Trina Mercader
Trinidad Sánchez Mercader, nació en 1919 en Torrevieja (Alicante). Llegada la posguerra, que trajo consigo necesidades y penurias, situación difícil para todos, pero especialmente para una joven dinámica, culta y con la natural ambición de llegar a ser una periodista “libre”, dejó su tierra natal y se marchó a Larache (Marruecos) en 1940, junto a su madre. La esposa de Juan Balaguer, era prima de la madre de Trina, por lo que creyeron que en Larache ya contaban con un apoyo. Trina se enamoró de la ciudad que por entonces, estaba en plena efervescencia; le atrajo y sorprendió el sistema de convivencia intercultural que allí se vivía, su luz, sus jardines y el mar Atlántico. Inmediatamente, comprendió que era aquí donde quería vivir. Consiguió un puesto de trabajo en la Junta Municipal. Su cultura y simpatía, pronto le hacieron merecedora del aprecio de todos.
Su vida discurrió de forma apacible y esto le permitió continuar su formación, que desde el comienzo fue autodidacta. Mucho tuvieron que ver las relaciones con intelectuales de la zona del Protectorado Español, como Cesáreo Rodríguez Aguilera o Jacinto López Gorgé.
En cierto momento conoció a un chico llamado Antonio con el que enseguida se cristalizó algo más que una amistad. Antonio tenía solicitado el ingreso en una academia militar (mucho antes de conocer a Trina). La burocracia tardó mucho tiempo en aceptar su petición, pero esta llegó, finalmente, y el joven tuvo que decidir si continuar el destino que con mucha anterioridad se había marcado, o quedarse con el amor que ya se profesaban ambos. Se decidió por lo primero, con la idea que se volverían a encontrar. No fue así. Nunca más se vieron.
Trina padecía una enfermedad en la piel, y ella era consciente de la gravedad que vivía, esto hizo que se involucrara, cada vez más, en su trabajo, tratando de enmascarar sus miedos. Fue una mujer que necesitó estar siempre en activo. Por tanto, se marchó a Tetuán y escribió su primer poemario con el seudónimo de Tímida Pequeños poemas (1944).
De vuelta a Larache, impulsó la salida de la revista Al-Motamid. Versos y prosa (1947-1956), de la que fue directora, junto con la colección de poesía “Itimad”, donde publicó su segundo poemario Tiempo a salvo (1956).
Ya en 1956, coincidiendo con la independencia del territorio marroquí, se comenzó a percibir la inquietud de las familias, se produjo el primer éxodo en la zona norte de Marruecos, y Trina decidió trasladarse a Granada. Allí continuó escribiendo poesía aunque cada vez más sus colaboraciones tendieron a desaparecer y sólo el interés de unos pocos amigos (Carlos Villarreal, Antonio Carvajal y Elena Martín Vivaldi, básicamente) la animó a publicar; muestra de ello es el último poemario publicado, Sonetos ascéticos (1971).
Murió en 1984. Decidió que todo lo que ella poseía lo legaba a la “familia” granadina que la cuidó con tanto cariño, durante tantos años.
Tranquilizaos
Tranquilizaos. Miradme.
He dado a mi silencio siete vueltas de llave.
Verdugo de mí misma, con mi propia violencia
voy cercenando el tallo de mi sangre;
la entraña que mantiene mis cortadas raíces,
hiriéndome en el signo por el que soy,
negándome.
La angustia que me crece no la sabréis. Miradme.
Llevo oculto mi fuego,
mis hondas libertades.
Quiero vivir muriendo
en este denso enigma
que me resume toda en duro arcángel.
Quiero ser vuestra, sí.
Quiero ser sólo madre.
O mujer. Mujer sólo, sin reverso ni orilla
y amaros en silencio, dulce, pasivamente,
sin que lo sepa nadie.
(En Poesía femenina española 1939-1950, ed. Carmen Conde, 1967).
Desde lejos,
me están avisando a gritos:
que no vaya, que no venga,
que no me mueva del sitio.
Que es aquí
donde nacerán los lirios.
Aquí,
conmigo.
Y me miro.
Y este sembrado que soy
apenas está movido.
Apenas asoma el aire
la promesa de los trigos.
Y quiero andar. Y de nuevo
las voces que el aire trae
me están gritando lo mismo:
que no vaya, que no venga,
que no me mueva del mundo
que estoy sosteniendo en vilo.
::
Mayo de los amantes,
madurador de labios, nuevo fruto,
cómo rebosa el agua de mis ojos en sombra
por donde las estrellas calan en lo profundo.
Mi voz está volcando
su cesto de manzanas en júbilo.
Tacto de la caricia,
mira cómo renace la yerba en mis dedos.
Y este ritmo en desorden que el corazón ordena,
pone en fuga las aves del desnudo en que bebes
agua ciega del beso : verbo mudo.
Mayo de los amantes,
enamoradamente te descubro.
.::
Sobresaltada la lengua,
¿quién va a decidir el hallazgo?
Una vocación de síes
está inundando el espacio.
Carne de fe, sangre nueva
contra todos los escarnios,
afirma otra vez en pie
la alegría de sus tallos.
Un brote que nadie quiso,
que nadie esperaba, canto.
Vocación afirmativa
–carne y sangre del hallazgo–
no hay muerte para morir
lo que está resucitando.
Que nadie diga que no,
que está el alma a flor de piel
naciendo de su milagro.
Tomado de POESÍA femenina española (1939-1950) ANTOLOGÍA de Carmen Conde. Libro Clásico Bruguera, Barcelona, España, 1967
LO EFÍMERO
REBELDE va lo efímero. Diría
que lo diminutivo ya no sabe
vivir de sí, de suyo; que no cabe
por donde lo delgado lo ceñía.
Rebelde y solo va por donde iría
sumisamente dueño de su clave.
Si flor, qué breve flor, qué leve si ave
picoteadora mínima del día.
Tan dulce rebeldía en fauna y flora
condena a furia tanta, a tanto acoso
lo que a morir empieza desde ahora,
que todo se derrumba en un momento
y arrastra lo más débil por hermoso,
pluma y aroma, en su derrumbamiento.
LA FRUTA
CERRADA a toda piel, de propio intento,
la fruta en su retiro pende ilesa,
completa en su clausura, libre y presa
dominadora de su advenimiento.
Un tiento la desnuda, un dulce tiento
la precipita mártir y confesa,
le desmorona el hábito y ya es esa
fragilidad de lluvia a todo viento.
Puñal de boca adentro, clava el diente
su posesión hambrienta, con tal gana,
que el hueso le desnuda su presente.
Si blanda de bocado cuando herida,
qué duro para el rapto y la embestida
un diminuto hueso de manzana.
LOS NÚMEROS
Eternamente tres, eterno cinco,
enjutos, esqueléticos, cabales,
a toda costa monjes virginales,
de un salto sois, os basta con un brinco.
Rotundos en el ser, a todo ahínco,
de vuestras sumisiones manantiales
brotáis de un solo trazo, como tales
eterno tres, eternamente cinco.
Mansos de corazón, pero a porfía
libérrimos (al fin, en vuestros trece),
por mor de la soberbia, quién diría.
Amantes amadores con hartura
de lo que os beneficia y os empece.
No cabe en menos cuerpo más figura.
REVISTA AL MOTAMID nº 11. Este número se editó en Larache en enero de 1948, y costaba 3 pesetas.
Era su directora Trina Mercader y el consejo de dirección lo formaban Jacinto López Gorgé, Pío Gómez Nisa, Eladio Sos y Juan Guerrero Zamora.
LÓPEZ GORGÉ, TRINA MERCADER Y MOHAMMAD SABBAG
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