David Teles Pereira
(Caldas da Rainha, Portugal, 1985). Ha publicado sus poemas en diversas revistas y blogs de Portugal como Índice o Criatura (http://cumcreatura.blogspot.com/), importante magazine literario del que es editor junto al también poeta Diogo Vaz Pinto y Ana M. P. Antunes.
Poetry: Criatura nº4 Dezembro (2009), Biografia (2010), Criatura nº 6 Novembro (2011), Lobos (with Diogo Vaz Pinto and Golgona Anghel) (2013)
ELEGÍA ROSA
Soy hijo de aquellos que lucharon en el día 25 de abril de 1974
para que hoy pueda quedarme en casa, aburrido, escribiendo
sobre aquello que nunca voy a ser.
No soy heroico o tal vez lo sea a mi manera.
Soy tragicómico, tremendamente sensacionalista,
puedo ser comprado en cualquier esquina más o menos oscura
de esta ciudad de vórtices fluorescentes que no me vio nacer.
Soy ideológicamente marxista, aunque nunca haya leído Das Kapital,
a pesar de todos los pantalones que dispongo a cambio de algún cariño
cuesten mucho más que media noche de amor.
No soy como Jano, pero tengo una máscara de múltiples caras,
por la pura diversión de eludir a quien se acuesta a mi lado
ocasionalmente en una cama.
Y a veces todo esto me hace llorar lágrimas tan fáciles
de ostentar como diamantes que brillan sobre el cuello de jóvenes
nunca tan bellas como yo. Pero la belleza es difícil.
Soy como Eco que fue la primera infeliz en sufrir anorexia
por causa de amor.
Safo no tenía razón. Nadie en el futuro ha de pensar en mí.
Soy una manzana madura que cayó lejos del árbol.
Aún así muérdeme.
El único camino para mi corazón comienza en el centro
de mi boca. Y, como es natural, soy sexualmente ambiguo.
Hay demasiados hombres y mujeres sentados a la espera,
sería bueno que uno u otro supiera que tiene las riendas de mi alma.
Soy la parte oscura de mí y es ella la que brilla incomparablemente
más que un día de verano.
La soledad de mi amor es una mecánica erótica
que reproduce en veintinueve espasmos el óbito celestial.
Tengo la espalda arañada y me siento orgulloso.
Yo mismo invertí en esto con mis uñas afiliadas y pintadas de negro.
Soy mi propio Basilisco cuando me miro al espejo,
cuando respiro en el espejo una raya tan natural como
un árbol. Nunca me sentí especial por eso.
Soy la mitad de la granada que Perséfone comió,
o sea, un campo donde sólo nacen flores de pétalos negros.
No busco algo diferente cuando salgo de casa.
Sin embargo, espero que haya alguien capaz de
aliviarme de la enorme tragedia de mi sueño.
Como Alejandro de Macedonia, cometí el error
de contemplar todo mi imperio demasiado cerca.
Se dice de él que sonrió únicamente cuando Aristóteles dejó
de corregirle la postura a caballo.
Aunque yo estoy sonriendo más que Churchill, más que la Monalisa.
Casi tres mil años después
ya nadie puede enseñarme la forma unánime y
democrática de robar la virginidad a adolescentes
que, en el mejor de los casos, se consideran creadores de un
verbo poético capaz de todos los sentidos.
¿Seré el único en pensar que Lautréamont y Sade no escribieron cosas
más interesantes que Perez Hilton?
Soy nuclear, irregular, pornográfico, luminosamente inmoral.
Soy una princesa enfadica, demasiado esquizofrénica
para aparecer en la portadas de las revistas. Pero aparezco en la portada
de revistas y lo hago siempre con tanta mediocridad
que nunca hubo ni habrá alguien igual a mí.
No tengo abuelos egregios. Escribo esta nueva biblia
para góticos, vegetarianos, practicantes de la Cábala
lo hayan o no confesado, modelos esqueléticas,
adoradores de dioses de carne, poetas posmodernos adictos al MD,
actrices lindísimas en rehabilitación,
monjas a punto de asumir la aparición de Jesucristo entre mis piernas.
Yo vi a CSS en el Lux el día 4 de abril de 2007 con los labios pálidos y quietos
como quien pretende dar la imagen de que es
demasiado irreverente para dejarse absorber por la música.
Mi sangre es del color de este poema y este poema no es un ángel neutro.
Nadie me acompañaría a Père Lachaise para depositar
hojas mal olvidadas sobre la tumba del poeta
Guillaume Apollinaire del cual oí decir cosas
mucho más maravillosas de las que él escribió.
Soy el procesador de textos más ilógico de mi generación,
tal vez sea el único que lo haga, pariente pederasta
de todos aquellos que no consiguieron hacer más que adaptar
Portugal al federalismo del consumo literario.
Allí en Lisboa, allí en Lisboa todo lo que hice fue morir.
Nunca se me pasó por la cabeza que esta ciudad, cual sirena,
pudiese convencer a tantos para ahogarse en las profundidades del río.
Hasta yo tengo miedo de hundirme con personas en las calles de Lisboa.
No sé si he de parar en el infierno sólo para beber una cerveza
o quedarme por allí una temporada.
Sólo por vanidad le puse el nombre de Salomé a mi gata
que parió un gato anónimo que nació ya muerto.
No tengo otra ilusión que despertar. A parte de eso,
tengo en mí todos los sueños eróticos de este mundo.
Soy una abeja que devora tu miel en cantidades orgásmicas.
Como los griegos, escribo fragmentos tan insignificantes como:
Huí de ella como un cuco.
Conozco una canción que calma a las aves. Pero no sé
cómo tocarla. No importa, soy demasiado revolucionario
y agitador para preocuparme por eso.
Soy moderno y lo mismo es decir que morí antes de haber nacido.
Rilke debía estar pensando en mí cuando escribió
que todo ángel es terrible.
*Traducción del original en portugués de Antonio J. Alías
David conoce muy bien nuestro idioma, y él mismo ha traducido al español el poema que os copiaré más abajo. Para mí, su voz es una de esas que debería estar en nuestras mesas de novedades literarias, en nuestras estanterías y en nuestro imaginario.
Pero ahora silencio. Se acercan más destellos:
Friedhof der Namenlosen
It must often be like this
We darken gently as you count the days
Ian Hamilton
para Helena
Un hombre habla sobre la extinción anónima
mientras observa la huída de la tarde
a través del canto de las alondras.
Dieciocho años de fiebre, añade,
y una cruz débil de silencio en lugar del nombre.
El sueño de todos los siglos lo ahogó como un agua oscura.
En el fondo, esto es lo que la poesía trata,
hacer del añoro papel y con ojos de tormenta
trazar los límites del horror en la tierra,
vientre hueco que no hereda más que huesos.
Nacimos en imperios distantes,
me escribes acerca de la eterna juventud de los muertos
y yo solamente sé que el camino hacia el olvido es el mismo
donde quiera que estés. Pero aquí, en la casa de
aquellos que no tienen un nombre como sudario,
o en cualquier otro lugar, nuestro amor
es una cartografía distinta, es otra melodía.
PARTE V
(A LEI)
we were suddenly aware of ourselves
standing there, staring at the future
blindfolded.
Deborah Eisenberg
Em criança fui um homem sozinho numa casa de mulheres.
À excepção do meu pai, à excepção do meu avô e do meu irmão,
fui um homem sozinho numa casa de mulheres
que se vestiam de vermelho e, em segredo,
usavam nomes de princesas antigas
para que o sonho coubesse todo na sua absurda forma de cristal.
Às vezes sozinho, sem nunca as entender,
falava a sua própria língua, como se fosse acreditar sempre
que a minha mãe e as minhas irmãs inventaram, só para elas,
todo o pranto e todo o silêncio que cabem no mundo.
Um dia Raquel ensinou-me a brincar com bonecos vestidos de púrpura
e a imaginar neles Hannah, em oração, quarenta anos mais nova,
na sua cama rodeada de arame farpado, a apaixonar-se pelo senhor F.
e pelos seus olhos cinzento-anjo.
Foram de longe os anos mais felizes da minha vida,
os que antecederam a clausura do Inverno no meu peito,
no dia em que o meu avô morreu.
Só então chorei, quando vi o meu pai aproximar-se do corpo
para o tapar, antes que os corvos lhe ensinassem
o que há que fazer àqueles que morrem.
Mal se suspendeu o céu fez-se negro o seu rosto.
Comprei-o, comprámo-lo caro com o trabalho doloroso das nossas mãos.
Aquietaram-se as árvores, o vento, as mudanças
e os pássaros puderam enfim repousar do seu voo de séculos.
Trinta dias de sol e secura se seguiram e, à primeira gota de chuva,
o meu pai abriu as portas de casa e houve festa.
O meu pai abriu as portas de casa e saíram as mulheres
e entraram os senhores da lei. Disseram
‘Sempre que invocarmos o teu nome virás a nós e nos abençoarás’
Nessa mesma noite ensinaram-me
que Deus desenha o tempo à régua e nunca ao compasso
e que para Ele os olhos não têm horizonte.
Anos mais tarde, quando já nenhum homem se importava
que chovesse ou não, deixei os meus antepassados sozinhos,
uns com os outros, a escrever a e a pensar a lei e o sangue,
como se isso fosse pelo menos metade da vingança que o Senhor nos merece.
Uma fé inexistente talvez tivesse sido uma fé melhor,
no extenso bosque do meu peito negro,
com o meu avô, com o meu pai e com os seus olhos vazios virados para Leste.
[in Biografia, exemplar n.º 18 de 50, Língua Morta 001, 2010]
PEQUENA ELEGIA DA MEMÓRIA
Não nego que me sinto vencido
pela tua distância,
uma pedra e um pouco de gelo no sangue,
uma violeta na primavera desta morte em flor.
A aflição não passa
ainda que eu permaneça na defensiva, dia após dia,
na retaguarda do teu afecto.
Tocar-te o músculo, tal como a um livro de biblioteca.
Mas agora, o que se mantém vivo e fresco
no teu estojo de ossos? Assim, dizem,
se retira aos nossos restos, ainda que dignos,
o nervo e a tentação do teu nome.
Não dizer o teu nome, nunca. Não pode dar-se
tesouro eterno assim a mãos que me recusaram.
Quanto mais morres, mais difícil é dizer-te,
mais fácil é dizer apenas… corpo.
in Criatura nº 6 Novembro, 2011
HORT ELEGY TO MEMORY
I can’t deny feeling defeated
by your distance,
a stone and ice in the blood,
a violet in the spring of this dead blossom.
My misery doesn’t end
despite my standing day after day on the defensive,
in the rear line of your affection.
To touch your muscle as if touching a library book.
But now, what is there still alive and fresh
in this bone case of yours? Thus, it is said,
though dignified, remains are denied
the nerve and the lure of your name.
Not to mention your name, ever. Eternal treasure
can’t be granted just like that, to hands that rejected me.
The more you die, the harder it is to say it,
it’s much easier just to say... body.
© Translated by Ana Hudson, 2012
Bem-vindo aos anos zero
deram-me a riqueza,
mas não me disseram o que fazer com ela
Yevgeny Yevtushenko
Com a minha idade, o meu pai já era um homem honrado,
o meu avô trabalhava na marinha mercante,
disparava ocasionalmente um ou dois foguetes
em direcção a terra seca, em homenagem ao amor de uma mulher
que conheceu antes da minha avó e que me teria dado
olhos azuis e muito menos problemas.
Aos dezoito anos os meus pais participaram na Revolução.
O meu avô também. Tinha quarenta e cinco.
Depois os meus pais casaram, desculparam-se com o ciclo da vida,
o país parecia estar no bom caminho, a casa ainda não.
Quis ser actor o meu avô, depois de ter passado
cinco dias e quatro noites a traduzir uma peça de Brecht
num quarto da pensão Rosa com vista para o rio Sado.
Então nasceu o meu irmão com os olhos que - toda a gente
confirmava - eram iguaizinhos aos da minha mãe.
Depois nasci eu e depois a minha irmã, com olhos de Varsóvia,
não tão honrados quanto belos.
Eu ainda nasci em Portugal, a minha irmã já não, nasceu na CEE,
que entretanto tinha ensinado a minha mãe e o meu pai a serem
ainda mais perfeccionistas nisso de serem honrados.
O meu avô continuava a traduzir Brecht e desconfiava
da PAC e de tudo aquilo que pudesse ser formulado
apenas em três letras.
Para ele, no mínimo, eram necessárias quatro.
Foderam-me a vida, o meu pai e a minha mãe,
e o pior é que o fizeram para que eu pudesse chegar
aos vinte e três anos e dizer que já sou um homem honrado,
tal como o meu pai tem sido, ao contrário do meu avô,
que prefere Brecht à linear organização comercial
do novíssimo amor português.
E pior ainda é que tenho vinte e três anos
e corro o risco de já ser um homem honrado.
Welcome to the zero years
I was given wealth,
but not told what to do with it
Yevgeny Yevtushenko
At my age, my father was already an honourable man;
my grandfather was in the merchant navy,
he occasionally fired one or two rockets
towards dry land in homage to his love for a woman
whom he had met before my grandmother and who
would have given me blue eyes and far fewer problems.
Aged eighteen my parents took part in the Revolution.
And so did my grandfather. He was forty five.
Then my parents got married giving as an excuse the cycle of life,
the country that seemed on a good path, the house not quite yet.
My grandfather had once wanted to be an actor, after having spent
five days and four nights translating a play by Brecht
in a room of the Rosa hotel with a view over the river Sado.
Then my brother was born, his eyes - a widely acknowledged
fact – just like my mother's.
I was born afterwards and later on, my sister, with Warsaw eyes,
not as honourable as they were beautiful.
I was born in what was still Portugal, but not my sister, she was born in the EEC,
which in the meantime had taught my mother and my father to be
even more perfectionist in the business of being honourable.
My grandfather was still translating Brecht and mistrusted
the CAP and all that could be encapsulated
in only three letters.
For him, the bare minimum was four.
They fucked me up, my mum and dad
and worst of all, they did it so that I could reach
twenty three years of age and be able to say already I’m an honourable man
like my father has been, unlike my grandfather
who would rather prefer Brecht than the plain commercial logic
of this brand new Portuguese love.
And even worse still, I’m now twenty three
and liable to become an honourable man.
(traduit par Ana Hudson)
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