martes, 28 de abril de 2015

MARIA ANTÒNIA SALVÀ [15.787]



MARIA ANTÒNIA SALVÀ

Maria Antònia Salvà (Palma de Mallorca, 1869 - Llucmajor, 1958) 

Es la primera poeta moderna en catalán. Formada en el ambiente culto de la "Renaixença" mallorquina, se dio a conocer en la última década del siglo XIX, bajo la maestría de Miquel Costa i Llobera. En un primer momento, su obra se insiere en la temática rural de la denominada "Escola mallorquina", con poemas emblemáticos sobre la casa solariega de la Llapassa (Llucmajor), sobre las labores y la gente del campo que tienen como trasfondo las canciones y las coblas populares, muy vivas en la Mallorca de su tiempo y expresión de un mundo rural ancestral. 

Muy pronto, contacta con la generación de poetas más jóvenes como el mallorquín Miquel Ferrà o Josep Carner que la da a conocer en Barcelona, especialmente, con la traducción de Mireia (1917) de Frederic Mistral. 

De su obra destacan los poemarios Espigues en flor (1926), El retorn (1934), y Lluneta del Pagès (1952). Su voz, basada en la contemplación de la naturaleza, se esencializa, pasa de la descripción a una interiorización bella y subtil, capaz de evocar varios estados de ánimo, y la propia subjetividad. 

También destaca como traductora y en el cultivo de la prosa. Entre los autores traducidos, se encuentran Alexandre Manzoni, Giovanni Pascoli o Francis Jammes. En relación a la prosa, cabe citar Viatge a Orient (1907), no publicado hasta el año 1998 y, sobre todo, los textos reunidos en Entre el record i l'enyorança (1955). 

Como ha ocurrido en otras escritoras históricas, la obra de Maria-Anrònia Salvà ha tenido que superar los prejuicios que socialmente han situado la literatura escrita para mujeres en un segundo nivel. Sin embargo, en la actualidad es considerada un clásico moderno. 



UNA ROSA

Sant Jordi, Santa día
del pasado y el porvenir,
Fe y Patria nostrada
de mi corazón haces sobresalir.
Oh la hermosa madrugada!
Qué joya de recoger
una rosa perladas,
una rosa a medio abrir!




UNA ROSA

Sant Jordi, santa diada
del passat i l'avenir,
Fe i Pàtria nostrada
del meu cor fas sobreixir.
Oh la bella matinada!
Quina joia de collir
una rosa perlejada,
una rosa a mig obrir!





Gerdor hivernenca

Aigua fina, gotellina,
tany de murtra, nova rel.

Cau, pausada, l'aubaïna
que ha pintat un arc - en cel.

La toronja mandarina
guaita, fresca com el gel.

Cau, pausada, l'aubaïna,
la vedella fa bruel.

Rosa vera, blat que brina,
pluja fina, cel fidel.



Maria Antònia Salvà, la raíz de las palabras

En un poema magnífico, digno de figurar en cualquier antología de la poesía catalana -cualquiera de esas antologías que, a partir de cierto momento, han ignorado su obra de forma casi sistemática-, Maria Antònia Salvà evoca la feroz e inesperada capacidad de supervivencia de un cactus. Como suele pasar con muchos de sus poemas, detrás de la descripción de una escena de la vida campesina o del su paisaje apunta, tal como decía Llompart, "un imperceptible sentido simbólico, libre y apenas insinuado". No puedo leer, pues, los diez versos que forman la composición mencionada sin que su sentido simbólico se me manifieste con fuerza y, quizás yendo mucho más allá de las intenciones conscientes de la poetisa mallorquina, se me conviertan en una especie de alegoría de la mujer escritora, aquella que Tillie Olsen, en un libro memorable, bautizó como "superviviente". Y en el caso de la autora que nos ocupa, osaría decir que es doblemente superviviente. Por una parte, por el simple hecho de haber cogido la pluma, alzándose contra el silencio secularmente asignado al sexo femenino. Con lo que eso tenía de "monstruoso", es decir, de susceptible de ser mostrado por su excepcionalidad o rareza. Como el cactus, planta de desierto, "reptil monstruoso de piel marchada de entraña viscosa", adaptado a un entorno hostil y que "se bebe la solana" en un rincón hasta que "su malicia revelada, / retorciéndose, resquebrajó el tiesto". En segundo lugar, Maria Antònia Salvà puede ser considerada una superviviente porque, a pesar de la tradicional dificultad de transmisión de la inmensa mayoría de las obras femeninas, con cierto esfuerzo, husmeando por las librerías de viejo, las lectoras y los lectores potenciales que se interesen y tengan suficiente tenacidad pueden llegar hasta su obra; y si el gusto por la poesía no se les ha embotado, descubrirán un buen puñado de poemas que merecen ser rescatados de ese semiolvido condescendiente donde parece confinada. Por eso también su suerte se parece a la del cactus del poema, que, habiendo sido lanzado desde una pared de piedra seca, "más allá del huerto, donde se pierde éste", es capaz de abrirse paso "entre las piedras duras / hurgando por las grietas y fisuras" y, encarnizadamente, sobrevivir.

He dicho superviviente y, de forma bien significativa, este mismo calificativo, en inglés, Survivors, es el que Sam Abrams escogió como título de su antología bilingüe de poetisas catalanas editada por el Instituto Norteamericano no hace muchos años. Maria Antònia Salvà no sólo es una de las antologadas sino que encabeza la selección. Porque, de hecho, nos encontramos delante de la primera poetisa importante de la historia de la poesía catalana. Antes de ella, y en catalán, apenas habían encontrado expresión poética la experiencia femenina del mundo y de las cosas, el peculiar punto de vista que confiere, cuando menos, una inserción diferente en la realidad y en la historia, la vivencia transformada en ritmo y en sentido por las palabras de una mujer. Ciertamente, sería del todo injusto olvidar otras aportaciones anteriores: las escasas muestras de poesía medieval anónimas o con nombre conocido -de Constança de Mallorca a Tecla de Borja-; la indiscutible pero difícilmente distinguible aportación femenina a la poesía popular, y, más adelante, las mujeres que participan con sus versos en los Jocs Florals y en la Renaixença.

Así, ya en el siglo XIX, el calificativo de pionera convendría sin duda a Josepa Massanès (Tarragona 1811 - Barcelona 1887), sin olvidar toda una serie de nombres de menos relieve, como el de Emília Sureda, poetisa y amiga íntima de Salvà, fallecida prematuramente en 1904, o nombres fundamentales pero que han brillado con más fuerza en otras generaciones, como es el caso de Dolors Monserdà. Pero si, como he dicho, sería injusto olvidar todos estos precedentes, también lo sería obviar el salto cualitativo que significa la publicación en 1910 de Poesies, el primer libro de Maria Antònia Salvà. Y vale decir que esta importancia literaria pronto fue reconocida y destacada por escritores y críticos tan exigentes como Riba y Folguera, que no le regatearon elogios y, sobre todo, por Carner, que prologó su segundo libro, Espigues en flor [Espigas en flor](1926), y que en 1957 publicó una extensa antología, precedida de un interesante, y ferviente, estudio crítico. Después, con notables excepciones, se la ha minusvalorado, se la ha visto como un apéndice inesencial de la Escuela Mallorquina. Y a esta subestimación le ha seguido el desconocimiento. A los autores que, como Riba o Carner, creían en el eterno femenino y en una especificidad de la poesía de mujer y daban un alto valor, en estos términos quizás ahora cuestionables, a las aportaciones de sus colegas o predecesoras, les ha seguido una visión dominante que, tras la negación implícita o explícita de la sexuación de las obras literarias, so capa de una supuesta neutralidad del texto, nos ofrece una panorámica de la poesía catalana absolutamente androcéntrica. Estas premisas latentes abocan a un callejón sin salida: en la medida en que no representan una diferencia, las poetisas son prescindibles. Si representan una diferencia, ésta, a la corta o a la larga, se les vuelve en contra y las inferioriza ...

Creo que toda mujer escritora, hasta hoy día, tiene que estudiarse y entenderse, paralelamente, de dos maneras: por una parte, en relación con el conjunto de la tradición literaria y de la obra de los escritores y escritoras que le son contemporáneos. De la otra, en el contexto de una genealogía femenina de la literatura que, hay que decirlo, justo ahora hemos empezado a esbozar. Seguramente su valor, más allá del canon sexista, tiene que surgir de la intersección de estos dos campos. El homenaje que las poetisas catalanas actuales, a través del acto organizado por el PEN Club, ofreceremos mañana a Maria Antònia Salvà, hay que entenderlo en este sentido: reivindicarla como uno de los nombres que hay que tener en cuenta en cualquier panorámica global de la poesía catalana; reconocerla como una de nuestras antepasadas más notables y subrayar la continuidad de la presencia de poetas de género femenino -demasiado a menudo infravalorada y reducida a uno o dos nombres de muestra- dentro de nuestro paisaje literario.

Artículo publicado en Avui (30/03/95) Fina Birulés y Heura Marçal, reproducido con autorización



Cel d'horabaixa

Sota el cel d'horabaixa que l'empara 
natura tota se condorm en pau, 
només mon cor és dolçament esclau 
d'un remoreig que no s'apaga encara; 
d'un remoreig que vol tornar cançó 
i és prop i és lluny, i és calma i és passió. 





D'un cactus

Com rèptil monstruós de pell clapada, 
d'entranya llefiscosa, era ajocat 
al seu recó bevent la solellada. 
De sobte, sa malícia desvetllada, 
enrevisclant-se va esquerdar el test. 
Enllà de l'hort, que se'n perdés el quest, 
dalt una paret seca fou llançat, 
i al cap de temps, damunt les pedres dures, 
furgant per les llivanyes i juntures, 
trobí el vell drac encara aferrissat. 





Donzelles de l'any dos mil

Oh vosaltres, pressentides flors d’amor i gentilesa 
que viureu quan mon passatge s’haurà fet esborradís; 
jo us endreç per aleshores, amical, una escomesa 
que s’allunya, de mos versos dins l’esbart voleiadís. 





El pi ver

A la terra dels avis i del pare, 
tota ella amb so de pins murmuriosa, 
joia del cor i de l'esguard delícia, 
s'aixecava un sol pi de pinya vera. 
Alt i esvelt, son vigorós ramatge 
el fruit color d'aram tot just traïa, 
massís, ferreny com un puny clos d'atleta, 
a nostra mà d'infants inabastable. 
Amb sos enginys En Miquel Pou l'havia. 
El garriguer colrat, fill de la brosta, 
abocava el sarró de pell de cabra 
i queia en nostres mans la bella pinya. 
Quin goig en treure el pa! Car ella en rebre 
l'hàlit del forn, a poc a poc, flairosa 
de la reïna pròdiga es badava, 
i ens lliurava el tresor que tant delíem: 
aquells pinyons granats de closca dura 
i satinós bessó, que en masticar-lo 
ens deixava les boques untoses. 
Prou el pi ver les tales respectaren; 
cap destralada no l'atuiria: 
una ventada abraonant-lo amb fúria 
al pedregam el va ajupir de testa. 
I àdhuc tot ajupit i en sa vellura, 
un fruit migrat adés i ara ens dóna. 





Ensaïmada

A Josep Carner 

Un mallorquí del pla, veient la lluna 
—esblanqueïda de mirar les tofes 
dels ametllers florits—, se n'ullprenia, 
i en veure-la tan blanca i tan rodona, 
volgué provar de treure'n una imatge. 
El pobre s'afanyava nit i dia 
barrejant la farina, els ous, el sucre 
i la mantega flonja. No arribava 
a atènyer l'ideal; però seguia 
maldant, i aquella gent que mai va veure 
el món per un forat, meravellada 
i enllepolida ensems, l'alçava mestre: 
Mestre en el gai saber de llepolia. 
Oh, tu, Poeta que has gustat tan d'hora 
les menges tropicals, la xocolata 
de Torí, tan famosa, i la delícia 
de les llemineries catalanes, 
vulguis, benèvol, acceptar la Roda 
de la Fortuna, en forma d'ensaïmada: 
d'una ensaïmada humil, ben mallorquina. 
Això calia: humilitat, dolcesa; 
i els angelics suaus s'han deixat tondre 
les rosses cabelleres per facir-la. 




Del camí

A l'exida del vilatge
anguileja el vell camí
blanquinós de polseguera
com una faixa de lli.
Dels romeguers de sa vora
penja sovint qualque bri,
dels carros de garbejada
que en passen cada matí.
dins la blanca polseguera
oh quin joiell que hi trobí!
dins la blanca polseguera
del giravol del molí.
Què és l'or de l'argenteria,
ni la perla, ni el robí,
comparats amb la petjada
d'aquell peuet infantí?
Mai per Mai petja l'Arcadia
un peu tan lleuger i fi
com aquell que sa nuesa
semblava quasi diví.
Només de veure sa traça
tot el meu cor s'abellí;
si era àngel o donzella
no us ho sabria ben dir.
Jo seguia aquella petja
flor de nard i gessamí
jo seguia aquella petja,
que de sobte s'esvaí.
Potser el vent l'ha robada,
gelòs, dins un terbolí!
-bella amor inconeguda,
que Déu vos dó bon camí.



El Pla

Camina, que caminaràs...
som al cor de la planura:
no es veu de prop cap altura,
no hi ha res que trenqui el pas.

L'estiu abrusa a l'entorn
les flors i l'herba novella;
fins la lerra se clivella
al bat del sol de migjorn.

les pèrdius corren a esbarts
pels rostos i les garrigues,
fan processons les formigues
i als basols hi van moscards.

I el baf de l'aire calent,
passant damunt les eres,
torra les altes garberes
del blat granat i retent.

les figueres fan camí
belles ombres regalades
i figues-flors clivellades,
per la frescor del camí.

Quan ve que el sol ha balcat,
entra l'embat de marina
tan xalest per qui camina
tot fatigós i suat.




La Petxina

L'amor i son record que de la gent
i del lloc i del temps em feien lliure,
màgicament poblaven el meu viure
amb belles lluïssors d'or i d'argent

Un capaltard vingué desfent miratges,
jo els doní comiat - tot passa i mor -
i fiu engrunes mig a contracor
una petxina de llunyanes platges




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