jueves, 12 de marzo de 2015

ANTONIO ENRÍQUEZ GÓMEZ [15.187]


Antonio Enríquez Gómez

Antonio Enríquez Gómez, también conocido durante un tiempo como Fernando de Zárate y Castronovo (Cuenca, c. 1600 - Sevilla, 19 de marzo 1663) fue un dramaturgo, narrador y poeta lírico español del Siglo de Oro. En razón de su condena por la Inquisición con acusaciones de criptojudaísmo, como por varios aspectos de su vida y obra, y especialmente por su estancia en Francia, muchos críticos lo incluyen también entre el gran número de escritores sefardíes (es decir, judíos españoles fuera de España).

La estirpe de Enríquez Gómez se consideraba judeoconversa según la doctrina social de la época, indiferente al hecho de que la propia ley judía sólo considerase judíos a los hijos de madre judía. Su madre, cristiana vieja era Isabel Gómez, natural del pueblo de Alcantud cerca de Priego. Su padre, Diego Enríquez Villanueva (1582-1642), natural de Quintanar de la Orden en La Mancha, descendía de uno de los pocos linajes conversos de origen castellano que en el último cuarto del siglo XVI aún seguían prácticas criptojudaicas (las de los denominados "marranos"). Desde 1588, la Inquisición prendió a casi todos los miembros de la familia. Entre las víctimas estuvieron el abuelo paterno del poeta, Francisco de Mora Molina, ejecutado y quemado en Cuenca en 1592, la abuela Leonor Enríquez, condenada a prisión hasta 1600 y más tarde su propio padre, condenado a confiscación de bienes en 1624.

Al igual que su padre, Enríquez Gómez se dedicará a exportar lanas y paños de Castilla a Francia y ya había recibido alguna educación comercial. Siendo joven, Enríquez Gómez estuvo en Sevilla, en casa de su tío paterno, Antonio Enríquez de Mora, quien en 1619 huirá a Burdeos al ser descubierto su criptojudaísmo por la Inquisición. Al huir su tío a Burdeos, Enríquez Gómez se hizo su representante en Madrid como "mercader de lonja de cosas de Francia". Un año antes, en 1618, se había casado con una cristiana vieja de la región de Burgos, Isabel Alonso Basurto, de la que tuvo tres hijos, Catalina, Diego y Leonor. Fijada su residencia en Madrid, frecuentó el círculo de Lope de Vega, a quien llamó admirado "Adán de la comedia":

En mi tiempo, dejando aparte el Adán de la comedia que fue Lope, hubo muchísimos poetas. Don Antonio de Mendoza, secretario de Apolo, se llevó el Palacio; el doctor Juan Pérez de Montalbán, entre muchas comedias que escribió, puso en las tablas la De un castigo dos venganzas, con que se vengó de sus émulos; notable ingenio fue éste; don Pedro Calderón por las trazas se llevó el teatro; Villaizán por lo conceptuoso, los ingenios; el doctor Godínez por las sentencias los doctos; Luis Vélez por lo heroico fue eminente (A. Enríquez Gómez, "Prólogo" al poema Sansón Nazareno, Ruan, 1656).

Desde 1632 empezó a escribir piezas para los corrales de comedias. Algunas fueron muy aplaudidas, sobre todo la de El cardenal de Albornoz y las dos de Fernán Méndez Pinto, sobre el famoso aventurero, explorador e historiador portugués, uno de los primeros occidentales en llegar a China, cuya Crónica había sido vertida al español en 1620 por Francisco de Herrera Maldonado. Aún debía estar en Madrid a fines de 1635 porque en la Fama póstuma a la vida y muerte de Lope de Vega de Juan Pérez de Montalbán se insertó un soneto "de Antonio Enríquez, a la muerte feliz del doctor frey Lope Félix de Vega Carpio".

Pero en 1636 marchó a Francia por la llamada "senda del marrano" cuando la Inquisición empezó a considerarlo sospechoso de criptojudaísmo o, quizá también, según cree Michael McGaha (1990), por haber calumniado al Conde-Duque de Olivares en su ficción lucianesca El Siglo pitagórico y en particular por el ataque contenido en su pieza El gran cardenal de España, don Gil de Albornoz. Lo cierto es que, como en sus negocios trabajaba en estrecha colaboración con las redes europeas de judeoconversos portugueses su éxito económico y su ascendencia lo hacían muy susceptible de ser denunciado por envidias y recelos de todo tipo y Enríquez temía ser involucrado en una persecución inquisitorial contra sus socios, de modo que se refugió en el verano de 1636 en casa de su tío en Burdeos. En Francia publicó varias de sus obras y, a pesar de que se ha dicho repetidamente que Enríquez estuvo algún tiempo entre los miembros de juderías de Amsterdam, donde es cierto que el teatro español era muy popular, nunca estuvo allí.

Cuando su tío marchó a recogerse en la judería de Livorno (Italia), su hijo, primo de Antonio, Francisco Luis Enríquez de Mora, que se quedó en Francia, formó una sociedad comercial con él y juntos se establecieron en 1642 en la ciudad de Ruan para manejar negocios de contrabando entre Francia y España (los dos países se hallaban entonces en guerra). Les sirvió como hombre de paja en Madrid un mercader cristiano viejo y familiar de la Inquisición, Constantino Ortiz de Urbina, quien se había casado con la hija mayor de Enríquez Gómez, Catalina. De este modo, los dos primos extendieron sus negocios con Hispanoamérica para un creciente número de mercaderes franceses y judeoportugueses, así como para socios judíos en Amsterdam, Hamburgo, Livorno y Recife en el Brasil.

Pero Antonio Enríquez Gómez se sintió preso de una nostalgia fatídica e irrefrenable por volver a España y reverdecer su honra y gloria literarias, lo que al cabo vendría a costarle la vida. A fines de 1649, los primos Enríquez decidieron defraudar los abundantes caudales que sus asociados franceses y judíos habían mandado a Ortiz de Urbina. Abandonaron sus familias en Ruan, volvieron ambos a España y empezaron nuevas existencias bajo falsos nombres. Francisco Luis se embarcó para el Perú, mientras Antonio se escondió inicialmente en Granada y en 1651 se estableció en la Sevilla de su juventud, donde vivió bajo la identidad de un hidalgo, don Fernando de Zárate y Castronovo, en concubinato con una joven de Granada, María Felipa de Hoces, y escribió y estrenó comedias bajo su nombre supuesto. Durante doce años logró escapar con esta identidad falsa de la vigilancia de la Inquisición, la cual lo quemó en efigie dos veces, la primera en 1651 en Toledo y la segunda en 1660 en Sevilla, de forma que incluso es posible que el reo haya presenciado su propia ejecución simbólica de incógnito.

Finalmente, el 21 de septiembre de 1661 los esbirros del Santo Oficio lograron identificarlo y prenderlo por sorpresa en su casa. Después de confesar su verdadera identidad y haber sido judío clandestino durante su exilio en Francia, Enríquez Gómez murió en la cárcel poco antes del fin de su proceso. A pesar de ello, fue reconciliado en un auto de fe de Sevilla el 14 de junio de 1665. Sus declaraciones llevaron a prisión a su primo en Lima por actuación de la Inquisición de ese virreinato. Hoy en día un trabajo reciente de Michael McGaha ha postulado, para enredar más las cosas, que Antonio Enríquez Gómez pudo tener incluso una tercera falsa identidad, la del dramaturgo Francisco de Villegas.

Antigua versión biográfica

La reconstrucción biográfica de Enríquez Gómez, tal como se conoce hoy, se funda en documentos de archivo de los que el hispanista francés I. S. Révah dio cuenta desde 1962, pero sólo fueron publicados en 2003. Desmiente muchos elementos de la biografía tradicional de Enríquez Gómez, debida a Adolfo de Castro y otros eruditos españoles del siglo XIX, los cuales afirmaron que Enríquez Gómez se llamaba originalmente Enrique Enríquez de Paz, que fue de origen portugués, natural de Segovia, capitán del ejército francés, y que murió judío en Ámsterdam. Esta versión biográfica heredó de una confusión inquisitorial entre el autor y el capitán Enrique de Paz, un portugués quien vivió en Segovia y Bayona de Francia. Ignoraba además Adolfo de Castro que los títulos franceses utilizados por el poeta, el de mayordomo y secretario de Luis XIII y el de caballero de la Orden de San Miguel, no son de carácter militar sino se compraban en aquel entonces por dinero. La idea errónea de un período holandés en la vida de Enríquez Gómez está fundada en el hecho de que veinte años después de su muerte Miguel de Barrios lo incluye en su Relación de los poetas y escritores españoles de la nación judaica amstelodama.

Religión

Para su tesis de que Enríquez Gómez fue de hecho criptojudío, I. S. Révah se apoyó en la opinión de los judíos sefardíes de Ámsterdam, en la obra manuscrita clandestina del autor, en muchas alusiones de su obra impresa, y sobre todo en la amplia documentación de origen inquisitorial.

La Inquisición condujo contra Enriquez Gómez tres procesos cuyos legajos están perdidos. Révah halló copias de muchas de las delaciones y en especial del testimonio detallado de su primo recogido en el Perú. Según estas fuentes, Enríquez Gómez era desde su período madrileño un adepto de la fe judaica, pero solo de convicción y sin atreverse a realizar ninguna practica religiosa no católica. En la casa de su tío en Burdeos ampliamente se guardaban los rezos y preceptos de la religión judía. Durante sus tres últimos años en Ruan, casi no participó del culto católico, celebraba pascuas judaicas en su propio hogar familiar y escribió obras clandestinas en defensa de la religión judaica. Después de su regreso a España, volvió a observar el judaísmo "en su corazón" solamente, excepto el ocasional recitado de las tres primeras palabras de la oración judaica Shemá Israel.

Michael McGaha y Herman Salomon han rechazado por poco fidedignas las denuncias y confesiones inquisitoriales de las cuales proceden estas informaciones. Otros críticos aceptan la idea de que Enríquez Gómez se adhirió en secreto al judaísmo durante un período de su vida, pero le atribuyen una motivación interesada, pues buscaba su inserción en las redes comerciales judeoportuguesas.

Obra

Poesía

Siendo mercader, Enríquez Gómez fue un autodidacta en las letras, pero hizo versos con tanta facilidad que fue considerado en su tiempo como un "poeta por naturaleza". Parte de sus poesías líricas, de temas amorosos, morales y bíblicos, fueron recogidas en las Academias morales de las Musas (Burdeos, 1642), que incluyen además cuatro obras dramáticas; en muchos de sus poemas resalta con fuerza el tema del exilio y la añoranza de la patria.

Comedias

En 1632-1636, Enríquez Gómez produjo comedias para la escena madrileña y llegó a obtener una cierta celebridad; en 1635 incluso contribuyó con un soneto a la Fama póstuma de Juan Pérez de Montalbán en homenaje al recién fallecido Lope de Vega. Como dramaturgo pertenece a la escuela de Pedro Calderón de la Barca. En 1649, enumerando los títulos de sus comedias que había escrito hasta entonces, dijo que "las mías fueron veinte y una" (de hecho olvidó una más). La mayor parte de ellas tratan materias históricas con intrigas novelescas. En las dos partes de Fernán Méndez Pinto cuenta las aventuras de este explorador portugués (de apellido judaico) en la China. En esta última obra se basaba en la Peregrinaçam (Lisboa, 1614) ficticia de este personaje, que convive con los reyes de Tartaria y de China.

Regresó a la actividad de dramaturgo en 1651-1660. Las treinta comedias que firmó con su nombre supuesto de Don Fernando de Zárate son en parte refundiciones de obras de otros autores. Muchas obras de este período tratan leyendas de santos, mientras en su teatro anterior los temas cristianos habían estado casi ausentes. Su Loa sacramental de los siete planetas es claramente calderoniana y se estrenó en Sevilla en 1659. Representa cómo el hombre, pese a las virtudes que le ofrecen los planetas, pierde la Gracia y la recupera al reconocer y confesar sus pecados. La crítica literaria del siglo XIX las juzgaba muy superiores a las comedias de Antonio Enríquez Gómez y excluía la posibilidad de que hubieran sido escritas por el mismo autor.

Novela y épica

La obra más leída de Enríquez Gómez es El siglo pitagórico y vida de don Gregorio Guadaña (Ruan, 1644). Su estructura está dividida en capítulos en verso y prosa que narran cada uno una vida diferente de un alma que transmigra de un cuerpo a otro. Una de ellas, la más extensa y en prosa, constituye en sí misma una novela picaresca, La vida de don Gregorio Guadaña. Es un puro divertimento estilístico emparentable con el Buscón de Francisco de Quevedo, bien resuelto y sin otra trascendencia; hay algunos esbozos de crítica costumbrista y humor principalmente.

Dos otras obras narrativas pertenecen al mismo género de la alegoría moral con elementos de sátira social. Escribió La culpa del primer peregrino (Ruan, 1644) enteramente en verso, mientras La torre de Babilonia (Ruan, 1647) mezcla la prosa con diferentes géneros de poesía. Ambas obras narran los infortunios de un hombre natural, llamado Adán o El Peregrino, en medio de una civilización humana pervertida, la cual retrata la sociedad urbana de Madrid.

Sansón Nazareno (Ruan, 1656), un poema épico culto al estilo del Ariosto, está dedicado a las hazanas bélicas del héroe bíblico Sansón. A este último precede un importante prólogo autobiográfico que contiene un catálogo de sus obras.

Tratados políticos

En su tratado Luis dado de Dios (París, 1645) y en su diálogo Política angélica (Ruan, 1647), Enríquez Gómez da resúmenes de la doctrina política francesa que se orienta hacia el absolutismo. Contra las ideas entonces aceptadas en España, el autor defiende el derecho divino de los reyes, la superioridad de éstos sobre el clero, la licitud de hacer alianzas militares con los protestantes y de disimular la presencia de herejes clandestinos (como los criptojudíos) en el reino; finalmente apoya el derecho de los portugueses a rebelarse contra Felipe IV.

En una Segunda parte de la Política angélica, impresa clandestinamente, Enriquez Gómez también ataca los usos de la Inquisición española y la discriminación de los conversos en las sociedades ibéricas. Por demanda de la embajada portuguesa en París, la obra fue prohibida y las copias destruidas excepto una, hallada y publicada por Révah en 1962.

Obras clandestinas

Según los testimonios inquisitoriales, Enriquez Gómez escribió durante su exilio francés varias obras para su difusión manuscrita entre los criptojudíos. Entre estos escritos clandestinos, perdidos por la mayor parte, estaba el poema épico Israel sobre Tubal, que profetizaba el futuro dominio del mesías judaico en España. Aún se conserva en copia manuscrita un ciclo de Sonetos sobre los antiguos Patriarcas del Viejo Testamento, la sátira Inquisición de Lucifer y visita de todos los diablos, y finalmente un largo Romance celebrando el martirio del estudiante don Lope de Vera, prosélito del judaísmo, quemado por la Inquisición de Valladolid en 1644. Esta obra, la única en la que Enríquez Gómez afirma sin autocensura sus creencias judías, contiene una polémica teológica contra el cristianismo, una confesión de fe en la ley mosaica y una profecía apocalíptica sobre el mesías que esperaba. El poema fue publicado por Timothy Oelman en 1986.

Ideas

Aunque la cuestión del criptojudaísmo de Enríquez Gómez quede abierta, es patente la heterodoxia de muchas de sus ideas. Se han querido explicar las contradicciones de su vida y obra por un supuesto sincretismo judeocristiano o por una actitud de indiferencia. En efecto Enríquez Gómez expresa muchas veces en su obra la creencia racionalista de que el alma humana adquiere su inmortalidad por el ejercicio de las virtudes intelectuales y prácticas, no por los dogmas o ritos de alguna determinada religión.

Con una insistencia que fue valiente para su época, Enríquez Gómez condena la crueldad de la Inquisición y expresa su rechazo de cualquier violencia cometida “con capa de religión”. Aunque el estado debe controlar el culto público, no tiene según él derecho a forzar al alma humana a escoger el camino para su salvación; para guiar las creencias íntimas, sólo la enseñanza es lícita.

No sólo en su tema principal, la persecución religiosa, Enríquez Gómez muestra un agudo sentimiento de justicia. Su ética políticosocial estricta caracteriza muchas de sus obras. Enríquez Gómez expresa indignación en contra del ministro que ejerce poderes dictatoriales, el terrateniente feudal que explota a sus campesinos, el malsín que denuncia inocentes a los tribunales, el conquistador que saquea pacíficas poblaciones, el pirata que toma navíos comerciales, e incluso los humanos que al comer la carne de los animales cobran vidas para mantener la suya.

En sus comedias también presenta con apertura de espíritu el odio interétnico entre cristianos y musulmanos o las conquistas coloniales de los portugueses en China y los espanoles en México. Muy original es Las misas de San Vicente Fe­rrer, 1661, obra que rompía moldes y que se distanciaba de las co­medias místicas para hacer un auténtico retrato de los celos en un argumento muy similar al de Otelo de William Shakespeare. El protagonista, el moro Muley, se enamora de una blanca y tras sufrir mil penalidades es salvado de la muerte por Don Bartolomé de Aguilar, personaje de un humanismo antirracista opuesto al oscurantismo simbolizado por su criado Soleta. Ya en Es­paña, Muley se enamora de Francisca, mujer de Don Bartolomé, logrando con engaños sus bajos deseos. Enloquecida por el deshonroso embarazo la dama se suicida tras asesi­nar a Muley. Seis meses después de firmar el manuscrito de esta obra, Enríquez fue procesado por la Inquisición de Sevilla.

No puede considerarse que «la pieza es un robo intelectual» de El mayor prodigio (Madrid, 1634) del valenciano Francisco Redón, como afirma García Moya (Diario de Valencia, 15-04-2001), porque en el teatro del Siglo de Oro español era frecuente reutilizar argumentos y hacer versiones sobre las mismas historias. Aunque el argumento y los nombres de los protagonistas (Francisca Ferrer, Bartolomé de Aguilar, el criado Soleta, etc.) sean los mismos, existen otras diferencias sustanciales: la obra de Francisco Redón es un «drama novelado» de 248 páginas, mientras que la obra de Enríquez Gómez es una comedia.


Sonetos / Antonio Enríquez Gómez
edición de Ramón García González


- I -

A una dama sentada en su cama que, al calzarse los coturnos, se desmayó de ver a su amante, que impensadamente la cogió con el hurto en los pies, como otros en las manos


(Soneto de un poeta ridículo en una academia)

En Tirias tersa de purpúrea pompa
Amariles deidad colura campa,
y unos talares de cristal se zampa,
de Venus alma, de Mercurio trompa.

   Sin temer que un mosquito le interrompa,
en fuegos sulfurantes ampos ampa;
cuando su ninfo su conturno estampa
en el Adonis, jabalí se rompa.

   Colúmbralo la diosa medio zamba,
y queriendo imitar a la hecatomba,
extiende helante la cerúlea gamba;

   suspiros gira por luciente bomba,
y el hijo propio del nocturno Bamba
cuadrupedantes rayos le rimbomba.



- II -

En alabanza de Adán

Viviente polvo, inspiración divina,
Damasceno elemento organizado,
semejanza de impulso consagrado,
fin de la obra santa y peregrina.

   Materia general de la oficina
del Artífice grande cuyo estado
forma gozó de Angélico traslado,
aliento de tu esfera cristalina.

   En la gran creación fuiste el primero;
en la Ciencia Sagrada, sin segundo,
y en esta parte te hallaré postrero.

   ¡Oh precepto de amor! En ti me fundo,
pues por creerse el hombre de ligero
el ámbito perdió de todo el mundo.



- III -

En alabanza de Enoch

Arrebatada fábrica viviente,
que en la inmortalidad te colocaste.
Paloma alada, cuyo nido hallaste
en la región más alta y eminente.

   Exhalación de luz resplandeciente,
que en la esfera del Sol te avecindaste.
Fénix que sin morir te conservaste
en ceniza más alta y más decente.

   Vive a par de los siglos, que algún día
vendrás a publicar donde has estado,
domando de Babel la tiranía.

   Inmortal ha de ser tu Regio estado,
que la que fue divina Monarquía
en la inmortalidad se ha colocado.



- IV -

El engaño de la vida humana

Pasos errantes de mi loco engaño,
¿a dónde conducís mi entendimiento
si en el amago del atrevimiento
asiste el principio de mi daño?

   Volved la cara al cuerdo desengaño,
asegurad la acción del movimiento,
que retirarse sabio de un intento
que ofende el alma, no es afecto extraño.

   Oprimir la razón no es providencia;
atropellar las leyes de la vida
tiene mucho de error, nada de ciencia.

   Si la queréis perder por ser perdida,
alargadle la tienda a la conciencia,
y la veréis en polvo convertida.



- V -

Al mismo asunto

Sin tener de mi error conocimiento,
los años de una vida tan perdida
(siendo incurable su terrible herida)
años no fueron, siglos de tormento.

   Viví muriendo: ¡oh loco pensamiento!  
¿Cómo quieres vivir siendo homicida
tu vida breve de tu propia vida,
hidra interior del ciego entendimiento?

   Vive para morir; y si te fías
de la vida que traes, cuenta los daños,
causa exterior de lógicas porfías.

   Mira que cuando quieras desengaños,
te faltarán los años y los días
y sobrarán los días y los años.



- VI -

Al engaño del mundo

¡Oh, qué galán, qué cuerdo, qué entendido
qué docto, qué cortés y qué profundo
es y será y ha sido el señor Mundo!
No se ha de hallar ninguno más lucido.

   Con qué gracia se mueve y se ha movido:
en gala y talle no admitió segundo,
grandes aciertos en su ingenio fundo,
es de todos los mundos escogido.

   ¿Si será por de dentro tan hermoso?
Le quiero descubrir pero ¿qué veo?
Un esqueleto es artificioso.

   Mundo afeitado, de tu amor no creo,
que quien en interior es alevoso,
cerca está de traidor, sobre ser feo.



- VII -

A la libertad perdida de la patria

Vivo sin libertad y no es posible
que pueda ser verdad mi sentimiento,
vivir y no sentir es argumento
que conceder se debe a lo insensible.

   Que no vivo sin duda es infalible
pues siendo mi seguro movimiento
vivir para sentir, si ya no siento,
no puede haber en mi parte sensible.

   Mas bien puede el dolor desengañarme:
cuando la libertad está perdida,
ella por nacimiento ha de acabarme.

   Sentir y no vivir fue acción lucida
pues cuando la pasión ha de sobrarme,
¿qué mayor gloria que perder la vida?



- VIII -

Al mismo asunto

Si extranjeras Regiones fatigando
estoy por no saber, justo sería
que se acabara con la pena mía
la vida pues lo estoy solicitando.

   Vivir para morir es ir llevando
el dolor con tiránica osadía;
o acabe de llegar tan largo día
o viva eterno este morir penando.

   Mas en vano mi espíritu lamenta
desprecios cuando la contraria suerte
quiere que no los diga y que los sienta.

   Y si ha de ser mi mal tan firme y fuerte,
una de dos, o quíteme la afrenta
o sepúlteme luego con la muerte.



- IX -

Al mismo asunto

Si de la libertad desposeído
estoy y formo voz, ¿cómo lamento
suspiros que se quedan en el viento,
pesares que no llegan al oído?

   Quien su patria perdió, tiene perdido
el que juzga tener entendimiento;
que el que vive sujeto al sentimiento
y no muere, carece de sentido.

   Mas, ay, que como vive la esperanza
vecina del dolor, por consolarme
dice que tenga en ella confianza.

   Pero mejor le fuera no engañarme
pues si me sale falsa su fianza,
ha de pagar la deuda con matarme.



- X -

A la ambición humana

 ¿Qué incendio sin espíritu se sube
a la eminencia del discurso, cuando
ser presumí Lucero, derribando
el muro denso de esta hinchada nube?

   ¿En qué volcán me abraso si yo anduve
en mi primera edad siempre vagando
simples Regiones, dócil alentando
la infancia alegre que en mis años tuve?

   ¡Oh hidrópica ambición! Sin duda alguna,
tú eres la llama que me abrasa el pecho,
sedienta de los bienes de fortuna.

   Déjame ya con el agravio hecho,
vuélveme a la inocencia de la cuna,
pues por hacerme grande me has desecho.



- XI -

A la vanidad del hombre

Este de cuatro simples adornado,
tierra, llanto, vapor, incendio y fuego,
menos tiene de cuerdo que de ciego,
menos de ciego que de loco errado.

   Es nube opuesta al Sol, flor en el prado
que apenas sale cuando muere luego;
no tiene hora o tiempo de sosiego
y presume de eterno su cuidado.

   Vive sin vida y dúdase si vive;
no es inmortal y duda si es humano;
las días gasta y nunca los recibe.

   Sabe que es vanidad y vive en vano;
él mismo esta verdad a sí se escribe,
y la verdad le deja de su mano.



- XII -

A su corto estudio

Pobre y desnudas vas, Filosofía,
dijo quien la entendió bastantemente:
nunca yo estuve de este verso ausente
y así conmigo habló quien lo escribía.

   Hállome bien sin ella pues no es mía,
estoy con ella alguna vez presente,
véola por un velo transparente
y enamórame menos cada día.

   Muy bien está lo hecho, no os asombre,
¡oh Musa!, el ignorar este argumento,  
que muchos necios han ganado nombre.

   De que yo no lo sé basta el intento,
que dar (sin natural) letras a un hombre
ex poner grillos al entendimiento.



- XIII -

A un cadáver

Pasajero que miras sin cuidado
ese cadáver que viviente ha sido,
repara que de achaque de nacido
le castigó su original pecado.

   Lo que pálido ves, ya fue rosado:
lo que sin alma ves, tuvo sentido,
y lo que está sin material oído,
órgano fue y estuvo bien templado.

   Mírale bien, que aunque su vida es ida,
la tiene en el ejemplo pues advierte
a su soberbio polvo su partida.

   Juzga ahora quien goza mejor suerte:
el que vive faltándole la vida
o el que muere sobrándole la muerte.



- XIV -

A la salvación espiritual

Esta que busco en la suprema cumbre,
imán que al hierro expele con violencia,
gloria visible es de la prudencia
y eterna Aurora de la infinita lumbre.

   Perdió mi alma (oh bárbara costumbre)
la esclavitud y a toda su eminencia
llegar no puedo, estando la conciencia
tan pesada de propia pesadumbre.

   Nací para gozarla y perezoso
vivo, como si acaso no la hubiera,
y la busco, no siendo virtuoso.

   Conquistarla conviene antes que muera,
que no se sube al solio poderoso
sin ir inteligencia verdadera.



- XV -

A la justicia

Esta que a rayos de su acero fuerte
justifica los golpes de su herida,
dando la muerte nos reparte vida
y vida nos anuncia entre la muerte.

   La púrpura que en luces se convierte,
a espíritus vitales nos convida
su materia de estado no vencida,
juicio administra con que el hombre acierte.

   Mírala bien y, si juzgares, sea
tu norte su lucero vigilante,  
Sol de justicia de la sacra idea.

   No te engañes teniéndola delante,
que hay otra en los encantos de Medea
que labrará con oro tu diamante.



- XVI -

A la palabra

Repara, mira, atiende, considera
de esta virtud, oh noble Caminante,
la perfecta verdad con que triunfante
el camino te enseña de tu esfera.

   Síguela, nota, aguarda, advierte, espera,
no pierdas este norte vigilante
si anegarte no quieres arrogarte
en el mar de Babel y su ribera.

   Mueva tus labios esta gran señora
para gobierno de tu justa vida
pues es del sacro honor divina Aurora.

   Mira que el que la tiene ya perdida,
vive muriendo si viviendo llora,
sirviéndole su fama de homicida.



- XVII -

A la palabra

Hombre, ¿prometes? Cumple si pretendes
que te tengan por noble los honrados;
palabras hacen hombres no ducados,
te doy por fiera si otra cosa entiendes.

   Tú mismo a ti sin término te vendes
(¿lo que te digo negaran Letrados?)
si dejas tus escritos maltratados,
los pleitos buscas y la paz ofendes.

   Naciste con palabra, hombre naciste;
pero pues no la cumples, que no sea,  
pregonada, por Dios, si la perdiste.

   ¡Oh qué hablador estoy! Linda Guinea,
¿palabra buscáis vos? Donoso chiste,
¿es la palabra acaso la marea?



- XVIII -

A los cultos


(Soneto cultísimo, cultivado, oculto y sotaculto)

El excloruro bamboleo errante,
tridón cerúleo en desguazado Noto,
columbino vapor amaga el soto
y fulmina flamando fulminante.

   Crepúsculo se cisma impenetrante
y del Austro Orión se hace trasnoto,
intercadente rumba globo ignoto,
por transportar salobres de diamante.

   Ya la palabra surca a Nicaragua,
el infantil buril rayo canoro,
y se raja en lo mismo que desagua.

   Toca el velamen Biblioteca de oro
y en neptunal desencajando el agua,
descuaderna el musal noveno coro.



- XIX -

Una pasión de Venus

Débil cordera cuya blanca nieve
copo a copo formó naturaleza,
cándida ofrece al valle su pureza
si a tanto armiño su verdor se atreve.

   Al cristal de un arroyo altivo mueve
lobo cruel su bárbara fiereza
y la simple cordera la cabeza
inclina al agua y descuidada bebe.

   No bien hubo tocado los cristales
cuando el nocivo monstruo a la desierta
campaña dio de púrpura señales,

   quedando la traición mal encubierta,
el agua salpicada de corales,
el lobo ausente y la cordera muerta.



- XX -

Abismo de celos

Amor con esperanza de unos celos
es tiranía de precepto injusto,
que en los desaires bárbaros del gusto
aún no viven sin causa los recelos:

   ¿Cómo el amor verá con tantos velos,
investigando, necio, con disgusto
un deshonor en un afecto justo,
ganando abismos y perdiendo cielos?

   Cuando los celos son forma de vida,
bien es que la materia sienta el daño
como parte que vive al alma unida:

   Pero si el mal resulta de un engaño,
muera la pena, ciérrese la herida,
pues no hay cura mejor que un desengaño.



- XXI -

A un imposible amor

A la luz de un Planeta poderoso
vivo, ignorando el rayo que recibo,
y tantas veces con eclipses vivo
cuantas se opone el tiempo riguroso.

   No vivo, no, que el Cielo luminoso,
cuanto más claro está, se muestra esquivo:
luce interior y dudo si percibo
el fuego que se oculta artificioso.

   No espero claridad si amor no inclina
al ingrato rigor de su sosiego  
la general de estas murallas mina.

   Con ella podré ver y quedar ciego,
que no se alcanza esfera tan divina
sin abrasarse en la región del fuego.



- XXII -

A la luz del amor

Sobre cinco azucenas recostada
en un tapete de la Primavera
dormía Venus, la que fue primera
luz de los Orbes y del mundo amada.

Andaba en torno de su luz sagrada
una simple avecilla lisonjera,
goloseando los rayos de su esfera
a la llama de Venus condenada.

   Diana, que sintió rascar la rosa,
que el mismo sol a rayos solicita,  
dijo por halagar la mariposa:

   Si quieres que el agravio te permita,
no receles de amor la llama hermosa,
que su fuego da vida y no la quita.



- XXIII -

Al curso y velocidad del tiempo

Este que exhalación sin consumirse
por los cuatro elementos se pasea,
palestra es de mi marcial pelea
y campo que no espera dividirse.

   Le voy siguiendo y sígueme sin irse;
me voy quedando y por quedarse emplea
su mismo vuelo, y hallo que desea
ir y quedarse y con quedar partirse.

   Mi error me dice que su rapto apruebe;
¿pues por dónde camino si su esfera
casi lo eterno con las alas mueve?

   No me atrevo a seguirle aunque quisiera,
que corre mucho y temo que me lleve
en el último fin de la carrera.



- XXIV -

Al imperio del amor

Huyendo del amor una mañana,
sagrado de un laurel, Diana hermosa,
hizo, por coronar su intacta rosa,
de la Imperial Diadema soberana.

   Lo supo amor y a la defensa vana
opone su deidad maravillosa,
y ella que ciego le miró, gozosa
su imperio olvida y su poder profana.

   Amor entonces de su aljaba fuerte
sacó una flecha y con rigor lucido
dulce le aplica la gustosa muerte.

   Y le dijo galán aunque atrevido:
pues eres Dafne, en el arcón advierte
que Cetros y Laureles ha vencido.



- XXV -

Epitafio a un soberbio

Este que dividido en polvo horrible
torre viviente fue de su albedrío,
en cuya confesión, en cuyo brío,
Babilonia fue fábrica insensible,

   hoy, en el lago de este mar terrible,
océano de tanto señorío,
ni aún el nombre le queda de ser río:
tumba le guarda el piélago visible.

   Pasajero, recuerda, mira el Nilo
por siete bocas convertirse en hielo,
llorando su desgracia hilo a hilo.

   Así castiga a la soberbia el cielo.
Vivió matando, y por el mismo filo
murió sin duelo por vivir con duelo.



- XXVI -

A la humildad

Esta de pocas damas conocida,
diosa del sabio, esposa del discreto,
señora fue del siglo más perfecto,
Reina es del imperio de la vida.

   Ámanla como causa producida
del sumo Autor, cuyo divino objeto
el vano quiso hacer rasgo imperfecto
y su línea quedó forma lucida.

   No la soberbia Memphis, laureada
de rayos Soles, se atrevió imprudente
a esta Aurora de Estrellas coronada.

   Defiéndala con ánimo el prudente,
ámela el sabio y quede colocada
en la divina y soberana mente.



- XXVII -

A la poca seguridad de la privanza

Peregrino, no soy del tiempo vano
si no ejemplo, terror de su trofeo;
m dio luces el sol, ya no le veo,
subí, enfermé, bajé, recordé sano.

   Si del sueño volviera más temprano,
no fuera, no de la fortuna reo,
pues pagara de humano lo que veo
y no lo que no vi de soberano.

   El vuelo fue cruel no la caída,
violento el uno, el otro sin violencia,
la entrada alegre y triste la salida.

   Los que estáis en la altura de esta ciencia,
buscad el norte para hallar la vida,
que no la habéis de hallar sin la experiencia.





- XXVIII -

A la ingratitud

Esta que horrible la nobleza infama,
Hidra que eterna inficionó la vida,
parto fue de la infamia retraída,
mina fue de la más traidora llama.

   Su efecto desleal que el mundo ama
(bárbara causa, sí, del homicida),
tirano monstruo es de toda herida,
cruel lunar de toda noble fama.

   No debe, no, tener lugar en cuanto
alumbra el Sol ni su influencia espere
el que asiste en el Reino del espanto.

   Vivir no puede quien la muerte adquiere;
que el que se niega a este precepto santo,
no es hombre: es fiera y como fiera muere.



- XXIX -

De Antonio Enríquez a la muerte feliz del doctor fray Lope Félix de Vega Carpio

No tu vida, tu muerte solemniza
mi pluma, que en su afecto se disfraza,
pues la Vida tus glorias embaraza
y la Muerte tus prendas eterniza.

   Vivo, sujeto estás a la ojeriza
de la Muerte que montes despedaza,
y muerto desvaneces sus amenaza
pues no tiene dominio en tu ceniza.

   Y así tu muerte estima pues de escala
te sirve para el Sol y ya su pena  
a la gloria mayor del mundo iguala.

   Que aunque su voz a nadie bien le suena
y ha tenido hasta aquí nombre de mala,
después que fue de Lope se hizo buena.



- XXX -

En alabanza de Noé

Diestro piloto, en el bajel errante
el mundo llevas por región undosa.
Marinero primero, que reposa
en cristalinos golfos de Levante.

   ¿Con qué aguja gobiernas el triunfante
cisne de pino en fábrica espantosa?
¿Qué Bitácora rara, y poderosa,
descubre el Norte en líneas de diamante?

   ¿Quién tu velamen rige proceloso?
¡Quién el timón de leño más valiente,
imán de tanto piélago ambicioso?

   ¡Mas ay! Varón perfecto y excelente,
si te guía impulso poderoso,
¿cómo se ha de alterar ningún tridente?



- XXXI -

A la locura de amor

 ¡Oh amor! (muy bien empiezo) ¡oh amor tirano!
Hijo de (¿dónde voy?), paso adelante,
¡oh amor, oh amor, oh amor de todo amante,
azogue, cascabel y viento vano!

   ¡Oh amor, hacho en la fragua de Vulcano!
(no sé si digo bien), ¡oh amor gigante,
espuma de la mar, de un ignorante
promesa con palabra de gitano!

   ¡Oh amor cruel! Pues ofenderte quiero,
me socorro con tu favor ingrato,
y mira que por mí solo me muero.

   ¡Mas ay, que amor se ha vuelto garabato
y como Dafne se volvió laurero,
amor se transformó de niño en gato!



- XXXII -

A la dormida Venus

Dormida Venus que en viviente forma
alientas con descuido la hermosura,
tan hija de la espuma en la blancura
que la nieve en tu fuego se transforma.

   Inmóvil Chipre, donde amor te forma,
siendo ciego, su cándida pintura,
del robador de Europa mal segura
pues el honor la oculta si la informa.

   Si la ocasión mi dicha me comprende,
dure el engaño donde el alma cierta
busca la Troya que el deseo enciende.

   Y pues vives también estando muerta,
no trates mal el sueño si te ofende
pues matas más dormida que despierta.



- XXXIII -

Amando aborrecida

Querer amar y ser aborrecida
no es amor, es desaire del objeto,
que amor no puede ser acto perfecto,
siendo en potencia bárbaro homicida.

   Yo adoro a quien adoro, si a mi vida
(cuando el ara se ofrece del precepto)
no estima su lealtad ni su concepto,
dando su adoración por fe perdida.

   Mas, ay amor cruel, en vano quieres
romper los privilegios y los nombres
que con vosotras brevemente adquieres.

   Si publicare el mío no te asombres,
que aun a coata del alma, las mujeres
hacemos mentirosos a los hombres.



- XXXIV -

Alcino a la crueldad de Anarda

Alta contemplación, ¿cómo es posible
que no te precipites de la cumbre,
no pudiendo adquirir de tanta lumbre
rayo menor en átomo visible?

   Basta la adoración, que es imposible
profesar con soberbia mansedumbre,
y es alcanzar etérea pesadumbre
profanar sin decoro lo invisible.

   ¡Oh ídolo cruel! ¡Oh imagen dura!
Vida y muerte del alma que te adora,
no dice tu rigor con tu hermosura.

   Si eres deidad, ¿cómo deidad traidora?
Si eres mujer, ¿cómo deidad segura?
Mas si dije mujer, ya el alma llora.



- XXXV -

A la incapacidad del juicio humano

Si explorando la espía luminosa
los Orbes con la luz intelectiva,
quedara satisfecha la visiva,
aún fuera en mí la ciencia más hermosa.

   Pero si la materia cautelosa
aun los principios cándidos derriba,
en vano sube sin la fe allá arriba
la forma más sutil y cuidadosa.

   ¿A dónde voy sin ciencia, procurando
lo que ninguno pudo hallar visible
si aun yo dudo si vivo, estando hablando?

   ¿Capaz me quiero hacer de lo invisible?
Mejor me fuera conquistar obrando
que emprender como loco un imposible.



- XXXVI -

Al nacimiento del hombre

Peregrino que sales inocente
llorando a ver la luz y no la miras,
¿qué vida traes si lloras y suspiras?
¿qué muerte traes si vives de repente?

   Si vienes a vivir, ya eres viviente;
si vienes a morir, a muerto aspiras;
y si estas dos verdades son mentiras,
habla y sabrase de los dos quien miente.

   Sin duda alguna que la luz divina
te va sacando del maternal tronco
para darte la esfera más nocturna.

   No en vano ha sido tu gemido ronco
pues con los lloros de esa blanca urna
se va labrando tu sepulcro bronco.



- XXXVII -

Al mismo asunto

Huésped mortal, si lloras la posada
antes de entrar en ella, mira, advierte,
que has de pagar la vista con la muerte
mejor a la salida que a la entrada.

   La vida para hacer esta jornada
es el tesoro de tu archivo fuerte;
gástase poco a poco y se convierte
la paga en algo y la posada, en nada.

   Caro albergue te da quien te condena
a vivir donde te será homicida
la que imaginas de virtudes llena.

   Perdonarás en parte la venida,
pero nunca será posada buena
aquella que se paga con la vida.



- XXXVIII -

A las tres edades del hombre

Lachesis tuerce el hilo de mi vida,
Cloto dio la materia diligente,
y Atropos, cuando venga, fácilmente
cortará la maraña retorcida.

   Tela que vino al mundo ya tejida
y se deshizo en sí tan brevemente,
fábrica errante fue y es evidente
que, cuando vino, vino ya perdida.

   Torced parcas, torced este atrevido
aliento firmemente pues excusa
segunda vez el corte desunido.

   No el devanarme como veis rehúso
porque polvo que quiso ser tejido
aun no merece ser torcido al uso.



- XXXIX -

A que ninguno sabe

Sé que no sé (bien sé) y no sería
poca ciencia saber este argumento,
que no es corto caudal de entendimiento
profesar esta ciencia cada día.

   No puede haber mayor sabiduría
que tener de no sé conocimiento,
ni hay lógico mejor que un sentimiento
inclinado a moral filosofía.

   Obrara en acto es ente conocido,
argumentar sin él es platicado,
uno es real argumento, otro lo ha sido.

   Y para ser un docto laureado,
más vale obrar los actos entendido
que ser con letras desigual letrado.



- XL -

Soneto firmado por Fernando de Zárate, seudónimo empleado por Enríquez Gómez


A la aurora

Esta sombra del sol, sino primera
causa, principio y juventud del día,
luz de Dios, que tinieblas nos desvía,
y en la misma inconstancia no se altera.

   Esta, que corre el velo de la esfera,
y con efectos de beldades guía,
no sirva de dormir con armonía,
o con respiración de Primavera.

   Si acaso adormeciere los sentidos
con voz de plumas, resplandor de flores,
de su llorosa risa documento.

   A lágrimas de luz, beldad dormidos,
no os suspendan los ecos, y colores,
pues van juntos el llanto y el contento.








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