Diego Fernández Magdaleno
Es un músico, profesor y escritor español, nacido en Medina de Rioseco (Valladoliod), en 1971.
En el año 2010 le fue concedido el Premio Nacional de Música.
Sin duda, la esencia de su poesía hay que buscarla en el sentido de la pérdida, del paso del tiempo, de los paisajes desolados que se interiorizan y en la presencia insostenible de la muerte.
También la reflexión sobre el hecho creativo –del poema, de la pintura o de la música– conforma su poética.
Es una poesía que insinúa –pocas veces muestra– algo acechante o nos traslada, de soslayo, a los territorios, ya deshilachados, de la infancia.
La depuración estilística de los versos convierte al lector en un espectador privilegiado del miedo que habita en cada uno de los poemas.
Su trayectoria puramente literaria abarca tres títulos:
-El tiempo incinerado; lf ediciones, colección El Árbol Espiral, Béjar, 2005 (diario).
-Libro del miedo; Editorial Comunicatemas, Valladolid, 2006 (poesía).
-Razón y desencanto; lf ediciones, colección El Árbol Espiral, Béjar, 2008 (diario).
Reseña y selección de textos: Luis Ángel Lobato Valdés
(Los poemas aquí seleccionados pertenecen a la obra Libro del miedo).
II
Rechazas
el ritmo de los surcos,
la cera consumiéndose
en su mástil de hielo.
Para qué las plegarias
de bocas inconscientes,
asustadas
por tu anhelo de ser
una palabra más
contra su nombre.
IV
La luz no te persigue:
son las grietas
del pasillo alargado
que cruzaba tu infancia,
con las puertas cerradas
y el dolor aturdido
de tu padre muriéndose.
XII
Si traspasas el cerco,
no sentirás
el temor que has dejado
durmiendo en su guarida.
Y serás un silencio sin soledad,
como los blancos de un poema.
I
A Francisco García Álvarez
Esta luz
su materia
mi olvido
náufrago
abismos sin sangre
para ti
colores
abrigos
suturas
en el tiempo
¿qué diciembre?
III
A Jesús Capa
Para arrancar el plano
las ficciones
profundidad y engaño de la línea
razones no
ultramar
arena
y tránsito
color y tú
¿qué miradas?
VII
No te hablaba la muerte
sin que te acurrucases
en la esquina del miedo.
Entonces te arrojaba
el temor, la arrogancia
de su oscura victoria.
XI
A Fiona P. Gough
En los días más dulces de septiembre
querías contemplar aquellos campos
como un cuerpo extendido
que la pasión no toca.
XIV
El canal
era la encrucijada,
los niños y la sed,
otras piedras
para sumar
al difícil recuento de los años,
las linternas, su asombro:
una marca de tiza corta el cielo
y ya nadie,
amor,
a recordarlo.
XV
Algodones que vuelven
cuando el verano asoma:
tu porvenir es blanco.
.
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