FABIÁN ALMONACID
Fabián Almonacid, nacido en 1972 en Mendoza. Licenciado en Letras de la Facultad de Filosofía y Letras, de la Universidad Nacional de Cuyo. Ha publicado tres libros de poesía: La culpa y la traición (1996), Cada nueva noche (2002) y Trampas de la noche (2006). Se dedica a la corrección de textos y la coordinación de talleres literarios desde el 2006.
14
Descansa en el viento
una blanca presencia de luna.
Anzuelos de sombras
penetran el sueño de los hombres.
Duerme solo
ajeno al poema.
23
El asombro del niño
perdido en la noche.
Sin hombros
padres
aplausos
ni mar.
30
En la profundidad de la noche
se deja adivinar
la sorda lucha
–peso muerto
apagado eco–
Careces de todo lo que nombras.
de Trampas de la noche (2005)
Fugacidad / variación Arrieta
Contrafiguras a través de un espejo:
bruma del sueño indolente y firme
que despierta al tumultuoso día
como un raso cerrar de malogrados ojos.
Es la noche sin astros, una túnica
de invisible desdén, de compás mudo.
Duplicado abrazo, imagen fugitiva:
noches doradas armonizan en la ventana.
¿Vive aquel? ¿Vivo yo? ¿Vivimos?
Renace el tenebroso trueno de la soledad:
ser dos en uno, uno mismo dividido en dos,
la improbable unidad de la lucidez.
Estepario y las ovejas / variación Hesse
Lobo perdido entre nosotros
que yerra en las ciudades
hacinadas de rebaños.
Lobo que no se sabe lobo
sosegado instinto que se afana
con violencia hacia adelante.
Lobo sin arma ni grito de combate,
altivo, procaz, procesión en pos
de una redentora materia humana.
Aunque una noche impostergable,
cegado de plata, reclamos y celo,
nos dedique una única mirada primitiva.
de Variaciones (inédito)
CLASIFICADO
Permuto vida en pésimo estado
-modelo 2015,
sin más puertas que abrir,
lleno de papeles sin regla ni razón
e impecablemente impresentable de chasis y pintura-.
Acepto cualquier auto viejo de la infancia,
cuando reír no era un delito,
cuando mi hermana inventaba canciones en el asiento trasero
y nadie conocía aún el reverso de lo que brilla.
MUERTE ADOPTIVA
Según el apartado 13 del contrato
de locación,
no me está permitido mantener mascotas
en estas cuatro paredes que me alojan y me alejan.
Por eso me decidí a adoptar
una pequeña muerte
(no es animal ni ser vivo).
La encontré en la puerta de mi casa
al volver de la noche,
el sábado más frío del año.
La rescaté de la acequia donde había caído
o se refugiaba de la vida…
Desde un primer momento
hizo buenas migas con mi silencio,
entablando diálogos sostenidos.
La joven muerte fue entrando en confianza,
a los pocos días empezó a comer
de mis entrañas
y a beber de mis llantos.
Se acurrucó en sillas vacías,
en la cama deshecha,
en los libros cerrados,
en las luces apagadas,
en las cartas inconclusas,
en la música que ya no puedo escuchar.
Pasadas algunas semanas,
empezó a enroscarse en mis pies
cuando se disponía a dormir.
Hoy cumplimos cuatro meses
de estar juntos
e intuyo que ya no me abandonará,
a pesar de que nos rehuimos las miradas
y es imposible dudar del engaño mutuo.
“El amor y la enfermedad son incompatibles”,
acaba de murmurar,
mientras prepara una cena fría
y no se deja acariciar aún.
Adiós
Los viajeros no mienten,
sólo lo hacen los establecidos,
los que hacen viajes cortos
y deben ver a las mismas personas,
a sí mismos,
todos los días.
Certezas
Después de tantas noches sin escribir
sin encontrar la gracia prometida,
ni la semilla de la calma,
ni la raíz de la indolencia,
sólo oyes el despertar ocioso de las cosas.
Y tiendes a creer que en este río sin márgenes,
revuelto de camalotes sin sentido,
no queda nada,
nada encontrarás,
desvanecido a fuerza de ir a tientas…
Pero, como siempre, estás errado.
.
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