Esferográfico azul: Carlos de la Torre Reyes - Óleo de Guayasamín
CARLOS DE LA TORRE REYES
(Quito, Ecuador 1928-1997)
Poeta, narrador, ensayista, periodista, historiador y catedrático universitario. Fundador y director de los diarios El Tiempo y La Hora de Quito. Su obra se ha hecho merecedora a los siguientes reconocimientos: Premio Unico, Concurso Hispanoamericano de Historia, 1960; Premio Tobar -de biografía- Quito, 1962; Premio SIP-Merghentaler -periodismo- 1975, y Premio Internacional de Periodismo "Miguel de Cervantes", España, 1976. Respecto a su poesía, Galo René Pérez, destaca: "Para él no hay una cabal profesión de lo lírico si el lenguaje más imaginativo, o más incoercible por su oriundez subjetiva, no experimenta una celosa adecuación bajo la luz de la conciencia". Diego Araujo, respecto a la novela El reino de los suelos, observa: "(...) a través de la presentación de una familia, expone los hilos del poder, los juicios y prejuicios sociales y la red de intereses en las que se mezclan la política, la religión, la ideología y que operan en la realidad ecuatoriana".
Nacido el 23 de diciembre de 1928, hijo del Dr. Luis María de la Torre Nieto y de la Sra. Lucila Reyes.
Realizó sus estudios en su ciudad natal, y los culminó en la Pontificia Universidad Católica de Quito, donde en 1954 obtuvo el título de Doctor en Jurisprudencia y Ciencias Sociales.
Fue uno de los más destacados y sobresalientes escritores ecuatorianos de la época, y su extensa producción literaria repartida en libros, folletos y artículos periodísticos suma miles de páginas en las que hace gala de su erudición literaria, conocimiento de la historia y dominio del idioma. Desempeñó importantes cargos públicos y privados como Secretario del H. Consejo Provincial de Pichincha, Secretario General del Instituto de Colonización, Director General de Educación y Cultura Popular del I. Municipio de Quito, Director del Departamento de Cultura del Ministerio de Relaciones Exteriores, profesor de Historia del Derecho de la Universidad Católica de Quito y Miembro de la Junta Consultiva del Ministerio de Relaciones Exteriores. Desarrolló además una intensa actividad periodística, habiendo sido Director de los diarios «El Tiempo» y «La Hora», de Quito.
En el campo de la diplomacia fue Ministro Plenipotenciario adjunto a la misión del Vaticano en la transmisión del mando, en 1956; Embajador del Ecuador para la transmisión del mando en Bogotá, en 1966 y 1978; Embajador del Ecuador ante la XI Reunión de Consulta de Cancilleres, en Washington, en 1967; Embajador Adjunto al Presidente de Venezuela Luís Herrera Campíns durante su visita al Ecuador en 1980; Embajador Adjunto al Presidente de Colombia Belisario Betancur durante su visita al Ecuador en 1984; funciones desde las cuales supo dejar siempre en alto sitial el nombre de nuestro país.
Su extensa producción literaria abarca obras de carácter histórico, poético y novelas, entre las que se destacan «Primavera» (poesía, 1945), «El Plagio» (apuntes para la novela, 1954), «El Delito Político: Su Contenido Jurídico y Proyectos Sociales» (1955), «La Tentación de San Antonio y el Diálogo del Intelectual con la Mujer» (Ensayo, 1959), «La Revolución de Quito» (Histórica, 1960), «La Espada Sin Mancha» (histórica sobre la vida del Gral. Julio Andrade, 1962), «La Máscara» (cuentos, 1963), «Piedrahita: un Emigrado de su Tiempo» (histórica-biográfica, 1967), «Quito: Albores del Siglo XIX» (ensayo, 1963), «Una Visión Histórica de González Suárez» (1970), «Guayasamín o la Parábola de Prometeo» (1972), «El Minotauro» (poemas, 1975) y «Los Dioses se Volvieron Hombres» (novela, 1981).
En reconocimiento a su gran labor fue llamado a integrar importantes instituciones literarias nacionales y extranjeras: Fue Miembro de la Unión Internacional de Escritores; de la Casa de la Cultura Ecuatoriana; de la Academia El Mundo Latino, de París; del Instituto Panamericano de Historia; de la Unión Nacional de Periodistas; Miembro Correspondiente de la Real Academia de Historia, de Madrid; de la Academia Colombiana de Historia; de la Academia Nariñense de Historia; de la Real Academia de la Lengua, de España; y Miembro de Número de la Academia Nacional de Historia; de la Academia Ecuatoriana de la Lengua; y de muchas más.
Muerte
Víctima de una grave infección pulmonar, el Dr. Carlos de la Torre Reyes murió en la ciudad de Quito el 17 de enero de 1996. Su impronta ha quedado grabada para siempre en el periodismo, la literatura, la historia y la diplomacia.
Obras
Primavera (poesía, 1945)
El Plagio (apuntes para la novela, 1954),
El Delito Político: Su Contenido Jurídico y Proyectos Sociales (1955)
La Tentación de San Antonio y el Diálogo del Intelectual con la Mujer (Ensayo, 1959)
La Revolución de Quito (Histórica, 1960)
La Espada Sin Mancha (histórica sobre la vida del Gral. Julio Andrade, 1962)
La Máscara (cuentos, 1963)
Piedrahita: un Emigrado de su Tiempo (histórica-biográfica, 1967)
Quito: Albores del Siglo XIX (ensayo, 1963)
Una Visión Histórica de González Suárez (1970)
Guayasamín o la Parábola de Prometeo (1972)
El Minotauro (poemas, 1975)
Los Dioses se Volvieron Hombres (novela, 1981).
Premios
Diploma al Mérito Cultural otorgado por la Asamblea Nacional de Costa Rica, en 1955.
Premio Único del Concurso Hispanoamericano de Historia por La Revolución de Quito de 1809.
Premio Tobar por La Espada sin Mancha.
Preseas Eugenio Espejo.
Juan Montalvo de la Asociación de Periodistas de Guayaquil.
Premio Hispanoamericano de Periodismo Miguel de Cervantes, de Madrid.
Premio de la U.N.P.; Premio Carabela de Plata: Asociación de Periodistas Extranjeros, de Madrid.
EL OLIMPO VACÍO
(fragmentos)
Los dioses ¿expulsados? del Olimpo
¿dejaron de existir
en el orgullo incauto de los hombres
y en la memoria insomne de los dioses?
Se extravió el búho de la sabiduría
por ser fiel a la nuca de Atenea,
actualmente heroína
de casi todas las telenovelas.
Apolo hipotecó a plazos su lira:
ahora toca la guitarra eléctrica
en festivales de beneficencia
y muy poco convence a las matronas.
Pandora ya vendió su cofre abierto
en pública subasta sin postores:
la esperanza fugó desvanecida
y sólo nos quedaron los remedios
para curar los males que no existen.
Afrodita -salvada de las olas-
naufragó en la rutina y en las deudas...
Dionisios -encerrado en un convento-
se consume de gota y de cirrosis
añorando a Esculapio
que -antes de ser chulquero-
le curaba de agudas blenorragias.
Circe regenta una salchichería:
sus amantes -convertidos en cerdos-
son la materia prima
de una próspera industria de enlatados.
Se disolvió entre grasa y celulitis
su hechicera belleza
que al más sutil placer crucificara
entre vicios inéditos y dolorosos éxtasis.
Poseidón -marinero retirado-
para jamás dejar de ser pirata,
una flota atunera
dirige a base de computadoras.
Orfeo se ha dormido en los espejos
que reflejan la ausencia de las horas
y la atenta mirada de la muerte,
y el strip-tease de Eurídice
a los huéspedes ricos del infierno
les transporta a un extraño paraíso.
Pigmalión no pudo ser maestro,
de todos y de nadie,
porque su obra sublime (Galatea)
posa para revistas pornográficas
Después de quince cirugías plástica
Narciso abandonó los hospitales
y esconde el duro paso de los años
con afeites, condones y pelucas.
Leda, quien no ha encontrado nuevos cisnes,
cría pollos -pero en incubadoras-,
los despluma y los vende por centenas
a casi todos los supermercados.
...
Hermes -monopolista de estampillas
tiránico patrón de los carteros,
de los choferes y de los aviadores
se divierte perdiendo los mensajes
que los dioses envían a los hombres.
Calipso se ha olvidado ya de Ulises
porque se le ha escapado del recuerdo,
y desfiles de moda organiza
con sus once modistos maricones...
Penélope fabrica ropa en serie...
Ulises es agente de turismo
y hasta Helena alimenta con alfalfa
a un caballo de Troya imaginario.
...
Heracles fue noqueado por un negro
antes de terminar el primer round,
y Deyanira cayó en adulterio
con el perro que guarda los infiernos.
Cupido a nadie hiere con sus flechas,
la vejez le llegó sin puntería,
ya ni siquiera apuesta al tiro al blanco
pues cada vez le tiembla más la mano.
...
Al Olimpo visitan los turistas
y ni siquiera necesitan guías,
pues a nadie le interesa descifrar
el eterno lenguaje de las ruinas.
.
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