Nino Gallegos
(El Paso Resbaloso, P.N. Durango, México, 1957). Profesor en la Facultad de Ciencias Sociales desde 1993, en el área de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Sinaloa-Zona Sur en Mazatlán, Sinaloa. Profesor en filosofía, literatura, periodismo y semiología. Crítico en Estética, periodista cultural y animador sociocultural de manera alternativa. Colabora en la sección cultural del periódico El Sol de Mazatlán, con la columna “Trópicos Subterráneos”, así como en algunos medios impresos y digitales de la República Mexicana y Latinoamérica. Como fundador y coordinador en el colectivo del taller literario Inés Arredondo, publicó 5x3=8: Proa MarAdentro (Difocur, 1988). Es autor de: De la piel de húmedos vientos trópicos y la tristeza silenciosa en barcos vacíos (Difocur, 1989), Agua que se está haciendo tarde, tarde que se está haciendo agua (EdiUAS, 1997), Andar en la soledad del puerto, con la cabeza a pájaros (Difocur-Editorial Praxis, 2001), Aludra (Serie La Luna del Dragón, Instituto Sinaloense de Cultura, 2010). Aparece en una Antología de Escritores Sinaloenses y en el Diccionario de Cultura Sinaloense. Becario-Foeca, 1996-1997.
PERROS DISPERSOS COMO PÁJAROS
A TRAVÉS DEL CAMPO
De algún otro poema me vienen los ladridos y los cantos
Tal vez del loco y perro que soy con la cabeza a pájaros
De los perros negros como la noche aullándole a la luna
De los espantapájaros picoteados por las alas del día
Y si no
Pájaros dispersos como perros a través del campo
Volando y ladrando
Olisqueando y cantando
Sobre las tumbas de mis ancestros en el camposanto
Cuidando un hatado de chivos
Atados con un lazo a una estaca clavada en la tierra
Arriba un cielo de picos y
Abajo un bajío de hocicos
Plumas y pelajes
Jaulas del aire y
Perreras del viento:
Lo que está volando y ladrando en el poema
Es el campo
Los perros y
Los pájaros
El suave morder de los elotes tiernos
Desgranándose en la mazorca de los dientes
Desaparecidos
(En un país de sombras)
Nino Gallegos comparte este largo poema dedicado a los jóvenes normalistas desparecidos a causa de la impunidad y la corrupción dominantes en México, pero sobre todo por la degradación social y cultural que sufre este país.
I
Cuando se los llevaron, ya iban muertos, sin que nadie los vieran pasar quién sabe a dónde, quizás a un no lugar, a ningún lado, a ningún sitio y a ninguna parte, no escuchándose ningún ruido, menos el silencio, adentrándose al monte como quienes fueron llevados a la fuerza y privarles de la libertad por ninguna causa, amontonándolos uno a uno hasta ser ninguno y someterlos a la experiencia única y última: desaparecerlos, heridos, asfixiados y matados como cuando se entra a un cuarto sin ventanas, sin puerta, sin piso, sin paredes y a cielo raso pringado de estrellas, poniéndole a la pira funeraria cuerpos, carnes, huesos y sangres, ardiendo a fuego arrebatado, apilados unos sobre otros como leños.
II
¿Y si no fueron a los que se llevaron cuando ya iban muertos con el espantajo del duelo, meciéndose entre los árboles, los pensamientos como pájaros negros?
III
Desde algún lado, desde algún lugar, desde alguna parte, y desde los pensamientos, salieron los pájaros negros, las palabras, los actos y los hechos, enrareciéndose más el mundo, el cielo y la tierra, la tarde y la noche, la medianoche y la madrugada, el amanecer y la mañana y el mediodía desde la hoguera funeral de los cuerpos.
IV
Cuando se los llevaron ya iban muertos, dijeron los que no los vieron con las ventanas y las puertas cerradas por dentro, los perros olisqueando y oteando un humo profundamente negro e invisible, emergiendo de la tierra requemada hacia el cielo negro con un mundo más negro y abstraídamente de chamuscados huesos y sueños, escuchándose los ladridos desde afuera y los alaridos desde adentro.
V
Cuando se los llevaron
Ya iban muertos con el espantajo del duelo
Meciéndose en los árboles
Porque los pensamientos como los pájaros negros
No van volando a ningún lado
A ninguna parte y a ningún lugar
Acaso hacia abajo
En el ocaso y en el resplandor del fuego en una hoguera crepuscular, lunar y mortal.
VI
Desde algún lado, desde algún lugar, desde alguna parte, desde algún sitio, alguien dijo:
Ya me cansé
Y desde los pensamientos salieron los pájaros negros
Las palabras
Los actos y los hechos
Enrareciéndose más el mundo
El cielo y la tierra con la hoguera funeral de los desaparecidos
Machacándole a los huesos la memoria de los corazones aturdidos.
VII
¿Y si no eran ellos, los desaparecidos, a los que se llevaron cuando ya iban muertos?, preguntan los pensamientos con los pájaros negros, la oscuridad con las luces y las sombras, la noche, la medianoche, la madrugada, el amanecer, la mañana, el mediodía y la tarde desde la pira humana funeraria de los cuerpos.
VIII
De tanto atizarle con la rima al fuego de la poesía, alguien dijo que después de Auschwitz, no habría más poesía cuando el Holocausto y la Hoguera Funeral de los tiempos es lo que siempre es el comienzo, las mujeres violentadas y violadas, los hombres ejecutados y decapitados, los ancianos con un tiro de gracia por haber vivido y visto tanto, y, a los niños estrellándolos contra el mundo, en el cielo y sobre la tierra, reapareciendo la orfandad y la soledad, los gatos de la luna y los perros del sol, las tripas del hambre, las epidemias de la enfermedad, y, las pertenencias de la pobreza.
IX
Así, con la auto-compasión, la Historia de la condición humana, es la doble fagocitación en la memoria y en el corazón, naufragando en un charco global de sangre cuando llegamos a las orillas de la ignominia, solaz y espectacular, redescubriendo un renovado mundo de cielo y de tierra con el profundo negro de ataúdes hechos de cenizas y huesos, advirtiéndonos:
X
Los desaparecidos, nunca regresarán.
Post Scriptum:
No éramos ayer más que las cuencas vacías en los ojos de la vida, el paisaje del país en sombras calcinado, nuestras vidas que dejaron de ser nuestras para entregárselas al matadero de lo que se columbra más que en el atisbo de quien con la cabeza a pájaros emerge como un muchacho sazonado con la indiferencia del mundo y la indolencia del cielo sobre la tierra, rebuscándose en los carnes y en los huesos, en las tripas y en los órganos, en la piel y en el rostro desollado, hablándome de mí como si alguna vez haya existido en esta tu casa ardiendo en la soledad en un país de sombras cuando los otros muchachos de la vida estuvieron ayer conmigo conversando con los pensamientos y las palabras en el mundo y con los actos y los hechos desde un cielo hasta la tierra, escarbándonos las lágrimas del dolor desde más adentro, donde el amor inacabado es un florero roto en el camposanto de los muertos, el arbóreo transmigrar de las ramas a las hojas, jamás el fruto que apenas se estaba dando en las carnosidad de los labios, entre los dientes y las palabras:
No ha sido en vena más que en la sangre, regresando de los huesos y de las cenizas como eran ellos, sabiéndose o no lo que se supo, la vida pueda que esté en otra parte, en otro lugar, en otro sitio, y no en esté lado tan volátil en su mancha de espectro, donde menos luz y más ceniza, la radiografía negra, blanca y gris de los huesos cuando el sol, la luna, el agua y el viento, como las pandorgas o los papalotes con el hilo entre los dedos de Toledo con los rostros de los muchachos bajo el mundo, en el cielo y sobre la tierra, volando y serpenteando entre el corazón y la memoria de un país en sombras.
Narco Troia
(Fragmento)
Narco Troia (fragmento)
1
Después de la sangre barrida con agua y jabón en polvo, el trapeador con pinol
limpia el cuerpo que en vida fue baleado en un lugar del corazón de la ciudad que corrió a refugiarse en el puerto de los muelles desolados, mientras que una sombra de sangre le sigue los pasos.
El mar, de fondo, ajeno a otro mar de sangre, fulgura líquido con la tranquilidad de quien reposa de embarcaciones y naufragios, llegando lánguido a la orilla de las playas, entrando a él una mujer desnuda con los ojos entrecerrados, dejándose hacer la mujer con el agua y la sal.
Así, con el torso tronco del país en sombras, las cabezas y las extremidades son puestas en hieleras al sol, enfriándose y asoleándose en lados moridores y aparadores de calles y banquetas, rezumando en la refrigeración y en la insolación un fuerte olor y dolor desde las cabezas a las extremidades, porque los ojos desorbitados y los pies descalzos yacen mirando para no ir a ningún lugar con el torso tronco del país en sombras.
2
La mujer, de regreso a la arena, se envuelve en una toalla de cuerpo entero y se extiende con toda la sensualidad de quien ha sido extasiada con el yodo cordial de las olas.
Y desde algún lugar alado del cielo, pelícanos y gaviotas la sobrevuelan con la pesadez y la levedad de una liviandad remota como el albatros de Baudelaire que, con el aire spleendoroso de Baude, la toca de la rosácea vagina a la roja boca dejándose rehacer como quien abraza un montículo de arena siendo el tálamo y el túmulo de los amantes muertos en vida, la vida que todo lo llena y lo vacía.
3
Aunque nunca ha sido tarde para un pero que valga en este país de sombras, nunca es suficiente para el corte final de una jornada periodística que nos sustraiga e impacte en el lugar común de todos los actos y hechos, porque si alguien ha sido baleado en la cabeza, y no en su blindado pecho, es porque alguien tiene que correr la noticia como un flamazo de pólvora y un chorro de sangre, siendo la misma mujer herida en una pierna cuando la tuve entre mis piernas, jadeante y desnuda, saliendo de aquella habitación de aquel motel de paso con rumbo a la soledad sangrienta de las playas en el noroeste Pacífico.
Me dolió su herida en mi pene erecto como un bergantín contra viento y marea, viéndola tocarse la herida y con el dedo cordial de su mano derecha chuparse la sangre como una vampira a mediodía, mirándome en sedal desde su sensual reojo.
Ella era Plurima Simulacra Mundi, alias Narco Troia, y al no ser la cantante que todos esperaban cantar de ella, se sabía de endenantes que era amiga y protectora de todos los gatos y perros callejeros en el país de sombras, y que los únicos perros famélicos en el día así como los únicos gatos pardos en la noche, no eran los perros ni los gatos, sino los pobres hambrientos padeciendo dos enfermedades: la indolencia y la indiferencia sociales.
Cuando la conocí, no hice más que besarla románticamente y estrujarla violentamente, besándole y estrujándole el clítoris enardecido, viniéndoseme en la boca como quien bebe agua de un charco de agua salada.
4
Cuando miré hacia al país de sombras, ya no la vi en la playa ni entre mis piernas, porque en la soledad de los desiertos y de los lotes baldíos, hay fluidos corporales que se adensan, se secan y se agrietan en la piel de la ciudad que ha pasado del verano de las moscas al otoño de los zancudos que pululan sobre los charcos y las charcas de esos miasmas y de esas marismas que se volatizan en el hedor de las heces fecales, volando de nariz en nariz como la cocaína en las fosas nasales que, cuando no son las fosas nasales, son las fosas comunes que son los cuerpos insepultos en los desiertos y en los lotes baldíos en el país de sombras con un mar de fondo donde los puertos y los muelles amarran a los barcos a los duques de Alba, así como los cuerpos son levantados y ejecutados con las manos atadas a sus espaldas bajas.
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