Jacopo de Benedetti, más conocido como Jacopone da Todi (1236 – 1306) está considerado uno de los más célebres autores de loas religiosas de la literatura italiana. Los críticos lo consideran uno de los más importantes poetas italianos de la Edad Media. Su composición más conocida es la denominada Stabat Mater.
Poeta franciscano. Nació en Todi en 1236 (aunque según algunas fuentes fue en 1230) hijo de Iacobello, de la noble familia de los Benedetti. Jacopone estudió probablemente en la universidad de Bolonia, en la que se formó en leyes y se hizo notario y procurador legal, lo que le permitió llevar una vida desahogada. En 1267 se casó con Vanna, hija de Bernardino de Guidone, conde de Coldimezzo. Al cabo de un año de su boda, su mujer murió en trágicas circunstancias a causa del derrumbamiento de un palco durante una fiesta. Cuando al recuperar el cuerpo de su mujer descubrió que portaba un cilicio, Jacopone abandonó la vida mundana, distribuyó entre los pobres todos sus bienes y en 1278 entró como seglar en la orden franciscana, probablemente en el convento de Pantanelli, en Terni, y escogió la corriente rigurosa de los espirituales (corriente que más tarde pasó a denominarse de los Observantes) los cuales se contraponían a la corriente predominante de los Conventuales, que vivían según una interpretación más moderada de la regla. En 1288, Jacopone se desplaza a Roma, posiblemente con el cardenal Bentivenga.
Al inicio del breve pontificado del papa Celestino V, los Espirituales, ayudados por una loa que Jacopone le envía al Papa, fueron reconocidos oficialmente como orden con el nombre de “Ermitaños Pobres del Señor de los Cielos”. Pero el papa siguiente, Bonifacio VIII, enemigo acérrimo de las corrientes más radicales de la Iglesia, derogó las disposiciones precedentes apenas fue elegido, y quedó disuelta la congregación de los Ermitaños Pobres.
Jacopone fue uno de los firmantes del “Manifiesto de Lunghezza” el 10 de mayo de 1297, con el cual los adversarios del papa Bonifacio VIII, encabezados por los cardenales Giacomo y Pietro Colonna, solicitaron la destitución del papa y el inicio de un concilio. La respuesta de Bonifacio VIII no se hizo esperar: excomulgó a todos los firmantes con la bula “Lapis abscissus” y puso asedio a Palestrina, la plaza fuerte de los disidentes. En septiembre de 1298 se consumó la toma de Palestrina, Jacopone fue despojado del sayo, procesado, condenado a cadena perpetua y encerrado en la cárcel del convento de san Fortunato en Todi. Sólo tras la muerte del papa en 1303 pudo ser liberado, y vivió sus últimos años en Collazone, cerca de Todi.
Obras
Loas de Jacopone de Todi
Stabat Mater
Senno me pare e cortesia
Empazir per lo bel Messia
(Sabia y cortés elección sería
Volverse loco por el buen Mesías)
Fra Jacopone de Todi
STABAT MATER
Estaba la Madre dolorosa
llorando junto a la cruz
de la que pendía su hijo.
Su alma quejumbrosa,
apesadumbrada y gimiente,
atravesada por una espada.
¡Qué triste y afligida
estaba la bendita Madre
del hijo unigénito!
Se lamentaba y afligía
y temblaba viendo sufrir
a su divino hijo.
¿Qué hombre no lloraría
viendo a la Madre de Cristo
en tan gran suplicio?
¿Quién no se entristecería
al contemplar a la querida Madre
sufriendo con su hijo?
Por los pecados de su pueblo
vio a Jesús en el tormento
y sometido a azotes.
Ella vio a su dulce hijo
entregar el espirítu
y morir desamparado.
¡Madre, fuente de amor,
hazme sentir todo tu dolor
para que llore contigo!
Haz que arda mi corazón
en el amor a Cristo Señor,
para que así le complazca.
¡Santa María, hazlo así!
Graba las heridas del Crucificado
profundamente en mi corazón.
Comparte conmigo las penas
de tu hijo herido, que se ha dignado
a sufrir la pasión por mi.
Haz que llore contigo,
que sufra con el Crucificado
mientras viva.
Deseo permanecer contigo,
cerca de la cruz,
y compartir tu dolor.
Virgen excelsa entre las virgenes,
no seas amarga conmigo,
haz que contigo me lamente.
Haz que soporte la muerte de Cristo,
haz que comparta su pasión
y contemple sus heridas.
Haz que sus heridas me hieran,
embriagado por esta cruz
y por el amor de tu hijo.
Inflamado y ardiendo,
que sea por ti defendido, oh Virgen,
el día del Juicio.
Haz que sea protegido por la cruz,
fortificado por la muerte de Cristo,
fortalecido por la gracia.
Cuando muera mi cuerpo
haz que se conceda a mi alma
la gloria del paraíso.
Amén.
STABAT Mater dolorosa
iuxta Crucem lacrimosa,
dum pendebat Filius.
Cuius animam gementem,
contristatam et dolentem
pertransivit gladius.
O quam tristis et afflicta
fuit illa benedicta,
mater Unigeniti!
Quae maerebat et dolebat,
pia Mater, dum videbat
nati poenas inclyti.
Quis est homo qui non fleret,
matrem Christi si videret
in tanto supplicio?
Quis non posset contristari
Christi Matrem contemplari
dolentem cum Filio?
Pro peccatis suae gentis
vidit Iesum in tormentis,
et flagellis subditum.
Vidit suum dulcem Natum
moriendo desolatum,
dum emisit spiritum.
Eia, Mater, fons amoris
me sentire vim doloris
fac, ut tecum lugeam.
Fac, ut ardeat cor meum
in amando Christum Deum
ut sibi complaceam.
Sancta Mater, istud agas,
crucifixi fige plagas
cordi meo valide.
Tui Nati vulnerati,
tam dignati pro me pati,
poenas mecum divide.
Fac me tecum pie flere,
crucifixo condolere,
donec ego vixero.
Iuxta Crucem tecum stare,
et me tibi sociare
in planctu desidero.
Virgo virginum praeclara,
mihi iam non sis amara,
fac me tecum plangere.
Fac, ut portem Christi mortem,
passionis fac consortem,
et plagas recolere.
Fac me plagis vulnerari,
fac me Cruce inebriari,
et cruore Filii.
Flammis ne urar succensus,
per te, Virgo, sim defensus
in die iudicii.
Christe, cum sit hinc exire,
da per Matrem me venire
ad palmam victoriae.
Quando corpus morietur,
fac, ut animae donetur
paradisi gloria.
Amen.
O Francesco povero!
En esta magnífica "lauda" LXI de Jacopone de Todi (1236-1306), la biografía de san Francisco ha sido estructurada de manera ejemplar según las siete apariciones de la cruz "como encontramos escritos, por orden narrados" en la Leyenda Mayor de san Buenaventura, del que llega a traducir literalmente el párrafo XIII, 10)
Oh, Francisco pobre, patriarca nuevo,
llevas nuevo pendón con la cruz marcado.
De la cruz hallamos siete ejemplos demostrados,
como encontramos escritos, por orden narrados,
los he abreviado para poder contarlos:
afina el oído al largo tratado.
La primera, al principio de tu conversión:
palacio artificioso viste en visión,
la mansión llena de escudos cruzados;
expuestas las armas del pueblo que te han dado.
Estando en oración, en Cristo meditando,
tal ardor se te infundió entonces,
que siempre luego, llorando cuando te venía a la mente,
a Cristo recordabas, en la cruz elevado.
Entonces Cristo te dijo: "Si quieres venir tras de mi,
la alta cruz, hermosa, toma con gran deseo;
y aniquílate, si quieres seguirme,
ódiate a ti mismo, amando al prójimo.
La tercera vez, estando mirando la cruz,
Cristo te dijo entonces a gran voz
(por su nombre llamó al guía Francisco tres veces):
"La Iglesia está desviada, repara su estado".
Después, la cuarta vez, vió fray Silvestre
una cruz dorada: refulgente era tu hablar;
al dragón maldito, que a Asís asediaba,
tu voz lo alejaba de todo el ducado.
Vio fray Pacífico la cruz de dos espadas
en ti, Francisco angelical, digno de gran loor;
las espadas están cruzadas: una de pies a cabeza,
la otra en cruz se ve desplegada por los brazos.
Te vio en el aire el beato fray Monaldo,
donde estaba predicando San Antonio entonces:
mostrándote en cruz, a los frailes bendecías,
luego desapareciste de allí, como encontramos escrito.
La séptima en la Verna: estando en oración
sobre aquella gran cima, con gran devoción,
admirable visión: serafín aparecido,
se ve crucificado con seis alas manifestado.
Te puso los estigmas, costado, pies y mano;
duro sería de creer, si no lo contamos despacio:
estando vivo y sano muchos las han admirado;
y después de muerto por muchos fueron palpadas.
Entre otras, santa Clara las besó con los dientes,
avara de tal tesoro, ella con su gente;
mas no le valió de nada, que los clavos eran de carne;
y eran como el hierro, duro y enervado.
Su carne blanquísima, con carne infantil,
antes era oscurísima por los frios de nieve:
el amor la hizo gentil, que parecía glorificada,
por todos admirada, de admirable belleza.
La llaga lateral como rosa bermeja:
el llanto era tanto como aquella maravilla,
de verla a semejanza de Cristo crucificado,
el corazón abismado, viendo tal reflejo.
Oh, llanto gozoso, y lleno de admiración,
oh, llanto deleitoso, lleno de consolación:
lágrimas de amor, tantas fueron derramadas,
viendo la novedad, Cristo llagado de nuevo.
Debajo del talón a los ojos arranca lágrimas
esta gran visión, de este ardor fogoso;
los santos lo llevaron en el corazón,
a Francisco le sale por fuera
el bálsamo puro que el cuerpo le ha penetrado.
En aquella altísima palmera donde subiste, Francisco,
el alma cogió el fruto de Cristo crucificado;
fuiste en él tan traspasado, mas no te mudaste,
pues te transformaste, en el cuerpo está dibujado.
El amor tiene este oficio, unir a dos en una cosa:
a Francisco en el suplicio de Cristo lo transforma;
imprimió aquella norma que Cristo tenía en el corazón,
la demostración hizo el amor vestido de azotado.
El amor divino altísimo con Cristo lo abrazó,
su afecto ardientisimo así lo incorporò,
el corazón le imprimió como cera al sello,
imprimió aquello en lo que estaba transformado.
Hablar de tal ejemplo con mi lengua callo;
misterios tan oscuros, a entenderlos renuncio;
confieso que no sé explicar tanta abundancia,
el amor desmesurado del corazón ardiente.
Cuánto fuese aquel fuego, no podemos saberlo;
su cuerpo no pudo contener tal yugo:
en cinco partes lo abrió su fuerza,
para demostrar que en él se alojaba.
Nada santo encontramos que tales signos llevase;
misterio tan alto, si Dios no lo revelase,
bueno es que lo pase, no se hablar;
lo podrá tratar aquel que lo haya gustado.
Oh llagas admiradas, hechas divinas,
gran cosa demostráis, que a tal signo conviene
que se sepa al final, cuando sea el juicio
en que se manifieste el pueblo cruzado.
Oh, alma mía seca, ¿no puedes llorar,
correr a beber la yesca, beber en esta fuente,
luego embriagarte y no marcharte?
Déjate morir en la fuente enamorada.
O Francesco povero!
O Francesco povero, patriarca novello,
porti novo vessello, de la croce signato.
De croce trovam sette figure demostrate;
como trovamo scritte per ordene contate,
aiole abbreviate per poterne contare:
encresce l'ascoltare de lo longo trattato.
La prima, nel principio de tua conversione:
palazzo en artificio vidisti en versione,
piena la mascione de scuta cruciate;
l'arme demostrate de popol che t'è dato.
Stanno en orazione, de Cristo meditanno,
tale enfocazione te lo enfusa entanno,
sempre puoi lacremanno quando te remembrava,
Cristo te recordava, ne la croce levato.
Cristo te disse allora: "Si vol po' me venire,
la croce alta, decora prindi con gran desire;
e te annichilite, si vol me sequitare,
te medesmo odiare, el prossimo adamato".
Terza fiata, stanno a guardar a la cruce,
Cristo te disse entanno con gran sono de vuce
(per nome clamó el duce Francesco tre fiata):
"La ecclesia è sviata, repara lo suo stato".
Puoi, la quarta fiata, vidde frate Selvestro
una croce enaurata: fulgente era 'l tuo detto;
el draco maledetto, c'Assisi circundava,
la tua voce el fugava de tutto lo ducato.
Vidde frate Pacifico la croce de duoi spade
en te, Francesco angelico, degno di granne lade;
le spade so scontrade: l'una da capo a pede,
l'altra en croce se vede per le braccia spiecato.
Viddete stare en are beato fra Monaldo,
o' stava a predecara santo Antonio entanno:
en croce te mostranno, frati benedicivi,
poi li disparvi, come trovam contato.
La settima a la Verna: stanno en orazione
sopre quella gran penna, con gran devozione,
mirabel visione: serafin apparuto,
crucifisso è veduto con sei ale mustrato.
Encorporotte stimate, lato, pede e mano;
duro fora a crecere, si nol contam de piano:
staenno vivo e sano molti si l'ó ammirate;
la morte declarate, da molti fo palpato.
Fra l'altre santa Chiara si l'appicciò coi dente,
de tal tesaro avara, essa co la sua gente;
ma no i valse niente, ca i chiovi eran de carne;
sì come ferro stanne, duro ed ennervato.
La sua carne bianchissima, co carne puerile,
enante era brunissima per li freddi nevile:
l'amor la fe' gentile, che par glorificata,
d'onne gente ammirata, de mirabele ornato.
La piaga laterale come rosa vermeglia:
lo pianto c'era tale a quella meraveglia,
vederla en la semeglia de Cristo crucifisso,
lo cor era en abisso veder tale specchiato.
O pianto gaudioso, e pieno d'ammiranza,
o pianto delettoso, pieno de consolanza:
lacreme d'amanza ce for tante gettate,
veder la novetate, Cristo novo piagato.
Giù de la calcagna a l'occhi tra' l'umore
questa veduta magna d'esto enfocato ardore;
ai santi stette en core, 'n Francesc for è escito
lo balsamo polito che 'l corpo ha penetrato.
In quella altissima palma, o' salisti, Francisco,
lo frutto pigliò l'alma de Cristo crucifisso;
fusti en lui si trasfisso, mai non te ne mutasti:
co te ce trasformasti ne lo corpo è miniato.
L'amore ha questo officio, unir dui en una forma:
Francesco nel supplicio de Cristo lo trasforma;
emprese quella norma de Cristo c'avea en core,
la mustra fe' l'amore vestuto d'un vergato.
L'amor divino altissimo con Cristo l'abbracciao:
l'affetto suo ardentissimo sì lo ce 'ncorporo:
lo cor li stemperao como cera a segello:
emprenmettece quello ov'era trasformato.
Parlar de tal figura co la mia lengua taccio;
misteria sì oscura de 'ntennerle soiaccio;
confesso che nol saccio splicar tanta abundanza,
la smesurata manaza de lo core 'nfocato.
Quanto fosse quel foco no lo potem sapire;
lo corpo suo tal ioco nol potte contenire:
en cinque parte aprire lo fece la fortura,
per far demostratura che en lui era albergato.
Nulla trovamo santo che tal signa portasse;
mistero sì alto, si Deo non revelasse,
bono è che lo passe, non ne saccio parlare;
quilli el porron trattare che l'averò gustato.
O stimmate ammirate, fabrecate devine,
gran cosa demustrate, c'a tal signi convine:
saperasse a la fine, quanno sirà la iostra,
che se farà la mostra del popolo crociato.
O anema mia secca, che non pòi lacremare,
currere a bever l'èsca, questo fonte potare,
loco te enebriare, e non te ne partire:
làrgatece morire al fonte ennamorato.
O Segnor, per cortesia
O Segnor, per cortesia,
manname la malsania,
A me la freve quartana,
la contina e la terzana,
la doppia cotidïana
co la granne etropesia.
A me venga mal de denti,
mal de capo e mal de ventre,
a lo stomaco dolor pognenti,
e ’n canna la squinanzia.
Mal degli occhi e doglia de fianco
e l’apostema dal canto manco;
tiseco ma ionga en alco
e d’onne tempo la fernosia.
Aia ’l fecato rescaldato,
la milza grossa, el ventre enfiato,
lo polmone sia piagato
con gran tossa e parlasia.
A me vegna le fistelle
con migliaia de carvoncigli,
e li granchi siano quilli
che tutto repien ne sia.
A me vegna la podagra,
mal de ciglio sì m’agrava;
la disenteria sia piaga
e le morroite a me se dia.
A me venga el mal de l’asmo,
iongasece quel del pasmo,
como al can me venga el rasmo
ed en bocca la grancìa.
A me lo morbo caduco
de cadere en acqua e ’n fuoco,
e ià mai non trovi luoco
che io affritto non ce sia.
A me venga cechetate,
mutezza e sordetate,
la miseria e povertate,
e d’onne tempo en trapparia.
Tanto sia el fetor fetente,
che non sia null’om vivente
che non fugga da me dolente,
posto ’n tanta ipocondria.
En terrebele fossato,
ca Riguerci è nomenato,
loco sia abandonato
da onne bona compagnia.
Gelo, granden, tempestate,
fulgur, troni, oscuritate,
e non sia nulla avversitate
che me non aia en sua bailia.
La demonia enfernali
sì me sian dati a ministrali,
che m’essercitin li mali
c’aio guadagnati a mia follia.
Enfin del mondo a la finita
sì me duri questa vita,
e poi, a la scivirita,
dura morte me se dia.
Aleggome en sepoltura
un ventre de lupo en voratura,
e l’arliquie en cacatura
en espineta e rogaria.
Li miracul’ po’ la morte:
chi ce viene aia le scorte
e le vessazione forte
con terrebel fantasia.
Onn’om che m’ode mentovare
sì se deia stupefare
e co la croce signare,
che rio scuntro no i sia en via.
Signor mio, non è vendetta
tutta la pena c’ho ditta:
ché me creasti en tua diletta
e io t’ho morto a villania.
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