Pietro Bembo
Pietro Bembo. (Venecia, 20 de mayo de 1470 – Roma, 18 de enero de 1547) fue un cardenal, humanista, filólogo, escritor, poeta, traductor y erudito italiano.
Sogno, 1492-1494
Hijo de una noble familia, su padre, Bernardo, era patricio y embajador veneciano y tan amante de la literatura que llegó a levantar un monumento a Dante en Rávena. Erigió luego uno en Florencia (1478–1480) y, más tarde, otro en Ferrara (1498). De esta suerte pudo conocer las cortes de Lorenzo el Magnífico y de Alfonso de Este, en las cuales los literatos eran muy apreciados. Con sus primeras experiencias cortesanas se mezclaron los estudios clásicos realizados en la escuela mesinesa del helenista Constantino Lascaris (1492) y, en Padua, bajo la dirección de Nicolò Leonico Tomeo.
El generoso acogimiento de Guidobaldo de Montefeltro y de su esposa Isabel Gonzaga, objeto del cálido elogio del autor, le disuadieron de su intento de retirarse a la abadía de la Croce dell'Avellana, cerca de Urbino. Por lo demás el carácter de Pietro Bembo no se avenía bien con la humildad monástica, no sólo por su independencia, sino por los gustos que demostraba a la manera de su modelo, el humanista Petrarca. Residió en Urbino entre los años 1506 y 1512, y allí conoció al gran pintor Rafael y al cardenal Juan de Médicis, el futuro papa León X.
Gracias a Julio de Médici, tomó el cargo de secretario personal de éste cuando fue nombrado pontífice, con el nombre de Clemente VII, y marchó a Roma como secretario de cartas latinas para redactar en perfecto latín ciceroniano las bulas pontificias. Este período romano (1512–1519) es denominado «ciceroniano» a causa de su defensa de la imitatio ciceroniana (imitación de la lengua y sintaxis de un sólo autor latino considerado modélico, Cicerón) frente a la imitatio eclectica que pregonaban los humanistas discípulos de Erasmo de Rotterdam (imitación de lo mejor del latín de distintos autores).
El comienzo del De Aetna, opúsculo escrito por Bembo.
A la muerte del papa se trasladó de nuevo a Padua en 1521, lugar al que fueron a residir no pocos artistas del momento por la protección que allí se les dispensaba. Fue también la época de Gli asolani (Los asolanos) (1505), tres diálogos dedicados a Lucrecia Borgia, con la cual mantuvo un tórrido romance cuando la conoció en Ferrara en la corte de su marido, Alfonso d'Este. En esta obra desarrolla la teoría platónica del amor. También empezó a escribir las Prose della volgar lingua, Prosas sobre la lengua vulgar, publicadas más tarde en 1525; diálogos donde el erudito latinista, no sordo a las llamadas de la poesía en romance, llevó a cabo una admirable aproximación a las diversas teorías sobre el lenguaje e intentó construir una gramática de una lengua italiana que no existía, dispersa como estaba en numerosos dialectos; propuso tomar como modelo la lengua de Florencia y para ello propuso como modelo la lengua de Petrarca en la poesía y la de Giovanni Boccaccio en la prosa. Afirmó ya sin contemplaciones la necesidad de dignificar (nobilitare) el idioma vulgar igualándolo en regularidad al latín.
Al mismo tiempo que completaba las Prose della volgar lingua, entre 1521 y 1525, enriquecía con glosas la nueva edición del Canzoniere de Petrarca, con ayuda de su amigo el impresor y humanista veneciano Aldo Manucio. En Roma conoció a Faustina della Morosina, que le dio tres hijos, pero con la cual no se casó para no perder los beneficios eclesiásticos. El Carteggio d´amore (1500) es un epistolario que ofrece un valioso testimonio de otro amor suyo, el que profesó a María Savorgnan, largo tiempo envuelto en el misterio. Establecido en Padua, Bembo fue llamado por la Signoria a Venecia en 1529 para escribir la historia de la República de Venecia y dirigir la Biblioteca Nicena, actualmente Marciana o de San Marcos. Dentro de la primera de estas actividades reanudó la obra ya iniciada por Sabellico escribiendo en latín los Rerum Venetarum historiae libri XII, historia de Venecia entre 1487 y 1513, impresa en 1551, que luego tradujo al idioma vulgar. Su poesía latina está recogida en Carmina (Venecia 1533).
Acerca de las Prosas dijo Varchi que los italianos deben estar agradecidos a Bembo por haber quitado de su lengua la herrumbre de los siglos pretéritos. En 1529 aparecieron las Rime (Rimas), poemas que refundan, continúan y refuerzan la tradición del petrarquismo. Entre ellas figura su famoso soneto "A Italia":
Oh tú del mundo la más bella parte,
que ciñe el vasto mar y el Alpe cierra,
oh dulce, alegre, deleitosa tierra;
que alto y soberbio el Apenino parte.
En vano el pueblo te dejó de Marte
señora de la mar y de la tierra,
hoy tus antiguas siervas te hacen guerra
y no cesan de herirte y de pegarte.
Ni falta entre tus hijos quien ajeno
poder devastador convide y llame
y hunda su espada en tu materno seno;
no queda ya quien te respete y ame.
¡Oh duro siglo de maldades lleno!
¡Oh estirpe vil, degenerada, infame!
(traducción decimonónica de Clemente Althaus)
En 1539 Paulo III confería al humanista la púrpura cardenalicia (Morosina había muerto el 13 de agosto de 1535 y Bembo contaba entonces casi sesenta años). En el último periodo de su vida aumentaron los honores y recibió los episcopados de Gubbio (1541) y el arzobispado de Bérgamo (1544) sin obligación de residencia. La muerte de Morosina le hizo volverse a las lecturas piadosas y los escritos de los Santos Padres en detrimento de los clásicos grecolatinos. Luego volvió a Roma, donde fue uno de los candidatos al pontificado con más posibilidades y allí falleció.
A Bembo se le debe sobre todo la sistematización y vulgarización del humanismo que representaba la conclusión natural del Renacimiento. Fue un lector compulsivo desde que en su infancia accediera a los libros de la rica biblioteca paterna, y un gran conocedor de las obras clásicas grecolatinas, así como también de sus contemporáneos. Escribía con igual perfección en latín que en italiano, muy influenciado empero por el modelo de Cicerón.
OCTAVA RIMA
En el lumbroso y fértil Oriente
Adonde más el cielo está templado,
Vive una sosegada y dulce gente,
La qual en solo amar pone el cuidado.
Esta jamás padece otro acídente
Sino es aquel que amores han causado;
Aquí gobierna y siempre gobernó
Aquella reina que en la mar nació.
Aquí su cetro y su corona tiene,
Y desde aquí sus dádivas reparte;
Aquí su ley y su poder mantiene
Mucho mejor que en otra qualquier parte;
Aquí si querelloso alguno viene,
Sin quexa y sin pesar luego se parte;
Aquí se gozan todos en sus llamas,
Presentes las figuras de sus damas.
Amor es todo quanto aquí se trata;
Es la sazón del tiempo enamorada;
Todo muere de amor ó de amor mata:
Sin amor no veréis ni una pisada;
De amores se negocia y se barata;
Toda la tierra en esto es ocupada;
Si veis bullir de un árbol una hoja,
Diréis que amor aquello se os antoja.
Amor los edificios representan,
Y aun las piedras aquí diréis que aman;
Las fuentes así blandas se presentan,
Que pensareis que lágrimas derraman;
Los ríos al correr de amor os tientan,
Y amor es lo que suenan y reclaman;
Tan sabrosos aquí soplan los vientos,
Que os mueven amorosos pensamientos.
Sobre una fresca, verde y grande vega
La casa de esta reyna está asentada;
Un río al derredor toda la riega,
De árboles la ribera está sembrada;
La sombra de los quales al sol niega,
En el solsticio, la caliente entrada;
Los árboles están llenos de ñores,
Por do cantando van los ruyseñores.
Otros arroyos mil andan corriendo,
Acá y allá sus vueltas rodeando,
Diversos labyrintos componiendo,
Los unos por los otros travesando;
Las flores de los árboles cayendo,
Las dulces aguas andan meneando;
Y cada flor que destas allí cae,
Parece que al caer amor la trae.
Aquí veréis mil chozas naturales
De diferentes árboles compuestas,
Con los asientos dentro de cristales,
Cerca las unas de las otras puestas,
En estas los que son de amor iguales,
Andan en sus demandas y respuestas;
Y confieren aquí sus pensamientos,
Sus placeres y sus contentamientos.
El dios de amor armado con sus flechas,
Soberbio, por aquí todo lo hiere;
Trae mil muertes hechas y derechas,
Para tirar á todos los que quiere.
Dos fraguas tiene, en dos contrarios hechas,
Por las quales el mundo vive y muere:
En la una se labran los amores,
Los odios en la otra, y desamores.
Un alta torre puesta en tierra llana
Tiene este niño en medio desta tierra;
Súbese aquí la tarde y la mañana,
Para hacer con sus saetas guerra;
Al que hiere una vez nunca le sana,
No viendo lo que hace jamás yerra;
Al principio no duelen sus heridas;
Mas después, guay de las cuitadas vidas !
Desde lo alto las quatro partes mira
De nuestro mundo, y todo en un instante;
Su ceguedad entonces es mentira,
Pasa su ver mil tierras adelante.
Sus flechas atraviesan, quando tira,
La Tile, ó el Ganges, Taprobane, Atlante;
Por los desiertos caen mil llagados,
Mas caen muchos más por los poblados.
Después que de tirar está cansado,
Desciende desta torre el gran Cupido,
De otros mil Cupiditos rodeado,
Que llevan del cadaño su partido;
Estos también de amores dan cuidado,
Y saben dar la llaga en el sentido;
Dan llagas, pero dan llagas vulgares,
Con vulgares placeres y pesares.
Traen también sus arcos y saetas,
Mas tráenlas sin hierros desarmadas;
Y así son sus heridas imperfetas,
Hechas en gentes baxas y cuitadas;
Destos salen concordias indiscretas,
No pensadas jamás ni concertadas;
No concluyen en camas, ni en estrados,
Sino en rincones sucios, desastrados.
En un lugar postrero desta tierra
Hay otra casa, en una gran hondura,
Cubierta casi toda de una sierra,
Cerrada al derredor de alta espesura;
Aquí jamás el sol claro se encierra,
Todo es tiniebla y todo es noche escura;
El triste morador que mora dentro,
Es de dolor y de tristeza el centro.
No hay cosa en ella para descansaros,
Ni suelo apenas en que reposéis;
No veréis cama do podáis echaros,
Ni silla, ni otro asiento en que os sentéis;
Mil veces estaréis para ahorcaros,
Y aun no os consentirán que os ahorquéis;
No hay muerte allí sino para temella,
Ó por mejor hablar, para querella.
Está su dueño siempre rezongando,
Lo que dice jamás os lo declara;
Acá y allá se anda paseando
Con nuevas doloridas en su cara;
Si porfiáis con él estaos matando,
Haceos la luz escura de muy clara;
Y aun las veces que acierta á estar contento,
Siempre os dexa con un remordimiento.
No se come ni bebe en esta casa,
Porque tienen de yerbas gran sospecha;
El fuego que hay es una sola brasa
Tan muerta, que está ya ceniza hecha;
Mas si se enciende alguna vez, abrasa
El monte y la morada, y flamas echa:
Flamas que llegan hasta los vecinos,
A dalles sobresaltos muy continos.
Su dueño y morador es conocido,
Tanto que estoy por no decir su nombre;
Zelos se llama, y dicen que es nacido
Como nosotros, de muger y hombre;
Sobre ser temeroso es tan temido,
Que desto solo alcanza su renombre;
De seso están sus ojos tan ágenos,
Que siempre es lo que vee más ó menos.
De aquí los truenos salen y los rayos,
Que en sana paz nos hieren y nos matan;
Hácense aquí los ásperos desmayos,
Que en medio del placer nos desbaratan;
De dolores aquí son los ensayos
Que nos trastornan, atan y desatan;
Aquí se mudan todas las blanduras
En otros tantos males y tristuras.
A Italia
Oh tú del mundo la más bella parte,
que ciñe el vasto mar y el Alpe cierra,
oh dulce, alegre, deleitosa tierra;
que alto y soberbio el Apenino parte.
En vano el pueblo te dejó de Marte
señora de la mar y de la tierra,
hoy tus antiguas siervas te hacen guerra
y no cesan de herirte y de pegarte.
Ni falta entre tus hijos quien ajeno
poder devastador convide y llame
y hunda su espada en tu materno seno;
no queda ya quien te respete y ame.
¡Oh duro siglo de maldades lleno!
¡Oh estirpe vil, degenerada, infame!
RIME DE PIETRO BEMBO:
Para visto por la revisión de la fe, y la aprobación de PF Andrea Bonfadio Inquisidor General del Santo Oficio de Bérgamo en el libro titulado Rime de M. Pietro Bembo, registros colina Anton-Federco Seghezzi, y la vida de nuevo reconstruida sobre la de Mons. Ménsulas de Pier-Antonio Serassi c. No v'esser cos'alcuna contra S. fe católica; y lo mismo para nuestro certificado del Secretario, nada en contra de los Príncipes y las buenas costumbres; Concesión de licencia a Peter Lancellotti Impresora de Bérgamo, que puede ser impreso, la observación de las órdenes relativas a las impresiones, y la presentación de los ejemplares habituales a las Bibliotecas Públicas de Venecia y Padua.
Dat. 17 de mayo de 1753.
SONETTO I.
Piansi e cantai lo strazio e l'aspra guerra,
Ch'i' ebbi a sostener molti e molti anni
E la cagion di così lunghi affanni,
Cose prima non mai vedute in terra.
Dive, per cui s'apre Elicona e serra,
Use far a la morte illustri inganni,
Date allo stil, che nacque de' miei danni,
Viver, quand'io sarò spento e sotterra.
Che potranno talor gli amanti accorti,
Queste rime leggendo, al van desio
Ritoglier l'alme col mio duro exempio,
E quella strada, ch'a buon fine porti,
Scorger da l'altre, e quanto adorar Dio
Solo si dee nel mondo, ch'è suo tempio.
SONETTO II.
Io, che già vago e sciolto avea pensato
Viver quest'anni, e sì di ghiaccio armarme
Che fiamma non potesse omai scaldarme,
Avampo tutto e son preso e legato.
Giva solo per via, quando da lato
Donna scesa dal ciel vidi passarme,
E per mirarla, a pie mi cadder l'arme,
Che tenendo, sarei forse campato.
Nacque ne l'alma insieme un fiero ardore,
Che la consuma, e bella mano avinse
Catene al collo adamantine e salde.
Tal per te sono, e non men pento,
Amore, purché tu lei, che sì m'accese e strinse,
Qualche poco, Signor, leghi e riscalde.
SONETTO III.
Sì come suol, poi che 'l verno aspro e rio
Parte e dà loco a le stagion migliori,
Giovene cervo uscir col giorno fuori
Del solingo suo bosco almo natio,
Et or su per un colle, or lungo un rio
Gir lontano da case e da pastori,
Erbe pascendo rugiadose e fiori,
Ovunque più ne 'l porta il suo desio;
Né teme di saetta o d'altro inganno,
Se non quand'egli è colto in mezzo 'l fianco
Da buon arcier, che di nascosto scocchi;
Tal io senza temer vicino affanno
Moss'il piede quel dì, che i be' vostr'occhi
Me 'mpiagar, Donna, tutto 'l lato manco.
SONETTO IV.
Picciol cantor, ch'al mio verde soggiorno
Non togli ancor le tue note dolenti,
Ben riconosco in te gli usati accenti,
ma io, qual me n'andai, lasso, non torno.
Alta virtute e bel sembiante adorno
Dier lo mio debil legno a fieri venti:
Tosto avrai tu, chi suoi novi lamenti
Giunga agli antichi tuoi la notte e 'l giorno.
Già m'hai veduto a questo fido orrore
Venir co' miei pensieri amici appresso,
E lieto, et io di me vivea signore.
Or mi vedrai col mio nimico expresso,
E far de la mia pena cibo al core,
Del ciglio altrui sproni e freno a me stesso.
SONETTO V.
Crin d'oro crespo e d'ambra tersa e pura,
Ch'all'aura su la neve ondeggi e vole,
Occhi soavi e più chiari che 'l sole,
Da far giorno seren la notte oscura,
Riso, ch'acqueta ogni aspra pena e dura,
Rubini e perle, ond'escono parole
Sì dolci, ch'altro ben l'alma non vòle,
Man d'avorio, che i cor distringe e fura,
Cantar, che sembra d'armonia divina,
Senno maturo a la più verde etade,
Leggiadria non veduta unqua fra noi,
Giunta a somma beltà somma onestade,
Fur l'esca del mio foco, e sono in voi
Grazie, ch'a poche il ciel largo destina.
SONETTO VI.
Moderati desiri, immenso ardore,
Speme, voce, color cangiati spesso,
Veder, ove si miri, un volto impresso,
E viver pur del cibo, onde si more,
Mostrar a duo begli occhi aperto il core,
Far de le voglie altrui legge a se stesso,
Con la lingua e lo stil lunge e da presso
Gir procacciando a la sua donna onore,
Sdegni di vetro, adamantina fede,
Sofferenza lo schermo e di pensieri alti
Lo stral e 'l segno opra divina,
E meritar e non chieder mercede,
Fanno 'l mio stato, e son cagion ch'io speri
Grazie, ch'a pochi il ciel largo destina.
SONETTO VII.
Poi ch'ogni ardir mi circonscrisse Amore
Quel dì, ch'io posi nel suo regno il piede,
Tanto ch'altrui, non pur chieder mercede,
Ma scoprir sol non oso il mio dolore,
Avess'io almen d'un bel cristallo il core,
Che, quel ch'i' taccio e Madonna non vede
De l'interno mio mal, senza altra fede
A' suoi begli occhi tralucesse fore;
Ch'io spererei de la pietate ancora
Veder tinta la neve di quel volto,
Che 'l mio sì spesso bagna e discolora.
Or che questo non ho, quello m'è tolto,
Temo non voglia il mio Signor, ch'io mora:
La medicina è poca, il languir molto.
SONETTO VIII.
Ch'io scriva di costei, ben m'hai tu detto
Più volte, Amor; ma ciò, lasso, che vale?
Non ho né spero aver da salir ale,
Terreno incarco a sì celeste obietto.
- Ella ti scorgerá, ch'ogni imperfetto
Desta a virtute, e di stil fosco e frale
Potrà per grazia far chiaro immortale,
Dandogli forma da sì bel suggetto.
Forse non degna me di tanto onore;
Anzi nessun; pur se ti fidi in noi;
Esser può, ch'arco in van sempre non scocchi.
Ma che dirò, Signor, prima? che poi?
Quel, ch'io t'ho già di lei scritto nel core;
E quel, che leggerai ne' suoi begli occhi.
SONETTO IX.
Di que' bei crin, che tanto più sempre amo,
Quanto maggior rnio mal nasce da loro,
Sciolto era il nodo, che del bel tesoro
M'asconde quel, ch'io più di mirar bramo;
E 'l cor, che 'ndarno or lasso a me richiamo,
Volò subitamente in quel dolce oro,
E fe' come augellin tra verde alloro,
Ch'a suo diletto va di ramo in ramo.
Quando ecco due man belle oltra misura,
Raccogliendo le treccie al collo sparse,
strinservi dentro lui, che v'era involto.
Gridai ben io, ma le voci fe' scarse
Il sangue, che gelò per la paura:
Intanto il cor mi fu legato e tolto.
SONETTO X.
Usato di mirar forma terrena
Quest'anni adietro e torbido splendore,
Vidi la fronte, di celeste onore
Segnata e più che sol puro serena.
Corsemi un caldo allor di vena in vena
Dolce et acerbo e passò dentro al core,
Del qual poi vissi, come volle Amore,
Ch'or pace e gioia, or mi dà guerra e pena.
La pena è sola, ma la gioia mista
D'alcun tormento sempre, e quella pace
Poco secura, onde mia vita è trista.
E 'l divin chiaro sguardo sì mi piace,
Ch'io ritorno a perir de la sua vista,
Come farfalla, al lume che la sface.
SONETTO XI.
Ove romita e stanca si sedea
Quella, in cui sparse ogni suo don natura,
Guidommi Amor, e fu ben mia ventura,
Che più felice farmi non potea.
Raccolta in sé, co' suoi pensier parea
Ch'ella parlasse; ond'io, che tema e cura
Non ho mai d'altro, a guisa d'uomi che fura,
Di paura e di speme tutto ardea.
E tanto in quel sembiante ella mi piacque,
Che poi per meraviglia oltre pensando,
Infinita dolcezza al cor mi nacque;
E crebbe allor che 'l bel fianco girando
Mi vide, e tinse il viso, e poi non tacque,
Tu pur qui se', ch'io non so come, o quando. -
SONETTO XII.
Amor, che meco in quest'ombre ti stavi,
Mirando nel bel viso di costei,
Quel dì che volentier detto l'avrei
Le mie ragion, ma tu mi spaventavi,
Ecco l'erbetta, e i fior lieti e soavi,
Che preser nel passar vigor da lei,
E 'l ciel, ch'acceser que' begli occhi rei,
Che tengon del mio petto ambe le chiavi.
Ecco ove giunse prima e poi s'assise,
Ove ne scorse, ove chinò le ciglia,
Ove parlò Madonna, ove sorrise.
Qui come suoi, chi se stesso consiglia,
Stette pensosa: o sue belle divise,
Come m'avete pien di meraviglia!
SONETTO XIII.
Occhi leggiadri, onde sovente Amore
Move lo stral, che la mia vita impiaga,
Crespo dorato crin, che fai sì vaga
L'altrui bellezza e 'l mio foco maggiore,
E voi, man preste a distenermi 'l core
E più profonda far la mortal piaga,
Se del vedervi sol l'alma s'appaga,
Perché sì rado vi mostrate fore?
Non ti doler di noi, che ne convene
Seguir le voglie de la donna nostra:
Dì questo a lei, che 'n tal guisa ne tene.
Pur potess'io; ma con la vista vostra
M'abbaglia sì, ch'a forza le mie pene
Oblio tutte, ov'ella mi si mostra.
SONETTO XIV.
Porto, se 'l valor vostro arme e perigli
Guerreggiando piegâr né mica unquanco,
E Marte v'ha tra' suoi più cari figli,
Difendervi d'Amor non potrete anco.
Non vai, perch'uom di ferro il petto e 'l fianco
Si copra, e spada in mano o lancia pigli,
Con lui, che spesso Giove e tutto stanco
Ha 'l ciel, non ch'ei qua giù turbe e scompigli.
Più gioverà mostrarvi umile e piano
e volontariamente preso andarne,
com'ho fatt'io, che contrastar in vano.
Anzi pregate, poi ch'egli ha in sua mano
Nostra vita, né pote altro salvarne,
Vi doni a cor non da pietà lontano.
CANZONE I (XV.)
Tutto quel che felice et infelice
Viverò per inanzi, a voi si scriva,
Del mio bene e mal sola radice,
Fonte onde 'l mio stato si deriva:
Che tante cose Amor di voi mi dice,
Tante ne leggon le mie fide scorte
Negli occhi, ond'è la face sua più viva;
Ch'i' voglio anzi per voi tormento e morte,
Che viver e gioir in altra sorte.
CANZONE II: (XVI.)
La mia leggiadra e candida angioletta,
Cantando a par de le Sirene antiche,
Con altre d'onestade e pregio amiche
Sedersi a l'ombra in grembo de l'erbetta
Vid'io pien di spavento:
Perch'esser mi parea pur su nel cielo,
Tal di dolcezza velo
Avolto avea quel punto agli occhi miei.
E già dicev'io meco: o stelle, o dei,
O soave concento!
Quand'i m'accorsi ch'ell'eran donzelle,
Liete, secure e belle.
Amore, io non mi pento
D'esser ferito de la tua saetta,
S'un tuo sì picciol ben tanto diletta.
CANZONE III. (XVII.)
Or che non s'odon per le fronde i venti,
Né si vede altro che le stelle e 'l cielo,
Poi che scampo non ho dal mio bel sole,
Se non quest'un, del suo celeste lume
Conven ch'io parli, e come foco e ghiaccio
Fa di me spesso fuor d'usanza e tempo.
Forse fia questo aventuroso tempo
A le mie voci, e gli amorosi venti,
Ch'io movo di sospiri al duro ghiaccio,
Faran del mio languir pietate al cielo:
A Madonna non già, che tanto lume
A le tenebre mie non porta il sole.
Or dico che di me, sì come il sole
Muta girando le stagioni e 'l tempo,
Fa l'altero fatal mio vivo lume:
Ch'or provo in me sereno, or nube, or venti,
Or pioggie, e spesso nel più freddo cielo
Son foco e nel più caldo neve e ghiaccio.
Foco son di desio, di tema ghiaccio,
Qualor si mostra agli occhi miei quel sole,
Ch'abbaglia più che l'altro, ch'è su in cielo:
Seren la pace e nubiloso tempo
Son l'ire e 'l pianto pioggia, i sospir venti,
Che move spesso in me l'amato lume.
Così sol per virtù di questo lume
Vivendo ho già passato il caldo e 'l ghiaccio,
Senza temer che forza d'altri venti
Turbasse un raggio mai di sì bel sole
Per chinar pioggia o menar fosco tempo,
Grazia e mercé del mio benigno cielo.
E prima fia di stelle ignudo il cielo
E 'l giorno andrà senza l'usato lume,
Ch'io muti stile o volontà per tempo;
Né spero già scaldar quel cor di ghiaccio,
Per provar tanto, ai raggi del mio sole,
Foco, gelo, seren, nube, acque e venti.
Quanto soffiano i venti e volge il cielo,
Non vide il sol giamai si chiaro lume,
Pur che 'l ghiaccio scacciasse un caldo tempo.
CANZONE IV. (XVIII)
Amor la tua virtute
Non è dal mondo e dalla gente intesa:
Che da viltate offesa
Segue suo danno, e fugge sua salute.
Ma se fosser tra noi ben conosciute
L'opre tue, come là dove risplende
Più del tuo raggio puro;
Cammin diritto e securo
Prenderia nostra vita, che no 'l prende,
E tornerian con la prima beltade
Gli anni dell'oro, e la felice etade.
CANZONE V. (XIX).
Come si converria, de' vostri onori
S'io non canto, Madonna, e non ragiono,
Ben me ne dee venir da voi perdono:
Che da la chiara e gran virtute vostra,
Ch'è quasi un sol, ch'ogni altro lume adombra,
E da quella celeste alma beltade,
Cui par non vide o questa od altra etade,
Quand'io vo per ritrarle,
Tal diletto, e sì novo a me si mostra,
Che l'alma in tanto resta vinta e sgombra
Di saper, e lo stil non può formarle,
Ch'al ver non sian pur come sogno et ombra;
Se non in quanto a voi fan puro dono
De la mia fede e testimon ne sono.
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