Don Benito, Badajoz 1976
Ha publicado: Adiestramiento, Editora regional de Extremadura, 2003
ADIESTRAMIENTO
No volver. Buscar
las direcciones deslizando
el índice sobre el papel satinado,
imaginar construcciones en los trapecios oscuros
que bordean los nombres de las avenidas,
adivinar las plazoletas improvisadas
donde se acumula la niebla,
nombrar las calles por mentiras, por amantes
perdidos, la longitud de las sombras,
escoger los distritos por la forma de las manchas
-imaginar el tacto, el brillo del pelaje,
la catadura de sus parásitos,
los hábitos nocturnos,
las volutas de humo en la penumbra-,
los dedos:
la única impronta.
No volver.
SÚCUBO
Alguna vez apareció de noche
para robarte el alma con las uñas
y desapareció dejando un rastro
amarillento, un olor penetrante,
y aquel día tuvo el aire de templo:
húmedo, oscuro, sin fin
sin principio
sin salida.
ÍNCUBO
Nunca estuve en los lugares que frecuentas
pero conozco las fieras y los laberintos,
la tentación de las piedras pulidas y brillantes,
las ancianas sin rostro
que desaparecen entre los helechos
y los reptiles clavados en las lanzas
como pendones, humeantes aún.
Sé que naves sin timonel se acercan a la orilla,
guiadas por un pájaro o por un monstruo del mar
y que muchachos de bucles blanquecinos
ahuyentan a las nubes con largas trompas quebradizas.
Nunca estuve
pero te he visto rodear la roca
y empuñar la espada de los elegidos
y trazar figuras en el aire con el brillo del hierro
y hendir, cruel, la sonrisa más aguda
y la herida por donde me despierto.
Elena García de Paredes, Adiestramiento, Editora regional de Extremadura, 2003
La escritora extremeña Elena García de Paredes nos deja una breve poética del cuento y dos microrrelatos, incluidos en la antología Relatos relámpago (Editora Regional de Extremadura, 1997)
POÉTICA DEL CUENTO
El cuento tiene vocación de suicida. Se precipita irremediablemente hacia el final. Como el suicida, antes de morir, el cuento deja constancia escrita de su tortura en un ejercicio de redacción completamente egoísta disfrazado de buenos modales, que intenta justificar el punto final voluntariosamente, pero con argumentos muy débiles por lo común.
El microrrelato, en su brevedad, es profundamente generoso. Prescinde de la nota de suicidio y de la angustiosa defensa de su acción. Él mismo es, casi, el punto final. La perplejidad y la iluminación, esas artes decorativas con las que nos obsequia, consiguen lo que no consiguen cien impecables y educadas misivas narrativas. Aunque a veces el dinosaurio esté ya hasta las narices (cito).
VARIACIÓN SOBRE UN EPISODIO APÓCRIFO
Mientras Romeo arrasaba Verona con sus primos, castigando barras, trajinándose taberneras y ensartando jaraneros de poca monta en su espada, Julieta esperaba en su torreón. Confinada día y noche, Julieta suspiraba pálidamente, y para sobreponerse a tanta espera, leía libros prohibidos (Beauvoir, Rich, Firestone, Jardine…) que no debía leer una señorita, robados de la biblioteca de su padre por su fiel ama.
Romeo llegó al pie del torreón después de mucho tiempo y de todas las tabernas de Verona. Buscaba, ansioso, sin encontrarlas, la larguísima cabellera de su amada junto a la piedra, para poder subir a sus aposentos.
Julieta ya se había cortado el pelo. A lo garçon.
SIRENAS
Su canto me arrastra a una muerte segura y humillante.
De no ser por mis compañeros de naufragio, que me amarraron junto a ellos a la barra de este sucio cascarón de nuez, sin duda hubiera perecido estrellada contra el cristal de la cabina del disc-jockey.
No tengo voluntad.
[Elena García de Paredes, Relatos relámpago, Editora Regional de Extremadura, 2007].
POÉTICA DEL CUENTO
El cuento tiene vocación de suicida. Se precipita irremediablemente hacia el final. Como el suicida, antes de morir, el cuento deja constancia escrita de su tortura en un ejercicio de redacción completamente egoísta disfrazado de buenos modales, que intenta justificar el punto final voluntariosamente, pero con argumentos muy débiles por lo común.
El microrrelato, en su brevedad, es profundamente generoso. Prescinde de la nota de suicidio y de la angustiosa defensa de su acción. Él mismo es, casi, el punto final. La perplejidad y la iluminación, esas artes decorativas con las que nos obsequia, consiguen lo que no consiguen cien impecables y educadas misivas narrativas. Aunque a veces el dinosaurio esté ya hasta las narices (cito).
VARIACIÓN SOBRE UN EPISODIO APÓCRIFO
Mientras Romeo arrasaba Verona con sus primos, castigando barras, trajinándose taberneras y ensartando jaraneros de poca monta en su espada, Julieta esperaba en su torreón. Confinada día y noche, Julieta suspiraba pálidamente, y para sobreponerse a tanta espera, leía libros prohibidos (Beauvoir, Rich, Firestone, Jardine…) que no debía leer una señorita, robados de la biblioteca de su padre por su fiel ama.
Romeo llegó al pie del torreón después de mucho tiempo y de todas las tabernas de Verona. Buscaba, ansioso, sin encontrarlas, la larguísima cabellera de su amada junto a la piedra, para poder subir a sus aposentos.
Julieta ya se había cortado el pelo. A lo garçon.
SIRENAS
Su canto me arrastra a una muerte segura y humillante.
De no ser por mis compañeros de naufragio, que me amarraron junto a ellos a la barra de este sucio cascarón de nuez, sin duda hubiera perecido estrellada contra el cristal de la cabina del disc-jockey.
No tengo voluntad.
[Elena García de Paredes, Relatos relámpago, Editora Regional de Extremadura, 2007].
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