martes, 15 de diciembre de 2015

SERGIO GABRIEL LIZÁRRAGA [17.771] Poeta de Argentina


Sergio Gabriel Lizárraga 

(Tafí Viejo, Tucumán). Profesor en Letras (UNT), Postgrado en Ciencias Sociales (FLACSO Buenos Aires). Realizó estudios en Teología y Lenguas. Docente de nivel superior no universitario, Capacitador docente del Ministerio de Educación de Tucumán y del INFD y gestor cultural en su comunidad. Mediante una beca otorgada por la Società Dante Alighieri di Roma en el año 2005, realizó estudios de perfeccionamiento en la capital italiana. Obtuvo numerosas distinciones literarias, en cuento y poesía, a nivel internacional, nacional, provincial y municipal, como el premio internacional de poesía inédita “Pluma de Plata 2008” de la SADE seccional Córdoba, en el marco de la IV Feria Internacional del Libro de ésa ciudad argentina. Cuenta con publicaciones tanto literarias como de investigación lingüística, en Argentina, España, Italia, Cuba, Chile, Brasil, Francia, Colombia, Canadá, Estados Unidos y Perú. Su primer libro: Poemas de Lodebar (Alción editora, 2014).



Palidez

A la soledad
no le interesan mis poemas.
Nada sabe del silencio,
de cuánto hier
la ausencia de tu nombre.
Sigo perdido.
No logro
hacerme uno
en vos.
La noche
me contempla pálida
porque esta no es su historia.
No es tu luz
sino la eterna espera de tu luz.
Su promesa
la que se arroja.



Camino de migajas

Puedo interesarme
por la vida en otros mundos,
por el mundo en cada verso,
por el ave
que sin permiso
entra y sale de mi nube,
por tu palabra
que se embellece en sus distancias
que se engrandece
cuanto más
lejos me quedo.
Puedo rezar el rosario
y visitar a la vez a mis muertos.
Pero
no soporto
no lo tolero
me saca de quicio
aún me altera
que no permanezcan las migajas
que arrojo
cuando salgo a explorar en los días.
Y pienso que al menos
puedo retornar al origen
con la ayuda de esas migajas,
aunque sea sin vos
como una hormiga vencida.

De “Poemas de Lodebar”. Alción, 2014.



Duelos

I

Desde la ventana entreabierta,
el viento delimita en la cama
tu ausencia,
y es como tener tu lápida en la casa,
es abrazar las sábanas que ya no usas.
Es velarme en tu cuarto
porque he muerto en ti
como un yo-hijo. 


II

Llorar
hasta que cada lágrima,
de un solo tajo,
se sangre arena.
Y quede en las mejillas
coagulado el desierto,
y se lea en el rostro
la sed que trajo el viento,
y la boca de los hombres
naufragada en tormentos.

Las alas derretidas
de tanta muerte inútil,
de tanto arder
sin que se alumbre
un trazo en el cielo.


III

Es esta la lágrima que te ofrezco,
la primera que me desnuda huérfano.
La primera
que en la mejilla
hiere  tu mano
ovillando las caricias.
La primera que refleja
la imagen de tu tumba.

La primera,
desde que soy otra tumba. 


IV

Como un anciano
que se arrodilla
para acortar distancias
entre la caída y su muerte.
Como un joven que eleva los brazos
para ahuyentar a las hienas
que muerden los años.
Como un creyente
que se incendia de hambre
para iluminar en sus noches
el camino a las hostias.

Como un sufriente
que muerde sus venas
para humedecer la tierra
donde sepultó sus salmos.



Lo nuevo en tu nombre

No será
Una mañana distinta.
En este setiembre
Mi invierno no se ha ido.
Seguirá el bostezo lloviendo ojeras
En las raíces.
Seguirá mi jardín
Desvistiendo pétalos,
Como ofrenda
Al frío de tu demora.
Seguiré amarrado
A los mismos versos
Donde tu sabor se esconde.
Seguirán las pupilas
Caminando el recuerdo
De tus brazos
Sosteniendo a los míos.
Y después,
Como un hombre de fe,
Rezaré el Rosario
Para encontrar lo nuevo
En tu nombre



El hambre que no se entiende

No entiendo el tema central.
Me voy despojando
De todas las chances
Para aprobar el parcial.
Y la lluvia inunda el hambre
Del perro callejero,
Ahoga sus huesos
Con frío.
No entiendo,
Porqué el vidrio de la ventana
No se ha empañado,
Y no deja de llegarme
La delgadez mojada de ese perro.
¿Cuántas lluvias a lo largo de la vida
Habrán borrado nuestras carnes,
Dejándonos expuestos
Con huesos incontables?
Tal vez así permanezcan mis días,
Como un parcial que condena,
Como un apunte impenetrable,
Como un vidrio que delata
El temblor de la soledad,
El hambre
Que jamás se entiende.










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