Róger Lindo
RÓGER LINDO es escritor y periodista. Nació en San Salvador en 1955 de padre nicaragüense y madre salvadoreña. Sus primeros poemas se publicaron en El Papo, Cosa Poética, revista de literatura que se editó a finales de los años setenta, siglo XX. En 1998, la DPI publicó de este autor el poemario Los infiernos espléndidos. El perro en la niebla, novela, se publicó en España en 2007; fue reeditada por la DPI en 2011. Entre 1992 y 2011, Lindo hizo periodismo en el diario La Opinión de Los Ángeles. En esa época fue colaborador de la revista Tendencias, la publicación de política y cultura más relevante de la posguerra en El Salvador. Próximamente, la editorial Izote Press lanzará en Los Ángeles, California, su poemario La fragua de abril. Los poemas que componen esta selección, excepto «Solo una anécdota», provienen de ahí. Radica en El Salvador.
Obras publicadas:
Los infiernos espléndidos y otros poemas (poesía) Editorial DPI, Colección Poesía. San Salvador, 1998
El perro en la niebla (novela) Editorial Verbigracia. España, 2008.
De paso
Es una noche de planos superpuestos.
Pero el otro,
El que mora entre la disputa permanente,
Libera sus vapores
Al aire ponzoñoso.
Cruda e impaciente
La noche de este sector,
Como un aura de cemento
En los húmedos límites
De una herida.
Un caos de cuadrantes
Obsesiona mi frente.
Árida cruza la hora
Oscura de las sirenas
Y el humo,
Herrumbroso,
Se queja de norte a norte.
Los faroles apagan su tiniebla
En espera de noticias.
Se rasgan unos labios,
Trompetas de óxido
Abren un hueco
Para la luz indecente.
Acude, ángel deforme de la hora
A quebrar los tambores
De la complicidad.
Ven, ángel de la sorda retaguardia
A este refugio breve
Donde el cañón
Sueña sus párpados mayores.
Ven, brazo de la noche,
Brazo salado de la oscuridad que canta
A celebrar a esta bestia viva.
De: Los infiernos espléndidos y otros poemas.
Una noche de orla
Es noche de ladridos a la redonda
De naranjas cristalizando
Bajo la luz del mar
Estoy solo en invierno y hace frío
Frío en la esquinas y acentos
De otras lenguas
Es enero
Y este invernadero
Se llena de ritos
Escribo por la disposición de
los cielos
un poema para vos y el pequeño
escribo para ser sustancial
guardián de una arboleda
del viento y de un país
entre sombras
a mil kilómetros estoy
de mi precioso hogar
a mediodía traje un caracol
para que arme en la noche
una batalla de neblina y faroles
la noche de los bulevares
da paso a la noche
que cae
del firmamento
noche de soldado
en tierra extranjera
lo sé por la ansiedad del poema
por la fibra de los recuerdos
que me buscan e indagan.
Y si esta vieja luna
No sabe de mí
Lo celebraré como triunfo y don
De la hoja entre la hojarasca
Noche de pinos y otros nombres
De la nieve que se derrite
En mi cerebro
Nombres tercos como navajas
Explosiones que el miedo no olvida
Y ciudades íntimas
Que nunca olvidaré
Más allá de estos ladridos
Donde conducía mi sueño
Con deleite
¡Bulevares! ¡Bulevares!
Un gallo de oro hace la noche
De: Los infiernos espléndidos y otros poemas.
En la campa de Haroldo
En la champa de Haroldo
Estoy contento
De pan dulce y café de palo
De esta libertad
Que corre ancha entre los ríos
Invierno y neblina en el campamento
Pájaros azules vienen y se posan
Como breves resplandores
El agua corres ladera abajo
Lavando el barro de nuestra ropa
Arrastrando el cansancio
Y las penas microscópicas
Qué libre
En estos días
La tinta de mi lapicero
Qué bueno este mundo
Verde y herido
De: Los infiernos espléndidos y otros poemas.
V
De alguna manera dudosa me atormentás
de lo contrario no te buscaría
entre los pastos mojados de un país
que no es el mío
que no es el nuestro
Tendríamos que inventar
un océano para los dos
en la plaza que me has mostrado
Sos verde
sos una dislocación del sol
que quema mis caseríos fantasmas
con olor a yodo
sin explicación
Nadie me entenderá
excepto vos
que venías por siempre a despedirte
palabra de dos sentidos
que estalla en mi medianoche
Sos el tiempo frugal
y arcaico
y te amo por indistinguible
Tus besos resuman
aliento de otoño
la huida de las ardillas
en un país donde nadie hace daño
al extravío de la razón
Sueño que sos de gestos
que invitan al desvarío
inventás un día en mi piel
que me hace sonreír
y rabio la noche entera
en que no te tengo
Inauguro una hoguera
donde tus banderas crepitan
y sólo sé pronunciar
un nombre sin situación
Tendría que ahogar
la captura lenta de tus pasos
sobre la turbia arena
de tus decisiones
Mirá que sé cruzar cerros
bañados por la incertidumbre
del momento
mirá que llevo fronteras
ardiendo en mi muerte de cuatro estrellas
mirá que comprendés tal hartazgo
tal océano de mis cabañas negras
vos que has sido devorada
por la creencia
en la resurrección incesante
de mi faz frente a vos
Escribo sobre piedras cuarteadas
tu duda sin lecho
tus crispados ocios
extraños al viento lamentable de las hojas
esas que caerán a tus pies
el día que decidás olvidarme
Decir seriamente
pero seriamente
entre ahogos de un mes más que vulnerable
que lo consideraste
que la historia irrepetible sueña
sueños de oscura cara
lentos ante el avance ineluctable
del río que todo lo ahoga
Mi fuerza era la palabra
región de horas sin precedente
Qué tiempos me has dado
En la noche violenta de las instancias
sos todos los oficios de la espera
ritmos lejanos tiemblan
en las pestañas del placer
vos la espiral
vos es muestrario inacabado
de mis viajes
¿qué me has ofrecido sino
este silencio de yescas
que cava profundas razas
en mi afición a tu acercarte
lenta
sobre la acera que sabe a espejismos?
De: Los infiernos espléndidos y otros poemas.
VI
Cuántas cosas ocurren con tu abrazo
que despierto
Nadie se atreve a salir
a nadie se le ocurre
que hay conjunciones por ahí
acaeciendo
en tu negro salado regazo
Perra luna arrastrándose
en las húmedas comisuras
los lobos se disputan
una negra impertinencia
Denso mi párpado favorito
mi terreno es la sombra maciza
donde un pájaro
viene a depositar su convicción
Recinto para la sobrevivencia
el hombre labra
busca un acento
donde arder
De: Los infiernos espléndidos y otros poemas.
XXII
Noche hoja que te arrastras
por el cuaderno del asombro
Can herido, bamboleos
y el mejor jazz de dos décadas
En los límites de la luz municipal
Cuántos errores
cuánto temblor
y acción oculta por las ropas
Cuánto vaso y cuánta estancia
me hacen frente
De: Los infiernos espléndidos y otros poemas.
*
Poemas de Róger Lindo de su próximo libro «La fragua de abril». Los poemas que componen esta selección, excepto «Solo una anécdota», provienen de ahí
CUANDO LLEGUE EL APOCALIPSIS
(óleo)
cuando llegue el apocalipsis
habrá viento besos quillas
los niños se asomarán a los balcones
y los señores de la orquesta
aceptaran un corto brindis en su honor
las damas pensarán en sus perros
que mearán agradecidos en sus tiestos queridos
iluminados por el nuevo sol
trinarán las aves sobre el pasamanos
de plurales escaleras desoladas
los rocíos se imantarán
de rostros perlados de sorpresa
cuando llegue el apocalipsis
los veleros los catamaranes
se harán a la mar
con sus velas gordas de historia
y despertarán
los ardientes corazones
prestos a recibir
el encanto pleno del siglo
los cardadores
los maquinistas
los campesinos
que pizcan huevo y musgo
en las oquedades del crepúsculo
tendrán solaz y batirán las palmas
entre chuscas risotadas
al oír los cuentos de los viejos
bajo lunas talla única
no habrá menester de confesores
de siquiatras o perolillos de café
y cada quien portará un lápiz
para las celebraciones del corazón
cuando llegue el apocalipsis
será grosería balbucear señor o señora
los muertos bajarán a los estancos
y los prófugos de la justicia
(y de las máquinas)
se echarán a soñar a la vera del camino
y resonarán hartos besos
besos perdidos
besos aplazados
besos cautivos bajo las olas
y el mundo sabrá
que es hora de empezar a vivir
MASTURBACIÓN
harto de buscar el cielo en tu carne
de pretender escalar tus no
—o peor
el perfil de tu desdén—
me lancé un día a un periplo infinito
adquirí un coche eché a rodar
conduje como un loco
bebí
ciudades y carreteras
con avidez de amor y muerte
apuré los acantilados
bordeé las hileras de luces
de las centrales nucleares
(señales de peligro para un brindis)
aceleré sonriente
orondo
acariciado por el hálito de los abismos
burlé los dispositivos de seguridad
con sonrisa de idiota
consciente
de que los tiempos heroícos serían cancelados
y por las noches
herido por tanta sombra
por tanta voluptuosidad del camino
soñé que volaba
que sangraban los árboles
conmigo
que había un demonio en cada parque
de cada ciudad que se ofrecía
extravié mi nombre me abrí las venas
brotaron acordes
y por encima de todo
cultivé un gran orgullo
gocé racimos
de mujeres
que bebieron del vaso de mi alma
y poco era mucho
y mucho demasiado
eso me fortaleció
salí disparado
una y otra vez
resbalé
astros fugaces me traspasaron
mordieron mis manos los coyotes
se rieron de mis pupilas
fui valiente
cobarde como ninguno
fundé naciones en la flor del desierto
fui lento
fui suave
amé
todo en dos minutos
FUGA
sos amada te lo cuento
cuando miro al vacío
cada tantas horas
pienso en vos
sin dejar de sonreír
y al mismo tiempo
sin perder los estribos
pues se juegan cosas serias en esta fuga
que ya dura
pienso en tu vestido
pienso en los años transcurridos
y en la mañana
(para vos inexistente)
cuando fui a ahogarte
a orillas del lago de Granada
pienso que te prefiero
de cierta manera
que solo se da una vez
pienso que he muerto
y que de milagro vivo
y te oigo trepar la escalera
a veces juntos a veces sola
y espío tus pensamientos
cuando hablas
y cuando espío tus álbumes de fotografías
hoy
al borde de alcanzar
el ideal autodestructivo
emprendo la marcha
otra vez solo
a medianoche
compinche de la niebla
(vueltas y vueltas al redondel
nuestro hijo querido)
así cruzo la ciudad
estos días
aterrado feliz
ENCUENTRO EN LA TERRAZA
¿y quién es ella que me hirió
de esta manera atroz?
en mi tierra verde la hallé
un domingo,
agua de laberintos la trajo
por la cuenca oscura de un callejón
en sus nombres me he extraviado
ah cuántas dichosas veces,
en sus nombres que son
como el mar a las cinco de la tarde
mis heridas me llaman y me dicen
anda ama tu mal
aquí están tu hembra y tu país
XIV
Anoche hubo baile y hoy fogata,
delirio y estrellas.
Pasado mañana, con el aire del desierto
tallaré una máscara
en arena caliente
para lucir a las puertas de la ciudad.
XXV
Teclas sonoras en la madrugada,
teclas en la noche preñadas de idealismo,
teclas de la carne que escapó, cobarde
por los cielos sin trampas.
¿Es tarde? ¿Es brutalmente tarde?
Un día eché a andar. La orquesta tronaba.
Ella, ellas lloraban a la orilla de sus vestidos
y mi fuerza se extraviaba en los espejos
de los cuartos y la noche y las azoteas.
Yo, borracho, hacía por montar,
mi caballo verde y espeluznante.
Provocado por la luna
trataba de partir –y dar una lección–.
XXVI
Felicidad es ir tras la mujer langosta,
saber que a Afrodita no la espanta
el hombre mecánico
de botas de charol.
Revienta un chubasco y para siempre
nos cambia;
la estrella que punza va
derechito al corazón.
SOLO UNA ANÉCDOTA
La muerte nos espera allá
al final del pasaje.
Ha sido un viaje breve, ha sido
un viaje divertido.
A veces estoy sordo a veces
aguardo en mi madriguera:
musgo, tetuntes, zarcillos.
La muerte nos juega bromas
sin querer, o quizás queriendo,
y nosotros aferrados
creyendo siempre, siempre creyendo
que hay algo nuevo que aprender,
insospechados gustitos, zonas deliciosas
que aguardan, fragantes musgos, terrores
ya olvidados, que nos buscan.
Así es la muerte, que nos quiere,
que nos perdona siempre y nos llama
a su regazo, donde nos apapacha,
como una madrina perversamente
pródiga, sí, sí, tanto que aprender mi niño,
pero aquí, en el lado oscuro.
Un beso, una montaña, un recodo
solo para vos.
.
Poemas de Róger Lindo de su próximo libro «La fragua de abril». Los poemas que componen esta selección, excepto «Solo una anécdota», provienen de ahí
CUANDO LLEGUE EL APOCALIPSIS
(óleo)
cuando llegue el apocalipsis
habrá viento besos quillas
los niños se asomarán a los balcones
y los señores de la orquesta
aceptaran un corto brindis en su honor
las damas pensarán en sus perros
que mearán agradecidos en sus tiestos queridos
iluminados por el nuevo sol
trinarán las aves sobre el pasamanos
de plurales escaleras desoladas
los rocíos se imantarán
de rostros perlados de sorpresa
cuando llegue el apocalipsis
los veleros los catamaranes
se harán a la mar
con sus velas gordas de historia
y despertarán
los ardientes corazones
prestos a recibir
el encanto pleno del siglo
los cardadores
los maquinistas
los campesinos
que pizcan huevo y musgo
en las oquedades del crepúsculo
tendrán solaz y batirán las palmas
entre chuscas risotadas
al oír los cuentos de los viejos
bajo lunas talla única
no habrá menester de confesores
de siquiatras o perolillos de café
y cada quien portará un lápiz
para las celebraciones del corazón
cuando llegue el apocalipsis
será grosería balbucear señor o señora
los muertos bajarán a los estancos
y los prófugos de la justicia
(y de las máquinas)
se echarán a soñar a la vera del camino
y resonarán hartos besos
besos perdidos
besos aplazados
besos cautivos bajo las olas
y el mundo sabrá
que es hora de empezar a vivir
MASTURBACIÓN
harto de buscar el cielo en tu carne
de pretender escalar tus no
—o peor
el perfil de tu desdén—
me lancé un día a un periplo infinito
adquirí un coche eché a rodar
conduje como un loco
bebí
ciudades y carreteras
con avidez de amor y muerte
apuré los acantilados
bordeé las hileras de luces
de las centrales nucleares
(señales de peligro para un brindis)
aceleré sonriente
orondo
acariciado por el hálito de los abismos
burlé los dispositivos de seguridad
con sonrisa de idiota
consciente
de que los tiempos heroícos serían cancelados
y por las noches
herido por tanta sombra
por tanta voluptuosidad del camino
soñé que volaba
que sangraban los árboles
conmigo
que había un demonio en cada parque
de cada ciudad que se ofrecía
extravié mi nombre me abrí las venas
brotaron acordes
y por encima de todo
cultivé un gran orgullo
gocé racimos
de mujeres
que bebieron del vaso de mi alma
y poco era mucho
y mucho demasiado
eso me fortaleció
salí disparado
una y otra vez
resbalé
astros fugaces me traspasaron
mordieron mis manos los coyotes
se rieron de mis pupilas
fui valiente
cobarde como ninguno
fundé naciones en la flor del desierto
fui lento
fui suave
amé
todo en dos minutos
FUGA
sos amada te lo cuento
cuando miro al vacío
cada tantas horas
pienso en vos
sin dejar de sonreír
y al mismo tiempo
sin perder los estribos
pues se juegan cosas serias en esta fuga
que ya dura
pienso en tu vestido
pienso en los años transcurridos
y en la mañana
(para vos inexistente)
cuando fui a ahogarte
a orillas del lago de Granada
pienso que te prefiero
de cierta manera
que solo se da una vez
pienso que he muerto
y que de milagro vivo
y te oigo trepar la escalera
a veces juntos a veces sola
y espío tus pensamientos
cuando hablas
y cuando espío tus álbumes de fotografías
hoy
al borde de alcanzar
el ideal autodestructivo
emprendo la marcha
otra vez solo
a medianoche
compinche de la niebla
(vueltas y vueltas al redondel
nuestro hijo querido)
así cruzo la ciudad
estos días
aterrado feliz
ENCUENTRO EN LA TERRAZA
¿y quién es ella que me hirió
de esta manera atroz?
en mi tierra verde la hallé
un domingo,
agua de laberintos la trajo
por la cuenca oscura de un callejón
en sus nombres me he extraviado
ah cuántas dichosas veces,
en sus nombres que son
como el mar a las cinco de la tarde
mis heridas me llaman y me dicen
anda ama tu mal
aquí están tu hembra y tu país
XIV
Anoche hubo baile y hoy fogata,
delirio y estrellas.
Pasado mañana, con el aire del desierto
tallaré una máscara
en arena caliente
para lucir a las puertas de la ciudad.
XXV
Teclas sonoras en la madrugada,
teclas en la noche preñadas de idealismo,
teclas de la carne que escapó, cobarde
por los cielos sin trampas.
¿Es tarde? ¿Es brutalmente tarde?
Un día eché a andar. La orquesta tronaba.
Ella, ellas lloraban a la orilla de sus vestidos
y mi fuerza se extraviaba en los espejos
de los cuartos y la noche y las azoteas.
Yo, borracho, hacía por montar,
mi caballo verde y espeluznante.
Provocado por la luna
trataba de partir –y dar una lección–.
XXVI
Felicidad es ir tras la mujer langosta,
saber que a Afrodita no la espanta
el hombre mecánico
de botas de charol.
Revienta un chubasco y para siempre
nos cambia;
la estrella que punza va
derechito al corazón.
SOLO UNA ANÉCDOTA
La muerte nos espera allá
al final del pasaje.
Ha sido un viaje breve, ha sido
un viaje divertido.
A veces estoy sordo a veces
aguardo en mi madriguera:
musgo, tetuntes, zarcillos.
La muerte nos juega bromas
sin querer, o quizás queriendo,
y nosotros aferrados
creyendo siempre, siempre creyendo
que hay algo nuevo que aprender,
insospechados gustitos, zonas deliciosas
que aguardan, fragantes musgos, terrores
ya olvidados, que nos buscan.
Así es la muerte, que nos quiere,
que nos perdona siempre y nos llama
a su regazo, donde nos apapacha,
como una madrina perversamente
pródiga, sí, sí, tanto que aprender mi niño,
pero aquí, en el lado oscuro.
Un beso, una montaña, un recodo
solo para vos.
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