Beatriz Miralles
Beatriz Miralles, escritora española, ha publicado el poemario «Oscura deja la piel su sombra» (Balduque, 2016) y los poemas en volúmenes colectivos «La soledad del hombre isla» (Creajoven, 2010) y «500 micrometros: El lugar del cuerpo en vano» (Creajoven, 2008). Sus poemas han aparecido en antologías como Desdoblando (Editum, 2014) y Anónimos 2.1 (Cosmopoética, 2013); también en revistas como: El coloquio de los perros, Josefina la Cantante, Obituario o Seconal. Dirige el proyecto editorial Ad Minimum. Escribe en la Revista Détour y en el blog Cuaderno Portátil
Beatriz Miralles, escritora española, ha publicado el poemario «Oscura deja la piel su sombra» (Balduque, 2016) y los poemas en volúmenes colectivos «La soledad del hombre isla» (Creajoven, 2010) y «500 micrometros: El lugar del cuerpo en vano» (Creajoven, 2008). Sus poemas han aparecido en antologías como Desdoblando (Editum, 2014) y Anónimos 2.1 (Cosmopoética, 2013); también en revistas como: El coloquio de los perros, Josefina la Cantante, Obituario o Seconal. Dirige el proyecto editorial Ad Minimum. Escribe en la Revista Détour y en el blog Cuaderno Portátil
eres el animal pálido que tiembla / aún
escucha su oscura transparencia
sola
solo
el miedo
engendro vacíos
dentro de las manos
me hago abismo
subrayo los límites de las cosas
siempre termino rodeado de nada.
doy de comer a mi sombra
la ofrenda que soy
un cuerpo
roto
OSCURA DEJA LA PIEL SU SOMBRA
Editorial Balduque, 2016
Vacías de ti
estas manos
balde seco.
*
no es invocación:
escribo
para conocer la oquedad de la sombra
*
escribo hasta perder el rostro
sólo aquel que ya no soy
puede decirme
*
no:
no la ofrenda
no el temblor
no las manos
no la sed
no decir
ya más.
*
cómo nombrar lo que no existe
nada queda
sin embargo
aún
el miedo.
BEA MIRALLES. OSCURA DEJA LA PIEL SU SOMBRA
por OLIVIA MARTÍNEZ GIMÉNEZ DE LEÓN
LA OQUEDAD DE LA SOMBRA
Oscura deja la piel su sombra, es el primer poemario de Beatriz Miralles (1985), aunque previamente ya había sido publicada el cuaderno Y todo es silencio (2013), así como en volúmenes colectivos La soledad del hombre isla (2010) y 500 micrometros: El lugar del cuerpo en vano (2008). Este primer libro destaca por la madurez de la voz poética que lo sostiene, así como por la solidez que revela, que permite entenderlo, más que como un conjunto de poemas, como un único y extenso poema organizado en tres partes, en tres momentos que se suceden.
La primera de las partes está formada por tres breves poemas que se organizan en torno al “no”; el poema se nos presenta como una forma de negación (no decir / ya más) que culmina en un lenguaje roto. Es este lenguaje roto el punto de partida desde donde la autora construye su discurso, ubicada entre el silencio y el lenguaje, en los márgenes de la palabra, asentada en la elipsis.
El groso del poemario está en la segunda parte. El yo poético toma dos direcciones; en primer lugar, como señala el poema que abre este capítulo escribo/ para conocer la oquedad de la sombra, el sujeto poético se describe así mismo, repiensa su identidad a partir de un lenguaje inarticulable, herido, una enunciación obstaculizada por el dolor y paralizada por el mismo: soy llaga abierta/ del lenguaje// decir poco duele; o (…) raspar el lenguaje / hasta decir silencio. El sujeto no puede nombrar ni puede nombrarse; está herido y, poco a poco, va desapareciendo (escribo hasta perder el rostro/ sólo aquel que ya no soy puede decirme).
Por otro lado, el yo poético se dirige a un tú inasible, que se ausenta (vacías de ti / estas manos/ balde seco), que se nombra desde la carencia (vacía su desaparición; o su terrible desamparo; o el lugar de las desapariciones) al que se invoca (dame, dime, amor), pero sobre todo al que se evoca. El tú, interlocutor ausente, se recuerda y se revive, desde una memoria física (manos, desnudez, cuerpo, piel) que una y otra vez culmina en ausencia y falta (te has borrado toda dentro de las manos). Ambas trayectorias, la del yo y la del tú, que a lo largo de esta parte describen el recorrido de la privación y el vacío, la soledad, el dolor y la merma, se unen en el último poema en un nosotros que cierra y busca reparar la grieta en una cicatriz que sella y permite avanzar (algo / que cicatrice / lo que no nombramos).
En la tercera parte, el yo progresivamente recupera su palabra, parece poder volver a nombrar, después de la resaca del nosotros. De alguna manera, cuando ya no queda nada, sólo se puede volver a empezar. Así, desde su soledad, una soledad dolida que no abandona la semántica de la carencia y la tristeza porque se identifica con ella (muda sed, árida desnudez, hambre, amarga carnadura, yo soy el animal que callas) el sujeto poético arma un discurso que finalmente quiere sobreponerse al dolor vivido (nada / nuestra/ me hiera).
Retomo aquí la cita que abre el libro “Sombra de quién, preguntas”, de José Ángel Valente porque, si bien en cada uno de los tres momentos del poemario puede actualizarse esta interrogación (la sombra de ese lenguaje roto del no, al inicio; el tú que pregunta y el evocado, en la segunda parte), es en esta tercera parte donde adquiere más relevancia: triste / tú / sola / sombra / mía. Oscura deja la piel su sombra es un largo poema en torno a la sombra, entendida ésta como oscuridad y como figura. El camino de la oscuridad se nos narra desde la soledad y la tristeza, y se transita a ciegas, que es una forma ésta de silencio; por otro lado, la figura de la sombra es la de un sujeto que tiene una identidad inexacta, marcada por la tristeza y el dolor de la ruptura.
No sabemos si la cita de José Ángel Valente sirve de aproximación a la línea poética que trabaja la poeta, pero sí nos aventuramos a señalar que la suya es una voz poética madura, reflexiva y esforzada que está más cerca del silencio que del ruido. Una voz que traza insistentemente el mapa de la soledad a través de una serie de repeticiones que son, como Beatriz señala, solo/ balbuceo. La autora consigue nombrar desde un mutismo denso, casi corpóreo, que cobra fuerza en los encabalgamientos y en los silencios del texto, en los intersticios y elipsis discursivas que deberán ser completadas por el lector.
Oscura deja la piel su sombra es, en resumen, un primer libro excepcional que recorre el paisaje de la soledad y la ausencia, desde un lenguaje roto, con una voz poética sobria, madura y atinada, a la que auguramos grandes logros.
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Editorial Balduque, 2016
Vacías de ti
estas manos
balde seco.
*
no es invocación:
escribo
para conocer la oquedad de la sombra
*
escribo hasta perder el rostro
sólo aquel que ya no soy
puede decirme
*
no:
no la ofrenda
no el temblor
no las manos
no la sed
no decir
ya más.
*
cómo nombrar lo que no existe
nada queda
sin embargo
aún
el miedo.
BEA MIRALLES. OSCURA DEJA LA PIEL SU SOMBRA
por OLIVIA MARTÍNEZ GIMÉNEZ DE LEÓN
LA OQUEDAD DE LA SOMBRA
Oscura deja la piel su sombra, es el primer poemario de Beatriz Miralles (1985), aunque previamente ya había sido publicada el cuaderno Y todo es silencio (2013), así como en volúmenes colectivos La soledad del hombre isla (2010) y 500 micrometros: El lugar del cuerpo en vano (2008). Este primer libro destaca por la madurez de la voz poética que lo sostiene, así como por la solidez que revela, que permite entenderlo, más que como un conjunto de poemas, como un único y extenso poema organizado en tres partes, en tres momentos que se suceden.
La primera de las partes está formada por tres breves poemas que se organizan en torno al “no”; el poema se nos presenta como una forma de negación (no decir / ya más) que culmina en un lenguaje roto. Es este lenguaje roto el punto de partida desde donde la autora construye su discurso, ubicada entre el silencio y el lenguaje, en los márgenes de la palabra, asentada en la elipsis.
El groso del poemario está en la segunda parte. El yo poético toma dos direcciones; en primer lugar, como señala el poema que abre este capítulo escribo/ para conocer la oquedad de la sombra, el sujeto poético se describe así mismo, repiensa su identidad a partir de un lenguaje inarticulable, herido, una enunciación obstaculizada por el dolor y paralizada por el mismo: soy llaga abierta/ del lenguaje// decir poco duele; o (…) raspar el lenguaje / hasta decir silencio. El sujeto no puede nombrar ni puede nombrarse; está herido y, poco a poco, va desapareciendo (escribo hasta perder el rostro/ sólo aquel que ya no soy puede decirme).
Por otro lado, el yo poético se dirige a un tú inasible, que se ausenta (vacías de ti / estas manos/ balde seco), que se nombra desde la carencia (vacía su desaparición; o su terrible desamparo; o el lugar de las desapariciones) al que se invoca (dame, dime, amor), pero sobre todo al que se evoca. El tú, interlocutor ausente, se recuerda y se revive, desde una memoria física (manos, desnudez, cuerpo, piel) que una y otra vez culmina en ausencia y falta (te has borrado toda dentro de las manos). Ambas trayectorias, la del yo y la del tú, que a lo largo de esta parte describen el recorrido de la privación y el vacío, la soledad, el dolor y la merma, se unen en el último poema en un nosotros que cierra y busca reparar la grieta en una cicatriz que sella y permite avanzar (algo / que cicatrice / lo que no nombramos).
En la tercera parte, el yo progresivamente recupera su palabra, parece poder volver a nombrar, después de la resaca del nosotros. De alguna manera, cuando ya no queda nada, sólo se puede volver a empezar. Así, desde su soledad, una soledad dolida que no abandona la semántica de la carencia y la tristeza porque se identifica con ella (muda sed, árida desnudez, hambre, amarga carnadura, yo soy el animal que callas) el sujeto poético arma un discurso que finalmente quiere sobreponerse al dolor vivido (nada / nuestra/ me hiera).
Retomo aquí la cita que abre el libro “Sombra de quién, preguntas”, de José Ángel Valente porque, si bien en cada uno de los tres momentos del poemario puede actualizarse esta interrogación (la sombra de ese lenguaje roto del no, al inicio; el tú que pregunta y el evocado, en la segunda parte), es en esta tercera parte donde adquiere más relevancia: triste / tú / sola / sombra / mía. Oscura deja la piel su sombra es un largo poema en torno a la sombra, entendida ésta como oscuridad y como figura. El camino de la oscuridad se nos narra desde la soledad y la tristeza, y se transita a ciegas, que es una forma ésta de silencio; por otro lado, la figura de la sombra es la de un sujeto que tiene una identidad inexacta, marcada por la tristeza y el dolor de la ruptura.
No sabemos si la cita de José Ángel Valente sirve de aproximación a la línea poética que trabaja la poeta, pero sí nos aventuramos a señalar que la suya es una voz poética madura, reflexiva y esforzada que está más cerca del silencio que del ruido. Una voz que traza insistentemente el mapa de la soledad a través de una serie de repeticiones que son, como Beatriz señala, solo/ balbuceo. La autora consigue nombrar desde un mutismo denso, casi corpóreo, que cobra fuerza en los encabalgamientos y en los silencios del texto, en los intersticios y elipsis discursivas que deberán ser completadas por el lector.
Oscura deja la piel su sombra es, en resumen, un primer libro excepcional que recorre el paisaje de la soledad y la ausencia, desde un lenguaje roto, con una voz poética sobria, madura y atinada, a la que auguramos grandes logros.
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