Blanca Álvarez Caballero
Escritora mexicana. Es maestra en humanidades por la Universidad Autónoma del Estado de México (Uaem). Coordinó el libro de artículos El arte en la universidad contemporánea (Uaem, 2009), publicó el libro de ensayos Imágenes lumínicas: ocho escritores representativos en el Estado de México (1960-2010) (Instituto Mexiquense de Cultura, IMC, 2011) y el libro histórico Rostros toluqueños: 200 años de nuestra evolución (Ayuntamiento de Toluca, 2012). Obtuvo la Presea Ignacio Manuel Altamirano Basilio, por la Uaem, en 2005. Investigadora de ciencias sociales, humanidades y arte. Becaria por el Fondo Estatal para la Cultura y las Artes del Estado de México en 2004, 2007 y 2011 en los géneros de ensayo, poesía y periodismo literario, respectivamente. Ha publicado los poemarios Amanecer incierto y solitario (IMC, 2001), Ausencia del marino (IMC, 2004) y Odiseo regresa (IMC, 2008). Realizó la antología Comunicar la luz (Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, Fonca/tunAstral, 2005), en torno a la obra del poeta Luis Antonio García Reyes. Ha publicado reseñas, artículos, ensayos y poemas en cAmbiAvíA, Castálida, Ciencia Ergo Sum, La Colmena, Destiempos y Norte/Sur, entre otros medios. Está incluida en antologías como Espiral de los latidos: poesía joven de la zona centro del país (Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Conaculta, México, 2002), Sexto Maratón de Poesía (tunAstral, 2004), Séptimo Maratón de Poesía (tunAstral, 2005), XIV Encuentro de Poetas de Zamora (México, 2010) y Poesía hispanoamericana actual y poesía española contemporánea (Madrid, 2011).
Laberinto
1
Condenada a la espera,
contemplo, relajada, los jardines.
Hay en el aire un poco de tibieza,
de sutil certidumbre insinuadora de un regreso.
Mientras las flores mecen, primaverales, sus pistilos.
Ellas presagian, sabias, que volverás un día.
2
Todos los laberintos
son prisiones silenciosas
con ojos tristes.
Sólo me alegran los prados de geranios
y las rosas multicolores en primavera.
Sólo la luz del sol alienta mis paseos
y la luna creciente me implora
que aguarde un poco.
3
En esta prisión alta
no hay príncipe
que venga a rescatarme.
Apenas cuatro muros
y una ventana larga
para imaginarlo desde aquí.
4
Un plato de atún frío, dos rodajas de col,
una lechuga fresca y tres lecturas sobre templanza antigua
sosiegan el espíritu y me hacen olvidarte,
aunque sólo por esta noche.
5
Todos los meses salgo al balcón 300,
en el mismo laberinto.
Allí espero a que salga la luna mensajera.
Y cuando está más viva,
toda creciente, menguante o renovada,
dejo una carta como un tributo a tu soberbia,
tomo mis manos y mis ojos afligidos.
Hoy, menguante.
6
Sumo las veces que te busco y tú no llegas,
como si fueran soles que brillaran cada tarde,
aunque aquí, adentro, la oscuridad enfría.
7
Ni quiromancia,
ni cartomancia,
ni runas,
ni astrología egipcia.
Nada responde sobre ti.
Sólo quimeras.
8
Dejemos de jugar a no ser Kafka,
Ariadna o Circe.
Nunca encontraremos la llave
de nuestro laberinto.
Cartas a Leo
1
Yo espero a un hombre alto y delgado que viste con trajes azules.
Un hombre que adelgaza cada vez más por el cáncer que lo consume.
Un hombre enjuto, es cierto. Pero él vendrá. Estoy segura.
2
No tengo montaña ni convento. Sólo banalidades solitarias
con que entretengo —como se distrae el hambre que anida en intestinos—
mi inevitable ansiedad de verte.
3
Un día me imagino con Mauricio.
Otro, con Alejandro. Otro más con René.
Hago novelas mentales casi a diario.
Así supero un poco la inevitable
condición de mantenerme célibe.
4
Nunca voy más allá de la mano
que me dan Toño o Arturo al saludarme siempre.
Nunca iré más allá de los votos sellados ante Dios un día.
Incólume hasta tu llegada. Así será.
Estaciones
Primavera
No tiene nada
mi choza en primavera.
Lo tiene todo.
Sodô
1
Mi casa está vacía,
pero los álamos
reverdecen en primavera.
2
Un rayo de sol
se filtra entre
nuestros álamos.
3
Tras los álamos
nos desnudamos poco a poco.
El sol rojizo.
4
¿Qué sería de mi espera
si por esta ventana
no se asomaran el sol,
los álamos y el canto de los gorriones
cuando regresas?
5
¿Conoces esa calma de mirarnos
sin nada qué decirnos,
sino el verde en los álamos,
donde todo detiene un claro instante,
justo antes de un largo atardecer?
Sólo con sus murmullos
logran los álamos
llamar tu nombre.
Verano
Lluvia de mayo.
Corre velozmente
el río Mogami.
Matsuo Bash
1
Más tarda en llegar la primavera
que en mirar álamos mojados
por tanta lluvia.
2
Sorprendentes y nuevas,
las hojas de los álamos
cuando las mece el viento.
3
Un misterio,
el murmullo del viento
en las frondas
de nuestros álamos.
4
Gritan, lloran, se rasgan
tras la tormenta que parece
interminable: nuestros álamos.
5
Mi consuelo
es gozar la lluvia
lejos de nuestros álamos
para olvidarte al menos.
Sólo los álamos
me acompañan
bajo la lluvia.
Sólo murmullos.
Otoño
Nadie emprende
este camino salvo
el crepúsculo de otoño.
Matsuo Bash o
1
Noche de otoño:
entre el viento desnudo
tiembla un álamo.
2
Bajo el álamo pardo
la hojarasca cruje.
3
Al mirarnos,
los álamos y yo
somos sepias.
4
Hoy sólo he dejado
que me conduzca la hojarasca,
sin importarme si son fresnos
o álamos los que contemplo.
5
Como aquella hojarasca
terminará mi vida.
Pero los álamos
renovarán sus frondas
Sólo un milagro puede hacer
que volvamos a nuestros álamos.
Sólo un designio.
Invierno
En los claros de nieve
el leve violeta de los brotes
de la flor de udo.
Matsuo Bash o
1
Bajo álamos grisáceos
tirito entre la niebla.
2
Entre mis dedos fríos
el álamo temblón
se pulveriza.
3
Sin niebla, sin llovizna.
Que el día de hoy un álamo brillante
nos aguarde sin más demora.
4
En inviernos como éste
me siento a la ventana
para mirar al álamo rojizo
volverse blanco
y a mis enormes ojos
entristecer su verde.
5
Me siento frente a ellos
para invocar tu rostro.
Pero los álamos,
gélidos y tranquilos,
me dicen que esperemos
el nuevo atardecer.
Sólo la niebla dialoga
con estos álamos.
Sólo la nieve.
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