LORENZO MARTÍN DEL BURGO
Poeta nacido en Almagro (Ciudad Real), en 1952.
Licenciado en Literatura Hispánica y bibliotecario de la Biblioteca Nacional de Madrid, ha publicado los libros de poemas "Raro" (1982), "Jarvis" (1987) y "Nostalgia del infinito" (2000), el de relatos "El sueño del psicoanalista" (1990) y el ensayo "Las Hilanderas de Velázquez, su auténtico significado y la fuente original" (2001). "Iberia o la nostalgia de las islas" (2012), "La universidad: novela teatral" (2012) y "La mentira: y otras narraciones" (2012) son sus últimos libros.
Lo perdido
¿Cómo recuperar lo perdido,
lo que nos fue abandonando en el camino de la vida,
lo que éramos, lo que en el fondo quizás todavía somos,
y sin embargo un día nos abandonó,
nos dejó mutilados en medio del camino de la vida,
con los muñones de la existencia,
la vida hecha jirones?
¿Cómo recuperar las promesas incumplidas,
las perspectivas infinitas, el futuro radiante,
un camino majestuoso
convertido luego en un mísero callejón sin salida?,
¿cómo recuperar el deslumbramiento de la infancia,
el entusiasmo de la juventud,
la alegría y la esperanza,
los seres que amamos y que nos dejaron,
los familiares muertos,
los amigos que se alejaron,
las parejas rotas,
la fe de los que creyeron en nosotros
y a los que decepcionamos?
Y el ángel que velaba nuestros pasos
y que un día nos abandonó,
¿cómo recuperarlo?
Y el Dios al que también decepcionamos,
del que no fuimos dignos,
¿también nos abandonó?,
¿cómo volver a encontrarlo ahora?
¿Cómo recuperar todo lo que perdimos,
lo que fuimos matando
sin consideración, con indiferencia,
a lo largo del camino de la vida,
esa avenida poblada de cadáveres, de espectros
que parecen suplicarnos su rescate,
pedirnos una segunda oportunidad,
que les devolvamos a la vida
de la que les desterramos,
al cumplimiento de la promesa rota,
defraudada?
TARDE PARA CASI TODO
Como cuando en el colegio
no te sabías la lección
y, al comenzar la clase,
el profesor dejaba unos minutos de repaso,
y en esos breves minutos te esforzabas al máximo
(por aprenderla,
pero en seguida se acababa el tiempo
y llegaba la hora de las preguntas,
y seguías sin saberte la lección,
ahora es tarde para casi todo.
Como cuando al final de las vacaciones,
al acabar el verano,
se acercaba la hora de volver a la ciudad,
y otro año más se había deslizado,
otro año en que no volverías a ver
a la muchacha que veías en el pueblo en donde
(pasabas las vacaciones de verano,
y era el último día de las vacaciones,
pero ni tan siquiera entonces
te atrevías a decirle nada,
y hasta el próximo año
no volvería a presentarse otra oportunidad,
si es que la volvías a ver el próximo año,
ahora es tarde para casi todo.
Como cuando en la noche del terremoto
la cama empezó a temblar
y todo el mundo se despertó de un salto
y echaron a correr escaleras abajo,
y pensabas que todo podía terminar entonces
y ya no había tiempo de terminar nada
y apenas si quedaba lugar para el arrepentimiento,
ahora es tarde para casi todo.
SONETO A LA LOCURA
Dioses de la locura, a mi puerta llamásteis,
y yo me equivoqué al abriros mi casa
y yo me equivoqué al dejaros sin tasa
recorrer los pasillos de mi razón. Llegásteis
y en seguida os hicísteis los amos. Me cegásteis
con el fulgor insólito de vuestros trajes de oro,
con el eco jovial del cascabel sonoro
que seguía vuestro errático deambular. Me dejásteis
derrumbado en la noche más obscura. Ni estrellas
en los cielos ni luces en la tierra. Por donde
vinísteis os marchásteis, dejándome a manera
de recuerdo de vuestro caminar sin huellas
en el fondo del alma un quejido insomne
y la risa burlona de la negra quimera.
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