Michael Benítez Ortiz
(Bogotá, Colombia 1991). “A los 15 años Judas Priest le salvó la vida a cambio de podrirle el alma. Colombia perdió un ladrón y ganó un poeta. Escribe ebrio, de noche, como tocando guitarra”. Así se describe Michael, autor de un libro de poemas: Papeles para leer en el retrete (Ediciones Con tinta ebria. Bogotá, 2014) y de uno de cuentos titulado Bogotrash, con el cual ganó el Concurso Internacional de Narrativa Palabra Sin Frontera, en Argentina (2014). Es estudiante de Licenciatura en educación básica con énfasis en Ciencias Sociales. Obtuvo el primer puesto en el concurso de poesía del Festival de las Artes, Rafael Uribe Uribe, Bogotá (2011); mención en el concurso crónica UY Festival, Bogotá (2012), y el tercer puesto del concurso de poesía organizado por el grupo literario Poeta Osvaldo Ulloa, en Chile (2012).
Los poemas que presentamos acontinuación pertenecen al libro Papeles para leer en el retrete.
Indigencia
Dicen
Que se la pasa leyendo papeles que recupera de la
/basura de los manicomios
Y escribiendo con tinta trasparente,
Que se emborracha de noche
—No por la noche—
Y que le gusta bien fría.
También dicen
Que trabaja en un sueño —o mejor— en una
/pesadilla
Y que dios —en persona—lo coronó con aureola de
/ateo.
Eso dicen
De mi amigo
Que escogió
Como costal
La poesía.
Pesadilla viva
(ANTÍ-TESIS ONÍRICA)
En los sueños los árboles son personas. Los poemas papel y las noches teorías. En los sueños el mundo gira sobre una cabeza decapitada. Las monedas son balas perdidas. Los bancos son de sangre con sida. En las iglesias los niños se masturban con imágenes de africanos disecados. Los padres se acuestan tarde, metiendo dulces en las vaginas de sus hijas. En los sueños, las cosas son como son.
Arte poética
Entre
Palabra y palabra
Habita
El silencio
Que escribe
El poema.
Bogotá
Un bus ebrio subiendo Lomas.
Una puñalada en las entrañas de la noche.
Un beso, a escondidas, entre dos policías.
Ambulancias locas tres dos uno ya.
Crimen organizado jaque mate.
Perros vagabundos orinando tras las sombras de un asesinato.
Niño pidiendo limosna, cicatriz afilada apuntando al cuello.
Otro joven fumando bazuco en las pesadillas de su madre.
Atraco al medio día devuélvame la simcard.
Una violación a punta de condón usado.
El bus ebrio cayendo de espaldas al mundo.
Es igual de fácil encontrarse una moneda a una bala perdida.
Una oveja con ruana y gafas negras se seca las gotas de sol a media
/noche.
Hombres que todos los días juegan a la ruleta rusa con el revólver
/lleno.
¡Contraten escolta a la paloma de la paz!
Envío
A Luis Ernesto Valencia
Tiene diez años
Y se pregunta:
¿Cuántas veces
Junto al planeta
Habré dado vuelta al sol?
Y se marea
De sólo pensarlo.
Foto tomada del álbum Noche Nadaísta en Bogotá. (Sociedad perdida)
Jota Mario Arbeláez y Michael Benitez Ortiz
Distancia-miento
Te amo así:
lejos
Sepultada en el olvido.
Porque la poesía
Siempre le quedó grande
A tu corazón tan estrecho
Y créeme
No existe
Otro remedio
Para la muerte.
Te amo así:
lejos
Sepultada en el olvido.
Porque la poesía
Siempre le quedó grande
A tu corazón tan estrecho
Y créeme
No existe
Otro remedio
Para la muerte.
Del libro de cuentos Bogotrash:
Pecado original
El vómito se devuelve como una rata que salta del inodoro y asusta la mujer que caga pensando en niñas sucias bailando y vistiendo moscas que cubren las manchas de sopa ante la luz violeta del cigarrillo piel roja que las delata… unas manchas que huelen a pasto, a p de puta y perdón. El bafle se calla para escuchar el ruidito de la rata en el baño… mordiendo el clítoris como una manzana.
Diario de un día
He venido a tirarme al abismo donde dicen que queda la locura, para comprobar luego que la muy puta está en el cielo, donde los pies descalzos de los sueños caminan entre los clavos de humo que quiebran las sonrisas de los niños cuando entran a estudiar. E intento saltar alto pero no puedo, inevitablemente la gravedad me ha anclado como un pez-piedra al fango de la cordura; la gravedad del asunto, me refiero, ¿cuál asunto?… no poder comer de las bolitas-palabras que salen de las bocas de profesores de física-mierda.
El colegio inevitablemente —otra vez— te aburre, te hastía como la sal… pues nos gusta de a poquitos, como lagrimitas en una piscina…. pero nos dan mares y playas de 8 horas diarias y en China no se pueden quejar y aquí tampoco.
Nos han ahorcado las ilusiones con una corbata: todos los uniformes tienen incluida su respectiva camisa de fuerza. Pero la vida y la muerte que, en definitiva, son lo mismo, no tienen preferencias: el mundo entero suda sangre trabajando según lo impuso la organización mundial del trabajo: todos a fabricar bombas, unos grandes, otros pequeñas…
Y los pájaros en sus jaulas, los sabios en sus manicomios… y las ratas de alcantarilla cazando pobres para su almuerzo… y yo aquí: al borde del abismo; mientras el señor presidente, en su baño presidencial, busca religiosamente entre la mierda la figura de Jesucristo y el croquis del mapa de Colombia… ¡y lo encuentra!… ¡y, lo peor, dice que es buena suerte!…
Y pienso que la Muerte, como el tigre, no es como la pintan: la Muerte es una niña que se divierte apagando velitas de las que venden en los semáforos los 7 de diciembre…
Y no aguanto un líder más, un profeta más, un libro más, un falso héroe: todos tenemos el corazón de ceniza.
Quizás mi cadáver sonriente decore mañana los periódicos amarillistas.
Dios también se civiliza
No sé cuánto tiempo llevo aquí: sentado en una silla que se queja por cargarme con sus patas gangrenadas, en un cuarto iluminado con una bolsa llena de luciérnagas muertas. Escasamente me muevo unos metros a mi cama: el ataúd donde descansan mis pocos sueños. Unos metros más allá está el baño que me une a la ciudad, a sus desechos, a través del retrete. Cuando la pantalla del computador se embriaga con la sangre de mi ausencia, y no puedo leer ninguna letra porque se vuelven sopa, recuerdo que debo comer algo, pues mi alma aún vive encerrada en mi cuerpo, que es como una lata de sardinas… que trago para olvidar mi carne.
De mis amigos y mi novia prefiero no hablar. Anoche soñé que el mundo era un gran cementerio: era de noche, hacía frio, y yo estaba casi desnudo. Corrí desesperado buscando algún semejante y me desperté cuando me di cuenta que el único muerto era yo.
Hace un año no salgo de mi casa sino exclusivamente a comprar comida enlatada en el supermercado de la esquina. Hace un año que no hago el amor, que no hablo con nadie. He decidido estar solo, se me ha borrado la sombra. Mis amigos son las palabras, y mi favorita silencio. No tengo miedo. En mis tejas de lata suena el agua jugando con un sapo que entra por la ventana. Un hermoso sapo que sabe mejor que yo del secreto de la lluvia.
Un hermoso sapo… un hermoso sapo que no sabe leer, ni escribir, porque ya es poema. Un hermoso sapo que no se preocupa por el nombre de dios, ni por las sombras atadas a la muerte… ni por enviar espermatozoides por correo electrónico.
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