Marco Valerio Marcial (en latín, Marcus Valerius Martialis; Bílbilis, actual Calatayud, 1 de marzo de 40-ibídem, 104) fue un poeta latino.
Procedía de Bílbilis (Calatayud), en la Hispania Tarraconense. Alrededor del año 64 d. C. marchó a Roma para terminar sus estudios jurídicos con la protección de Séneca, pero la caída en desgracia de éste y su suicidio le dejaron desamparado y su pobreza le obligó a sobrevivir de forma bohemia e itinerante como cliente de diversos patronos la mayor parte de los 35 años que pasó allí. Se ganó sin embargo la amistad de los mayores escritores de ese tiempo, Plinio el Joven, Silio Itálico, el también satírico Juvenal y el gran rétor Marco Fabio Quintiliano, que también era hispanorromano. De la misma manera trabó amistad con el poeta gaditano Canio Rufo, un temperamento afín al suyo. Poco a poco favorecido por los emperadores Tito y Domiciano, a quienes dedicó interesados elogios, estos le nombraron miembro del orden ecuestre y ganó diversos honores, entre ellos la exención de los impuestos que habían de pagar los que no tenían hijos, esto es, el ius trium liberorum. Sin embargo, sus sucesores Nerva y Trajano se olvidaron de él y hubo de retornar a Bílbilis y aceptar allí el regalo de una propiedad campestre por parte de una admiradora; la vuelta a la vida rural era uno de sus grandes sueños. Allí marchó el año 98 d. C. para pasar su vejez y murió seis años después. Era la vida que ansiaba, como escribió en unos celebérrimos versos muy citados a su amigo Julio Marcial:
Las cosas que hacen feliz, / amigo Marcial, la vida, / son: el caudal heredado, / no adquirido con fatiga; / tierra al cultivo no ingrata; / hogar con lumbre continua; / ningún pleito, poca corte; / la mente siempre tranquila; / sobradas fuerzas, salud; / prudencia, pero sencilla; / igualdad en los amigos; / mesa sin arte, exquisita; / noche libre de tristezas; / sin exceso en la bebida; / mujer casta, alegre, y sueño / que acorte la noche fría; / contentarse con su suerte, / sin aspirar a la dicha; / finalmente, no temer / ni anhelar el postrer día.
Lib. X, ep. 47.
Obra
Incunable de los Epigramas de Marcial, editado en 1490 en Milán por Udalricus Scinzenzeler. Archivo del Gobierno de Aragón.
Su obra, que ha sobrevivido prácticamente íntegra, se compone de quince libros de versos, con prólogo en verso o en prosa, en diversos metros (sobre todo dístico elegiaco, pero también endecasílabos catulianos, hexámetros falecios y yambos catalécticos), un total de unos mil quinientos poemas pertenecientes a un solo género literario, el epigrama, en el que no tuvo en su tiempo rival y en el que superó a sus antecesores y modelos, Catulo y la Cicuta de Domicio Marso. En cierto modo el epigrama representaba el correlato en verso a la concisión de la prosa aforística del también hispanorromano Séneca el Joven.
El primer libro es el Liber spectaculorum, también primero cronológicamente hablando, ya que fue compuesto en el año 80 d. C. y celebra la construcción del Anfiteatro Flavio, actualmente conocido como Coliseo, por el emperador Tito.
Los Xenia (libro XIII) y los Apophoreta (Libro XIV) son dísticos compuestos para los regalos que hacían a los patronos los clientes en la fiesta de las Saturnales.
Los libros I y XII poseen un contenido vario: literatura, sociedad y temas personales. Llama la atención el silencio del autor sobre el historiador Tácito y el poeta Estacio, sus contemporáneos; si al segundo pudo considerarlo un rival, la falta de alusiones al primero es más difícil de explicar.
La fama de Marcial deriva principalmente de su ingenio satírico; pero, si bien fue un observador penetrante de la sociedad de su tiempo, su visión está afectada por la más absoluta indiferencia moral, por lo que no se le puede tener estrictamente por satírico. El tono de sus piezas oscila de la más pura lírica a la obscenidad más abyecta. Sus epigramas son también importantes por su valor documental, por la información que aportan sobre la sociedad romana de la época, que refleja con una gran vitalidad. Hace gala de un ingenio agudísimo y de una extrema concisión, que ha hecho a veces considerarlo el primero de los conceptistas españoles; también sabe encontrar hábilmente la parte miserable y oculta de las aparentes grandezas humanas. Los aprovechados, los sinvergüenzas, los degenerados, los hipócritas, la dama semimundana que envejece, el cinedo y toda la comedia humana de la gran metrópoli que era Roma en aquel tiempo aparecen vistosamente atacados y descritos en sus poemas. Pero si bien se burla siempre, a veces hiriendo, jamás lo hace con irritación moral. Se queja calculadamente de su pobreza y dedica lisonjas arrastradas e indignas al emperador Domiciano.
En el cuadro renacentista Retrato de Giovanna Tornabuoni (1488) de Domenico Ghirlandaio, podemos leer uno de sus epigramas en el fondo de la escena, que dice: "ARS VTINAM MORES ANIMVMQUE EFFINGERE POSSES PVLCHRIOR IN TERRIS NVLLA TABELLA FORET" (Arte, ojalá pudieras plasmar la conducta y el espíritu, no habría en la tierra pintura más hermosa).
Traductores y comentaristas de Marcial
El canónigo de Huesca Manuel de Salinas y Lizana hizo una traducción de los Epigramas de Marcial que puede encontrarse en la Agudeza y arte de ingenio de Baltasar Gracián; Juan de Iriarte hizo otra ya en el siglo XVIII, que se halla en el primer tomo de sus Obras sueltas, (Madrid, Francisco Manuel de Mena, 1774). Víctor Suárez Capalleja hizo otra en tres tomos para la Biblioteca Clásica de la Casa Editorial Hernando.
Las agudezas de Marcial suscitaron frecuentemente, al par que admiración, también el comentario erudito o moral de los humanistas desde el Renacimiento. Entre los escoliastas españoles destacan Baltasar de Céspedes por su Comentario a los Epigramas de Marco Valerio Marcial; Lorenzo Ramírez de Prado, por los suyos de 1607; el deán de Alcoy, Manuel Martí; el jesuita P. Tomás Serrano, que discutió con Girolamo Tiraboschi acerca de los méritos de Marcial en su singular libro Super iudicium Hieronymi Tiraboschi de Marco Valerio Martiale, Roma, ¿1786?; otros comentaristas fueron Víctor Suárez Capalleja, Marcelino Menéndez Pelayo y Arturo Masriera.
Los placeres del campo
Si quieres saber en pocas palabras lo que te desea tu Marco,
amigo Frontón, gloria del ejército, honor de la ciudad,
esto es: gusta el labriego de un campo propio y no grande
y pasar en negocios de poca monta sus ocios triviales.
¿Quién prefiere pasear por los fríos pórticos decorados con mosaicos
y llevar, como un inútil, el matutino «¡Ave!»,
si puede, feliz con el botín que ofrecen bosque y campiña,
extender ante su hogar las redes repletas
y sacar el pez que se cimbrea en el trémulo sedal
o hacer salir del rojizo cántaro la miel rubia?
¿Y si una buena moza le llena las mesas desiguales,
mientras uno prepara en las cenizas huevos que no necesita comprar?
Que no ame esta vida quien no me ama, eso es lo que pido,
y que viva, vestido de toga, en medio de los ajetreos de la ciudad.
Marcial en I 55, incluido en Antología de la poesía latina (Alianza editorial, Madrid, 2010, selec. y trad. de Luis Alberto de Cuenca y Antonio Alvar).
Queda la vuelta
Que caiga enfermo, Deciano, si no es cierto que me gustaría
estar contigo todos los días y todas las noches.
Pero resulta que nos separan dos mil pasos,
y son cuatro mil, cuando regreso a casa.
A menudo no estás en la tuya y, si estás, a menudo lo niegas:
o estás ocupado en tus negocios o estás descansando.
Para verte, a pesar de todo, no me molesta andar dos millas;
para no verte, me molestan las cuatro.
Marcial en II 5, incluido en Antología de la poesía latina (Alianza editorial, Madrid, 2010, selec. y trad. de Luis Alberto de Cuenca y Antonio Alvar).
Un encanto
Isa es más pilla que el pájaro de Catulo,
Isa es más pura que el beso de la paloma,
Isa es más delicada que todas las niñas,
Isa es más valiosa que las gemas indias,
Isa es una perrita, delicias de Publio.
Y tú, si llora, creerás que habla;
siente la tristeza y el gozo.
Apoyada en el cuello, se recuesta y duerme,
hasta no percibirse ni un suspiro;
si se ve apremiada por el deseo de vientre,
no ensucia con gota alguna las colchas,
sino que llama con su tierna pata, pide
bajar del lecho y ruega desahogarse.
Es tan pudorosa esta casta perrita
que ignora a Venus, y no encontramos
macho digno de tan delicada niña.
Para que la luz suprema no se la llevase,
Publio la retrató en una tabla pintada,
y en ella la verás tan igual a Isa
que ni ella se parece tanto a sí misma.
Pon a Isa, si quieres, junto al cuadro:
ni sabrás cuál de las dos es la verdadera,
ni sabrás cuál de las dos es la pintada.
Marcial en I 109, incluido en Antología de la poesía latina (Alianza editorial, Madrid, 2010, selec. y trad. de Luis Alberto de Cuenca y Antonio Alvar).
Vida dichosa
Nota: Traducción de Miguel Antonio Caro incluída en el libro Traducciones poéticas (1889).
Oye lo que la vida
Hacer dichosa puede:
No con sudor ganados,
Sino heredados bienes;
Campo no ingrato: lumbre
En el hogar perenne;
Con fáciles manjares
Mesa, no rica, alegre;
Amigos de tu esfera,
Costumbres inocentes,
Sencillo trato y porte,
Prudencia sin dobleces;
Jamás litigio ó riña,
Negocios no frecuentes;
El ánimo no inquieto
Y la salud no endeble;
Exento de zozobras
Y de báquica fiebre,
Sueño que las nocturnas
Tinieblas manso abrevie;
No triste, mas honesto
El lecho; ser cual eres
Sin ambición; ni susto
Ni anhelo de la muerte.
EPIGRAMAS DE MARCO VALERIO MARCIAL
Texto, introducción y notas de JOSÉ GUILLÉN
Revisión de FIDEL ARGUDO
LIBRO DE LOS EPIGRAMAS 276
I
La maravilla del anfiteatro 277
No mencione la bárbara Menfis las maravillas de sus pirámides, ni el trabajo asirio se jacte de Babilonia; no se alaben los afeminados jonios con el templo de Diana, que el ara abundante en cuernos deje olvidar a Delos 278, y que los carios cesen de ensalzar con elogios inmoderados hasta los mismos cielos el Mausoleo colgado en el aire vacío. Toda obra humana debe ceder al anfiteatro del César, la fama celebrará únicamente ésta por todas.
II
Roma ha sido devuelta a Roma
Aquí en donde el coloso sidéreo contempla muy de cerca las estrellas 279 y se elevan en mitad de la vía altos andamiajes, irradiaban los atrios soberbios del fiero tirano y había ya una sola casa en toda Roma. Aquí en donde se eleva la augusta mole del hermoso anfiteatro estaban los estanques de Nerón. Aquí en donde admiramos las termas 280, obra prontamente acabada, un campo inmenso había expropiado las casas de los míseros ciudadanos. En donde el pórtico de Claudio proyecta sus amplias sombras, venían a terminar las últimas construcciones del palacio imperial. Roma ha sido devuelta a sí misma y, contigo en el trono, César, hace las delicias del pueblo lo que las hacía de su señor 281
_______________________________
276 Publicado el 80 d. C. Para distinguirlo de los otros, se llama Libro de los Espectáculos.
277 Los títulos de cada poema son nuestros. El poeta no tituló más que los poemitas de los libros XIII y XIV; cf. 13, 3. Para abreviar las notas de Marcial (Mart.) suprimiremos el nombre e indicaremos únicamente el libro, el epigrama y el verso (5, 3, 7); y en el contexto de cada capítulo, el epigrama y el
_______________________________
276 Publicado el 80 d. C. Para distinguirlo de los otros, se llama Libro de los Espectáculos.
277 Los títulos de cada poema son nuestros. El poeta no tituló más que los poemitas de los libros XIII y XIV; cf. 13, 3. Para abreviar las notas de Marcial (Mart.) suprimiremos el nombre e indicaremos únicamente el libro, el epigrama y el verso (5, 3, 7); y en el contexto de cada capítulo, el epigrama y el
verso (7, 6). 278 Apolo construyó un altar con los cuernos de los animales cazados por su hermana Diana.
279 La estatua de Nerón de cien pies de alta que se había erigido en la Domus Aurea (cf. 8, 60: Palatinus Colossus). Vespasiano cambió la cabeza y puso la del dios Sol, rodeada de siete rayos o potencias. Adriano la situó en la entrada del anfiteatro de los Flavios, que desde entonces se llamó el Coloseo > Coliseo, cf. 1, 70, 7-8.
280 Las termas de Tito.
281 “De su señor”, así por odio, porque Nerón trataba a los romanos como un dueño a sus esclavos.
III
Todo el mundo viene a Roma
¿Qué pueblo hay tan apartado, qué gente tan bárbara, César, de la que no haya espectadores en tu ciudad? Ha llegado el labrador tracio desde el Hemo de Orfeo; ha venido también el sármata alimentado con la sangre de sus caballos 282; y el que bebe las primeras aguas del Nilo conocido, y aquél a quien zarandean las olas del Océano más remoto 283. Se apresuran a llegar los árabes, vienen precipitadamente los sabeos, y los cilicios se empapan aquí con sus propias lluvias de azafrán. Llegan los sicambros con sus cabellos recogidos en un nudo284, y los etíopes con sus cabellos recogidos de otra suerte. Las lenguas de estos pueblos suenan diversas, pero no hay más que una cuando proclaman que eres el verdadero padre de la patria.
IV
Paz y tranquilidad sin delatores
La turba molesta para la paz y enemiga del sosiego tranquilo, la que siempre iba buscando sórdidas riquezas, ha sido deportada a los getulos y el circo no ha podido dar cabida a todos los culpables: el delator sufre el destierro que él imponía. El delator está en el destierro, habiendo huido de la ciudad ausonia. Esto puedes añadirlo a los gastos del emperador 285.
__________________________________
282 Cf. Plin. N. H. 18, 100.
283 El mar de Britania.
284 Cf. Tac. Germ. 38; Juven. 13, 164.
285 Al suprimirse la delación, tan frecuente con otros príncipes, el tesoro imperial dejaba de recibir las haciendas de los que eran condenados o desterrados.
V
Verismo en los espectáculos
Podéis creer que Pasífae se ha unido al toro de Creta: lo hemos visto nosotros, la antigua fábula ha recibido su confirmación. Que no se admire de sí misma, César, la longeva antigüedad: lo que la fama canta, lo presenta la arena ante tus ojos 286.
VI
Los dioses al servicio del emperador
Marte, el dios de la guerra, está a tus órdenes con sus armas invictas; pero hay
más: Venus misma está también a tu servicio.
VI b
Hércules superado por las mujeres
La fama ensalzaba un trabajo famoso y propio de Hércules: que el león había sido abatido en el vasto valle de Nemea. Calle la leyenda, porque después de tus juegos, oh César, declaramos que esto lo hace ya **un Marte femenino 287.
VII
Reproducción de un mito en el teatro
Lo mismo que Prometeo, atado en las rocas de Escitia, alimentó con su hígado potente al águila puntual a su cita, así Lauréolo, colgado realmente en una cruz 288, presentó sus entrañas desnudas al oso de Caledonia. Sus músculos desgarrados palpitaban en sus miembros sangrantes, y en todo su cuerpo no había cuerpo por ninguna parte 289. Por fin recibió un castigo digno: él había clavado cruelmente el cuchillo en el cuello de su padre o de su dueño; había robado locamente el oro sagrado de los templos; te había aplicado a ti, Roma, las teas incendiarias; había superado el criminal las atrocidades referidas por la antigua leyenda, y por ello lo que era hasta entonces pura imaginación, se cumple en él realmente.
_____________________________
286 Vrbs Roma, II, 387-394. Dispensará el lector que cite con frecuencia esta obra mía. Lo hago con el fin de evitar largos comentarios indispensables para entender bien a Marcial.
_____________________________
286 Vrbs Roma, II, 387-394. Dispensará el lector que cite con frecuencia esta obra mía. Lo hago con el fin de evitar largos comentarios indispensables para entender bien a Marcial.
287 Bücheler completó la última frase: ... femineo **Marte fatemur agi** , por las noticias de Dión y de Suetonio, que comentan que de las nueve mil fieras que se mataron en la inauguración del anfiteatro, un buen número fue abatido por mujeres, cf. L. Bruno, Le donne nella poesia di Marziale, Salerno, 1965; Suet. Nero 4; Tac. Ann. 15, 32.
288 Cf. Vrbs Roma, II, 365-368; Juven. 8, 187; Suet. Calig. 57, 4.
289 El cuerpo no era cuerpo, sino una herida continua.
VIII
¡Quién las tuviera!
Dédalo, al sentirte devorado por el oso de Lucania, ¡cómo desearías haber tenido ahora tus alas!
IX
El rinoceronte
Exhibido el rinoceronte por toda la arena, te ofreció, César, un espectáculo que no prometió. ¡Oh con qué bravura se enfureció incoerciblemente! ¡Qué grande era el toro 290, para quien un toro era un pelele! 291
X
El león y el domador
Un león traicionero hirió con su boca desagradecida a su cuidador, atreviéndose a lastimar las manos que le eran tan conocidas. Pero ha recibido el castigo merecido por tan gran crimen, y él, que no aguantó el látigo, ha sentido los venablos. ¡Qué costumbres habrán de practicar los humanos bajo este príncipe, que desea que hasta las fieras amansen su furor natural!
_______________________________
_______________________________
290 Da el nombre de taurus al rinoceronte, bos Aethiopius. También al elefante se le llamaba “toro”, Luca bos, cf. Plin. N. H. 8, 16.
291 Cf., infra, 22, 6; 2, 43, 5-6; 10, 86, 4; 14, 53, 2, donde repite a la letra este final del pentámetro: cui pila taurus erat.
XI
La caza del oso
Mientras un oso, cayendo de cabeza, rueda sobre sí por la ensangrentada arena, no pudo huir al ser atrapado por el vesque. Cesen ya los relucientes venablos de hierro disimulado y no se arroje la lanza balanceada por la sacudida del brazo. Que el cazador atrape su presa en el vacío del aire, si gusta cazar fieras con el arte del pajarero.
XII
El espectáculo de una cerda preñada
Entre las crueles peripecias de la caza de fieras ofrecida por el César, habiéndose clavado una ligera asta en una cerda preñada, salió un cerdito por la herida de la desgraciada madre. ¡Oh feroz Lucina!, ¿fue eso un parto? Ella hubiera querido morir herida por más dardos, para que todos sus cachorrillos encontraran expedita una triste salida. ¿Quién puede negar que Baco nació por la muerte de su madre? 292 Creed que un dios nació así, porque también ha nacido un animalito.
XIII
El mismo asunto
Una cerda madre, herida gravemente por un dardo y abierta por una brecha, perdió y dio a un tiempo la vida. ¡Oh qué certera fue la mano que lanzó aquel dardo!
________________________________
Según yo creo fue la mano de Lucina. Muriendo experimentó la divinidad las dos Dianas: la una hace parir a una madre, la otra acaba con una fiera 293.
________________________________
292 Semele, la madre de Baco murió antes de nacer el niño. Júpiter se apiadó del hijo y lo recogió, poniéndolo al calor de su pierna hasta que llegara el tiempo natural del nacimiento; cf. 5, 72.
293 Diana, diosa de la caza y de los partos; cf. Vrbs Roma, III, 355 ss.
293 Diana, diosa de la caza y de los partos; cf. Vrbs Roma, III, 355 ss.
XIV
El mismo asunto
Una hembra de jabalí, ya muy pesada por la carga de su vientre maduro, echó un cerdito haciéndose madre por una herida; y no quedó inerte la cría, sino que al morir su madre, echó a correr. ¡Qué gran ingenio se manifiesta en los acontecimientos imprevistos! 294.
XV
Proezas de Carpóforo
Junta toda la gloria que tuvo, Meleagro, tu fama, ¡qué pequeña parte es de la de Carpóforo! ¡Un jabalí abatido! 295 Él, además, clavó sus dardos a un oso que le acometía, el mayor que hubo en la acrópolis ártica, y derribó un león asombroso por su tamaño nunca visto, que pudo ser digno de las manos de Hércules 296, y de un golpe, lanzado de lejos, abatió a un veloz leopardo. Pues cuando recogía sus premios, ¡todavía le quedaban fuerzas!
_________________________
294 Estos tres epigramas describen el mismo episodio extravagante de los juegos del circo: una lanza, que mata a la cerda preñada, abre el camino para que salga un cerdito del vientre de la madre. Un análisis profundo de los elementos estéticos, lingüísticos, sobre todos los sonidos manifiesta el arte con que Marcial ha triunfado en esta dura prueba poética, cf. B. Campbell, Martial’s slain sow poems. An esthetic analysis: C&M 30 (1969), 347-382.
295 El jabalí abatido por Meleagro es el de Calidón, su patria, ciudad etolia a la entrada del golfo de Patras o de Lepanto; cf. 1, 104, 6; 7, 2, 3; 27, 2; 9, 48, 5-6; 11, 69, 10; 13, 41, 2; 93; Ovid. Met. 8, 260-444; Hom. Il. 9, 527-549. Pero Carpóforo, además de un jabalí, abate varias fieras más. Cf., infra, 23 y 27.
296 Como el león de Nemea, cuya caza y muerte fue el primer trabajo de Hércules.
XVI
Un toro “divinizado”
El que el toro arrebatado del medio de la arena se fuera a las estrellas, no fue
cosa del arte, sino de la piedad 297.
XVI b
Un toro en el anfiteatro
Un toro había transportado a Europa por los mares, reino de su hermano 298, pero ahora otro toro ha llevado a Hércules hasta los astros 299. Compara ahora, oh fama, los toros del César y de Júpiter: ambos tomaron un peso igual, mas el primero lo llevó más alto 300.
XVII
Los animales reconocen la divinidad del emperador
Esto de que, piadoso y suplicante, te adore, César, un elefante, éste que poco ha era tan temible para un toro, esto no lo hace mandado ni por amaestramiento de ningún domador; créeme, también él reconoce a nuestro dios.
XVIII
Tigre y león
Habituado a lamer la mano de su despreocupado domador, un tigre, gloria suprema de los montes de Hircania, ha despedazado cruelmente con sus rabiosos colmillos a un feroz león. Cosa inaudita y sin parangón en todos los siglos pasados.
________________________
297 Arte, quizás se trate de alguna máquina del teatro. Piedad de Júpiter para con Domiciano.
Nunca intentó nada igual mientras vivía en el interior de las selvas: ha acrecentado su ferocidad desde que está con nosotros 301.
________________________
297 Arte, quizás se trate de alguna máquina del teatro. Piedad de Júpiter para con Domiciano.
298 Neptuno, dios del mar, era hermano de Europa.
299 Un bestiarius, que hacía en la arena el papel de Hércules.
300 En 7, 1 se compara de nuevo a Júpiter con Domiciano.
301 Ha cogido fuerza al vivir entre los romanos, cuya norma es: parcere subiectis et debellare superbos (Verg. Aen. 6, 853).
XIX
Toro y elefante
Un toro estimulado con fuego iba por toda la arena lanzando los peleles hasta las estrellas. Sucumbió al fin, no pudiendo resistir a otro cuerno más potente, por creer así de fácil quitar de en medio a un elefante.
XX
Bondad del emperador
Como una parte [del anfiteatro] reclamaba a Mirino y la otra parte a Triunfo, el César hizo la señal con ambas manos a la par. No pudo solucionar mejor el jocoso conflicto. ¡Qué gran bondad la de nuestro invicto príncipe! 302
XXI
Orfeo despedazado por un oso
La arena te ofreció, oh César, todo lo que se dice que Ródope 303 contempló en el espectáculo de Orfeo. Reptaron las rocas y corrió un bosque maravilloso, como se cree que fue el bosque de las Hespérides. Había animales salvajes de toda especie mezclados con el ganado y sobre el poeta planeaban muchas aves, pero él quedó despedazado por un oso ingrato. Solamente esto sucedió contra la historia 304.
____________________________________
302 La habilidad, más que bondad, del príncipe consiste en declarar vencedores a los dos contendientes. Cf., infra, 29, un episodio muy similar.
303 Ródope, cadena de montañas en Tracia, que forma los valles del Hebro y del Nesto, morada de Orfeo, cf. Virg. Egl. 6, 30; Georg. 4, 460-463; Ovid. Met. 10, 11.
304 En un número de los juegos se representó la escena mítica de Orfeo con su lira, amansando a las fieras y atrayendo a las selvas. Pero un oso lo devoró contra lo que se decía en el mito y, posiblemente, contra lo previsto en la representación. De ahí la oscura explicación del suceso en el epigrama siguiente. Cf. Ovid. Met. 10, 1-105; 11, 1-66.
XXI b
El mismo tema
El que la tierra echara súbitamente por una grieta a la osa que iba a devorar a
Orfeo, fue disposición de Eurídice 305.
XXII
Rinoceronte y oso
Mientras los domadores provocaban asustados a un rinoceronte y se iba reconcentrando durante largo tiempo la furia de la terrible fiera, desesperaban de conseguir el combate anunciado. Pero por fin volvió el furor que se le conocía de antes 306. Con su doble cuerno levantó a un pesado oso igual que un toro lanza hasta las estrellas los monigotes que le echan.
XXIII
Un rinoceronte tan certero como Carpóforo
Con un golpe así de certero dirige la fuerte diestra del todavía joven Carpóforo los dardos del Nórico 307. Aquél levantó fácilmente con su cerviz un par de novillos y ante él se rindieron un feroz búfalo y un bisonte; y un león, huyendo de él, vino a caer de bruces sobre las armas. Anda ahora, populacho, quéjate de que daba largas.
______________________________
______________________________
305 El texto no está claro. Eurídice ansiosa de unirse a su marido, y no siéndole posible subir ya a la tierra, procura que baje su marido a donde ella se encuentra.
306 Cf., supra, 9, 2-3.
307 El Nórico (más o menos, la actual Austria) era famoso por la buena cualidad de sus hierros, cf. Plin. N. H. 34, 145; Hor. Od. 1, 16, 9-10; Mart. 4, 55, 12 Por lo demás, los poemas XXII y XXIII parece que son uno solo. Los dos versos de la referencia a Carpóforo serían una interpolación procedente de otro poema o, en todo caso, una comparación: Las acometidas del rinoceronte son tan certeras como la mano de Carpóforo lanzando sus dardos.
XXIV
Naumaquia
Si hay algún espectador retrasado, llegado de lejos, para el que éste ha sido su primer día de este sagrado espectáculo308, que no lo engañe la Enío 309 naval con sus barcos, y las olas idénticas a las del mar: esto, hace poco, era tierra seca. ¿No me crees? Mira el espectáculo mientras los combates marinos cansan a Marte: a no mucho tardar, dirás: “esto hace poco era mar” 310.
XXV
Una ola compasiva
No te admires, Leandro, de que la ola de anoche haya tenido consideración
contigo: era una ola del césar 311.
XXV b
Leandro sobre las olas
Dirigiéndose el audaz Leandro hacia sus dulces amores y, cansado, viéndose apurado por lo encrespado de las aguas, se dice que el desgraciado dirigió esta súplica a las amenazantes olas: “Perdonadme cuando tengo prisa por llegar, sumergidme cuando vuelva” 312.
___________________________________
___________________________________
308 El espectáculo era sagrado porque estaba dedicado al dios de las aguas, Neptuno. Y porque asistía el emperador.
309 Una de las tres Greas, hermanas de las Gorgonas, identificada por los romanos con Belona, diosa de la guerra.
310 Ovid. Met. 2, 262-264.
311 La escena se repetía en el anfiteatro iluminado.
312 Cf. 14, 181. Cuenta el mito que Leandro, residente en Abidos, en la Tróade, hoy Abydus (provincia de Çanakkale, Turquía), estaba enamorado de Hero, que vivía en la otra orilla del Helesponto, en Sestos. Leandro cruzaba todas las noches el estrecho a nado para verse con su amada; pero una noche la tempestad apagó la lámpara con la que Hero lo guiaba y Leandro pereció ahogado. Cf. Serv. Ad Georg. 1, 207; 3, 258; Stat. Theb. 6, 542-548; Virg. Georg. 3, 258-263; Ovid. Her. 18 y 19.
XXVI
Danza de las Nereidas
Un entrenado coro de Nereidas se puso a jugar por toda la superficie del mar y decoró las plácidas aguas con variadas tablas. Hubo un amenazador tridente de dientes rectos y una áncora de diente curvo: nos imaginamos los remos y nos imaginamos una barca y que brillaba la constelación de los Laconios 313, grata a los navegantes, y que se henchían las amplias velas con un seno bien visible. ¿Quién vio jamás tantas maravillas en las aguas transparentes? O Tetis enseñó estos juegos o los aprendió 314.
XXVII
De nuevo Carpóforo
Si la antigüedad hubiera producido un Carpóforo, César, la tierra bárbara no hubiera temido a la fiera partaonia 315, ni Maratón al toro, ni la frondosa Nemea al león, ni Arcadia al jabalí menalio316. Armando éste sus manos, la Hidra hubiera muerto de una sola vez y un solo golpe le hubiera bastado para abatir por entero a la Quimera 317.
Él hubiera uñido a los toros que respiraban fuego, sin la ayuda de la Cólquide 318, y hubiera triunfado de las dos fieras de Pasífae 319. Si se quiere recordar el viejo mito del monstruo marino, él solo podría liberar a Hesíone y a Andrómeda320. Recordemos las glorias de las empresas de Hércules: más es haber abatido veinte fieras de una vez.
________________________________
313 Los Dióscuros: Cástor y Pólux, que dan nombre a la constelación de Géminis.
________________________________
313 Los Dióscuros: Cástor y Pólux, que dan nombre a la constelación de Géminis.
314 El espectáculo se dio en el anfiteatro iluminado; o se lo enseñó Tetis a Tito, o Tito a Tetis.
315 De Partaón, rey de Calidonia y Etolia. Se refiere, por tanto al jabalí de Calidón, abatido por Meleagro; cf., supra, 15, 2, con la nota.
316 Del monte Ménalo, en el corazón de Arcadia, cuyo jabalí famoso es el del monte Erimanto, otro monte de Arcadia, aunque al norte, lindando con Acaya. La caza de este monstruo constituyó el cuarto trabajo de Hércules o el tercero, según otras versiones. Era tan monstruoso que, cuando Hércules se lo presentó a Euristeo, éste se escondió despavorido en un tonel. Cf. 5, 65, 2; 9, 106, 6; 11, 69, 10; Hygin. Fab. 30; Virg. Aen. 6, 802; Serv. ad Ecl. 10, 69.
317 La Hidra de Lerna tenía cien cabezas, que había que cortar de un solo golpe; lo consiguió Hércules. La Quimera, tenía tres, una de león, otra de cabra y otra de dragón; con ella acabó Belerofonte.
318 Medea.
319 El toro y el minotauro.
320 La primera fue liberada por Hércules, la segunda por Perseo.
XXVIII
Naumaquias
Fue empresa de Augusto el enfrentar aquí las escuadras y poner en movimiento los mares con la trompeta naval 321. ¿Qué parte corresponde a nuestro César? Tetis y Galatea han visto en las aguas fieras desconocidas, Tritón ha visto sobre las espumas del mar carros [con ruedas] chispeantes y ha pensado que pasaban los caballos de su señor; y mientras Nereo prepara los enconados combates con los navíos enfurecidos, se ha horrorizado al ir a pie por las limpias aguas. Todo lo que se contempla en el circo y en el anfiteatro, esto lo ha presentado en tu honor, oh César, el agua rica [en portentos]. Que no se hable ya de Fucino ni de los estanques del †siniestro† Nerón: que los siglos venideros no conozcan más que esta naumaquia 322.
XXIX
Vencedores ambos
Prolongando el combate Prisco, prolongándolo Vero y estando igualado el valor de ambos durante mucho tiempo, se pidió reiteradamente y a grandes voces que se licenciase a los dos combatientes; pero el César mismo se atuvo a su propia norma: la norma era luchar, dejando los escudos, hasta que uno de ellos levantase el dedo.
Hizo lo permitido: les dio varias veces fuentes [de alimentos] y regalos 323. Sin embargo se llegó al fin de un combate igualado: lucharon iguales, se rindieron a la par. El César envió a uno y a otro el bastón [de la licencia] y a uno y otro las palmas [de la victoria].
Tal fue el premio de su valor denodado. Un hecho semejante no se había visto sino en tu reinado, oh César: que luchando dos, quedaron vencedores ambos 324.
___________________________
___________________________
321 Sobre las representaciones de las naumaquias, cf. mi Vrbs Roma, II, 373 376.
322 Claudio había ofrecido un espectáculo maravilloso en el lago Fucino (cf. Vrbs Roma, II, 374), y Nerón en el mismo estanque de Augusto, en la Domus aurea; Tito, en el anfiteatro, en el año 80, y Domiciano después (Vrbs Roma, ib., 375).
323 Fuentes con diversos alimentos, para que repusieran sus fuerzas, y regalos para estimularlos a la lucha.
324 Cf., supra, 20.
XXX
Las fieras ante el emperador
Huyendo rápido un gamo de unos veloces molosos y usando de mil estrategias para retardar su captura, se detuvo a los pies de César, suplicante y en actitud del que ruega, y los perros no tocaron su presa 325... Este favor lo obtuvo por reconocer al emperador. César es dios, sagrado es su poder, creedlo, sagrado: las fieras no saben mentir 326.
XXXI
Halagos improvisados
Perdona, César, estas improvisaciones: no merece desagradarte quien tiene prisa por agradarte.
XXXII
La dulce derrota y la victoria insoportable
El ceder ante uno más fuerte es conseguir el segundo puesto del valor; la victoria insoportable es la que logra uno más débil [que tú].
________________________________
________________________________
325 Aquí hay una laguna en el texto.
326 Cf., supra, 17, 4.
SPECTACULORUM LIBER
Epigr. I Dist.
Barbara pyramidum sileat miracula Memphis,
Assyrius iactet nec Babylona labor;
nec Triviae templo molles laudentur Iones,
dissimulet Delon cornibus ara frequens;
aere nec vacuo pendentia Mausolea
laudibus immodicis Cares in astra ferant.
Omnis Caesareo cedit labor Amphitheatro,
unum pro cunctis fama loquetur opus.
Epigr. II Dist.
Hic ubi sidereus propius videt astra colossus
et crescunt media pegmata celsa via,
invidiosa feri radiabant atria regis
unaque iam tota stabat in urbe domus.
Hic ubi conspicui venerabilis Amphitheatri
erigitur moles, stagna Neronis erant.
Hic ubi miramur velocia munera thermas,
abstulerat miseris tecta superbus ager.
Claudia diffusas ubi porticus explicat umbras,
ultima pars aulae deficientis erat.
Reddita Roma sibi est et sunt te praeside, Caesar,
deliciae populi, quae fuerant domini.
Epigr. III Dist.
Quae tam seposita est, quae gens tam barbara, Caesar,
ex qua spectator non sit in urbe tua?
Venit ab Orpheo cultor Rhodopeius Haemo,
venit et epoto Sarmata pastus equo,
et qui prima bibit deprensi flumina Nili,
et quem supremae Tethyos unda ferit;
festinavit Arabs, festinavere Sabaei,
et Cilices nimbis hic maduere suis.
Crinibus in nodum torti venere Sicambri,
atque aliter tortis crinibus Aethiopes.
Vox diversa sonat populorum, tum tamen una est,
cum verus patriae diceris esse pater.
Epigr. IV Dist.
Turba gravis paci placidaeque inimica quieti,
quae semper miseras sollicitabat opes,
traducta est +getulis+ nec cepit harena nocentis:
et delator habet quod dabat exilium.
Exulat Ausonia profugus delator ab urbe:
haec licet impensis principis annumeres.
Epigr. V Dist.
Iunctam Pasiphaen Dictaeo credite tauro:
vidimus, accepit fabula prisca fidem.
Nec se miretur, Caesar, longaeva vetustas:
quidquid fama canit, praestat harena tibi.
Epigr. VI Dist.
Belliger invictis quod Mars tibi servit in armis,
non satis est, Caesar; servit et ipsa Venus.
Prostratum vasta Nemees in valle leonem
nobile et Herculeum fama canebat opus.
Prisca fides taceat: nam post tua munera, Caesar,
hoc iam femineo ...
Epigr. VII Dist.
Qualiter in Scythica religatus rupe Prometheus
assiduam nimio pectore pavit avem,
nuda Caledonio sic viscera praebuit urso
non falsa pendens in cruce Laureolus.
Vivebant laceri membris stillantibus artus
inque omni nusquam corpore corpus erat.
Denique supplicium ... ++
Vel domini iugulum foderat ense nocens,
templa vel arcano demens spoliaverat auro,
subdiderat saevas vel tibi, Roma, faces.
Vicerat antiquae sceleratus crimina famae,
in quo, quae fuerat fabula, poena fuit.
Epigr. VIII Dist.
Daedale, Lucano cum sic lacereris ab urso,
quam cuperes pinnas nunc habuisse tuas!
Epigr. IX Dist.
Praestitit exhibitus tota tibi, Caesar, harena
quae non promisit proelia rhinoceros.
O quam terribilis exarsit pronus in iras!
quantus erat taurus, cui pila taurus erat!
Epigr. X Dist.
Laeserat ingrato leo perfidus ore magistrum,
ausus tam notas contemerare manus,
sed dignas tanto persolvit crimine poenas,
et qui non tulerat verbera, tela tulit.
Quos decet esse hominum tali sub principe mores,
qui iubet ingenium mitius esse feris!
Epigr. XI Dist.
Praeceps sanguinea dum se rotat ursus harena,
implicitam visco perdidit ille fugam.
Splendida iam tecto cessent venabula ferro,
nec volet excussa lancea torta manu;
deprendat vacuo venator in aere praedam,
si captare feras aucupis arte placet.
Epigr. XII Dist.
Inter Caesareae discrimina saeva Dianae
fixisset gravidam cum levis hasta suem,
exiluit partus miserae de vulnere matris.
O Lucina ferox, hoc peperisse fuit?
Pluribus illa mori voluisset saucia telis,
omnibus ut natis triste pateret iter.
Quis negat esse satum materno funere Bacchum?
Sic genitum numen credite: nata fera est.
Epigr. XIII Dist.
Icta gravi telo confossaque vulnere mater
sus pariter vitam perdidit atque dedit.
O quam certa fuit librato dextera ferro!
hanc ego Lucinae credo fuisse manum.
Experta est numen moriens utriusque Dianae,
quaque soluta parens quaque perempta fera est.
Epigr. XIV Dist.
Sus fera iam gravior maturi pignore ventris
emisit fetum, vulnere facta parens;
nec iacuit partus, sed matre cadente cucurrit.
O quantum est subitis casibus ingenium!
Epigr. XV Dist.
Summa tuae, Meleagre, fuit quae gloria famae,
quanta est Carpophori portio, fusus aper!
ille et praecipiti venabula condidit urso,
primus in Arctoi qui fuit arce poli,
stravit et ignota spectandum mole leonem,
Herculeas potuit qui decuisse manus,
et volucrem longo porrexit vulnere pardum.
Praemia cum laudem ferre adhuc poteram.
Epigr. XVI Dist.
Raptus abit media quod ad aethera taurus harena,
non fuit hoc artis, sed pietatis opus.
Vexerat Europen fraterna per aequora taurus:
at nunc Alciden taurus in astra tulit.
Caesaris atque Iovis confer nunc, fama, iuvencos:
par onus ut tulerint, altius iste tulit.
Epigr. XVII Dist.
Quod pius et supplex elephas te, Caesar, adorat
hic modo qui tauro tam metuendus erat,
non facit hoc iussus, nulloque docente magistro:
crede mihi, nostrum sentit et ille deum.
Epigr. XVIII Dist.
Lambere securi dextram consueta magistri
tigris, ab Hyrcano gloria rara iugo,
saeva ferum rabido laceravit dente leonem:
res nova, non ullis cognita temporibus.
Ausa est tale nihil, silvis dum vixit in altis:
postquam inter nos est, plus feritatis habet.
Epigr. XIX Dist.
Qui modo per totam flammis stimulatus harenam
sustulerat raptas taurus in astra pilas,
occubuit tandem cornuto +adore+ petitus ,
dum facilem tolli sic elephanta putat.
Epigr. XX Dist.
Cum peteret pars haec Myrinum, pars illa Triumphum,
promisit pariter Caesar utraque manu.
Non potuit melius litem finire iocosam.
O dulce invicti principis ingenium!
Epigr. XXI Dist.
Quidquid in Orpheo Rhodope spectasse theatro
dicitur, exhibuit, Caesar, harena tibi.
Repserunt scopuli mirandaque silva cucurrit,
quale fuisse nemus creditur Hesperidum.
Affuit immixtum pecori genus omne ferarum
et supra vatem multa pependit avis,
ipse sed ingrato iacuit laceratus ab urso.
Haec tantum res est facta par historían.
Orphea quod subito tellus emisit hiatu
10 mersa -miramur?,- venit ab Eurydice.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario