Enrique Sánchez Campos
Nace en Melilla. Desde los cuatro años de edad vive en Córdoba. Cursó estudios de primera y segunda enseñanza. Diplomado en enfermería por la Universidad de Córdoba. Es funcionario, actividad que compagina con la atención de una pequeña consulta de enfermería y la docencia, escribe poesía y narrativa desde niño. Cree en la palabra como vehículo de entendimiento entre culturas.
Fundador de la Asociación Nueva Poesía de Córdoba. Ha publicado sus poemas en las revistas San Rafael Arcángel, La Vera Cruz, Escala Romera, Poesía en los Patios, Nueva Poesía de Córdoba; y en los libros 3º Premio Literario 2008 Córdoba Patrimonio de la Humanidad (donde su trabajo quedó entre los finalistas), y Poemas Mundanos a los Vinos de Córoba. Escribe en el suplemento cultural del periódico El Telegrama de Melilla. Coordinador de los ciclos de lectura poética celebrados en el Restaurante Sito, Asociación Cultural Virgen de Linares, El Rincón de los Artistas, de la Taberna de la Fuenseca, Dia del Vecino que organiza la Asociación de Vecinos Noroeste Sagrada Familia; y participante en diversos ciclos de lectura en los Patios de Mayo, el Jardín Motánico, Puente Romano (tras las obras de restauración llevadas a cabo, en su inauguración), Foro Cultural Puente de Encuentro, y otros entre los que cabe destacar los organizados en Córdoba bajo el título de Cosmopoética. Comparte experiencias para hacer una poesía más cercana a todos. Acude a charlas, talleres y otros actos relacionados con el noble arte de las letras.
Ha publicado los libros "Antes de que el eco se lleve las palabras", 2010, Tratado de la nostalgia y otros estados del ánimo, Córdoba es Poesía y Toro lorquiano.
CHIRÁN, VIENTO DIVINO
¡Chirán!, recorre el samurái las avenidas de cerezos,
viento divino besa linternas de piedra y lámparas votivas,
mil treinta y seis espíritus estoicos que retan a la vida
mientras buscan la paz, rompe sus almas grave peso.
Doscientos cincuenta kilogramos la carga de la muerte,
¡fiel copiloto!; las hélices en marcha…la hora del adiós.
Vendré mañana a verte, amada mía, ¡cómo siempre!
Pase lo que pase, a las siete de la tarde, entona la canción.
Cayó el orgullo antiguo, sin ser vencido aceptaré lo nuevo,
un paraíso kamicaze tiene el destino reservado para mí
desde la perspectiva lumínica que lucen las luciérnagas.
Mil treinta y seis espíritus quieren depositar su luz en ti,
la paz con que la muerte honrosa te entrega en ese beso,
canción de amores imposibles, unidos por la herida de la daga.
MAREA
Bajo la trémula mirada de un olivo,
la tarde, ya rendida y sosegada;
sentado de inquietud en aquel banco
que era el borde de un abismo,
me encontró la mirada de Dios.
Así me hallaba yo, con mis pesares
a cuestas y en brazos de mi soledad;
el escenario idóneo, mi vida expuesta
en lírica poesía, cual obra de teatro.
Atona música es acompañamiento:
ondas suaves, vaivenes mecedores
y murmurar del mar en dulce musitar
que a confesarme a ti, musa del silencio,
Entre breves soplidos la brisa me incita.
veladamente cayó sobre mis espaldas
La sombra amarga de la tarde que se iba,
morfología de una pesada cruz,
dos brazos de la oscura noche aparecían
zahiriendo mi alma de reproches,
prolongación de la noche que asomaba
u oscura plegaria que abrazarme quería;
pesada sombra al abismo abocada.
A mí, ya no me pasaba nada más,
¡que ya es bastante!...
La mirada de Dios me protegía
Y a la vez, me reñía musitando el mar,
Que a brava tempestad ascendía,
Mientras la sombra oscura, cruz colosal,
Se sumergía en el profundo abismo
MADRE MAR
Soy el hijo ido que ahora vuelve;
el hijo pródigo que en la lejanía
aprendió a soñar tus caricias;
¡madre mar!, te he soñado
travesía de un desierto desolado,
espejismo que la imagen devuelve;
duna errante que me pierde,
soledad y arena que me queman.
Mas, cuando tu apareces...
la soledad es playa, fresca arena;
la duna, isla de paz acogedora...
y tú, madre mar, bello abrazo,
brisa fresca que peina las olas,
haces música al soplar caracolas...
me bañas de sal y de rayos solados
que curten mi piel y la doran,
y me besas con ondas marinas,
arrullando mis sueños tus olas
de perlada sal y de blanca espuma,
y en amor y silencio me acunas
HASTA CUÁNDO
Hasta cuándo he de repetirte
que la soledad es mi compañera de toda la vida.
Que desde el día en que nací soy triste.
Que no elegí el canal del parto ni otra salida.
Que ya que estoy aquí –no sé por qué- quiero vivir.
Que no es fácil estar conmigo o hacerme compañía.
Que el arte de aguantar es saber elegir
y dejar estar, sin dar altibajos, en buena armonía.
Que no quiero imponer ni acepto imposiciones.
Que aunque quiero que estés junto a mí sin condiciones
he dejado las puertas abiertas por si quieres irte.
Hasta cuándo he de repetirte
que la soledad es la compañera que llegó sumisa,
haciendo silencios, a poquito a poco, me quita la vida.
(De Pinceladas con Alma, IX edición de Cosmopoética)
SEPTIEMBRE ES OTOÑO
En los días de septiembre, cuando nos conocimos,
tú eras hoja inmaculada dispuesta para escribir amor.
Porque septiembre es otoño, esa estación en blanco
que espera los sucesos que ni siquiera presentimos.
Había melancolía en las desnudas ramas deshojadas,
porque los árboles mudaban su traje de estaciones,
y en esos giros peligrosos donde la vida acaba,
poco a poco vamos siendo levedad, perdidas ilusiones.
Llegaban noches cada vez más frías y solitarias
y al despertar cada mañana del amoroso sueño,
pájaros emigrados y ensombrecidas luminarias
vagaban tropezando entre dolor y amores ciegos.
Porque septiembre es otoño y tú bien que lo sabes,
están vacíos los nidos, vacías las estancias del amor,
y aquel viejo poemario con que iniciamos el viaje
ya sólo es hoja caduca y fría, volandera al dolor.
(De Pinceladas con Alma, IX edición de Cosmopoética)
YO NO SÉ SI ES FINGIDO
¿Qué será lo que tienen tus ojos airados
que miran a otro lado cuando yo los miro?
…Y ¿por qué cuando busco ponerme a tu lado,
tú, con andar sigiloso, cambias de camino?
Yo no sé si es fingido o me lo parece,
y quisiera que hablaras conmigo como hablas con otros;
sin dejar de reír, sin dejar sobre mí tus silencios angostos;
leyendo en mis labios las frases que callé tantas veces.
Ahora te aproximas, cuando me has quitado
las ganas de ti, de hacerte más que amiga;
de que veas en mí esa soledad que tú me has dejado.
Me sería y es indiferente que ahora vengas y digas
que pasan los días, hay malentendidos, tiempos olvidados…
Porque los olvidos, las indiferencias, nos quiebran la vida.
(De Álbum de otoño, inédito)
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