Claudia Bravo Martínez
Nació en la ciudad de Talca, al sur de Chile, el 12 de julio de 1981.
Claudia Bravo Martínez es periodista de profesión. Ha trabajado en diferentes medios de comunicación, entre los que se cuenta un destacado paso por el Diario El Centro.El año 2015 publica un librillo de poesía denominado “Trozos de mí”. El 2014 obtiene el tercer lugar en el Concurso Mujer Talquina con el cuento “La obra de arte”, acaba de publicar “Claustro”. Helena Ediciones, Talca, 2016.
Sueño nocturno
Mi vida la tengo hundida
en tu mundo pasajero.
Tu oscura vivencia
en penumbras placentera.
Amarrada me tienes
a tu mástil indómito.
Las mareas de tus brazos
mecen mi barca con violencia.
A lo lejos
en mi horizonte
está mi aura tormentosa.
Ahógate tú
en mis profundidades.
Desplázate en ellas,
mézclate conmigo...
Que me pierdo en ti,
sin esperanza alguna
de ser salvada.
Titubeas
Titubeas mientras recorres el contorno de mi cuerpo
Y tus labios exploran mi cuello
Mis manos ansiosas aprisionan tu sexo
Y los besos arden en un vaivén peligroso
Las lenguas entrelazadas ansían la compenetración de los cuerpos
Titubeas mientras un fuego interior dirige tus actos
Te detienes y me observas,
Te agitas y me besas
Me aprisionas la cintura mientras tus palmas me invaden bajo la ropa
De espaldas me apegas a tu cuerpo
Te siento tan cerca
Tu gemido callado sólo es perceptible para mi oído
Me deseas fundida en ti
Y yo te deseo dentro de mí…
A pesar de todo, paradójicamente entre tus actos
Titubeas
Vuelves a detenerte…
«No puedo continuar»
La contención se tensa con mi cuerpo entre tus brazos
Quieres seguir…
Pero no puedes…
«Te deseo», me dices…
Yo también te deseo
También quiero algo de ti en mi sistema
Poseerte completamente…
Pero…
Lástima…
Es el tiempo quien nos cierra la puerta…
La escritura como ejercicio en el encierro
(Sobre el poemario “Claustro”, de Claudia Bravo. Helena Ediciones, Talca, 2016. 52 páginas.)
Por Bernardo González Koppmann
“Quizá la locura no sea sino una excusa para seguir soñando”
Leopoldo María Panero
Al introducirme en esta Poesía tuve que ir apartando, como lector, lentamente, todo lo superfluo que me impedía respirar el aire puro de las cosas verdaderas, al revés de quien antes de encender una fogata debe apilar leña seca, partirla, astillarla, para luego arrimarle una chispa a esa chamiza que incendie el tiempo y el espacio donde habitamos por estos días de nieblas bajas, bajas, tan bajas que parecieran brotar de nuestro propio jadeo existencial. Es el devenir de toda historia personal y colectiva: pararnos frente a un abismo brumoso para, enseguida, añorar el refugio, el hogar, el lar donde reconstruir las utopías. Es la imagen que me invento, la del mendigo o mendiga que brega en la búsqueda de una paz interior extraviada en los caminos de la vida, sentado o sentada frente a las llamas que bailan en los muros de su encierro, de su claustro.
Claudia Bravo (Talca, 1981) en esta obra llamada, precisamente, “Claustro” nos induce a encontrarnos con nosotros mismos en la soledad y en el silencio de lo absoluto. Desde ahí, desde lo primordial, nos describe su tránsito errabundo por el territorio de los sueños y los temores; repta, nada, vuela a través de las sombras de sus noches de insomnio hasta que vislumbra resplandores de un arcano, de un secreto amanecer, antes que lo cubran nuevas tormentas que nunca cesan de ir y venir por su alma inquieta, por su conciencia traspasada de dudas y certezas, torbellinos que entrechocan y se entrecruzan en estas páginas tras una restauración o un atisbo de cordura donde, al fin, se pueda templar el espíritu acongojado.
En ese vaivén -entre la angustia y la euforia- se han escrito estos poemas, como una forma de liberarse de tantos fantasmas que nos persiguen en esta sociedad fracturada, lejos de los valores esenciales del ser humano; fantasmas, a saber, como el miedo, la pena, el vacío de los objetos en series, el nihilismo, la despersonalización, la degradación de lo metafísico y otros vicios modernos que sería largo enumerar.
“Claustro” está compuesto por cuatro apartados o capítulos -“Anidación, “Manía”, “Claustro” propiamente tal y “Redención”- que en su conjunto reúne 27 textos, escritos todos ellos con un lenguaje coloquial no exento de tropos y figuras literarias, a través de las cuales logra comunicar sus pesadillas, opresiones y congojas dentro de un proceso donde la presencia de la ciclotimia como trastorno bipolar se incuba, desarrolla y desaparece revelando un yo poético frágil y vulnerable frente a la contingencia y sus crueles intemperies. Sin embargo, y he aquí lo esencial de esta propuesta, a mi humilde parecer, el hablante cuando se halla más acorralado, agobiado o vulnerable brega incansablemente contra el destino y se va humanizando verso a verso hasta el límite de concebirse como un nuevo ser, como otra persona ya restaurada, lúdica y plena en las palabras a las cuales se aferró durante y después de cada crisis.
Así, la Poesía adquiere toda su potencia estética, cuando transfigura el caos en luz genésica, fundadora de seres imaginarios, alegóricos, metafísicos, rebosantes de aromas, colores, sonidos y texturas que vienen a otorgar la dignidad de lo perdurable y de lo trascendente a aquello que parecía irreversible: el dolor.
Sólo la fe en la lectura de sus autores amados y la escritura de estos apuntes y borradores, donde se reconcilia con su ánima, parecieran acompañar a Claudia Bravo en la búsqueda de la paz interior.
En la palabra, en la Poesía, ella se ovilla y se expande, se exilia y retorna, se sacrifica y resucita a una vida que, a pesar de los pesares, aún vale la pena respirar, olisquear, degustar, palpar y compartir, ya sea en una mirada, en una sonrisa o en un suspiro imperceptible que se escapa al hojear este libro de poemas como el mejor de los paraísos.
Enhorabuena.
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