes,
danza, llueve, danza.
Llueve más allá del mar,
abriendo el horizonte,
la línea discontinua
sin fin,
que aúna nuestras horas
dispares
hasta que la galerna
las dispersa.
Líneas
Una vez más el paisaje fugitivo,
el lago, los valles,
los árboles que corren como ríos.
Llega una nube
y ciega la mirada;
luego descubre
un mar, un fuego.
Cuando duermes
se recoge la vela de tu tiempo,
se borra el libro
por la magia de la sombra
y pasa a tus sueños la escritura.
A mis ojos,
la desaparición de tu día,
y mi quedar en mi día y en mi noche.
La belleza se desliza en su órbita.
En la isla que se aleja
tensas el arco.
La flecha sigue su línea.
Yo la mía.
Huellas sobre una corteza
Runas
(Enero de 2004)
Aquel pájaro al que enseñé a volar
y partió hacia su destino…
Miro al cielo
y veo pasar nubes vacías
y mi cuerpo se vacía de memoria
y vacío está mi corazón de tanta espera
—el misterio sigue del otro lado
del vuelo,
del otro lado…
El frío acrecienta el silencio,
la savia se encoge en las ramas
hasta la grieta
abierta a la oscuridad;
la helada luz
arrasa los campos,
pero en su red queda suspensa
la belleza.
Alguien canta
en un lugar de la fantasía,
alguien susurra la fe…
Mas yo no reconozco
ni una gota de rocío en el pétalo del alba.
Clausura la sombra mis oídos.
Agoniza mi mano,
que apenas puede trazar ya
sobre la nieve
el signo del amor.
* * *
¿Por qué no tomas mi mano
con la tuya
y la devuelves al signo?
He aquí un papel en negro
que espera
la explosión de nuestro tacto
para arder
en el fuego del espíritu.
Todos los números son negros ahora,
todas las palabras
tienen cerrados los párpados
porque el misterio sigue
del otro lado.
Así la oscuridad
se ensancha como un río.
Dile al pájaro que vuelva,
dile que deje en el alféizar
una pluma parda,
para que yo sepa que hay
posibilidad de regreso,
para que me cubra de mansedumbre
antes de que la niebla
inicie la ceremonia del olvido.
* * *
El poeta miró al cielo y dijo:
en ti se encarna la estrella del crepúsculo.
Y las barcas se mecían
en el estrecho
siguiendo el declive de la luz
y yo me alejaba
al compás del agua
hacia el crepúsculo
y el crepúsculo me enlazaba.
Llameaban las aguas
y los cielos
y el misterio era la blancura.
No hubo otra palabra.
Blancura y oscuridad
anidaron en mí
y entré en el sueño de la nada,
amor y nada
amor y nada.
* * *
Nada.
Y me pregunto por su movimiento
cuando el amor
absorbido por la gravedad
ya no alcanza los bordes.
Nada mudo
hasta que el viento o el fuego
inicien de nuevo la vibración
y un soplo
se ponga en marcha
y deje ir la primera vocal,
un estremecimiento
que defina
tiempo y espacio,
el aquí que se toca
y el adivinado mundo
de lo impronunciable.
* * *
Pero el aquí se ofrece
opaco a nuestros ojos.
Toda distancia
arroja al opio del ensimismamiento,
a la sima de sombra sin salida.
Los altos muros de la separación,
las masivas procesiones de fuegos y asesinatos
y muertes y masacres…
Leprosos están los cielos
y la corteza de la tierra.
Y los dedos del mal hurgan en las llagas
para avivar el dolor.
Acaso el pájaro sigue una llamada de luz,
acaso va en pos
de las ondas primeras…
* * *
Ah del ladrón
que robó la blancura
y la depositó sobre los trigos.
No pensó
que los cuervos
iniciarían una danza ritual
para que el sol
la bañara de sangre,
y los buitres al punto asomarían
y todo el campo
con un manto púrpura
avanzaría hacia su crucifixión.
Y Anubis enmudeció
y cerró la puerta
y en la laguna
temblaron los cipreses.
Negra soy pero hermosa,
negra soy
pero no con la negrura
de los números oscuros
porque mi alma es transparente
cristal, vaso
para el agua de los ángeles.
De puro despojamiento
ha perdido incluso la idea
y la palabra.
* * *
Dejar que parta el que se va
y acoger al que se acerca,
eso dice el oráculo
ahora que Orión
ocupa por el Este la entera bóveda.
Y llega el momento
en que el movimiento es ambiguo,
ir y venir
son rasgos de un rostro,
pero ¿qué dicen los posos del fondo
del corazón?
Todo silencio es un hacha.
La hora de las cabezas cortadas
resuena en el campanario.
Y los tajos provocan
corrimientos de tierras, desplazamientos.
Y el esclavo es señor.
Y el demiurgo
levanta el estandarte de la mentira.
Se acerca el agua estancada,
la inmovilidad turbulenta,
aunque corra la sangre
y el viento arremoline las hojas secas
y alguien cante
en un lugar de la fantasía
y el dolor confunda los números oscuros.
Estar aquí es callarse.
La lámpara de aceite
no sabe ya por quién está en vela
y noche tras noche palidece
y espera su propia caída
y la llama final.
* * *
Conservar la lámpara encendida
en la total ceguera,
porque la exigencia es fe;
abrir el perfume de las rosas
y que se ensanche…
¡Venga una oleada,
un agitarse de la tierra,
un derrumbamiento,
una sacudida que desplace la visión!
No se reconstruya el mundo antiguo,
no se levanten más cúpulas vidriadas,
recójanse los cadáveres y entiérrense
y plántense árboles
donde hubo fortalezas,
árboles en las ruinas,
árboles en las tierras estériles,
árboles en el desierto del pecho,
para atraer a la lluvia,
árboles en la memoria
que se llenen de pájaros y vuelo.
* * *
Entra la desposada
en la casa del hombre
y el abrazo se prolonga hasta el alba
y su rubio cabello
son hilos de oro que flotan en el azul
tendiendo lazos a la vida,
acosándola,
porque todos los ceremoniales
fueron demorados,
todos los procesos
perdieron su carácter
para tornarse en deberes y derechos.
Y los lazos dorados
se adentran por la grieta
y se apoderan del bien oculto.
Y guarda la desposada el misterio
en un cofre
pero pierde la llave
y a sí misma en la oscuridad.
A lo lejos el agua se amansa,
la flor de loto recoge el silencio.
Dice el oráculo:
por encima del lago
planea el trueno:
la esposa reciente;
y en virtud de la eternidad,
el hombre recorre lo perecedero.
Nada es propicio,
nada está
en el lugar que le corresponde.
A lo lejos, bajo los sauces,
una amatista se recoge
en su color de duelo.
* * *
La piedra
asiente a la transformación,
el violeta cruzado de destellos
es el agua del pozo que no acaba.
La inmovilidad es firmeza
y agua clara sin fin.
Que beba el que quiera,
que venga el que viene.
Elevada ventura es esa agua
para todos inagotable.
No llega el trueno,
no llega el viento a su profundidad.
No llega el derrumbamiento exterior
a su calma,
casi tan secreta
como el misterio
y tan encendida como el aire,
sutil
hasta la invisibilidad.
* * *
Ni piedra sobre piedra,
ni río en su cauce,
ni monte inmóvil:
cada cosa
encarna su desmoronamiento.
Y quedan los restos inconexos
en las cenizas.
Y queda el misterio preso.
Los números oscuros
se condensan.
La cohesión se debate
en pugna con la sombra.
La única mirada
que cruza los ojos,
desde un solo ojo de sabiduría
busca el azogue limpio
donde sólo la lámpara persiste.
La libertad
es la ignorancia,
la pobreza mendiga.
Pero el agua protege su firmeza
y la calma es
un sin tiempo y sin lugar
que es par a la abolición,
quedar suspenso ante el verde de los brotes…
Que parta el que parte,
que llegue el que llega.
* * *
Dile al pájaro que sólo hay árboles
en mi corazón.
-VILANOS
-EL ESPEJO DE LA NOCHE
-BRANCUSI
-EL CORAZÓN DE FUEGO
-LA VOZ DE LAS MUJERES ACALLADAS
No hay comentarios:
Publicar un comentario