Jan Twardowski
Jan Twardowski (Varsovia, 1 de junio de 1915 – Varsovia, 18 de enero de 2006) fue un famoso poeta y sacerdote polaco.
Obra
Wiersze (1959)
Znaki ufności (1960)
Zeszyt w kratkę (1973)
Poezje wybrane (1979)
Niebieskie okulary (1980)
Rachunek dla dorosłego (1982)
Który stwarzasz jagody (1984, 1988)
Na osiołku (1986)
Nie przyszedłem pana nawracać (1986)
Sumienie ruszyło (1989, 1990)
Tak ludzka (1990)
Stukam do nieba (1990)
Nie bój się kochać (1991)
Niecodziennik (1991)
Nie martw się (1992)
Tyle jeszcze nadziei (1993)
Krzyżyk na drogę (1993)
Obra en editada en español
Jan Twardowski (2009). Antología poética. Ediciones Rialp. ISBN 9788432137310.
Anonadado por la gracia
Jan Twardowski, Antología poética, Rialp, Madrid, 151 pp., 2009
Jan Twardowski (Varsovia, 1915-2006) es un poeta muy popular en Polonia, donde de alguno de sus títulos ha llegado a vender más de un millón y medio de ejemplares. En un país con tan extraordinario elenco de poetas contemporáneos (piensése en Milosz, Szymborska, Zagajewski, entre otros muchos), el mérito de ese éxito suyo se multiplica más, si cabe, lo cual nos despierta una inmensa curiosidad.
Curiosidad que los traductores Anna Sobieska y Antonio Benítez Burraco se apresuran a satisfacer en el prólogo, donde nos dan los datos necesarios para encuadrar perfectamente la poesía de este sacerdote polaco, por lo que me ahorran el trabajo de repetirlos aquí. Insisten en que se trata de unos textos aparentemente sencillos que, secretamente, han requerido mucho esfuerzo creativo y un gran conocimiento de la tradición literaria polaca. De hecho, el lector va reconociendo a cada paso un aire de familia con esos poetas polacos que ya conoce.
A pesar de ese aire y del excelente trabajo de los traductores, el lector de poesía en otras lenguas siempre anda con la mosca detrás de la oreja. Literalmente, porque es en el oído donde se le posan las sospechas: cuanto más le interesa una poesía, y ésta lo hace mucho, más se le acrecienta la nostalgia de escucharla en versión original. Esa nostalgia, que a falta del don de lenguas se nos antoja tantas veces inevitable, puede salvarse en el caso de Jan Twardowski.
Él es sacerdote. No es un dato circunstancial: "Me considero un sacerdote que habla de Dios en sus poemas", se ha definido. Si fundamentales son los nexos y confluencias con la tradición y la actualidad de la poesía polaca, no menos (sino más) lo son los que tiene con la tradición y la actualidad de la poesía católica.
Su filiación franciscana es evidente, y por eso es una feliz coincidencia que la Antología poética se abra con estos dos versos: "¡San Francisco, / soy incapaz de imitarte!", aunque luego verso (las abejas que alguien doró con esmero) a verso (¡Sonrisa del Cordero de Dios, ten piedad de nosotros!), él mismo se desmienta. Pero también es significativo que Jan Twardowski cite a san Juan de la Cruz para explicar por qué el creyente, quedándose sin palabras, ha de recurrir a la poesía. Con san Juan entramos en una serie de poetas en español que nos ayudarán mucho a entender la música (acallada por la maldición de Babel) de la poesía de Twardowski.
Resulta fácil y, sobre todo, útil recordar a los poetas sacerdotes de nuestra lengua y de su tiempo. El primero que viene a la memoria es el mexicano Joaquín Antonio Peñalosa, también sacerdote y poeta popular de dulces acentos franciscanos. Un poemario de Twardowski de 1983, titulado Tú, que creas los arándanos, no puede dejar de remitirnos a la "Receta para hacer una naranja" del poeta mexicano. En 1985 el polaco insiste en la horticultura, titulando otro poemario Directamente de la mata (1985). Con la música de fondo de Peñalosa, qué bien nos suena, entre muchos otros, "El aguacero":
¡Oh, aguacero, que en los Evangelios caías
indistintamente sobre buenos y malos,
que repiqueteabas sobre la casa edificada sobre roca!
De ti no se ocupan los exégetas,
porque un aguacero es sólo eso: un aguacero.
[…]
Y sin embargo, tú
lavabas
los pies de Jesús caminante
como un varón justo,
con mucho mayor recogimiento,
como un hombre,
no como la Magdalena.
Otro poeta sacerdote fue Ernesto Cardenal y algunos poemas de Jan Twardowski son muy cercanos, por su prosaísmo lírico y su acidez tierna, a los Epigramas del nicaragüense. Éste, titulado "¡Oh, Dios!", de su libro Remordimientos de conciencia y otros nuevos poemas (1990):
¡Oh, Dios, a Quien hoy no veo,
pero a quien veré algún día!
Me acerco a Ti como un parado,
me pongo en cola
y Te pido amor como si Te pidiera un pesado trabajo.
No podemos olvidar al chileno José Miguel Ibáñez Langlois, que coincide con el polaco en una intensa valoración del ministerio sacerdotal y en una cosmovisión cristocéntrica. El poeta chileno llegó a pedir que se le maldijese si, por escribir, olvidaba su sacerdocio, y Twardowski tituló un poemario suyo Ante el sacerdocio me arrodillo (1996), y con temor y temblor escribió: Siento miedo ante mi propio sacerdocio.
El interés de estas relaciones va más allá de la cuestión del oído. Las confluencias permiten entender el fondo de la poesía del polaco. Tendría que escribirse un ensayo sobre la renovación de la poesía religiosa durante el siglo XX, en la que los sacerdotes poetas han tenido mucho que decir, lógicamente. El propio Jan Twardowski ha avisado: "Mi impresión es que la lírica religiosa debe asemejarse a la poesía de carácter erótico […] La lírica religiosa, al igual que sucede con la amorosa, debe estar llena de admiración, de anhelo, de inquietud, de tristeza, de desesperación; tiene que ser capaz de tocar toda la escala de las emociones más genuinas. Algo parecido puede encontrarse en la poesía del rey David". Significativamente, también Ibáñez Langlois ha mostrado un vivísimo interés en la figura del salmista, al que dedicó un poemario entero, El rey David (1998).
Entre las características de esta nueva poesía religiosa se cuentan el uso del humor ("la teología de la sonrisa de Dios", se ha dicho hablando de Twardowski), la apuesta por el coloquialismo ("Ser un lirismo cada vez más avergonzado de sí mismo" se propone explícitamente) y por la claridad (en buena parte por amor al prójimo lector, y por interés apostólico), el diálogo constante con el mundo secularizado en pie de igualdad, con una manita de ironía. Y, sobre todo, la exigencia inexorable de calidad literaria y de modernidad. Como a los españoles nos ha enseñado por activa y por pasiva Miguel d’Ors, el poema religioso no puede anquilosarse en formas del pasado sin dar la imagen de que la fe es una reliquia. Tiene que ser muy de su tiempo, porque la eternidad no es de ningún tiempo o, mejor dicho, lo es de todos.
La poesía de Jan Twardowski cumple a rajatabla todas estas características. La edición bilingüe nos vale a los que no sabemos polaco al menos para comprobar que en las versiones originales los signos de puntuación brillan por su ausencia. Y la osadía de las imágenes nos sorprende a cada paso:
por lo que Te encogías en la cruz como la garza encoge su cuello
[…]
por lo que con los ojos empañados de lágrimas, Te alzo
cada día en la misa,
como a un cordero del que se tirase de las orejas.
[p. 79]
Esta poesía está trufada de auténticas greguerías, con su divertido aire de despeinada modernidad y valentía: El silencio en la iglesia era tal que se convertía en penumbra (p. 61); Dios no rebaja el pecado, pero lo perdona (p. 101) o La soledad es el pariente más cercano del amor (p. 107).
Otra técnica indudablemente moderna del sacerdote polaco son las enumeraciones. Zbigniew Jankowski ha caracterizado este recurso estilístico en Jan Twardowski como "letanía aforística". Un cambio semántico muy ilustrativo, porque a la normalmente conocida como "enumeración caótica" se la bautiza, fíjense, como "letanía". Para esa conversión ha pasado por Chesterton, que en cualquier lista de objetos veía el milagro de lo que se había salvado de un naufragio.
Podría seguir yo con una letanía crítica de aciertos de Twardowski. Resumiré diciendo que esta Antología poética se nos queda muy corta. Y no sólo porque echamos en falta más poemas, sino por el resto de la obra de Jan Twardowski. En el prólogo se nos informa de una obra completa de diez volúmenes, en la que también hay aforismos, sermones y unas memorias tituladas Anonadado por la gracia. Ese anonadamiento gracioso —por lo que le hemos leído— le resume.
Enrique García-Máiquez
Jan Twardowski nació en Varsovia en 1915 y murió allí en 2006. En español sólo contamos con una excelente antología (Rialp, 2009) a cargo de Anna Sobieska y Antonio Benítez. Proponerse contar la vida de este sacerdote y poeta a la luz de la historia de Polonia en esos noventa y un años sería tanto como proponerse hacer una pequeña historia del mundo contemporáneo.
Bástenos imaginar al niño Jan escuchando noticias sobre Komarów, la ciudad en la que el 31 de agosto de 1920 los valerosos ulanos –la caballería nacional polaca- detuvieron contra todo pronóstico el avance de la invicta Kornamiaa, la caballería cosaca de la Rusia soviética, en la última batalla ecuestre que ha presenciado el mundo, hasta la fecha (cierta superstición sobre lo irreversible del progreso dificulta que uno haga esta última puntualización). E imaginemos a un anciano sacerdote polaco que muere un año después que Juan Pablo II, el Papa que siempre admiró su poesía.
Entre ambos momentos, tenemos la vida de un hombre que participa en 1944 en la Insurrección de Varsovia y que es ordenado sacerdote en 1948 y escribe:
Siento miedo de mi propio sacerdocio,
a mi propio sacerdocio temo,
y ante él caigo convertido en polvo
y frente a él me postro de hinojos.
En esta mañana de julio en que he sido ordenado
-probablemente una mañana gris para algunos –
una descomunal fuerza
ha nacido de improviso en mi interior.
Viajo en tranvía junto a otros hombres,
junto a ellos me apresuro por las calles
y no me canso de admirar
el misterio de mi alma.
Y a la vez, como hemos dicho, toda la historia del mundo contemporáneo. “Cierto es que he visto y oído a Europa, que he vivido su cultura, ¿se puede pedir más de la vida?” –se preguntaba el húngaro Marai en 1934, sabedor de que sólo le quedaba dar cuenta de la inminente pérdida del mundo a manos de las “hordas ávidas de sangre y muerte”.
La pérdida. Czeslav Milosz, quizá el poeta polaco que más altura haya alcanzado, se pregunta:
Y de pronto una liebre atravesó la carretera.
Uno de nosotros la señaló con la mano (…)
Oh, amor mío, ¿dónde están?, ¿a dónde han ido?
El destello de una mano, la línea de un movimiento,
El susurro de los guijarros,
Pregunto no con tristeza, sino con asombro.
Qué errado sería pretender ver en esta pregunta de Milosz una especificidad de la poesía polaca. Pero es un camino que nos conviene explorar:
“En la niñez perdí dos patrias –recuerda otro poeta polaco, Adam Zagajewski- perdí la ciudad en la que nací y en la que antes habían vivido varias generaciones de mi familia, pero también, con la llegada del estilo soviético de gobierno, se me privó del fácil y de algún modo natural acceso a la evidencia universal de la verdad. Necesité luego muchos años para volver a la corriente principal de la vida, para admitir las más elementales certidumbres, esas que sólo los locos y los farsantes ponen en duda”.
Pues bien, la poesía de Jan Twardowsky se emplea a fondo en recuperar para el hombre esta segunda patria de la verdad que le ha sido arrebatada. Y lo hará a golpe de sencillez, humor y naturalidad:
…distinguiendo, como la abeja, del modo más directo,
la perfección del ordinario bien de cada día,
pues siempre lo menos abstracto es lo más verdadero
Para volver al país de la verdad es necesario ir de la mano del misterio, siendo conscientes de que sólo desde el ostracismo esta necesidad del misterio ha llegado a resultarnos contradictoria. Twardowski nos insta a sentir asombro ante Dios, asombro:
De que ante la Santa Hostia, tan pequeña
que en sus manos puede ocultarla
la más menuda de las niñas de blanco,
la multitud caiga postrada de hinojos
Pero no sólo asombro ante lo puramente religioso: “¿Por qué la mariposa bate las alas cinco mil veces por minuto? ¿Por qué la cola del gallo tiene cinco colores?”, se pregunta.
Twardowski encabezará la corriente de poesía religiosa que surge en Polonia en los años setenta. Su poesía correrá en paralelo a la nueva ola, ese continuo diálogo, como señala de nuevo Zagajewski, uno de sus máximos exponentes, “con un presunto Ciudadano Crítico, pionero de una sociedad civil que apenas nacía entonces”.
Advierte Zagajewski de la impertinencia del “no”; de cómo el “no” comienza expresando un rechazo legítimo y termina acaparando todo un discurso y toda una poética. Era fácil y justo decir “no” al gobierno comunista, el problema era no saber decir nada más allá. La poesía de Twardowski no cae en el error que Zagajewski imputa a la nueva ola, acaso por tener como principio una inamovible certidumbre de que nos precede y envuelve el don de un “Dios que sonríe”. A esta afirmación primordial que nos sostiene en la existencia, que sostiene igualmente al dolor y al sufrimiento, Twardowski nos enseña a responderle con un rotundo “sí”:
No rebuznes como un asno, ni tiembles como un ratón;
persevera aunque no sepas cómo hacerlo,
aunque se venga abajo toda la Iglesia.
A Dios se le dice “sí”.
El amor hecho añicos se soporta como la fiebre:
Con un pañuelo empapado en lágrimas.
Besa la mano del santo sufrimiento.
A Dios se le dice “sí”.
Para Twardowski, el amor nos precede, arranca de nosotros una afirmación y nos explica el mundo:
¿Por qué la cruz,
la sonrisa,
la herida profunda?
¿Sabes?
Está tan claro
cuando se ama…
Hemos visto al más grande poeta polaco, Milosz, preguntándose dónde fue la liebre que vieron desde un tren al amanecer, dónde fue el amigo ya muerto que la señalaba, dónde fue el rumor de la tierra; y matizaba elegantemente que no había dolor en su pregunta sino asombro. La matización en Twardowski es mucho más fundamental y urgente, como vemos en el poema Dios que pide amor:
Ama o no ama: se trata de un gemido, no de una pregunta
Este es el emplazamiento insoslayable que la poesía de Twardowski nos recuerda. Esta es la llave hacia el territorio perdido de la verdad, donde:
nos encontramos en el jardín de Nuestra Madre,
pasamos nuestros días junto a un perrillo sin raza,
sentimos unas manos invisibles,
somos capaces de ver más lejos
y de hacerlo en mayor medida
J.L. de la Cuesta
Justicia
Te doy gracias, Señor, porque Tu justicia sea la desigualdad:
aquello que poseo y aquello de lo que carezco,
e incluso aquello qué no tengo a quién dar,
siempre resulta necesario para alguien.
La noche existe para que pueda existir él día;
la oscuridad, para que puedan brillar las estrellas;
hay un último encuentro, porque hay una primera separación;
oramos, porque otros no rezan;
creemos, porque otros no tienen fe;
morimos por aquellos qué no desean morir;
amamos porque sé heló el corazón de otros;
hay una carta que reconcilia, porque hay otra qué separa.
Quienes son diferentes se necesitan;
a ellos les es más fácil entender que cada uno ha de darse a los demás;
Explicación
No he venido a convertirle:
hace mucho que cualquier docto sermón se esfumó de mi cabeza, hace tiempo que ando desnudo de cualquier forma de brillantez,
como un héroe observado a cámara lenta;
no voy a darle la lata
preguntándole su opinión acerca de Merton;
cuando discutamos, no me daré aires como un pavo,
siempre con esa nariz de payaso puesta sobre el pico;
no adornaré mi persona, como lo hace el pato en octubre; no impondré unas lágrimas, esas que todo lo confiesan;
no empezaré a verter con mi cucharilla en su oído la santa Teología;
me limitaré a sentarme junto a usted y a confiarle mi secreto:
yo, un sacerdote,
creo en Dios como lo haría un niño.
"Uno de los más importantes traductores alemanes de poesía polaca, Karl Dedecius ha llegado a afirmar que en Polonia uno de cada dos sacerdotes es poeta'". Pues bien, no cabe duda de que Jan Twardowski destaca como el más extraordinario y el más popular de todos ellos. Habiendo dedicado su enorme talento a ayudar a sus semejantes a comprender el sentido de la vida y de la muerte, y a transmitirles la paz de la fe y de la comunión gozosa con la realidad creada por Dios, su poesía encierra, por consiguiente, una enseñanza de importancia capital que no solo resulta válida para el cristiano, sino para cualquiera de nosotros: "Quien vive para la esperanza es capaz de ver más lejos que nadie; quien vive para el amor es capaz de ver más profundo que ningún otro; pero quien vive para la fe es capaz de verlo todo bajo una luz diferente ..[…]; y vivir para la fe significa saber percatarse de la belleza que encierra este mundo, acertar a verlo todo de un modo distinto y llegar a contemplar realmente la totalidad de las cosas. Por consiguiente, quienes desprecian la fe, se están privando a sí mismos de algo muy grande, bello y lleno de sabiduría."
Extracto del Estudio Preliminar de la "Antología Poética" de Jan Twardowski. Ediciones Rialp.
En la cola hacia el Cielo
¡Calma, no tan rápido!;
¡por favor, no empujen!;
primero hay que parecer santo sin serlo;
seguidamente, ni serlo, ni parecerlo;
después, serlo de tal modo que sea imposible advertirlo;
y sólo por último,
el santo terminará por asemejarse a un santo.
Poesía. Jan Twardowski
UN POETA POLACO
El sentido religioso
De Jan Jakub Twardowski había oído yo hablar, pero no tenía hasta el presente el pacer de haber leído ningún poemario suyo. Me conformo con la excelente antología que publicado ediciones Rialp: Jan Twardowski, Antología poética (selección, traducción y estudio preliminar de Anna Sobieska y Antonio Benítez Burraco), Madrid, Ed. Rialp, 2009. El autor nació en Varsovia el uno de junio de 1915 y murió el 18 de enero de 2006. Le tocaron, por lo tanto, vivir los años durísimos de Polonia: la invasión alemana, la guerra y el exterminio llevado a cabo tanto por los nazis como por los comunistas (alemanes y rusos respectivamente). No hay que olvidar que Polonia perdió a casi diez millones de sus hijos entre los años 1939 y 1945 (lo que supone la espantosa cifra de cuatro mil quinientos muertos al día: recordemos Auschwitz, pero también Katyn) muchos de los cuales fueron judíos, católicos y, entre éstos, tanto nazis como otros comunistas mostraron especial ensañamiento con los sacerdotes católicos—Polonia era una isla católica entre la luterana Prusia y la ortodoxa Rusia. Twardowski, que se ordenó sacerdote con treinta y cuatro años, en 1948 de sí mismo dijo siempre que era sacerdote, condición de la que se sentía orgulloso.
Los polacos han sufrido en sus carnes a Europa: desde la época napoleónica hasta el final del siglo XX. Recordemos el destierro de Adam Mickiewicz, el poeta de la nación polaca, en 1824, los avatares del siglo XIX (el yugo ruso), la independecia tras la Primera Gran Guerra, la invasión nazi y la comunista; la guerra y el exterminio, la ocupación rusa y el sometimiento durante décadas al poder soviético. En este contexto debemos leer la poesía de Jan Twardowski. Theodor Adorno llegó a decir en uno de sus momentos más oscuros que escribir poesía después de Auschwitz era un acto de barbarie; Ernst Bloch le preguntó en una ocasión al por entonces joven teólogo aleman Jürgen Moltmann cómo se podía rezar después de Auschwitz. . La respuesta que Moltmann le dio a Bloch ha pasado a la historia: “Se puede rezar después de Auschwitz porque en Auschwitz se rezó”. Pues bien, con el poeta polaco Jan Twardowski nos encontramos, gracias a Dios, con una persona que ha escrito poesía y ha rezado después de Auschwitz. De la misma manera, supervivientes de los campos han escrito poesía; pienso ahora en Primo Levi y, aunque no padeció directamente la política concentratoria, en el inmenso Paul Celan. Muchas veces nosotros, presos de momentos oscuros, podemos creer que la barbarie ha ganado la partida—pero Horkheimer y Adorno nos advirtieron que toda política que no contenga teología acaba siendo, al final, un mal arreglo de cuentas. La nostalgia de que el verdugo no triunfe sobre la víctima inocente, así definió Horkheimer su teología.
La poesía de Twardowski está llena de ternura y de humor; es poesía religiosa en el sentido que expresó Dámaso y quería Tillich: ahondar la pregunta por el sentido de la existencia a la vez que uno arriesga una respuesta. En ningún caso de trata de fragmentar la vida como si fuera divisible entre compartimentos (ésa es la política de los agrimensores de la cultura, ciegos que no pueden ver porque se niegan a usar sus ojos). Las experiencias no son compartimentables. Lo esencial, aquello que como decía Saint-Exupéry es invisible a los ojos, no se puede fragmentar a posteriori con el filo embotado de la cuchilla ciega de la razón instrumental. Lo esencial se nos da en la vida como totalidad. Diría que la poesía de Twardowski nos muestra esto: no es poesía de tesis, sino de la vida cotidiana. Se alcanza a Dios en el lenguaje no a través de una especulación abstracta, sino del encuentro con la realidad de cada día y el Eterno no permanece como un objeto manipulable (para poder adorarlo a gusto o para poder negarlo también a gusto), sino como el Misterio fontal de la vida que se nos escapa siempre porque es mayor que nuestra conciencia. Pondré algún ejemplo:
Sentí miedo
Sentí miedo. La vista me falla: ya no seré capaz de leer;
pierdo la memoria: ya no seré capaz de escribir;
temblé como el redil zarandeado por el viento.
Dios Te lo pague, Señor, porque me ofreció su pata
el perro que ni lee libros ni escribe poemas.
¡Oh, Dios!
¡Oh, Dios, a Quien hoy no veo,
pero a quien veré algún día!
Me acerco a Ti como un parado,
me pongo en cola
y Te pido amor como si Te pidiera un pesado trabajo.
Consuelo
No se aflija, señor catedrático,
los zapatos no hacen falta: se muere descalzo;
en el infierno las cosas se han suavizado;
ya no queman a la gente;
sólo a la erudición la cuelgan de los ganchos,
apesadumbrados y con presteza.
Oda a la desesperación
¡Pobre desesperación,
íntegro monstruo!
Aquí te atormentan terriblemente:
los moralistas te ponen la zancadilla,
los ascetas te dan patadas,
los médicos recetan pastillas para que te marches,
te tildan de pecado...
Y sin embargo, sin ti
yo acabaría sonriendo sin parar, como un lechón bajo la lluvia,
caería embelesado cual ternero,
me volvería inhumano,
aterrador como un drama sin actores,
inmaduro frente a la muerte,
solo en mi propia compañía.
Mis conocimientos de polaco no son nulos, porque si fueran así ya sería algo y ni siquiera llegan a la nulidad; por lo tanto, no puedo examinar la calidad de la traducción, aunque me hubiese gustado que al texto castellano se le hubiera dado más ritmo. Quien sepa polaco, consuélese porque esta antología es una edición bilingüe.
Shalom.
Publicado por Valentín J. Ansede Alonso en 8:58
http://librosyvidas.blogspot.com.es/2009/09/poesia-jan-twardowski.html
DÉMONOS PRISA
Démonos prisa a amar, la gente se va tan pronto,
sólo dejan tras ellos sus zapatos y un teléfono mudo.
Sólo lo fútil se arrastra pesadamente,
lo importante es tan veloz que sucede de repente
y luego un silencio normal y por eso insoportable,
como la pureza nacida del más simple desconsuelo,
cuando pensamos en alguien y nos quedamos sin él.
No estés tan seguro de tener tiempo, lo seguro es inseguro,
nos quita lo sensible como toda dicha,
llega simultáneamente como el humor y lo solemne,
como dos pasiones siempre más débiles que una.
Desaparecen tan pronto como calla el tordo en julio,
como un sonido algo torpe o como una sorda reverencia.
Para ver de verdad cierran los ojos,
aunque es más arriesgado nacer que morir.
Amamos siempre poco y demasiado tarde.
No escribas sobre esto con frecuencia,
sino de una vez por todas
y serás como un delfín bondadoso y fuerte.
Démonos prisa a amar, la gente se va tan pronto
y los que no se van, no siempre vuelven
y al hablar de amor nunca se sabe si el primero
es el último o el último el primero.
KSIĄDZ JAN TWARDOWSKI, POETA
Ksiądz Jan Twardowski urodził się w Warszawie w 1916 roku, tam też skończył gimnazjum matematyczno-przyrodnicze im. Tadeusza Czackiego. Debiutował jako student polonistyki. Jego pierwszy tomik "Powrót Andersena" ukazał się w 1937 roku, kolejny pojawił się dopiero w 1959 (przeleżał sześć lat w wydawnictwie, czekając na odwilż). Podczas wojny walczył jako żołnierz Armii Krajowej, uczestniczył w Powstaniu Warszawskim. W 1945 roku wstąpił do seminarium duchownego. Święcenia kapłańskie przyjął 4 lipca 1948 roku. W tym czasie jego wiersze ukazywały się sporadycznie w "Tygodniku Powszechnym". Tomik, którym powrócił jako poeta, nosił po prostu tytuł "Wiersze". Potem ukazały się między innymi: "Znaki ufności" (1970), "Zeszyt w kratkę" (1973), "Niebieskie okulary" (1980), "Rachunek dla dorosłego" (1982). Od 1959 roku ksiądz Twardowski jest rektorem kościoła Sióstr Wizytek na Krakowskim Przedmieściu w Warszawie.
W swojej poezji ksiądz Jan Twardowski mówi czym jest wiara, ufność, obcowanie z Bogiem, z ludźmi, czym jest miłość, przyjaźń. Jego wiersze są pełne ciepła, życzliwości, są pozbawione patosu, poruszają problemy zwykłych ludzi. Poeta często zwraca się do dzieci, zwierząt, roślin. Jest to poezja pocieszająca w smutkach, ucząca radości życia i zachwytu nad światem. Możemy w niej odnaleźć odpowiedzi na najważniejsze i najtrudniejsze pytania.
"Pochłania mnie wiara, ale wiara, która nie jest statyką, zatrzymaniem się, lecz ciągłym odkrywaniem na nowo tajemnicy".
Jestem bo Jesteś
na tym stoi wiara
nadzieja miłość spisane pacierze […]
bo gdy sensu już nie ma to sens się zaczyna
jestem bo Jesteś. Wierzy się najprościej
wiary przemądrzałej szuka się u diabła
(Jesteś)
"Dorosła, pełna wiara, wszystkie dogmaty, teologia, religia, to skomplikowana sprawa. Żądają tej wiary wielkiej. A mała wiara dziecka w to wszystko się nie wdaje, nie jest w stanie. Wierzy, że jest Bóg, wierzy, że nie jest samo".
Szukają wielkiej wiary kiedy rozpacz wielka
szukają świętych co wiedzą na pewno
jak daleko odbiegać od swojego ciała
a ty góry przeniosłaś
chodziłaś po morzu
choć mówiłaś wierzącym
tyle jeszcze nie wiem
- wiaro malutka
(Wielka mała)
Może wierzysz tak sobie
lepiej
gorzej
jak żółw po maleńku
uwierz wreszcie naprawdę
po ciemku
(Może)
"Bóg nie musi siebie tłumaczyć, to jest jego sprawa. Przedstawia się nam jako Tajemnica. Wielki artysta nigdy do końca się nie ujawnia".
Nie boję się dętej orkiestry przy końcu świata
biblijnego tupania
boję się Twojej miłości
że kochasz zupełnie inaczej
tak bliski i inny
jak mrówka przed niedźwiedziem
krzyże ustawiasz jak żołnierzy za wysokich
nie patrzysz moimi oczyma
może widzisz jak pszczoła
dla której białe lilie są zielononiebieskie
pytającego omijasz jak jeża na spacerze
głosisz że czystość jest oddaniem siebie
ludzi do ludzi zbliżasz
i stale uczysz odchodzić
mówisz zbyt często do żywych
umarli to wytłumaczą
boję się Twojej miłości
tej najprawdziwszej i innej
(Boję się Twojej miłości)
"Daleki jestem od operowania, tak powszechnymi dziś, znakami: ptak, zwierzę, ryba, liść, kwiat. Widzę bowiem dzięcioła, kosa, bociana, słonia, pstrąga, ślaz, borsuka, wrotycz, makolągwę - konkretny nie anonimowy świat".
Popatrz na psa uwiązanego przed sklepem
o swym panu myśli
i rwie się do niego
na dwóch łapach czeka
pan dla niego podwórzem łąką lasem domem
oczami za nim biegnie
i tęskni ogonem
pocałuj go w łapę
bo uczy jak na Boga czekać
(Czekanie)
"Zamiast o katedrach i gotykach wolę pisać o drzewach, które mają w sobie coś ze wspomnienia raju. Świat jest naprawdę cudowny".
Drzewa po kolei wszystkie niewierzące
ptaki się zupełnie nie uczą religii
pies bardzo rzadko chodzi do kościoła
naprawdę nic nie wiedzą
a takie posłuszne
nie znają ewangelii owady pod korą
nawet biały kminek najcichszy przy miedzy
zwykłe polne kamienie
krzywe łzy na twarzy
nie znają franciszkanów
a takie ubogie
nie chcą słuchać mych kazań gwiazdy sprawiedliwe
konwalie pierwsze z brzegu bliskie więc samotne
wszystkie góry spokojne jak wiara cierpliwe
miłości z wadą serca
a takie wciąż czyste
(Drzewa niewierzące)
"W życiu człowiek dość często rozpacza i buntuje się przeciwko temu, co go spotkało, a potem, ze zdumieniem, widzi, że to dobrze, iż tak właśnie się wydarzyło, że w tę stronę obrócił się nasz los".
Nie płacz w liście
nie pisz że los ciebie kopnął
nie ma sytuacji na ziemi bez wyjścia
kiedy Bóg drzwi zamyka – to otwiera okno
odetchnij popatrz
spadają z obłoków
małe wielkie nieszczęścia potrzebne do szczęścia
a od zwykłych rzeczy naucz się spokoju
i zapomnij że jesteś gdy mówisz że kochasz
(Kiedy mówisz)
"Znam takich, którym udała się sztuka miłości przez całe życie. Szczęście to jest kochać i być kochanym. Miłość jest wyjściem poza siebie, to jest jakaś ekstaza. Oddanie w miłości nie jest rezygnacją z siebie jest poszerzeniem swojego życia."
Najpierw nie chcieli uwierzyć
więc mówili do siebie
że ich miłość za wielka
nieobjęta jak liście
za wysokie za bliskie
potem że to nieprawda
przecież tak jest ze wszystkim
lecz Ty co znasz ptaki po kolei
i buki złote
wiesz że jeśli miłość to tak jak wieczność
bez przed i potem
(Jeśli miłość)
"Nawet miłości nieudane, przemijające, bolesne też nas wiele uczą, rozwijają wewnętrznie".
Jest jeszcze taka miłość
ślepa bo widoczna
jak szczęśliwe nieszczęście
pół radość pół rozpacz
ile to trzeba wierzyć
milczeć cierpieć nie pytać
skakać jak osioł do skrzynki pocztowej
by dostać nic za wszystko
miej serce i nie patrz w serce
odstraszy cię kochać
(Jest jeszcze taka miłość)
Śpieszmy się kochać ludzi tak szybko odchodzą
zostaną po nich buty i telefon głuchy
tylko to co nieważne jak krowa się wlecze
najważniejsze tak prędkie że nagle się staje
potem cisza normalna więc całkiem nieznośna
jak czystość urodzona najprościej z rozpaczy
kiedy myślimy o kimś zostając bez niego
Nie bądź pewny że czas masz bo pewność niepewna
zabiera nam wrażliwość tak jak każde szczęście
przychodzi jednocześnie jak patos i humor
jak dwie namiętności wciąż słabsze od jednej
tak szybko stąd odchodzą jak drozd milkną w lipcu
jak dźwięk trochę niezgrabny lub jak suchy ukłon
żeby widzieć naprawdę zamykają oczy
chociaż większym ryzykiem rodzić się niż umrzeć
kochamy wciąż za mało i stale za późno
Nie pisz o tym zbyt często lecz pisz raz na zawsze
a będziesz tak jak delfin łagodny i mocny
Śpieszmy się kochać ludzi tak szybko odchodzą
i ci co nie odchodzą nie zawsze powrócą
i nigdy nie wiadomo mówiąc o miłości
czy pierwsza jest ostatnią czy ostatnia pierwszą
(Śpieszmy się)
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