VALENTÍN AMARO
Nació en La Piragua, Gaspar Hernández, provincia Espaillat, República Dominicana (1969). Segundo Lugar en el XIX Concurso Nacional de Cuentos de Radio Santa María, Primer y Segundo Lugar en Poesía en el 4to. Certamen Literario de la Universidad Iberoamericana, Premio Jaycees´72 en el 2008. Posee una Maestría en Gestión y Educación Universitaria por la Universidad Católica Santo Domingo. Poemas suyos aparecen en diarios y revistas de su país y el extranjero. Desde el año 2000 pertenezce al Taller Literario César Vallejo de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Es miembro del Ateneo Insular que dirige Bruno Rosario Candelier. Tiene publicado:"En el temblor de las visiones" por la Editora Nacional y Ediciones Ángeles de Fierro, también publicado por Obsidiana Press de West Virginia. En la actualidad se desempeña como Director General del Libro y la Lectura en el Ministerio de Cultura y como profesor de Lengua y Literatura en la Universidad Iberoamericana. (UNIBE)
HOMBRE DANZANDO EN LO OSCURO
A Yeyé Concepción
en la hermandad de la poesía
Hay un hombre danzando en lo oscuro
mudo, en los ojos del delirio
Nada sabe de su azar
ni de los pequeños dioses
que vigilan su otoño
Hay un hombre danzando en lo oscuro
perdido, tropezando a cada paso
en cada burdo intento
de su drama interminable
Danza y danza
él es la oscuridad
él tiene nombre de sombra y pesar
él es un golpe de dados
Hay un hombre danzando en lo oscuro
abrazado a su soledad
al tedio
a la errancia
y a los sueños fragmentados
GRISES
Beso de luna.
Fría la noche
y ensartados en su urdimbre
los tristes hombrecillos
se levantan
A dura voz
uno a uno preguntan
el porque de su caída
Nadie les ha dicho
que son polvo y olvido
tránsito y quimera
sombra y nostalgia
y tristes partos
de un raro dios
sin nombre
DESTIERRO
A Franklin Mieses Burgos
In memorian
Desplomándose
un ángel
El mar
vidente errante
presagia los tiempos
De la sal alguien en la fría vorágine
en la incertidumbre de las lilas
eleva cantos tristes
Huir quiere
pero golpea su miedo el arrecife
un coral sus duras trenzas
El ángel se duerme
se sabe solo, vacío, derrotado, perdido
Y allá, indiferente
alguien sigue cantado coros tristes…
GRITO DEL AEDA
“ Preguntas y sólo responde tu casa,
el leve apogeo de tu sangre...”
Ana Enriqueta Terán
Una soledad de humo y tiempo
un mutismo de horas infinitas
Y otra vez
un aeda desvistiéndose de sus máscaras
lengua de polvo de un vidente errante
en el siniestro exilio de su canto primero
Pero aún,
en la garganta cansada
el grito ardiente de sus voces
las palabras pendientes
reclamando el rezo y el canto
Otra vez
el sonámbulo andar de la parda agonía
de saberse vivo
con el mensaje a cuestas
y la prisa de las horas
insistentes, oblicuas
c
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y
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NOCHE DISPERSA
Ancha, apretada la madeja
la hormiga se pierde
grita sin comprender su misterio
su cara de sol en la moneda
Del otro lado
unos sueños abismándose
en la noche del frío asfalto
y en las visiones mojadas de alcohol
Sedientas aletean sus ansias
las moscas de harapos
a lo lejos, un gato maúlla
La noche
es dispersa en su humus
en la ansiedad de su azar
y en su vapor
de sangre
azufre
y muerte
INSOMNIO DE ESCRIBA
A José Mármol
Frío y esquelético
con ojos de botella irredenta
de la noche un hombre traspasa
el umbral
poniendo su voz de nadie en mi hombro
Doblega el sueño
se inclina, escribe algo en el suelo
seca impurezas de su cara
tose, eructa, bosteza
un pavor de años le aturde
Afuera,
un sórdido roncar de sapos en la niebla
otro, de cerca, abraza sus tinieblas
grita su vacío
lerdo, insomne, casi muerto
Y así
la noche
—diosa indoblegable y burlona—
le pierde en sus fauces
de tedio
espanto
y miedo
EN MIS SUEÑOS
En mis sueños,
deslumbrada y agónica
esta ciudad eterna
me nombra
Una vieja bandera
danza en lo alto de la plaza
una multitud en el grito
se derrama en mi cuerpo
Insomne
vacilo en las llagas de su cintura
desdoblado en mis papiros
de escriba rebelde
y en este andar a tientas,
quién soy sino un vidente
invadido de alas verdes,
cuerpo atrapado de un fantasma
y un bufón olvidado
en el tedio del azar
MEDIANOCHE Y DESTIERRO
“Todavía me duelen
las manos que me faltan”
Olga Orozco
Se mete la noche en mi boca
en mis manos un torvo tiempo
andar de lodo y cieno
en iras cargadas de horas
Y otra vez,
mi agónico grito de cantor
vidente a tientas en el tedio de las manos
vieja iglesia plena de sombras
Aterrado
me vuelco en queja lenta
y celebra mi destierro
un cielo indiferente
Densas hojas negras
caen de mi árbol
y me anula en sus corazas
la noche
EL POETA
Gris y descalzo
el poeta arma su hendidura
se busca en su infancia
—patria de la que nunca ha logrado escapar—
disperso en imágenes
y disgregado
en el tedio de las horas
OTRA VEZ DE AUSENCIAS
otra vez de ausencias
me puebla el silencio
en mi inconmensurable pequeñez
de hombre y renacuajo
No sé,
sufro la extraña manía
de renunciar siempre a todo
fatigado de estos pies
de estos ojos
y estas manos
que esgrimen mis versos
como me esgrime la noche
II
¿Y qué si en mi turno
de dios pardo y cansado
prefiero todavía
la danza bajo la lluvia
el sortilegio de los viernes santos
hablar con las estatuas
lanzarme de espaldas tres veces al mar
y desnudarme en los corredores
de esta casa viva y vacía?
SANGRE ANCESTRAL
La mano incansable recordándote
el gesto incorregible de mis labios
esta sangre ancestral y salvaje
persiguiéndome
y en el temblor de estas cosas que escribo
¿Para quién, para qué?
¿Qué frío escarabajo cargado de ojos y mañas
se esconde en las grietas de mi mundo?
DELIRANDO
Un hombre
—molesta náusea de siempre—
viejo sombrero olvidado
caja abandonada y vacía
mueca de un payaso jubilado
Asilado porque sí
muerde su lengua
gruñe solo
estalla en cada oquedad perdida
Grita su oscuridad
embiste las frías paredes
Se cae
cree levantarse
y no puede
Se sabe perdido
no responden sus dioses de la tierra
los jerarcas de su insomnio
delira, agoniza, muere
Afuera hay fiesta alborotada
y cantan los gallos…
DESDE ESTA MI CARNE
Desde esta mi carne
ensimismada torre
regio habitáculo de asfalto
reclamo en las horas del ímpetu
del mar de mi infancia la ingrávida sal
el lívido rostro de mi padre en los días de escasez
los labios resecos de mi madre hartos de la espera
y la cruz de ceniza en los días de cuaresma
Reclamo el espanto de las noches de octubre
el retozo de los cocuyos
Isabel volando entre los árboles
la inocencia en la risa de los carboneros
largo y lánguido como un pájaro muriéndose el río Joba
los sueños de mi hermano Luis Amaro vestido de bombero
la parda vida de los pescadores de la Ermita
los ojos café de Gele Gil
las veladas a Santo Domingo
los rezos largos de mi abuelo
y las tardes frías de diciembre
Reclamo las horas de hastío
cuando el mundo en Cruz de Gen era mi casa
y era un juego la vida
con sus misterios y su invasión de alas verdes
y la poesía un turbio temblor de luciérnagas
cuando la eternidad descendía pavorosa hasta mí
y supe interrogar mis sombras, mis miedos
en los rumores de la noche
También supe de las máscaras del hombre
viendo mi abuelo danzar ante su muerte
cuando su oscura saliva pobló su camisa
y en su partida ángeles descendían
en el iris de su azul
y hubo relámpagos y tambores presintiendo algo
lo vi en mis diminutos abriles
en mi leve carga primigenia y angosta
Y hoy solo
en esta ciudad parda y gris
que se abisma en su miedo y su historia
reclamo a dura voz
tantos sueños idos
tantas nostalgias ateridas
tanto andar de polvo y tiempo
Hoy, justo hoy
en los restos del grito y la sangre
en mi turno de vidente saliendo de la noche
escuchando mis pasos en el polvo
lo reclamo todo
desde estas ruinas de un d´Bari
que calla secretos
y que espera
la innombrable noche
EN EL TEMBLOR DE LAS VISIONES
“Tendré un nuevo ser
un ritmo cenital que me hace
libre de todos los augurios de la tierra”
Francisco Matos Paoli
Danzando en derredor
el hombre, preciso corta el trigo
sin parar, jadeando
como quien se muere
amando sudoroso a una mujer negra
extrañamente negra
eternamente negra
Habla en lenguas, gime
y es su gemido el desgarre
de un dolor de años, de siglos
Busca los dioses de su mundo
de su atragantado mundo
de su vulnerable mundo
pero es tarde, nadie le escucha
nadie sabe de su luna colgando en su infancia
nadie sabe de los espectros girando en torno suyo
nadie ha esgrimido su espada en el hambre siniestra
nadie le ha visto caminando
en las paredes desnudas de su casa
ni cuando en su extrema paranoia araba su invierno
y en los ojos de sapo triste
volvía a su niñez agreste y cansada
hablando con sus muertos
y cruzaba la pradera
donde cada noche Isabel salía
con su falda negra y le cubría el rostro
y luego volaba hasta desaparecer
entre los árboles
dejándolo inerte, moribundo
hasta que un temblor de visiones
le despertaba y volvía a su casa
y cantaba hasta amanecer
llorando, volviendo a la vida
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