miércoles, 1 de julio de 2015

ITZJOK LEIBUSH PERETZ [16.443]


I L Peretz

ITZJOK LEIBUSH PERETZ (polaco: Icchok Lejbusz Perec, hebreo : יצחק-לייבוש פרץ) (18 de mayo 1852 a 3 April 1915), más conocido como IL Peretz.

Nacido en 1852 en Zamoscz localidad ubicada en la zona de Lublin, Polonia, hijo de padres pudientes. Recibió educación religiosa y general graduándose de abogado. Como poeta y dramaturgo, pero en especial como cuentista, abrió caminos nuevos para la literatura ídish e influyó sobre su posterior desarrollo. Junto con Mándele Moijer Sforim y Scholem Aleijem es considerado un clásico de la literatura ídish moderna. Falleció en Varsovia en 1915.



No creas

¡No creas que el mundo es una taberna
creada para abrirse paso a la barra con codos y uñas,
a devorar y emborracharse, mientras otros
miran desde lejos con ojos vidriosos,
tragando, desmayados, saliva
y apretándose el vientre que tiembla convulso!
¡Oh, no creas que el mundo es una taberna!

No creas al mundo una bolsa de comercio
hecha para que el poderoso trafique con los débiles,
comprando el pudor de las muchachas pobres;
comprando a las mujeres la leche de sus pechos; a los hombres,
el tuétano de sus huesos, y a los niños la sonrisa,
esa rara visita de sus rostros de cera.
¡Oh, no creas que el mundo es una bolsa de comercio!

No creas que el mundo marcha a la deriva,
creado para lobos y zorros, estafa y rapiña;
y que el cielo es un cortinado para que Dios no vea,
y que las nubes existen para ocultar tus manos,
y el viento, para ahogar los gritos salvajes,
y la tierra, para absorber la sangre de las víctimas.
¡Oh, no creas que el mundo marcha a la deriva!
El mundo no es taberna, ni bolsa, ni marcha a la deriva!

¡Todo es medido y pesado!
No se evapora una lágrima ni una gota de sangre,
ni se apaga inútilmente la chispa de ojo alguno!
Las lágrimas se hacen río; los ríos se hacen mares;
los mares, un diluvio; las chispas, un rayo.
¡Oh, no creas que no hay juez ni justicia! 



Antología de la poesía
ídish del siglo XX
Selección y versión de
ELIAHU TOKER 




¡Quizás más alto todavía! – por Itzjok Leibush Peretz

Hace mucho tiempo, en la época de Slijot, el rabi Nemirov todas las mañanas solía desaparecer. No se lo veía por ninguna parte: ni en la sinagoga, ni en la casa de estudio y en la suya menos aún. La casa estaba abierta y la gente entraba y salía continuamente. Nadie robaba nada, pero en la casa no había un alma.

¿Dónde puede estar el rabi? Esa era la pregunta que todos se hacían. En realidad, la gente pensaba que en esos “Días Terribles” - Rosh Ha Shana y Iom Kipur - el rabi iba al cielo para traer ayuda. ¿Quién iba a hacerlo sino el rabi.?

Una vez entre todos estos comentarios pasó Shmuel, un chico de diez años muy curioso, y al escuchar decidió investigar el misterioso asunto.

Esa misma tarde, después de la oración, Shmuel se introdujo a escondidas en la habitación del rabi y se metió debajo de la cama. Se quedaría allí toda la noche y vería con sus propios ojos donde estaba el rabi en época de Slijot.

De madrugada oyó que llamaban para las oraciones de Slijot.

El rabi no dormía desde mucho rato. Shmuel se limitó a escuchar, mientras permanecía acostado. Luego de un rato Shmuel escuchó el crujido de las camas en la casa, oyó como los familiares bajaron de ellas, murmuraron una oración, se lavaron las manos, oyó el golpear de las puertas… Luego la gente salió de las casas; nuevamente todo quedó silencioso y oscuro. A Shmuel le asaltó un miedo terrible.

Por fin, el rabi se levantó. Se acercó al ropero y sacó de él un paquete que contenía un traje de leñador: pantalones de lino, botas, un saco, un gorro de piel con una ancha tira de cuero.

Se lo puso… Del bolsillo del saco asomaba la punta de una gruesa soga de aldeano. El rabi salió de la casa y Shmuel detrás de él. Al pasar, el rabi sacó de debajo de una cama un hacha y la puso en el cinturón. Salió de su casa y comenzó a caminar. Caminó y caminó y llegó fuera de la ciudad.

Detrás de la ciudad habia un pequeño bosque. El rabi penetró en él. Caminó 30 o 40 pasos y se detuvo ante un árbol. Shmuel quedó perplejo al ver que el rabi sacaba el hacha de su cinturón y comenzaba a cortar el árbol. Vio como el rabi hachaba y ataba un haz de leña con la  soga que sacó de su bolsillo. Colocó el haz de leña sobre su espalda, puso nuevamente el hacha en el cinturón y echó a caminar rumbo a la ciudad. En una callejuela se detuvo ante una choza medio derruida y dio unos golpes en la ventanita.

- ¿Quién es? – preguntó una voz asustada del interior de la choza.

Shmuel reconoció la voz de una anciana enferma.

- ¡Yo! - Contestó el rabi con acento aldeano.

- ¿Quién eres? - Preguntó la voz del interior de la choza.

El rabi volvió a contestar con el mismo acento:

- ¡Vasil!

 -

- ¿Cuál Vasil y qué deseas, Vasil?

- Leña - Dijo el disfrazado Vasil - para vender. Muy barata…

Y sin esperar respuesta entró a la choza.

Shmuel entró detrás de él y a la luz de la mañana vio una casita pobre, semi destruida, con un moblaje miserable.

En la cama yacía una anciana judía enferma, que dijo amargamente:

- ¿Comprar? ¿Con qué voy a comprar? Soy una pobre viuda, ¿de dónde quieres que saque dinero?

- ¡Te fiaré! - le dijo el disfrazado Vasil - No son más que 6 centavos.

- ¿Cómo te voy a pagar? - Ddjo la pobre mujer.

- Mujer - Le sermoneó entonces el rabi - Eres una pobre judía enferma y yo te tengo fe para darte un poco de leña y estoy seguro de que me vas a pagar.

- ¿Y quién va a prender la chimenea? - Suspiró la viuda - ¿Acaso tengo fuerzas para levantarme? Mi hijo está trabajando.

- Yo voy a prender la chimenea - dijo el rabi.

Y mientras ponía la leña en la chimenea, el rabi, suspirando, dijo la primera oración de Slijot.

Y cuando la encendió y la leña ya crepitaba alegremente, dijo, con un poco menos de tristeza, la segunda oración. La tercera oración la dijo cuando la leña se quemó…

Pasó el tiempo y Shmuel creció, y cuando escuchaba a la gente decir que el rabi se elevaba al cielo todas las mañanas en época de Slijot; comentaba en voz baja:

- ¡Quizás más alto todavía!… 








No hay comentarios:

Publicar un comentario