Itzíar López Guil
(Madrid, 1968). En 1999 ganó el XXI Premio Internacional de Poesía "Ciudad de Melilla“ con Del laberinto al treinta (Madrid, Visor, 2000) y ha publicado los libros de poemas Asia (Madrid, Biblioteca Nueva, 2011) y Valores nominales, Ediciones de La Discreta, 2014. Reside en Zúrich, en cuya Universidad ejerce su labor docente e investigadora como Catedrática de Literatura Española.
Asia
Itzíar López Guil
Biblioteca Nueva
Madrid, 2011
Por Juan Carlos Abril
Sorprende este poemario* por su fuerza y su estructura sencilla y bien armada. Dividido en dos partes, Olas, de veintitrés poemas, y Asia, de cinco, el tono sostenido durante toda la entrega posee un remate impactante. Como reza en la solapa:
Itzíar López Guil (Madrid, 1968) es también autora de Del laberinto al treinta (2000), que fue galardonado en 1999 con el XXI Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla. Doctora en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid y la de Zúrich, es especialista en poesía española. En 2005 obtuvo la Cátedra de Literatura Española de la Universidad de Zúrich, Suiza, país en el que reside desde 1992.
Por tanto Asia es su segundo libro, y como tal viene a presentarnos a una poeta que ha medido y calibrado con extremada precisión esta segunda entrega. Con tan sólo veintiocho poemas, ninguno extenso, más bien ajustados a cierta brevedad y concisión, a cierta densidad narrativa, Asia es un libro sorprendente y altamente recomendable.
De lenguaje sencillo —y gramática accesible— con tonos intimistas, Asia permite establecer diversos contrapuntos en algunos de los temas que lo atraviesan. Sencillez frente a dureza, pero podríamos apreciar otros contrastes que llaman bastante la atención y que, en los asuntos que desarrollan, serán de lo que más destaque en el libro. Olas, en homenaje explícito a Raymond Carver, del que se citan unos versos que ejercen como pórtico del poemario, comienza con una suerte de poética de lo originario, lo primigenio, en el momento en que abrimos los ojos, ya sea metáfora de la creación o de la epifanía, ya sea de nuestra rutina más plena, en sentido guilleniano. Los ojos que se abren acabarán sinestésicamente oliendo y palpando, para ser: “más tarde/ un nombre en su memoria” (p. 15). Los ojos, por tanto, estarán en relación directa con el lenguaje, con los nombres y nuestra capacidad por ponerle un nombre a las cosas, en los diferentes procesos cognitivos y depurativos que van desde lo sentido a lo dicho, de lo pensado a lo escrito. Esta poética se concibe, por tanto, como una antesala que augura buenas vibraciones y que nos predispone para adentrarnos en un lugar que va y viene, como las olas, en un continuo juego de espejos en el que nada está donde debe estar, todo está moviéndose, mudando de apariencia y cambiando de rostro. Todo es escurridizo. De ahí el poema 6 (p. 20), en el que el personaje vuelve a Roma, una ciudad amada en otro tiempo, y se encuentra otro lugar desconocido, lleno de rencores y fantasmas.
Es sin duda un recorrido por varios lugares y personas, por varios momentos y recuerdos, salpicado de íntima emoción y que no deja al lector inmune. El poema 7, el 8 o el 11 son vivos ejemplos. Y en el 9 este fragmento nos ayuda a pensar el sentido que la autora da a sus textos, que son como olas u ondas incontenibles e inmarcesibles: “Es ceniza este bronco oleaje/ que muerde un instante tierra adentro/ y regresa después a sus espumas” (p. 23). A medio camino de esta primera sección, comienza a desdoblarse ese monólogo interior del que veníamos formando parte como lectores, y se proyecta hacia el diálogo con el otro. Hay una inflexión marcada por el poema 12 en el que el amor sublima el lenguaje, y viceversa, para convertirse en metáfora del propio diálogo entre dos que buscan —aun a riesgo de no poder entenderse en algunas ocasiones— comprenderse: “Parecen las palabras/ blandas siluetas/ que nos ponen en los labios al nacer […] Eso pienso ahora,/ en esta noche de febrero,/ cuando tomas mi mano entre las tuyas,/ sin más» (p. 26). El yo no sólo se desdobla hacia sí mismo sino que tiene virtualidad en el tú, es el tú el lugar donde se extiende con naturalidad y donde se desarrolla por necesidad. A partir de esta inflexión los poemas se enmarcarán en una imbricada relación dialógica, con sus ventajas y desventajas, con sus continuos riesgos y peligros, aunque también —afortunadamente— con sus luces y esperanzas, con su conciencia de finitud: “Vivo aquí,/ en este instante de luz/ que pronto será/ nada” (p. 31). El poema 23 es un intento de mantener la felicidad y el encuentro del diálogo —entendido en su punto más alto en clave amorosa—, pero también una conciencia clara de que todo se acaba. A través de la propia lectura, de lo que dicen las páginas, sin embargo, se podrá —se intentará— mantener el tipo en la radical verdad que destilan. Una lectura metapoética nos arrojaría, además, muchas y más ricas combinaciones acerca de esta escritura abarcadora, que tiene en cuenta más cosas de las que dice, y que se representa en esta caligrafía templada. O bien temperada.
En ese sentido no se puede desembocar a ningún espacio más atractivo y vertiginoso como lo que supone Asia, esos cinco poemas también breves, sin puntuación, que simbolizan todo lo salvaje y dionisiaco de nuestra naturaleza. Ya desde las tradiciones clásicas y antiguas así era. Por eso el primer texto se titula Dentro de mí: “ven/ arráncame los ojos/ tiende en mí tus pupilas/ ven” (p. 41), esas pupilas y ojos que se erigían en el primer poema de Asia —la poética con la que comenzamos— como el elemento vehicular por el cual nos acercábamos al mundo, a la magia de la poesía, entregándose al amado para que nos ciegue; y el último Dentro de ti, que es: “palabra que palpita como fuego/ palabra en mi interior dentro de ti” (p. 45), un amado pertenece ineludiblemente al diálogo amoroso, pero también a la palabra poética (y viceversa), ya que forma parte del lenguaje y de lo que necesitamos para nombrar, pues debe estar ahí, dándole sentido al mundo y a nosotros mismos; y por eso hay también una suerte de entrega e intercambio que es lo que funda las relaciones, los fluidos, lo que no para. Amor y lenguaje unidos en un mismo sentido creativo, desde la conciencia poética pero también desde el sentido último humano… En cualquier caso Asia habla de la otredad, del otro, dándole prestigio al reconocerle su papel fundamental en nuestra propia supervivencia, hablando de nuestras necesidades. Y por esto y por otras muchas cosas, hay que leer Asia. Un libro apasionante.
1
Se abren las pupilas a la luz
y empiezan a adherirse
como larvas
al espacio que acoge su existencia:
sin saberlo,
le sorben el aroma y la textura,
oyen su murmullo amaneciente
en cada hierba,
en cada hoja,
desperezándose a la vida
con el fresco verdor de un bosque antiguo.
Y todo lo que huelen
y ahora palpan
será más tarde
un nombre en su memoria.
13
“Despierta”.
Voz del mundo que llama
midiendo tus minutos de trabajo.
“Despierta”.
Y tú obedeces y te apuras
frente al espejo triste del vivir.
Fuera, tras los cristales,
el sol dice con fuego el horizonte,
nombra suave los árboles,
las casas,
las personas.
Y su palabra sólida es ajena
al tiempo y a la muerte, alta sílaba
que inscribe en la ceniza tu existencia.
Sin dolor. Sin angustia.
Con la mano del dueño que acaricia
el lomo inquieto
y hace sentir la paz de su dominio.
21
No sé vivir
si no es al respirarte,
al dar contigo
en cada bocanada.
No hay paso
que no tenga apoyo en ti,
que no cumpla su fin
yendo a tu encuentro.
Los signos son silencio que te nombra
debajo de la piel, en la palabra
misma, dando tu voz a cada acto.
De aire o de metal,
todo eres tú
tendido en cada célula del día.
Y desde allí, siempre avizor,
acechas como lobo el universo.
`Valores nominales´
Ediciones de La Discreta, 2014
La obra: En este libro las alusiones económicas son guiños amargos que denuncian los sinsabores del abandono y la subalternidad. ¿Existe un mundo donde se reconocen los afectos? ¿Dónde habitan los mitos de la espiritualidad que trata de entender las realidades más dolorosas? En estos versos habitan personajes reales a los que humillan las leyes y obligan a inventarse vidas paralelas, a creerse un futuro feliz con un gesto fingido que promete el espejismo del amor si se paga lo necesario. Personajes que se imaginaron viviendo de otra forma mientras limpian las casas ajenas, y se reconocen en los destellos de luz que ilumina un espacio que no les pertenece, aunque brille como nunca bajo sus hechizos. En estos versos está el gesto vivo, el grito dichoso que aprende a volar con la esperanza de un mundo mejor, donde los niños aprendan a ser niños y se arranquen la costra de las guerras.
De la presentación de Ana Merino
PERÍODO DE CANJE
La selva cede luz a cada noche, pero no vida: estómago insaciable, resuena y regurgita conteniéndonos indiferente.
Elisa pone un puntas en la mesa que todos celebramos. Nuestro guía mestizo le hace hablar y por la boca india vuelven tiempos de porteadora, de nieves y avalanchas. Y Don Luis, que, después de quedar viuda, le dio chamba y la trajo hasta el Oriente: con sus mismitos brazos, ella sola, levantó para él estas cabañas.
Su marido murió bajo el ripio, bajo una tonelada de gravilla: le aplastó la cabeza y le arrancó una mano. Una mano que nunca apareció. Una mano que, en sueños le reclama.
El guía tuerce el gesto y ella calla.
Mientras nos alejamos en silencio, palpita el intestino de Amazonia. Los dos lo esperan tras el desayuno. Y no logro dormir, pensando en eso y en Elisa.
No tengo ni la más remota idea.
No sé cómo tasar su historia en dólares.
CIERRE DE OPERACIÓN
Naces fuera del mapa y corres
año y medio, como un loco, sur-
cando la malaria y la guerrilla,
hasta un punto con nombre y
con historia. No eres el primero
que se arriesga. Tampoco eres el
último en llegar.
Por eso hay una valla y vigilancia.
Por eso, cara a cámara enfrenta-
dos, se afilan el alambre y el
ingenio.
Nos dice el reportero en las noti-
cias que un salto es la medida de
tu fe.
Y allí vas, soñador, por la pantalla,
con la tiza del hambre entre los
dientes, tratando de trazar tu cru-
cecita en la pizarra oscura del
progreso.
"Cierre de operación" está dedicado a los hombres y mujeres que saltaron la valla de Melilla en 2005 y 2006, y que el gobierno de Marruecos, con la complicidad del de España, deportó al desierto sin agua ni comida. A quienes han muerto en el intento. A quienes esperan ocultos en los bosques marroquíes.
CUSTODIA EN BÓVEDA
Es primavera y vuelven los vence-
jos, en parda algarabía, a hacer
sus nidos.
Tal vez ya no recuerden el cuartel
de invierno, en la lejana Uganda,
Tierra de los hombres, con cielos
infinitos que surcar y jamás posar-
se en Gulu, jamás una patita en
las cabañas donde duermen los
niños que no quieren ser soldados.
"Svie-rié", gritan al verlos dirigir-
se tan juntos cada tarde al único
lugar donde no temen.
"Svie-ríe", les saludan en su vuelo
sin pausa.
Luego ascienden por las nubes y
sueñan desde el aire, aleteando.
"Custodia en bóveda" está dedicado a los niños de Gulu (Uganda), caminantes de la noche. Y a todos los niños-soldado de Afganistán, Angola, Burundi, Camboya, Colombia, Filipinas, Guatemala, Guinea Bissau, Honduras, Irlanda del Norte, Kosovo, Liberia, Mozambique, Myanmar, Nepal, Chechenia, Nicaragua, El Salvador, Sierra Leona, Somalia, Sudán, Sri Lanka, República Democrática del Congo y Uganda.
* Estos dos poemas forman parte del libro Valores nominales, Ediciones de la Discreta, Madrid, 2014. Prólogo de Ana Merino. Ilustraciones de Carlos López Cortezo.
Mal de altura
No es imposible subir al Cotopaxi, rumia nuestro guía, pero es mejor llegar solo al primer refugio.
Probar por una vez la altura rompiendo los pulmones, sentir la sal del corazón haciendo bulla en la garganta. Y luego regresar al pie, donde el sabor del aire es ya rancio y pausado.
No saber nunca de la boca que abrasa si se mira frente a frente.
No conocer sino los restos fríos, los labios silenciosos de la lava.
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