Pedro Jara Carrillo
Pedro Jara Carrillo (Alcantarilla (Murcia) 1876 – Murcia, 1927) fue poeta, periodista y político.
En la villa de Alcantarilla, y en la calle que actualmente lleva su nombre, nace en 1876 Pedro Jara Carrillo, poeta exaltador de la vega murciana. Fue bautizado en la parroquia de San Pedro Apóstol al día siguiente de su nacimiento. A los 15 años inicia en Murcia sus estudios de magisterio. Muy pronto revela sus cualidades líricas en la prensa local (El Diario de Murcia o El Correo de Levante).
Trayectoria profesional
Periodística
En 1904 inicia la dirección del rotativo Región de Levante, y a partir de 1911 y hasta su muerte dirige El Liberal, de Murcia. Lo distinguió una genuina preocupación por el progreso del pueblo murciano; por ello, su tesón y empeño en diferentes campañas obtuvieron la creación un Conservatorio Superior de Música (donde más adelante impartiría clases de Declamación), de una guarnición en la ciudad del Regimiento de Artillería, la construcción del Pantano de la Fuensanta, las obras de abastecimiento de agua para Murcia y Cartagena, canalizaciones de aguas del Taibilla y la creación de las Escuelas Graduadas, entre otros logros.
Gran triunfo suyo fue conseguir que se creara una Universidad en Murcia, lo cual consigue a través de su artículo "Murcia necesita una Universidad",1 publicado en El Liberal en diciembre de 1913. Las palabras de Jara Carrillo hicieron que numerosos próceres regionales se comprometieran con la fundación de una sede regional de estudios superiores. La Comisión ad hoc envió a Jara Carrillo a Madrid para negociar con el gobierno central. Superando los obstáculos, y gracias a la intervención de Juan de la Cierva y Peñafiel, ministro de Alfonso XIII, en 1915 se obtiene el definitivo permiso para la fundación de la Universidad de Murcia.
Literaria
Como poeta, a él se debe la letra del "Himno a Murcia," así como la de las zarzuelas Rosa de Nieve, La Tempranica y La Parranda. También escribió numerosas canciones a las que pondría música el maestro Masotti Littel. Murió en 1927, muy llorado, sin haber escuchado la primera interpretación del "Himno a la Virgen de la Fuensanta," de cuya letra también es autor. En su honor, el Ayuntamiento capitalino erigió un busto en el Jardín de Floridablanca. El Ayuntamiento de su villa natal, Alcantarilla, también le homenajearía dedicándole la calle y plaza que hoy día llevan su nombre, recinto ornado por una estatua del poeta, obra del escultor José Planes.
Política
Como Concejal del Ayuntamiento murciano de 1920 a 1923, Jara Carrillo se esforzaría por potenciar la belleza de la ciudad, a la cual amaba especialmente.
PEDRO JARA CARRILLO - EL ESCRITOR Y SU OBRA
Por Manuel Llanos de los Reyes-García
El periódico El Diario de Murcia no tarda en abrirle sus páginas, y en su «Sección amena» vio Pedro Jara Carrillo publicada su primera poesía, en la navidad de 1894. Como fácilmente observará el lector, su título «Alegrías» y su contenido, resultaban muy apropiados para la singular fecha en que apareció.
Alegrías
¿Qué le sucede al mundo
en este día
que todo manifiesta
santa alegría?
Todo parece
encantos celestiales
vertiendo alegre.
En la aldea, en los valles
y por do quiera
- nuestra vista fijamos,
cantos se elevan;
y hasta la luna
- su luz de plata vierte
más clara y pura.
El pastor que en el monte
las yerbas muestra
a las mansas ovejas canta y no cesa;
y en los talleres
y en los campos y vegas -
todo esta alegre.
El labrador que cesa
en su trabajo y al establo se vuelve -
con su ganado también entona
cánticos que a regiones
puras remonta.
Sólo un ser desgraciado
hay entre tantos
y su funesta suerte
muestra en su canto
el pavo triste
muere cuando en el mundo
todo sonríe.
El recuerdo de un amor juvenil y su dramático final, acompañó durante el resto de su vida a Jara Carrillo, y debió ser causa determinante de su continuada soltería. El poeta lo expresaría, además de en su libro Siemprevivas, en buen número de composiciones posteriores . Baste citar aquí algunas como «La carcoma» (de su libro- Relámpagos), la popular «Palomicas blancas» (de Gérmenes), y «Mi novia muerta» (de Besos del sol).
Yo soñé con el mañana
y a él aceleré mis pasos
y he visto que aquel deseo
me aproximó al camposanto.
Yo anhelé tener amores
por deleitarme en sus brazos
abrasarme entre sus labios...
¡ay! pero también he visto
que huye el amor al tocarlo.
Yo quise tocar la gloria
y cuando la vi a mi lado,
he visto que no merece
hacer el alma pedazos
para tener por corona
el instante de un aplauso.
Y ahora si el sol me ofrecieran
de diamantes tachonado
acaso lo despreciara
por temor de que al tocarlo
y ver cumplido el deseo
lo arrojara de mis manos
dejando al mundo en tinieblas
por un capricho logrado.
Quiero vivir de esperanzas
más bien que sucumbir harto:
quiero vivir de ilusiones
para morir deseando»
En 1897, colabora Jara en Las Provincias de Levante, diario de la noche, en una sección titulada «Cantares», que recogía breves poemas de poetas españoles como Salvador Rueda, Echegaray, Núñez de Arce, y, entre los murcianos, de José Selgas, Vicente Medina, Carlos Cano y otros. Sus primeros versos en esta publicación aparecen el 28 de julio de ese año:
Cantares
Como el mar es el pesar
con que voy luchando a solas,
y en mi incierto navegar,
mi vida es como las olas;
como las olas del mar.
-
Corre el arroyo hacia el río
y llega a encontrarle al fin;
y yo te busco, te encuentro,
pero nunca llego a ti.
-
Déjame contar, bien mío,
mis penas junto a tu boca,
y así saldrán de un infierno
para entrar en una gloria.
Por lo general, no dedicaba más allá de media hora para su elaboración; el tiempo empleado en tomar café, después de cenar, en la redacción del periódico. Muchas veces, incluso en plena tertulia con redactores y amigos, con los que comentaba las estrofas
que iban saliendo de su pluma. He aquí un ejemplo, en el que se queja, con buen humor, del barullo de las conversaciones de sus compañeros:
Que no puede ser. ..
Es imposible, no puedo,
me quedo sin escribir
como esto llegue a seguir:
¡ya lo creo que me quedo!
Porque ya esta redacción
es una jaula de locos
y somos a escribir pocos,
muchos de conversación.
Lo menos cuarenta veces
me han hecho ya equivocarme.
¿Queréis callar y dejarme
de discutir pequeñeces?
Que la muchacha ce o be
tiene la nariz torcida
o si está comprometida
o tiene pequeño el pie;
que si el ministro fulano
es una calamidad
o si está la sociedad
dejada de nuestra mano,
que si subiera Silvela
o si bajara Sagasta...
y en fin, que ya se me gasta
mi paciencia y se rebela.
Calma, señores, un poco
de más consideración;
parad la conversación
que váis a volverme loco.
Ya he puesto con hache echar
y he puesto hallar con y griega
y he puesto con jota pega
y he puesto con hache amar...
Pero, nada, el gallinero
poco a poco se alborota
y cada cual da una nota
más alta que el compañero.
Y yo que ya estoy nervioso
y soy la paciencia suma,
he hecho trizas ya la pluma
por no dejarme en reposo.
Mas ya de paciencia falto
¡y vive Dios que es paciencia!
estoy por tirar por alto
la tinta a la concurrencia,
o de comenzar a tiros
muy pronto a diestro y siniestro,
porque me quita el estro.
las voces de esos vampiros.
Pero nada, en absoluto,
no puedo seguir pensando
y tengo que ir ahuecando
por no decir a alguien bruto.
Y me voy con mi sentir
de no armar una camorra:
porque estoy borra que borra
y ya no puedo escribir' .
A Salvador Rueda
Son tus versos cascada luminosa
que el manantial fecundo de tu pecho
va deslizando por florido lecho,
como arroyo de luz, de rosa en rosa.
Es tu estrofa brillante y cadencíosa
trenza de plata, por su cauce estrecho
de diamante y zafir salta deshecho
un diluviar de pedrería hermosa.
Como notas en flores engarzadas..
brotando van estrellas matizadas
en alegre cantar dulce y sonoro;
y es tu aliento la brisa en que se mecen
los cálices bruñidos, que parecen
perlas temblando en campanillas de oro,
Hímno a Murcia
Murcía, la patría bella,
de la Huerta sultana;
novía, nea y lozana
siempre llena de azahar,
De tu cieló esplendente,
el dosel se despliega,
desde el mar a la vega,
desde la vega al mar,
Reina dé las matronas,
demuestras la hídalguía
de tu blasón,
Pues llevas en tu escudo
entre síete coronas
un corazón.
Desde tu torre cristiana
que baña su cruz de oro
en la luz de la mañana,
parece el sol un rey moro
que requíebra a su sultana.
Y entre una senda de flores
que va tejiendo el estío,
murmurando sus amores
perezoso cruza el río.
Cuna florida del sol
joya del puéblo español
Vega divino tesoro,
entre tus verdes maizales
vibra como arpa de oro
el manto de tus trigales.
En tus naranjos se llena
un incensario de azahar
para la Virgen morena
que hizo en la sierra su altar.
Parranda soñadora
siempre henchida de gozo
copla madrugadora
que suena retadora
en los celos del mozo.
Oyendo la armonía
que tu guitarra guarda
toda la vida mía
a la sombra estaría
de tu torre gallarda.
De tu torre gigante
que a los cielos se asoma
y en un tapiz fragante
duerme como paloma.
¡Murcia! joya del rico
suelo español,
soñado paraiso,
cuna del sol.
Murcia, la patria bella
de la Huerta sultana
novia, rica y lozana
siempre llena de azahar.
Rico tesoro, bella ciudad,
sagrario de la santa fecundidad.
Versos para Caramelos
A las sevillanas.
De Murcia viene a Sevilla
este humilde cararnelo,
dame tu boca, chiquilla,
y así podré con Zorrilla
exclamar: ¡De Murcia al cielo!
Por las que en tantos primores
bordan a mi Dolorosa
el manto con mil amores,
yo me deshago en dulzores
en sus boquitas de rosa.
Soy la pastilla murciana
que la pasión triste evoca,
y vengo a Sevilla ufana
para morir en la boca
de una hermosa sevillana.
(Abril, 1927)
«La carcoma»
Todas las noches oigo ese ruido
monótono y tenaz de la maldita:
es la carcoma que en el marco habita
de un fiel retrato de mi amor perdido.
De la madera el polvo desprendido
el aire en torno de la estancia agita,
y la imagen, borrosa ya, gravita
entre aquel esqueleto carcomido...
Dentro del pecho con igual faena,
devora la carcoma de una pena
un muerto corazón sin paz ni calma.
Como el marco caerá también deshecho,
pero aunque en polvo me convierta el pecho
no borrará su imagen de mi alma.»
«Poema de la noche»
Mis cantos son más tristes
que los demás; por eso
cuando la noche llega,
el alma vierte en ellos
como las sombras, luto,
como la flor, veneno.
En una noche hermosa sentí latir la llama
de la pasión más pura, de aquel amor eterno;
en una noche hermosa soñé las ilusiones
risueñas de mi alma que para siempre han muerto. ..
Tuvieron poca vida
duraron poco tiempo...
Y en una noche triste callaron para siempre
sus labios, y sus ojos nublaron los destellos;
aquellos ojos grandes,
aquellos ojos negros
del alma de mi alma
que yo canté en mis versos...
En una noche triste metieron a mi vida
en una caja estrecha para llevarla lejos. ..
Por eso me convidan las noches, y me paso
las horas reclinado sobre el dintel estrecho
de mi ventana oscura... Allí miro la sombra
y allí miro los cielos;
porque en los cielos vive
el ángel de mis sueños.
Pregunto a alguna estrella; pregunto, pero entonces
parece que se burla de mi anhelante empeño,
huyendo de mi vista en desigual carrera
para que yo no pueda saber lo que pretendo:
¡saber dónde está el alma
de la que ya no espero!
El estudiante de Salamanca
No se lo que sentí, dolor o rabia,
soberbia o humildad, valor o duda;
la oración de los muertos en mi mente
o la infam, e blasfemia entre mis labios...
Corrí> corrí... como se corre en sueños:
huyendo de los monstruos, y los monstruos
descargando sus mazas en mis síenes;
descendiendo al abismo, y el abismo
sin mostrarme su fin; siempre bajando
y siempre más camino por delante...
Esa es la vida... Los abismos crecen
y las ansias también; siempre en espera
y cuando el fondo al fin hemos tocado,
cuatro palmos de fierra recorrímos
que sirven de descanso en la partida.
Esa es la fosa; donde para todo:
los sueños de la gloria tan sublimes
que no pudieran encerrar los mundos,
un pufiado de tierra los envuelve,..
De aquel tosco vellón sucio y mezquino
que pródigo brindó la oveja ociosa,
supo sacar la rueca laboriosa
el sayal del errante peregrino,
el rico manto pudoroso y fino
que cubre el rostro de la casta esposa,
la clámide pagana de la diosa
el niveo paño del altar divino,
Laboremos así; como la rueca
que en regio manto el tosco vellón trueca,
preste la mano a la labor aliento,
y así troquemos a la luz del día
la tierra en fruto, el aire en melodía,
la espiga en pan y en oro el pensamíento.
Es el soneto la gentil y alada
nave que surca el mar de la poesía;
es el poeta timónel qúe guía,
es la palabra estela plateada,
A las cuerdas del verso aprisionada
la vela de la estrofa se deslía,
y es el cierzo del alma, hecho armonía,
el que empuja la quilla acompasada.
Van los catorce remos de la nave
con el augusto aletear suave
que se desgrana en perlas con el viento;
y al perderse la rítmica velera,
muestra el palo mayor, como bandera,
el regio pabellón del pensamiento.
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